Yo sé que lo que voy a decir puede sonar
blasfemo, pero no hay nadie más especializado en finales dramáticos que el
Señor mismo. Cada tanto aparece una telenovela con una trama interesante que
acapara una gran audiencia. No son las telenovelas “subidas de tono” (esas
duran muy poco) ni aquellas que pretenden “acabar con los estereotipos” (ni las
mismas personas supuestamente “estereotipadas” las miran…) sino las que toman
las tramas más profundas del ser humano y hacen un tratamiento cuidado y
honesto de los personajes. Por supuesto, son novelas, pero tienen éxito porque
sus tramas se enganchan con lo más profundo del ser humano.
Pero cuando una de ellas tiene éxito, ¡no
termina nunca! Parece que ya llega el final, todos los personajes que
aparecieron al principio han resuelto sus dramas y solo falta que el muchachito
se case con la chica pero justo en ese momento ¡aparece de quién sabe dónde una
tía malvada que se rapta a su sobrina y todo vuelve a empezar!... hasta que el
rating empieza a bajar, claro, y allí se termina definitivamente.
Bueno, quiero aclarar que esos “finales
inacabados” no son un invento de los telenovelistas, sino que Dios se
especializa en ellos.
Éxodo 14:1-4 RVC
1 El Señor habló con Moisés, y le dijo:
2 «Di a los hijos de Israel que den la vuelta
y acampen junto al mar, frente a Pi Ajirot, entre Migdol y el mar hacia Baal
Sefón.
3 El faraón va a pensar que ustedes los israelitas
andan perdidos en esta región, rodeados por el desierto.
4 Pero yo voy a endurecer el corazón del
faraón para que vaya tras ustedes, y seré glorificado en el faraón y en todo su
ejército. Así sabrán los egipcios que yo soy el Señor.» Y ellos lo hicieron
así.
Habían pasado unos cuantos meses desde que
Moisés apareció nuevamente en Egipto y comenzara la confrontación con Faraón.
La Biblia nos muestra una vislumbre de las emociones que vivió esa gente
(israelitas e incluso egipcios) en todo el proceso, pero podemos imaginarnos el
resto. Realmente fueron momentos tan intensos que no se olvidarían más no solo
de su memoria, sino de la memoria histórica del pueblo. De hecho, eso ocurrió,
hasta el día de hoy.
No podemos darnos una acabada idea de la
alegría y alivio que significó ser dejados finalmente libres. Tengamos en
cuenta que, aún en medio de las plagas y aunque claramente Dios estaba de su
lado, permanecía latente el peligro de una represalia. Además, ellos no
conocían realmente a Yahveh, ¡lo estaban conociendo!, ¿y si a mitad camino
cambiaba de opinión? ¿Y si se arrepentía de Sus promesas? ¿Y si se enojaba con
Israel? El Señor no era, todavía, muy diferente al resto de los dioses
egipcios, en la mente del pueblo.
Cada plaga, cada evento, cada día “intermedio”,
cada charla de Moisés, todo eso y más, iba configurando la imagen de un Dios
“no conocido”, apenas recordado. Notemos que Dios no tenía absolutamente ningún
problema en sacar a Su pueblo de una vez y sin tanto show. Siglos más tarde
leeríamos:
Esdras 1:2-4 RVC
2 «Así dice Ciro, rey de los persas: El
Señor, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra, y me ha
ordenado reconstruir el templo de Jerusalén, que está en Judá.
3 Si hay entre ustedes alguien que sea de su
pueblo, que su Dios lo acompañe, y vuelva a Jerusalén, que está en Judá, para
reconstruir el templo del Señor, Dios de Israel, pues sólo él es Dios.
4 Todos los que se queden, sea cual sea el
lugar donde residan, ayuden a los que se van y denles oro, plata, ganado y
cualquier otro apoyo que puedan darles, además de las ofrendas voluntarias para
el templo del Señor, que está en Jerusalén.»
Así, en tres versículos, el Señor mismo
resume una historia que con Faraón llevó meses de intensas luchas. ¡Así de
simple!
No hermanos, entendamos de una buena vez que
los procesos que Dios permite, aquellos a través de los que lleva a Sus hijos y
a las naciones (porque debemos notar que no todos los que salieron de Israel
eran realmente hijos del Altísimo, por más que llevaran la señal externa del
pacto, y que además con ellos también salió más gente que eventualmente quedó
incorporada luego al pueblo, o no, y que en definitiva, más allá de la relación
espiritual que pudieran tener con su Hacedor, Dios estaba formando una nación),
son los procesos necesarios para darse a conocer, primero, a fin de acercar a
los hombres hacia Él (¡incluso a sus “enemigos”!), y, segundo, los procesos
para formar una nación que pueda cumplir su propósito en el concierto de las
naciones de la Tierra. Y eso no siempre implica un camino fácil.
Por eso es que Dios los llevó por el camino
“difícil”. Dios mismo les hizo cometer un “grosero error estratégico”, a los
ojos humanos. No era lógico y solamente un Moisés tratado por el Señor durante
80 años hubiera podido obedecer esa orden. ¿Para qué? Para mucho.
Esa fue la primera de una larga serie de
pruebas a las que sometería a Su pueblo y a la nación toda a fin de comprobar
si confiarían en Él, pero también para darse a conocer. Dios está muy lejos de
ser el Dios de los filósofos y los pensadores; es el Dios de la historia que
está excesivamente interesado en darse a conocer a través de lo que hace,
¡exageradamente interesado! Entonces y hoy.
Pero tanto o quizás más importante que eso,
Dios se estaba dando a conocer dramáticamente a todos los pueblos de la región,
aún a los endurecidos egipcios, cegados por su orgullo imperial y por la
inmoral idolatría. Cuarenta años después, una prostituta olvidada de una ciudad
estado totalmente corrompida recordaría ese hecho y daría testimonio de cuánto
los había impactado. Y esa mujer completamente indigna a los ojos humanos
pasaría a ser una antepasada del Salvador del mundo. ¡Gloria sea a Dios por Su
sabiduría que trastorna toda lógica humana!
Y Yahveh estaba demostrando también cuán
corrompido y endurecido puede estar el corazón humano. Faraón, su sistema de
gobierno y sus dioses habían sido completamente humillados, no una, sino diez
veces, y cada evento resultaba un poco peor que el anterior. ¿No habría
aprendido ya? ¿No sentiría vergüenza y humillación? No.
Y por eso no debemos ser inocentes con
determinados procesos sociales y colectivos que hoy existen: tenemos un relato
con más de 3.000 años de antigüedad que nos advierte al respecto. No, no
aprenderán ni retrocederán “por las buenas”. ¿O por qué razón Jesús habla de
“serpientes” y “raza de víboras”? ¿No es que todos pueden ser “salvos”, que
todos pueden arrepentirse y cambiar? No, no pueden. Sí es cierto que los seres
humanos (genéticamente humanos, no algunas cosas extrañas que empiezan a
aparecer por ahí) tienen la potencialidad de ser redimidos por el sacrificio de
Cristo, pero algunos ya se han puesto voluntaria y totalmente fuera de esa
posibilidad, ya no pueden cambiar, ya no pueden ser redimidos porque así lo han
elegido. Y con Faraón el Señor lo está mostrando.
El rey de Egipto no había cambiado, solo
había sido tan golpeado que no le quedó más remedio que dejar salir al pueblo
de Dios, pero no había habido ningún cambio en absoluto, y una vez que se hubiera
recuperado de las plagas, algunos años más tarde, habría armado un ejército
para ir a perseguir a los israelitas donde sea que estuvieran (por cierto, no
demasiado lejos de allí). No habría dejado su idolatría ni el país de Egipto
habría sido confrontado con este Dios que había estado durante 400 años entre
ellos y al que no le habían prestado la menor atención. Por todo ello, ERA
NECESARIO terminar con un final “de telenovela”.
Éxodo 14:5-9 RVC
5 Y cuando el rey de Egipto recibió la
noticia de que los israelitas huían, su corazón y el de sus siervos se volvió
contra ellos, y dijeron: «¿Cómo hemos podido permitir esto de que Israel se
vaya y deje de servirnos?»
6 Enseguida el faraón unció su carro y echó
mano de su pueblo,
7 tomó seiscientos de sus mejores carros de
combate, y todos los carros de Egipto con sus respectivos capitanes.
8 Y el Señor endureció el corazón del faraón,
rey de Egipto, y lo hizo perseguir a los hijos de Israel; pero éstos habían
salido con mano poderosa.
9 Los egipcios fueron tras ellos, con toda la
caballería y los carros del faraón, y con su caballería y todo su ejército, y
los alcanzaron a la orilla del mar, a un costado de Pi Ajirot y delante de Baal
Sefón, donde estaban acampados.
Después de todo lo que habían pasado, ¿cómo
era posible que se hubieran olvidado de todo lo que el Señor había hecho? Pues
bien, simplemente, ¡se olvidaron!... no de un suceso de la historia lejana,
sino de lo que había ocurrido hacía un par de días. Apenas tuvieron un respiro,
apenas vieron una oportunidad, volvieron a lo mismo, con más saña y furia.
Éxodo 14:10-14 RVC
10 Cuando los hijos de Israel levantaron la
vista, vieron que el faraón se acercaba y que los egipcios venían tras ellos;
esto les hizo tener mucho miedo, así que clamaron al Señor
11 y le dijeron a Moisés: «¿Acaso no había
sepulcros en Egipto, que nos has traído hasta el desierto para que muramos
aquí? ¿Por qué nos has hecho esto? ¿Por qué nos sacaste de Egipto?
12 Esto es lo que te decíamos en Egipto,
cuando te pedimos: “¡Déjanos servir a los egipcios! ¡Es mejor que sirvamos a
los egipcios, y no que muramos en el desierto!”»
13 Pero Moisés le dijo al pueblo: «No tengan
miedo. Manténganse firmes, y vean la salvación que el Señor llevará hoy a cabo
en favor de ustedes. Los egipcios que hoy han visto, nunca más volverán a
verlos.
14 Quédense tranquilos, que el Señor peleará
por ustedes.»
Ellos todavía no confiaban en Dios, en Su
amor y salvación, en Su voluntad para salvarlos y cumplir sus buenas promesas.
Simplemente leían el diario de la mañana, veían las noticias en Internet y
todos los titulares anunciaban: “Egipto recupera sus esclavos”, “Fuerte
liderazgo político de Faraón llevará a la nación a nuevo tiempo de grandeza” “Los
organismos internacionales de crédito recuperan la confianza en la conducción
política”… ¡a no, perdón! No decían eso… pero no estaban tan lejos…
El asunto es que aquí no había ningún error
estratégico ni nada se le había “escapado de las manos” a Dios, todo estaba
planificado hacia un final mucho más glorioso.
Éxodo 14:15-18 RVC
15 Pero el Señor le dijo a Moisés: «¿Por qué
me pides ayuda? ¡Ordena a los hijos de Israel que sigan su marcha!
16 Y tú, levanta tu vara, extiende tu mano
sobre el mar, y divídelo, para que los hijos de Israel lo crucen en seco.
17 Yo, por mi parte, voy a endurecer el
corazón de los egipcios para que los persigan, y me glorificaré en el faraón y
en todo su ejército, y en sus carros de guerra y en su caballería.
18 Y cuando me haya glorificado en el faraón,
y en su caballería y carros de guerra, los egipcios sabrán que yo soy el
Señor.»
¡Los titulares del Egypt Herald, la Trompeta
Egipcia, Ámbito del Trueque y Papiro 12 no podían mostrar lo que Dios estaba
por hacer! Pero eso seguían leyendo ellos. Todavía no podían ver con sus ojos
espirituales.
Notemos, sin embargo, que Dios no quería
destruir a los egipcios, ¡los amaba! No podía dejarlos sin castigo y por su
propio bien debía cortar a ese Faraón tan perverso. Aún con ellos tenía
propósitos y promesas, tanto es así que para el final de los tiempos diría:
Isaías 19:23-25 RVC
23 Cuando llegue ese día, habrá una calzada
de Egipto a Asiria, y los asirios entrarán en Egipto, y los egipcios entrarán
en Asiria; y tanto los egipcios como los asirios servirán al Señor.
24 Cuando llegue ese día, Israel será, junto
con Egipto y Asiria, el tercer motivo de bendición en la tierra,
25 pues el Señor de los ejércitos los
bendecirá con estas palabras: «Benditos sean Egipto, que es mi pueblo; y
Asiria, que es la obra de mis manos; e Israel, que es mi heredad.»
Los propósitos redentores del Señor van mucho
más allá de lo que podemos imaginar.
Éxodo 14:19-23 RVC
19 El ángel de Dios, que precedía al
campamento de Israel, se apartó de ellos y se puso en la retaguardia. Así
mismo, la columna de nube que los precedía se apartó y fue a ponerse a sus
espaldas,
20 entre el ejército egipcio y el campamento
de Israel. Para los egipcios, ésta era una nube tenebrosa, pero a Israel lo
alumbraba de noche. En toda esa noche, no se acercaron los unos a los otros.
21 Entonces Moisés extendió su mano sobre el
mar, y el Señor hizo que toda esa noche el mar se retirara por causa de un
fuerte viento oriental; eso hizo que las aguas se dividieran y que el mar se
quedara seco.
22 Así los hijos de Israel entraron en el mar
y lo cruzaron en seco, con un muro de agua a su derecha y otro a su izquierda.
23 Los egipcios los siguieron. Toda la
caballería del faraón, más sus carros de guerra y su gente de a caballo,
entraron tras ellos hasta la mitad del mar.
He leído este texto decenas de veces y nunca
dejo de asombrarme cómo es que se atrevieron a tanto, cómo es que no temieron
la presencia del Santo de Israel que se hacía tan patente entre ellos. Creo que
la gran mayoría de los hombres a lo largo de la historia no han vivido ninguna
experiencia ni siquiera cercana a esa y sin embargo han tenido, en general, más
temor de Dios; al menos más respeto, incluso no creyendo en Él. Pero esto sirve
para mostrarnos hasta qué punto los corazones pueden endurecerse. Notemos: el
mismo proceso o camino por el que circulan los israelitas es el que siguen los
egipcios, ambos pueblos, dos corrientes antagónicas, una que había sido
“derrotada” pero que “resurgía” de nuevo… hasta el dramático final:
Éxodo 14:24-29 RVC
24 Pero en la madrugada del día siguiente el
Señor miró el campamento de los egipcios desde la columna de fuego y de nube, y
trastornó su campamento:
25 a sus carros les quitó las ruedas, y a
ellos los dejó en una confusión tremenda. Entonces los egipcios dijeron:
«Huyamos de los israelitas, porque el Señor pelea en favor de ellos y contra
nosotros.»
26 Pero el Señor le dijo a Moisés: «Ahora
extiende tu mano sobre el mar, para que las aguas se vuelvan contra los
egipcios, y contra sus carros y caballería.»
27 Moisés extendió su mano sobre el mar, y al
amanecer el mar se volvió con toda su fuerza contra los egipcios, que al huir
se toparon con el mar. ¡Y el Señor derribó a los egipcios en medio del mar!
28 Al volverse las aguas, cubrieron por
completo los carros y la caballería del faraón, y todo su ejército que había
entrado en el mar para perseguir a los israelitas. ¡Ni uno de ellos quedó con
vida!
29 En cambio, los israelitas cruzaron el mar
en seco, con un muro de agua a su derecha y otro a su izquierda.
Durante las plagas Dios tuvo un tratamiento
diferente hacia los dos pueblos, ahora permitió que siguieran por el “mismo
camino”, y que tuvieran un éxito aparente; parecía que todo volvería a la
“normalidad”, es decir, al sistema tal como siempre había sido (un sistema de
esclavitud, opresión, desesperanza, en el que se podía vivir, sí, pero solo con
migajas). Pero el final de la historia fue muy diferente y definitivo. Dios no
podía concluir sólo con la última plaga, debía asegurarse de que el proceso
quedara definitivamente acabado. Egipto demoró mucho tiempo en recuperarse,
nunca más se le ocurrió atacar a Israel y sólo leemos en la historia algún
evento aislado en que luchó contra el pueblo. Y todos supieron que Dios estaba
en el asunto.
¿Hay algún paralelo con la situación política
argentina actual? ¡Demasiados como para no verlos! Dios está formando naciones
y si rescató a Israel no lo hizo porque ellos lo merecieran, ni porque el
pueblo estuviera lleno de santos fieles porque la historia posterior del
desierto se encarga de desmentirlo. Lo hizo sólo por Sus propósitos, para
cumplir Sus promesas por amor a sus antepasados, pero más que nada, por amor a
nosotros, los que habríamos de ser salvos por el Enviado que vendría de ese
pueblo que estaba formando. No, Dios no estaba mirando los méritos de Israel,
había muy pocos, estaba mirando Sus planes. Y Dios no ha cambiado.
En Sus planes, y de acuerdo a las palabras
proféticas ya dadas, Él traerá una liberación asombrosa, para que humillar a
muchos (entre ellos, a muchos de Su mismo pueblo) y para cumplir Sus
propósitos. No se trata de que Argentina lo merezca, tampoco de cuán santos
hayamos sido Sus hijos ni de cuánto hayamos orado, y por supuesto que debemos
vivir en santidad y orar. Se trata de Sus propósitos para esta nación en el fin
de los tiempos.
¿Moisés fue un líder perfecto? No, para nada.
Aún después de haber sido tratado por 80 años seguía fallando. ¿Israel fue un
pueblo perfecto? ¡Absolutamente no! ¿Dios los bendijo? ¡Sí! No fue por méritos,
fue por propósito, aunque la mayoría nunca lo entendió.
Cuando Dios bendiga Argentina, tal como ha
sido profetizado, en estos últimos tiempos, ¿entenderemos que no lo hará por
nuestros méritos ni para que lo disfrutemos egoístamente? No me preocupa el
destino inmediato de la nación porque ya Dios ha hablado, me preocupa lo que
haremos a partir del año que viene: Dios bendecirá Argentina para que seamos
luz a todas las naciones, para que demos y compartamos, para que recibamos a
todos los que deban venir aquí. ¿Somos capaces de tener la suficiente fe como
para verlo y prepararnos para ello?
Danilo Sorti
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