martes, 9 de julio de 2019

702. El fracaso, la frialdad y una pesca abundante


Juan 21:3-11 RVC
3 Simón Pedro les dijo: «Voy a pescar.» Ellos le dijeron: «También nosotros vamos contigo.» Fueron, y entraron en una barca; pero aquella noche no pescaron nada.
4 Cuando ya estaba amaneciendo, Jesús se presentó en la playa; pero los discípulos no se dieron cuenta de que era Jesús.
5 Y él les dijo: «Hijitos, ¿tienen algo de comer?» Le respondieron: «No».
6 Él les dijo: «Echen la red a la derecha de la barca, y hallarán.» Ellos echaron la red, y eran tantos los pescados que ya no la podían sacar.
7 Entonces el discípulo a quien Jesús amaba le dijo a Pedro: «¡Es el Señor!» Y cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se puso la ropa (porque se había despojado de ella) y se echó al mar.
8 Los otros discípulos vinieron con la barca, arrastrando la red llena de pescados, pues estaban como a doscientos codos de la orilla.
9 Al descender a tierra, vieron brasas puestas, un pescado encima de ellas, y pan.
10 Jesús les dijo: «Traigan algunos de los pescados que acaban de pescar.»
11 Simón Pedro salió del agua y sacó la red a tierra, llena de grandes pescados. Eran ciento cincuenta y tres, y a pesar de ser tantos la red no se rompió.


Antes de escribir este artículo estuve escuchando una revelación dada por el Señor a un hermano en la que le mostraba el espíritu de frialdad, y como operaba trayendo, precisamente, frialdad en el Señor. No es un pecado menor, aunque lo parezca a comparación de otros muchos; fue el pecado criticado a la iglesia de Éfeso, y si lo seguimos a lo largo de la historia, la decadencia de la Iglesia y su lucha para recuperar el vigor espiritual comenzó en ese momento, y lleva alrededor de 2.000 años. Decididamente, ¡no es un pecadillo sin importancia!

Cuando oraba pidiéndole al Señor un texto como referencia, me hizo recordar este pasaje, la pesca de los 153 peces. En muchos sentidos, es un texto paralelo al que encontramos en Lucas 5:1-11; Jesús se aparece de una forma “desconocida”, los discípulos se encuentran frustrados por haber fracasado en lo que mejor sabían hacer (pescar) y no estaban pensado en cambiar de vida… hasta que aparece Jesús y todo se transforma.

La imagen de Juan está demasiado cargada de simbolismo. Después de los hechos tan difíciles de la última semana y de haber visto al Señor resucitado, “necesitaban” unas vacaciones… o más bien, estaban convencidos de que el mismo Señor los iba a enviar a unas “vacaciones forzadas”, después de todo, lo habían traicionado, y Él ya había resucitado, con todo poder, no los necesitaba más…

En ese “vacío de sentido” y pérdida de propósito que sufrieron, hicieron lo que sabían hacer: ir a pescar, después de todo, quizás nunca debieron abandonar el oficio. Y allí Dios preparó una escena que habían vivido tres años antes: toda la noche pescando, sin éxito, una mañana frustrante, un día sin mucho para hacer que no sea remendar las redes, hasta que de repente un extraño les da una orden más extraña aún, pero no tenían nada que perder, total, la red en sí no era muy pesada. Pero esta vez el resultado fue muy distinto.

Jesús fue a su lugar de fracaso, al lugar donde el espíritu de frialdad quería llevarlos, para intentar apagar “con el agua” el fuego en el que habían sido encendidos. Y con esos mismos elementos, el Señor avivó la llama.

Mientras el espíritu de frialdad aprovecha nuestros sentimientos de fracaso y frustración, unidos al cansancio físico y emocional, para arrastrarnos a las costumbres o actividades de la vida “secular” (no necesariamente pecaminosas en sí) y desconectarnos del programa del Reino, el Señor va a buscarnos ahí mismo, usando esos mismos “elementos” para atraernos nuevamente a la llama del Espíritu.

Para los discípulos fue un “volver atrás”, para el Señor, un “volver al punto de partida” para una nueva partida. El momento de fracaso por el cual perfectamente podía colarse la gélida ventisca del frío espiritual, fue el cierre de un “círculo” que anunciaba la apertura de una nueva etapa, que solo culminaría con el fin de sus carreras, recibiendo su corona en los cielos.

Mucho se ha escrito sobre el número 153, pero es muy interesante si lo descomponemos en sus factores.

153 = 3 x 51

El 3 indica la plenitud o perfección divina, el testimonio perfecto, la integridad y perfección, mientras que el 51 puede entenderse como “uno más” del cincuenta, que era el ciclo completo hasta el jubileo, por lo tanto, es el inicio de un nuevo período, un período amplio, un tiempo nuevo y extenso, pero esta vez, bajo la dirección divina, un tiempo de dar testimonio de todo el consejo de Dios.

153 = 9 x 17

El 9 indica el tiempo de la visitación de Dios, el Señor mismo viniendo a la realidad del hombre a bendecir o juzgar, pero también a purificar a fin de prepararlo para Su obra. Y  17 es el número de la prueba completa o más bien, de la victoria completa una vez que todas las pruebas fueron superadas. Así que el otro significado de 153 tiene que ver con el fin de una etapa de prueba y el Señor, por lo tanto, viniendo a limpiar y capacitar para la nueva etapa.

153 = 100 + 50 + 3

El 100 tiene varios significados, pero puede entenderse como una “multitud”, no porque sea mucho en sí mismo sino porque se usa en la expresión “cientos”. 50 es el fin de un ciclo y el año del jubileo, y 3 es el número de la perfección divina y el testimonio perfecto. Con esto, podemos decir que otro de los significados posibles es que, de nuevo, en el cumplimiento de los tiempos el Dios Trino está por llamar a mucha gente a Su nuevo orden, a Su Reino.

Y 200 (200 codos, la distancia que los separaba de la costa donde estaba Jesús) es un número que puede ser interpretado como “cabeza” o “líder”. Por lo tanto, los discípulos habiendo cumplido un ciclo son llamados a un nuevo tiempo, distinto, largo, las personas en Israel podían ver uno o dos años de jubileo en toda su vida (para ver 3 debían vivir unos cuantos años más allá de los 100), y lo más probable es que fuera solo uno, por lo que es momento era único en la vida: indicaba un cambio de época hacia una realidad que no volvería a modificarse durante el resto de su vida. Fue un tiempo de prueba pero el Señor vino a ellos, los limpió (Judas había dejado el grupo, las debilidades que todavía persistían entre ellos habían sido expuestas) y ahora los estaba comisionando para la misma labor a la que los había llamado al principio, en el texto de Lucas 5, ser “pescadores de hombres”. El Señor, partiendo de donde estaban, vuelve a colocarlos en su llamamiento original. Y el simbolismo concluye con los discípulos llevando la pesca abundante (y recordemos, la red no se rompió, es decir, que a pesar de que los recursos humanos parecieran pocos y débiles, Dios mismo se encargaría de que fueran suficientes) hacia los pies del verdadero Líder, de Jesucristo.

El espíritu de frialdad que ya estaba tomando control de los discípulos, que había esperado agazapado hasta el momento “adecuado”, resultó definitivamente derrotado en su propio territorio. ¡Gloria a Dios! A partir de allí la historia sería muy diferente, y esto mismo es lo que el Señor hará con Sus hijos cuando el fracaso o la frustración quieran tomar control de sus vidas y arrastrarlos hacia la frialdad y muerte espiritual.


Danilo Sorti




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