sábado, 14 de septiembre de 2019

714. “Si usted vota a Fulano, está haciendo un pacto con él”


Estas épocas de tensas elecciones son maravillosas para sacar a relucir lo que hay en los corazones de las personas, especialmente los cristianos. Debemos tener cuidado con los argumentos que usamos y repetimos, porque “el fin no justifica los medios”. Dentro del ámbito evangélico hemos usado mucho la frase; “entregá tu vida a Cristo”, como una invitación a la conversión, pero la realidad es que dicha entrega no termina de completarse del todo, y una de esos puntos oscuros que en estos momentos se manifiesta con extrema claridad es el “área de la política”. Muchos cristianos bienintencionados procuran hacer la voluntad de Dios con las formas políticas del mundo, y a veces las “cristianizan”.

Uno de esos puntos negros, constitutivo de la mentalidad argentina, es la exaltación de la pasión, lo “tibio” es despreciado y uno tiene que ser “caliente” en lo que hace. Pero de ahí al fanatismo irracional hay un muy pequeño paso. Ese fanatismo se puede cristianizar de diversas maneras, una de ellas es la frase del título, que por estos tiempos está dando vueltas por ahí.

A lo largo de la Biblia Dios ha elegido personas para encargarles diversas tareas. Todos ellos fallaron en alguna medida, aún los mejores, excepto Uno. ¿Dejó Dios de ser Dios por eso? A pesar de sus errores los respaldó, aunque cuando tuvo que corregirlos lo hizo. ¿Pecó Dios por el pecado de ellos? Dios hizo un pacto con esas personas, todas imperfectas, pero eso en nada disminuyó ni manchó su naturaleza divina. Más aún, ¡Dios ha hecho un pacto mucho mejor y mucho más costoso con cada uno de nosotros! Y le fallamos más de una vez, ¿ha dejado de ser Dios por eso? ¿En algo se ha visto manchada Su santidad? En todo caso somos nosotros los que deberíamos avergonzarnos por nuestros errores, no Él.

A partir de este hecho tan básico y tan fundamentado en TODA la Biblia, debemos empezar a pensar en qué consiste “hacer un pacto” y realmente cuándo lo hacemos.

Génesis 15:8-10,17,18 RVC
8 Y Abrán respondió: «Señor, mi Señor, ¿y cómo sabré que la he de heredar?»
9 El Señor le dijo: «Tráeme una becerra, una cabra y un carnero, todos de tres años. Tráeme también una tórtola y un palomino.»
10 Abrán tomó todos estos animales, y los partió por la mitad, y puso las mitades una frente a la otra; pero no partió las aves.
17 Y sucedió que, cuando el sol se puso y ya todo estaba oscuro, podía verse un horno humeante y una antorcha de fuego, la cual pasaba entre los animales divididos.
18 En aquel día el Señor hizo un pacto con Abrán. Le dijo: «A tu descendencia le daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el gran río Éufrates,

El concepto de “pacto” es muy importante en toda la cultura bíblica, y no es algo para tomar a la ligera. Uno no hacía un “pacto” así nomás; el ejemplo de Abraham es ilustrativo: los animales eran cortados y puestos por la mitad dejando un camino entremedio, las dos partes del pacto pasaban por el medio con lo que decían: “que sea yo cortado como estos animales si no cumplo con el pacto”. ¡Nada menos que Dios mismo se está sometiendo a las condiciones de ese pacto!

Habría mucho para estudiar en el Antiguo Testamento, pero vamos a la esencia de lo que implica un pacto:

2 Corintios 6:14 RVC
14 No se unan con los incrédulos en un yugo desigual. Pues ¿qué tiene en común la justicia con la injusticia? ¿O qué relación puede haber entre la luz y las tinieblas?

Un pacto es una unión con un propósito, para un trabajo en común. Sin embargo, debemos entender los límites de este concepto y no llevarlo a extremos irreales:

1 Corintios 5:10-11 DHH
10 Y con esto no quise decirles que se aparten por completo de todos los que en este mundo se entregan a la prostitución, o son avaros, o ladrones, o idólatras, pues para lograrlo tendrían ustedes que salirse del mundo.
11 Lo que quise decir es que no deben tener trato con ninguno que, llamándose hermano, se entregue a la prostitución, o sea avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón. Con gente así, ni siquiera comer juntos.

Ser llamado “hermano”, en ese contexto, implicaba mucho más de lo que significa hoy, implicaba pertenecer literalmente a la misma familia, un verdadero pacto de amor y ayuda mutua. No debían hacerlo con quien no cumplía las condiciones, pero eso no significaba alienarse de todas las actividades “del mundo”, no solo sería imposible, sino también ilógico y contrario a la voluntad divina: ¿cómo podrían hacer brillar la luz del Evangelio, entonces?

Un pacto es algo serio e implica una entrega, votar en una elección, decididamente, NO ES UN PACTO. Lo cual no significa, por supuesto, que podemos votar a cualquiera sin buscar expresamente la voluntad divina. Significa que podemos votar al "menos malo” (exactamente lo que todos los hombres en todas las partes del mundo han venido haciendo desde que apareció tal cosa llamada democracia). Buscar un ideal supremo de probidad y capacidad es, cuanto menos, mucha candidez, y en el fondo, una puerta al fanatismo enceguecedor. Todos los regímenes autoritarios empiezan así, y por cierto con muy buenas palabras e ideales, y también por cierto, apoyados por unos cuantos cristianos engañados.

Votamos hombres, no ángeles. No estamos haciendo ningún pacto pero estamos eligiendo entre alternativas reales. Dios siempre tiene un favorito, lo cual nunca es un “cheque en blanco”, y mientras el pueblo de Dios esté sobre la Tierra, y cumpla su función, el Espíritu Santo se encargará de guiar al gobierno (y torcer su mano si es necesario) hacia lo que sea justo, mientras el pueblo siga clamando… o hacia lo injusto, si el pueblo se aparta.

Danilo Sorti




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