martes, 9 de julio de 2019

692. Paciencia en la oración


Apocalipsis 5:7-8 RVC
7 El Cordero se acercó al que estaba sentado en el trono, y de su mano derecha tomó el libro.
8 Tan pronto como lo tomó, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se arrodillaron ante el Cordero. Todos llevaban arpas, y también copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos,

Apocalipsis 8:1-5 RVC
1 Cuando el Cordero abrió el séptimo sello, hubo silencio en el cielo durante una media hora.
2 Vi entonces que a los siete ángeles que estaban de pie ante Dios se les dieron siete trompetas,
3 y otro ángel vino con un incensario de oro, y se detuvo ante el altar. A ese ángel se le dio mucho incienso para que lo añadiera a las oraciones de todos los santos, y lo ofreciera sobre el altar de oro que estaba delante del trono.
4 De la mano del ángel subió el humo del incienso a la presencia de Dios, junto con las oraciones de los santos.
5 El ángel tomó el incensario, lo llenó con fuego del altar, y ese fuego lo arrojó a la tierra. Hubo entonces truenos, voces, relámpagos y un terremoto.


Entre el capítulo 5 y el 8 han pasado varias cosas. No voy a hablar de eso aquí sino solamente concentrarme en un hecho: las oraciones de los santos que suben a la presencia del Señor y desatan Sus juicios sobre los impíos ya estaban presentes en el capítulo 5, en la adoración celestial. Sin embargo, fue recién cuando se terminaron de abrir los siete sellos que llegó el tiempo de que fueran escuchadas y respondidas dramáticamente.

Este episodio tan majestuoso que ocurre en la mismísima corte celestial nos lleva a la humilde enseñanza del Carpintero:

Lucas 18:1 RVC
1 Además, Jesús les contó una parábola en cuanto a la necesidad de orar siempre y de no desanimarse.

Conocemos como sigue el resto del relato; la enseñanza es muy importante para nosotros pero las palabras que leemos allí están muy lejos de la solemnidad y lo terrible del episodio relatado en Apocalipsis: es una historia común, de una viuda pobre, con ropas remendadas, necesitada y probablemente maloliente, sentada en la puerta del juzgado bajo el sol, la lluvia, el calor, el frío, el viento, hasta que logra su cometido. Nada allí hace suponer la majestuosidad de la corte celestial en donde los representantes del Pueblo de Dios tienen esas oraciones custodiadas en el ámbito más sagrado que exista. Nada lo hace suponer… ¡pero lo es!

Mientras esperamos con paciencia el cumplimiento de nuestras oraciones, podemos confiar que están guardadas en la misma presencia de Dios. Inevitablemente NUESTRAS oraciones tienen que ver con cosas que no solamente nos afectan a nosotros sino a otros, tienen que ver con Sus programas y diseños para las naciones y los tiempos últimos, tienen que ver con nuestras motivaciones que no siempre están purificadas, con los planes que tiene para nuestra santificación, y más. En definitiva, tienen que ver con muchas cosas que exceden “nuestras” necesidades puntuales y específicas, por lo que su cumplimiento no siempre será inmediato y no siempre será en el lapso de nuestra vida terrenal.

Con todo, somos invitados a orar con fe, a creer. Por supuesto, a escuchar las indicaciones del Espíritu que nos enseña cómo orar. Pero el hecho que quiero resaltar aquí es la necesidad de la paciencia para recibir lo que se espera, y la Biblia habla mucho sobre la perseverancia y la paciencia, aunque no sea un tema actual de predicación.

La oración debe estar unida a la paciencia. No sé cuáles serán los tiempos de Dios para cada petición, pero sé que debo empezar con la suficiente paciencia. Si mi expectativa es “inmediatamente ya”, empecé muy mal; digamos que empecé sin conocer realmente al Dios a quién estoy orando.

Salmos 88:1-2 RVC
1 Señor, Dios de mi salvación, delante de ti clamo noche y día.
2 Permite que mi oración llegue a tu presencia; ¡inclina tu oído a mi clamor!

Salmos 102:1 RVC
1 Señor, escucha mi oración; ¡deja que mi queja llegue a tus oídos!

Salmos 119:170 RVC
170 ¡Que llegue mi oración a tu presencia! ¡Líbrame, como lo has prometido!

Los salmistas anhelaban que sus oraciones llegaran a la presencia de Dios, y no es distinto con nosotros cuando clamamos con angustia. La buena noticia que nos cuenta Apocalipsis es que YA LLEGARON, pero necesitamos de paciencia mientras viene la respuesta adecuada en el momento adecuado.


Danilo Sorti




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