Estas épocas de tensas elecciones son
maravillosas para sacar a relucir lo que hay en los corazones de las personas,
especialmente los cristianos. Debemos tener cuidado con los argumentos que
usamos y repetimos, porque “el fin no justifica los medios”. Dentro del ámbito
evangélico hemos usado mucho la frase; “entregá tu vida a Cristo”, como una
invitación a la conversión, pero la realidad es que dicha entrega no termina de
completarse del todo, y una de esos puntos oscuros que en estos momentos se
manifiesta con extrema claridad es el “área de la política”. Muchos cristianos
bienintencionados procuran hacer la voluntad de Dios con las formas políticas
del mundo, y a veces las “cristianizan”.
Uno de esos puntos negros, constitutivo de la
mentalidad argentina, es la exaltación de la pasión, lo “tibio” es despreciado
y uno tiene que ser “caliente” en lo que hace. Pero de ahí al fanatismo
irracional hay un muy pequeño paso. Ese fanatismo se puede cristianizar de
diversas maneras, una de ellas es la frase del título, que por estos tiempos
está dando vueltas por ahí.
A lo largo de la Biblia Dios ha elegido
personas para encargarles diversas tareas. Todos ellos fallaron en alguna
medida, aún los mejores, excepto Uno. ¿Dejó Dios de ser Dios por eso? A pesar
de sus errores los respaldó, aunque cuando tuvo que corregirlos lo hizo. ¿Pecó
Dios por el pecado de ellos? Dios hizo un pacto con esas personas, todas
imperfectas, pero eso en nada disminuyó ni manchó su naturaleza divina. Más
aún, ¡Dios ha hecho un pacto mucho mejor y mucho más costoso con cada uno de
nosotros! Y le fallamos más de una vez, ¿ha dejado de ser Dios por eso? ¿En
algo se ha visto manchada Su santidad? En todo caso somos nosotros los que
deberíamos avergonzarnos por nuestros errores, no Él.
A partir de este hecho tan básico y tan
fundamentado en TODA la Biblia, debemos empezar a pensar en qué consiste “hacer
un pacto” y realmente cuándo lo hacemos.
Génesis 15:8-10,17,18 RVC
8 Y Abrán respondió: «Señor, mi Señor, ¿y
cómo sabré que la he de heredar?»
9 El Señor le dijo: «Tráeme una becerra, una
cabra y un carnero, todos de tres años. Tráeme también una tórtola y un
palomino.»
10 Abrán tomó todos estos animales, y los
partió por la mitad, y puso las mitades una frente a la otra; pero no partió
las aves.
…
17 Y sucedió que, cuando el sol se puso y ya
todo estaba oscuro, podía verse un horno humeante y una antorcha de fuego, la
cual pasaba entre los animales divididos.
18 En aquel día el Señor hizo un pacto con
Abrán. Le dijo: «A tu descendencia le daré esta tierra, desde el río de Egipto
hasta el gran río Éufrates,
El concepto de “pacto” es muy importante en
toda la cultura bíblica, y no es algo para tomar a la ligera. Uno no hacía un
“pacto” así nomás; el ejemplo de Abraham es ilustrativo: los animales eran
cortados y puestos por la mitad dejando un camino entremedio, las dos partes
del pacto pasaban por el medio con lo que decían: “que sea yo cortado como
estos animales si no cumplo con el pacto”. ¡Nada menos que Dios mismo se está
sometiendo a las condiciones de ese pacto!
Habría mucho para estudiar en el Antiguo
Testamento, pero vamos a la esencia de lo que implica un pacto:
2 Corintios 6:14 RVC
14 No se unan con los incrédulos en un yugo
desigual. Pues ¿qué tiene en común la justicia con la injusticia? ¿O qué
relación puede haber entre la luz y las tinieblas?
Un pacto es una unión con un propósito, para
un trabajo en común. Sin embargo, debemos entender los límites de este concepto
y no llevarlo a extremos irreales:
1 Corintios 5:10-11 DHH
10 Y con esto no quise decirles que se
aparten por completo de todos los que en este mundo se entregan a la
prostitución, o son avaros, o ladrones, o idólatras, pues para lograrlo
tendrían ustedes que salirse del mundo.
11 Lo que quise decir es que no deben tener
trato con ninguno que, llamándose hermano, se entregue a la prostitución, o sea
avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón. Con gente así, ni
siquiera comer juntos.
Ser llamado “hermano”, en ese contexto,
implicaba mucho más de lo que significa hoy, implicaba pertenecer literalmente
a la misma familia, un verdadero pacto de amor y ayuda mutua. No debían hacerlo
con quien no cumplía las condiciones, pero eso no significaba alienarse de
todas las actividades “del mundo”, no solo sería imposible, sino también
ilógico y contrario a la voluntad divina: ¿cómo podrían hacer brillar la luz
del Evangelio, entonces?
Un pacto es algo serio e implica una entrega,
votar en una elección, decididamente, NO ES UN PACTO. Lo cual no significa, por
supuesto, que podemos votar a cualquiera sin buscar expresamente la voluntad
divina. Significa que podemos votar al "menos malo” (exactamente lo que
todos los hombres en todas las partes del mundo han venido haciendo desde que
apareció tal cosa llamada democracia). Buscar un ideal supremo de probidad y
capacidad es, cuanto menos, mucha candidez, y en el fondo, una puerta al
fanatismo enceguecedor. Todos los regímenes autoritarios empiezan así, y por
cierto con muy buenas palabras e ideales, y también por cierto, apoyados por
unos cuantos cristianos engañados.
Votamos hombres, no ángeles. No estamos
haciendo ningún pacto pero estamos eligiendo entre alternativas reales. Dios
siempre tiene un favorito, lo cual nunca es un “cheque en blanco”, y mientras
el pueblo de Dios esté sobre la Tierra, y cumpla su función, el Espíritu Santo
se encargará de guiar al gobierno (y torcer su mano si es necesario) hacia lo
que sea justo, mientras el pueblo siga clamando… o hacia lo injusto, si el
pueblo se aparta.
Danilo Sorti
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