1 Pedro 3:15-16 DHH
15 sino honren a Cristo como Señor en sus
corazones. Estén siempre preparados a responder a todo el que les pida razón de
la esperanza que ustedes tienen,
16 pero háganlo con humildad y respeto.
Pórtense de tal modo que tengan tranquila su conciencia, para que los que
hablan mal de su buena conducta como creyentes en Cristo, se avergüencen de sus
propias palabras.
1 Pedro 3:15-16 RVC
15 Al contrario, honren en su corazón a
Cristo, como Señor, y manténganse siempre listos para defenderse, con
mansedumbre y respeto, ante aquellos que les pidan explicarles la esperanza que
hay en ustedes.
16 Tengan una buena conciencia, para que sean
avergonzados aquellos que murmuran y dicen que ustedes son malhechores, y los
calumnian por su buena conducta en Cristo.
En el contexto de persecución que vivía la
iglesia, “saber responder” resultaba muy importante. Inevitablemente serían
confrontados y la respuesta, más que determinar si vivirían o serían
ejecutados, determinaría si sus enemigos escucharían o no el mensaje. La
radicalidad de muchos de esos hermanos les dio la victoria, tal como lo dice
Apocalipsis mirando tanto hacia el futuro inmediato a Juan (ya nuestro pasado)
como hacia lo por venir:
Apocalipsis 12:11 RVC
11 Ellos lo vencieron por la sangre del
Cordero y por la palabra que ellos proclamaron; siempre estuvieron preparados a
entregar sus vidas y morir.
Este mandato contrasta aparentemente con lo
que dijo Jesucristo:
Lucas 21:14 RVC
14 Propónganse en su interior no ponerse a
pensar cómo responder en su defensa,
Pero mientras la idea aquí es “preparar
anticipadamente”, “planificar por adelantado, formalmente, preocuparse o estar
ansioso de antemano”, el mandato de 1 Pedro es “estar preparados”. La
diferencia es respecto de la actitud del corazón (analizando el contexto de
cada pasaje se hace más claro incluso). Esta aparente contradicción se puede
resolver diciendo que no debemos estar ansiosos porque contaremos con la ayuda
del Espíritu Santo en ese momento (notemos: para dar el testimonio del
Evangelio, no necesariamente para salir vivos…) pero sí debemos estar
preparados intelectual y espiritualmente, como suele decirse con mucho de
verdad; el Espíritu Santo “sacará” de lo que hay en nuestro interior las
palabras para decir y fluirá conforme la posibilidad que tenga para hacerlo a
través nuestro. Si no hay “nada adentro” para sacar, y si el canal de
comunicación está obturado, poco podrá hacer.
La palabra tiene un lugar preeminente en La
Palabra, especialmente en la revelación del Nuevo Pacto, a partir de que La
Palabra se hizo carne, pero lo ha tenido desde el mismo principio, a partir del
momento en que el Creador comienza Su obra, precisamente, con La Palabra.
Ahora bien, nos resulta fácil entender esto
aplicado al Evangelio, pero vale también para todo ámbito de la vida. La
pregunta concreta es si hemos de responder en medio de los debates sociales en
curso y cómo hacerlo, y si la Biblia nos da instrucciones al respecto.
Creo que primero debemos reconocer que “toda
disputa de palabras” en el fondo es una lucha entre la verdad y la mentira,
entre la oscuridad y la luz. No hay discurso social que no esté impregnado de
eso, por más que la vinculación con el hecho de Cristo parezca muy lejana.
Cuando se implanta mentira, no importa en el campo del saber que sea, hay un
paso “hacia afuera” que se está dando. Cuando se establece verdad, tampoco
importando en qué campo del saber sea, hay un paso “hacia adentro”, por más que
la distancia a recorrer sea todavía mayor.
Hoy se ha hecho muy claro que Satanás está
atacando al cristianismo a partir de todos los flancos posibles, de todas las
áreas del supuesto “saber”. En el pasado intentó hacerlo con la ciencia pero
fracasó, por eso hoy las ideologías dominantes han dejado de lado a la ciencia
y se vuelcan hacia lo político, filosófico y de supuestos derechos. Es claro
que todos esos discursos son anticristianos, pero también es claro que al ser
desmontados “no queda” otra cosa que el mismo cristianismo que pretenden
combatir. Mientras más se radicalicen, más peligrosamente cerca están de la
Verdad.
Con todo, aún persiste un grave problema en
muchos cristianos debido a la teología “del arca de Noé” heredada del Norte:
“todo se va al tacho, solamente dediquémonos a salvar a la mayor cantidad de
gente posible y listo”. La realidad se ha encargado de demostrar la falsedad de
esta afirmación. Por supuesto que debemos redoblar los esfuerzos para salvar a
las personas, porque ya no queda tiempo. Pero si no salvamos a nuestras
naciones, a nuestra tierra, tampoco habrá más personas que rescatar dentro de
ellas: el destino de una nación es determinante para el destino de las
personas. Hemos separado la salvación del mandato de discipular naciones, y eso
más o menos funcionó en el pasado, pero ahora no.
Aún más, la errónea escatología de “se acaba
todo” nos negó la visión en extremo bíblica del interés de Dios por las
naciones. A partir de Génesis 10 el Señor empieza a trabajar con naciones, pero
nosotros lo hemos relegado a individuos debido a un, también erróneo, enfoque
individualista del Nuevo Testamento.
Discipular naciones implica ante todo
discipular su forma de pensar. Por supuesto, no se “salvan” naciones sino
individuos dentro de ellas, pero la “sustancia nacional” determinará que más
individuos sean rescatados y cumplan su propósito… o no. Y no hay “tema
trivial” sobre el cual la Verdad de Dios no deba iluminar, cualquiera sea o
bien establece el Reino de Luz o establece Tinieblas.
Esto nos lleva a las difíciles discusiones
que podemos tener hoy día, con gente en extremo necia y adoctrinada, que ha
perdido casi por completo su capacidad de razonar. Sin embargo, no son todos.
La Biblia habla mucho sobre eso, veamos algo:
Proverbios 26:4-5 RVC
4 Nunca respondas al necio con necedades,
para que no resultes ser otro necio.
5 Responde al necio conforme a su necedad,
para que no se crea demasiado sabio.
Otra traducción da un nuevo enfoque:
Proverbios 26:4-5 DHH
4 El que al necio no responde,
por necio no pasa.
5 El que al necio sabe responder,
como tal le hace parecer.
Hay muchísimo más, pero la exhortación no es
a callar. Debemos ser sabios como el Maestro: no respondió a todas las
preguntas, tampoco se sintió obligado a responderlas tal como eran formuladas
sino que solía ir al fondo de la cuestión “no dicha”, y no siempre habló. Hay
mucho para analizar allí, pero Él supo responder a los “necios” de su época, y
nosotros también.
Volvamos al texto del principio: Pedro nos
exhorta a responder de manera adecuada, y reconozco que no siempre es fácil.
Cuando estamos en el “fragor de la batalla” lo más común es enojarse, ser
mordaz, dar golpes bajos. No somos llamados a salir de la lucha, pero sí a
pelear conforme las armas espirituales. Para ello debemos estar preparados en
una disciplina olvidada por los cristianos: la Apologética, renovada para los
tiempos presentes. Y debemos hacerlo con el poder y la sabiduría del Espíritu,
y con el amor del Señor porque también con Sus enemigos tiene propósitos.
De paso, notemos que muchas de las
discusiones que tuvo Jesucristo y que aparecen registradas en la Biblia fueron
con los religiosos de la época. ¿Cuántos de ellos se convirtieron? Algunos sí,
más adelante en especial, la mayoría no. ¿Entonces esas confrontaciones fueron
casi inútiles? No, porque en realidad lo que Jesús decía “no era” para ellos,
muchos de los cuales estaban ya endurecidos más allá de toda posibilidad de
salvación, esas discusiones eran para los que miraban y escuchaban en silencio.
Y esos sí creyeron.
Lo mismo para hoy en las redes sociales y en
esas discusiones aparentemente inútiles con gente entenebrecida e incluso con
trolls. No les estamos dando argumentos para que ellos crean y se conviertan
(aunque puede ser que alguno lo haga), estamos exponiendo la verdad para los
“silenciosos” que leen y no participan, pero que están buscando. Seamos sabios
y aprovechemos bien todas las oportunidades.
Danilo Sorti
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