domingo, 22 de diciembre de 2019

752. Guerra espiritual sobre naciones: cuando las potestades son derrotadas en los aires


Apocalipsis 12:7-9 RVC
7 Después hubo una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles lucharon contra el dragón, y el dragón y sus ángeles también lucharon,
8 pero no pudieron vencer, y ya no hubo lugar para ellos en el cielo.
9 Así fue expulsado el gran dragón, que es la serpiente antigua que se llama Diablo y Satanás, y que engaña a todo el mundo. Él y sus ángeles fueron arrojados a la tierra.

Apocalipsis relata los eventos del fin de esta era presente. Es la “conclusión” de la palabra profética y nos muestra los eventos últimos en una serie de escenas que pueden parecer inconexas si no se conoce el mensaje profético del resto de los libros de la Biblia.

El episodio que narran estos versículos aún no sucedió, sin embargo, en un sentido parcial, es algo que ocurre a veces sobre las naciones. Es más, este suceso futuro será la culminación de sucesos parciales que vienen ocurriendo de tiempo en tiempo.

El Adversario tiene distintos “reinos”, uno de ellos está en los aires, lo que llamamos el “segundo cielo”, y se interpone entre nosotros y el Cielo de Dios, el “tercer cielo”.

Efesios 2:1-2 RVC
1 A ustedes, él les dio vida cuando aún estaban muertos en sus delitos y pecados,
2 los cuales en otro tiempo practicaron, pues vivían de acuerdo a la corriente de este mundo y en conformidad con el príncipe del poder del aire, que es el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia.

Cada reino tiene, en cierto sentido, funciones específicas, y el que corresponde “al aire”, al segundo cielo, es el que domina sobre los otros (del mar, inframundo, etc.) por su “ubicación” estratégica (aunque entendemos que es un lugar espiritual más que físico) y sobre los hombres se encarga de establecer sistemas de pensamiento, lo que llamamos la “cultura” de una sociedad en un sentido antropológico, movimientos sociales y, obviamente, estructuras políticas y de gobierno.

No las puede crear por sí mismo, solo pervierte los diseños y los tiempos de Dios, que están “escritos” o señalados en las estrellas, de donde viene el gran interés de los poderosos de todos los siglos por la astrología.

Desde esa posición estratégica es que puede gobernar con mucha autoridad e influencia, operando como un manto espiritual que cubre las mentes de naciones enteras, un velo que impide ver la luz, que frena tanto las oraciones que “ascienden” como las respuestas que “descienden” de lo Alto.

Hay ocasiones, en los momentos de intensa lucha espiritual, cuando la opresión de este manto de tinieblas puede incluso sentirse físicamente.

Cuando Dios comienza a ejecutar Su juicio sobre estas estructuras de maldad lo hace “en los aires”. Allí es cuando se produce la batalla decisiva, y a nivel terrenal, humano, puede no verse demasiado cambio. Es decir: mientras se está librando una guerra que, si se pudiera ver, haría palidecer absolutamente a las más osadas películas o relatos épicos del cine y la literatura; sobre la tierra, social y políticamente, las cosas están relativamente tranquilas. Es, propiamente, espiritual.

Pero ¿qué pasa cuando las potestades que dominan una nación pierden sus posiciones en los ámbitos espirituales? Ahí la cosa se pone realmente complicada…

Vamos a interpretar el texto de Apocalipsis de manera “parcial” aplicado a estos tiempos. Si las potestades pueden ser expulsadas de los cielos de una región gracias a la victoria angélica, es porque hubo una batalla espiritual terrena que les dio el poder para vencer:

Apocalipsis 12:10-11 RVC
10 Entonces oí una fuerte voz en el cielo, que decía: «¡Aquí están ya la salvación y el poder y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo! ¡Ya ha sido expulsado el que día y noche acusaba a nuestros hermanos delante de nuestro Dios!
11 Ellos lo vencieron por la sangre del Cordero y por la palabra que ellos proclamaron; siempre estuvieron preparados a entregar sus vidas y morir.

Las batallas en los aires no son eventos desconectados del mundo físico: los ángeles son fortalecidos cuando los hijos de Dios oran, proclaman la Palabra, aplican la sangre de Cristo y viven vidas consagradas y sacrificiales. Como resultado, las potestades espirituales son derrocadas de los lugares altos, y con ello los cielos se abren para que la revelación y la manifestación de Dios desciendan libremente. Hay un precio a pagar, no el que ya pagó Cristo, sino el de hacernos “uno con Él”.

Pero cuando no pueden sostener su posición en los lugares espirituales no les queda más que descender:

Apocalipsis 12:12 RVC
12 ¡Alégrense por eso, ustedes los cielos! ¡Alégrense ustedes, que los habitan! ¡Pero ay de ustedes, los que habitan la tierra y el mar! El diablo ha llegado a ustedes lleno de ira, porque sabe que le queda poco tiempo.»

Paradójicamente, el preludio de la victoria definitiva es una intensificación en la lucha. Ahora los poderes espirituales de alto rango, no los demonios comunes que pueden infectar a personas y sociedades sino principados mucho más poderosos y estratégicos, descienden y toman sus posiciones controlando o poseyendo personas claves, tomando dominio completo de sus acciones y con una furia mucho mayor, porque saben bien que ya están derrotados y próximos a ser echados a lugares desiertos, o encarcelados.

El asunto es que mientras están “arriba” permanecen escondidos, son muy difíciles de identificar y pueden dominar a una u otra persona con facilidad, además de tener absoluto control sobre la cultura y la sociedad. Pero cuando están “abajo” sólo pueden hacerlo a través de personas claves. Eso no quiere decir que no sean capaces de un gran daño, incluso superior, sino que están usando recursos débiles, personas, que rápidamente se desgastan, que pueden ser muertas o atacadas con enfermedades, expuestas o desautorizadas socialmente. Además, están mucho más “cerca” para ser identificados por los intercesores, se han vuelto visibles por más que estén escondidos detrás de personas.

El escenario que muestra Apocalipsis 12 resulta especialmente complicado porque para ese momento la iglesia fiel y entrenada ya no se encuentra en la Tierra, a no ser algunos que el Señor envía para comisiones especiales, y Sus ángeles, además, la cantidad de demonios manifestados es muy superior a la actual. Pero en este tiempo la iglesia, es decir, los hijos fieles que componen el Cuerpo de Cristo, no necesariamente las instituciones que tienen el cartel de “Iglesia”, sigue estando, por lo que el poder del Espíritu Santo no se ha ido y cualquier manifestación satánica está limitada.

Aunque la situación se ha vuelto mucho más difícil, esta iglesia fiel puede fácilmente detectar los espíritus obrando y anularlos. Cuando eso ocurre, las personas dominadas por ellos quedan confundidas, impotentes, cometen errores y terminan presas del “terror del Señor”, un temor que las lleva a huir por sí solas. Ahora bien, dado que la guerra sigue siendo espiritual, netamente espiritual y no humana, la función primordial de la Iglesia fiel será “traer” la manifestación de Dios a la Tierra, a su propia tierra, a su nación.

Tengamos en cuenta esto: si los principados y potestades fueron expulsados de un área del segundo cielo por la intervención de los ángeles, lo mismo les pasará cuando esos ejércitos angélicos desciendan a la tierra, cuando la misma presencia del Señor lo haga. No hay que claudicar, al contrario, reforzar el combate espiritual porque la victoria está más cerca, la misma desesperación del Adversario lo indica.

Entonces, cuando en lo natural vemos que determinadas personas en poder toman decisiones muy rápidas, furiosas, aparentemente sin mucha lógica humana, sabremos qué ha estado pasando en los aires…

Apocalipsis 12:13-17 RVC
13 Cuando el dragón se dio cuenta de que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón.
14 Pero a la mujer se le dieron las dos alas de la gran águila para que volara a su lugar en el desierto, donde es alimentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo, para estar a salvo de la serpiente.
15 Entonces la serpiente arrojó mucha agua por la boca, para que la mujer fuera arrastrada como por un río.
16 Pero la tierra vino en su ayuda, pues abrió su boca y se tragó el río que el dragón había arrojado por su boca.
17 Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer y se fue a luchar contra el resto de sus descendientes, es decir, contra los que obedecen los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo.

De nuevo, este pasaje se aplica a la Iglesia de los tiempos de los juicios de Dios sobre la Tierra, pero tiene principios actuales. Es obvio que el ataque será contra los santos y fieles, porque los principados saben bien quiénes los han derrotado. Los hombres y mujeres que están siendo usados por ellos en estos tiempos, sin embargo, todavía no, por lo que la persecución no será tan intensa ni enfocada, sino más bien de forma indirecta, en relación con determinados valores y principios cristianos (lo estamos viendo de sobra…), pero existirá, en mayor o menor medida.

Hay una Iglesia fiel que es protegida sobrenaturalmente, mientras que hay otra Iglesia más “dispersa” que tiene que enfrentar un ataque más duro. No pretendo juzgar la santidad de unos y otros, Dios ha prometido proteger a Sus hijos en medio de las pruebas y debemos mantenernos fieles y en comunión, obedientes a Su voz de alerta y dirección para escapar a tiempo, para tomar las posiciones correctas y avanzar con sabiduría en la batalla. Si no lo hacemos sufriremos pérdida, pero con todo, cualquier daño terrenal es compensado en Su presencia. Finalmente todos seremos purificados, no importa lo chambones que hayamos sido…

Cuando los principados satánicos están perdiendo una batalla reagrupan todas sus tropas y lanzan un ataque concertado, con todas sus fuerzas disponibles. Recordemos que para ese momento muchos de sus soldados habrán sido capturados y encarcelados (anulados en su poder), por lo que debe exponer sus altos cargos, como en una partida de ajedrez, donde las piezas más importantes se reservan para el final. Agota sus recursos lanzándolos a una batalla frontal donde saben que sufrirán un rápido desgaste. Toma acciones muy rápidas para tratar de ocupar posiciones perdidas con velocidad y generar un “efecto shock”, pero en esa rapidez deja muchos huecos desprotegidos y a la vez alerta rápidamente a sus adversarios, incluso levanta la ira de muchos que, en condiciones más moderadas, le hubieran brindado un tibio apoyo o aunque sea una indiferencia cómplice. Son acciones desesperadas para “golpear” a su adversario (¡nosotros, por si alguien no se enteró todavía!) hasta noquearlo y dejarlo rendido… el problema es que el “adversario” cuenta con el apoyo del Rey de Reyes y Señor de Señores, y cuando no logra destruirlo, se levanta con mucha más decisión y convicción que antes…

Este es el panorama de la batalla espiritual y creo que no hace falta aclarar más. Es necesario que con más fervor traigamos la presencia del Señor a nuestro suelo, para que sea concluida con rapidez.


Danilo Sorti


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