Juan 21:3-11 RVC
3 Simón Pedro les dijo: «Voy a pescar.» Ellos
le dijeron: «También nosotros vamos contigo.» Fueron, y entraron en una barca;
pero aquella noche no pescaron nada.
4 Cuando ya estaba amaneciendo, Jesús se
presentó en la playa; pero los discípulos no se dieron cuenta de que era Jesús.
5 Y él les dijo: «Hijitos, ¿tienen algo de
comer?» Le respondieron: «No».
6 Él les dijo: «Echen la red a la derecha de
la barca, y hallarán.» Ellos echaron la red, y eran tantos los pescados que ya
no la podían sacar.
7 Entonces el discípulo a quien Jesús amaba
le dijo a Pedro: «¡Es el Señor!» Y cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se
puso la ropa (porque se había despojado de ella) y se echó al mar.
8 Los otros discípulos vinieron con la barca,
arrastrando la red llena de pescados, pues estaban como a doscientos codos de
la orilla.
9 Al descender a tierra, vieron brasas
puestas, un pescado encima de ellas, y pan.
10 Jesús les dijo: «Traigan algunos de los
pescados que acaban de pescar.»
11 Simón Pedro salió del agua y sacó la red a
tierra, llena de grandes pescados. Eran ciento cincuenta y tres, y a pesar de
ser tantos la red no se rompió.
Antes de escribir este artículo estuve
escuchando una revelación dada por el Señor a un hermano en la que le mostraba
el espíritu de frialdad, y como operaba trayendo, precisamente, frialdad en el
Señor. No es un pecado menor, aunque lo parezca a comparación de otros muchos;
fue el pecado criticado a la iglesia de Éfeso, y si lo seguimos a lo largo de
la historia, la decadencia de la Iglesia y su lucha para recuperar el vigor
espiritual comenzó en ese momento, y lleva alrededor de 2.000 años.
Decididamente, ¡no es un pecadillo sin importancia!
Cuando oraba pidiéndole al Señor un texto
como referencia, me hizo recordar este pasaje, la pesca de los 153 peces. En
muchos sentidos, es un texto paralelo al que encontramos en Lucas 5:1-11; Jesús
se aparece de una forma “desconocida”, los discípulos se encuentran frustrados
por haber fracasado en lo que mejor sabían hacer (pescar) y no estaban pensado
en cambiar de vida… hasta que aparece Jesús y todo se transforma.
La imagen de Juan está demasiado cargada de
simbolismo. Después de los hechos tan difíciles de la última semana y de haber
visto al Señor resucitado, “necesitaban” unas vacaciones… o más bien, estaban
convencidos de que el mismo Señor los iba a enviar a unas “vacaciones
forzadas”, después de todo, lo habían traicionado, y Él ya había resucitado,
con todo poder, no los necesitaba más…
En ese “vacío de sentido” y pérdida de
propósito que sufrieron, hicieron lo que sabían hacer: ir a pescar, después de
todo, quizás nunca debieron abandonar el oficio. Y allí Dios preparó una escena
que habían vivido tres años antes: toda la noche pescando, sin éxito, una
mañana frustrante, un día sin mucho para hacer que no sea remendar las redes,
hasta que de repente un extraño les da una orden más extraña aún, pero no
tenían nada que perder, total, la red en sí no era muy pesada. Pero esta vez el
resultado fue muy distinto.
Jesús fue a su lugar de fracaso, al lugar
donde el espíritu de frialdad quería llevarlos, para intentar apagar “con el
agua” el fuego en el que habían sido encendidos. Y con esos mismos elementos,
el Señor avivó la llama.
Mientras el espíritu de frialdad aprovecha
nuestros sentimientos de fracaso y frustración, unidos al cansancio físico y
emocional, para arrastrarnos a las costumbres o actividades de la vida
“secular” (no necesariamente pecaminosas en sí) y desconectarnos del programa
del Reino, el Señor va a buscarnos ahí mismo, usando esos mismos “elementos”
para atraernos nuevamente a la llama del Espíritu.
Para los discípulos fue un “volver atrás”,
para el Señor, un “volver al punto de partida” para una nueva partida. El
momento de fracaso por el cual perfectamente podía colarse la gélida ventisca
del frío espiritual, fue el cierre de un “círculo” que anunciaba la apertura de
una nueva etapa, que solo culminaría con el fin de sus carreras, recibiendo su
corona en los cielos.
Mucho se ha escrito sobre el número 153, pero
es muy interesante si lo descomponemos en sus factores.
153 = 3 x 51
El 3 indica la plenitud o perfección divina,
el testimonio perfecto, la integridad y perfección, mientras que el 51 puede
entenderse como “uno más” del cincuenta, que era el ciclo completo hasta el
jubileo, por lo tanto, es el inicio de un nuevo período, un período amplio, un
tiempo nuevo y extenso, pero esta vez, bajo la dirección divina, un tiempo de
dar testimonio de todo el consejo de Dios.
153 = 9 x 17
El 9 indica el tiempo de la visitación de
Dios, el Señor mismo viniendo a la realidad del hombre a bendecir o juzgar,
pero también a purificar a fin de prepararlo para Su obra. Y 17 es el número de la prueba completa o más
bien, de la victoria completa una vez que todas las pruebas fueron superadas.
Así que el otro significado de 153 tiene que ver con el fin de una etapa de
prueba y el Señor, por lo tanto, viniendo a limpiar y capacitar para la nueva
etapa.
153 = 100 + 50 + 3
El 100 tiene varios significados, pero puede
entenderse como una “multitud”, no porque sea mucho en sí mismo sino porque se
usa en la expresión “cientos”. 50 es el fin de un ciclo y el año del jubileo, y
3 es el número de la perfección divina y el testimonio perfecto. Con esto,
podemos decir que otro de los significados posibles es que, de nuevo, en el
cumplimiento de los tiempos el Dios Trino está por llamar a mucha gente a Su
nuevo orden, a Su Reino.
Y 200 (200 codos, la distancia que los
separaba de la costa donde estaba Jesús) es un número que puede ser
interpretado como “cabeza” o “líder”. Por lo tanto, los discípulos habiendo
cumplido un ciclo son llamados a un nuevo tiempo, distinto, largo, las personas
en Israel podían ver uno o dos años de jubileo en toda su vida (para ver 3
debían vivir unos cuantos años más allá de los 100), y lo más probable es que
fuera solo uno, por lo que es momento era único en la vida: indicaba un cambio
de época hacia una realidad que no volvería a modificarse durante el resto de
su vida. Fue un tiempo de prueba pero el Señor vino a ellos, los limpió (Judas
había dejado el grupo, las debilidades que todavía persistían entre ellos
habían sido expuestas) y ahora los estaba comisionando para la misma labor a la
que los había llamado al principio, en el texto de Lucas 5, ser “pescadores de
hombres”. El Señor, partiendo de donde estaban, vuelve a colocarlos en su
llamamiento original. Y el simbolismo concluye con los discípulos llevando la
pesca abundante (y recordemos, la red no se rompió, es decir, que a pesar de
que los recursos humanos parecieran pocos y débiles, Dios mismo se encargaría
de que fueran suficientes) hacia los pies del verdadero Líder, de Jesucristo.
El espíritu de frialdad que ya estaba tomando
control de los discípulos, que había esperado agazapado hasta el momento
“adecuado”, resultó definitivamente derrotado en su propio territorio. ¡Gloria
a Dios! A partir de allí la historia sería muy diferente, y esto mismo es lo
que el Señor hará con Sus hijos cuando el fracaso o la frustración quieran
tomar control de sus vidas y arrastrarlos hacia la frialdad y muerte
espiritual.
Danilo Sorti
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