jueves, 19 de septiembre de 2019

722. La oración de Daniel – III, las dimensiones de la maldad


Daniel 9:4 RVC
4 Y ésta fue mi oración al Señor mi Dios; ésta fue mi confesión: Señor, Dios grande y digno de ser temido, que cumples tu pacto y tu misericordia con los que te aman y cumplen tus mandamientos:

Daniel no utilizó simplemente una “fórmula penitencial”, se humilló profundamente, por consiguiente, su oración fue una manifestación natural de la actitud del corazón. De nuevo, los cristianos hoy podemos tener un problema con todo esto porque el contexto de humillación se nos ha vuelto extraño, es más, lo consideramos “pasado de moda”, propio del Antiguo Testamento, como algo que no tiene que nada ver con la dispensación de este tiempo. Eso es una señal de cuánto nos hemos apartado del verdadero Evangelio, y de lo mal preparados que estamos para los juicios que se avecinan y para clamar por la misericordia del Padre.

La oración tal como aparece en la versión hebrea tiene unas 260 palabras y abarca 16 versículos, y es plenamente penitencial en su contenido. Podemos entender bien todas las palabras e ideas que expresa, pero el objetivo de este artículo no es hacer una exégesis que, por lo demás, estaría mucho mejor realizada en algún buen comentario bíblico, sino actualizar su significado para la realidad de nuestros países hoy; nosotros necesitamos hacer la oración cambiando “Israel” por Argentina, Bolivia, México, Brasil, etcétera. No es una mera formalidad, es una brecha en el mundo espiritual que se abre. ¿Para qué sirve la teología, para qué sirve conocer la Palabra? Para los teólogos o profesores bíblicos será su forma de ganarse el pan, para muchos (esperamos que todos) será la forma de crecer espiritualmente y eso está muy bien, pero si finalmente no podemos “traer el Reino” a esta Creación corrompida, ¿para qué tanto esfuerzo?

Cada expresión de esta oración tiene sentido en función de su propósito general.

Daniel 9:4 RVC
4 Y ésta fue mi oración al Señor mi Dios; ésta fue mi confesión: Señor, Dios grande y digno de ser temido, que cumples tu pacto y tu misericordia con los que te aman y cumplen tus mandamientos:

El Señor es el dueño legítimo de todo, los antiguos podían comprender esta expresión de una forma especial, era un tiempo en el que los “señores” dominaban abiertamente la sociedad. No es que hoy sea muy diferente, solo que están más camuflados y la mayoría de las personas no los reconoce como tales ni tiene idea de su poder y capacidad de control. De ahí que la expresión “Señor de señores y Rey de reyes” constituía un superlativo de su gran poderío, en un tiempo en que señores y reyes muchas veces se creían “dioses”.

No solo es grande sino también digno de ser temido. El temor del Señor es un tema recurrente en el Antiguo Testamento y olvidado en los cristianos contemporáneos, por eso los juicios que vienen se encargarán de “reinstaurar” ese temor santo. La revelación del amor ha confundido a muchos pensando que ya no hay razón para temer, pero lo cierto es que si no somos perfeccionados en nuestro amor hacia Dios (que es entrega, dedicación, obediencia), entonces más vale que temamos. El mundo perdió el temor a Dios porque la Iglesia lo perdió primero. Es necesario recuperarlo.

Pero notemos que aunque nos encontramos bajo el Antiguo Pacto, la confianza en la misericordia divina está presente. Dios no es “caprichoso”, no actúa según se le dé la gana en cada momento, él es perfectamente predecible, es más, podemos estar seguros de que así como son de ciertas las leyes de la física que regulan nuestro universo, y aún más sólida que ellas, es la forma de actuar del Señor. Es imposible que no deje de cumplir Su pacto con los que le aman y obedecen, es imposible que deje de mostrarles misericordia. El problema siempre ha sido si realmente encuentra a tales personas en una nación. Una cosa es reconocerlo como Dios y temerle, otra distinta es reconocer la firmeza de Sus palabras, y otra muy diferente, amarlo y obedecerlo.

Cuando Daniel comienza su confesión ya está presupuesto que hay un pueblo en el exilio que se ha vuelto de todo corazón a Su Dios.

Daniel 9:5 RVC
5 Hemos pecado, hemos hecho lo malo, hemos sido impíos y rebeldes; ¡nos hemos apartado de tus leyes y mandamientos!

De nuevo, no se trata de palabras bonitas para una oración penitencial; Daniel sabía exactamente el contenido de cada una de ellas, él sabía cuáles habían sido los horribles pecados cometidos por el pueblo. ¿Lo sabemos nosotros? No es algo para decir a la ligera, en rigor, conviene que cada uno de ellos sea presentado ante el altar espiritual, delante de Dios. El arrepentimiento, ni bajo el Antiguo Pacto ni bajo el Nuevo, fue algo “abstracto” sino bien concreto.

Hechos 2:36-38 RVC
36 »Sépalo bien todo el pueblo de Israel, que a este Jesús, a quien ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Cristo.»
37 Al oír esto, todos sintieron un profundo remordimiento en su corazón, y les dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: «Hermanos, ¿qué debemos hacer?»
38 Y Pedro les dijo: «Arrepiéntanse, y bautícense todos ustedes en el nombre de Jesucristo, para que sus pecados les sean perdonados. Entonces recibirán el don del Espíritu Santo.

¿Se imaginan la escena? Pedro les está diciendo en sus propias caras que eran culpables de haber matado nada menos que al Enviado de Dios. La convicción de pecado que sintieron estas personas no tiene nada que “envidiarle” a la convicción de pecado que sentía Daniel, es más, yo creo que fue mucho más profunda. De hecho, el castigo sobre Israel por haber rechazado al Mesías duró alrededor de 27 veces más que el exilio.

Daniel 9:5-6 RVC
5 Hemos pecado, hemos hecho lo malo, hemos sido impíos y rebeldes; ¡nos hemos apartado de tus leyes y mandamientos!
6 No obedecimos a tus siervos los profetas, que en tu nombre hablaron a nuestros reyes, a nuestros príncipes y a nuestros padres, y a todo el pueblo de la tierra.

Veamos las palabras por orden:

·         “Hemos pecado”, חָטָא; kjatá; errar, perder el objetivo, fallar en dar el blanco, ofender, ser culpable, pecar contra Dios, el prójimo o sí mismo. También se usa con el significado de hacer compensación, pagar el daño, purificar algo.

·         “hemos hecho lo malo”, עָוָה, avá; actuar perversamente, agobiar, cometer iniquidad, hacer inicuamente, hacer iniquidad, mal, maldad, pecar, pervertir, torcer, trastornar.

·         “hemos sido impíos”, רָשַׁע, rashá; cometer maldad, condenar, hacer maldad, impíamente, impiedad, injusticia, inquietar, maldad, violar un pacto, incurrir en culpabilidad, ser dado a la impiedad, dejar que alguien sea condenado.

·         “… y rebeldes”, מָרַד, marád; rebelar, rebelde

·         nos hemos apartado de tus leyes y mandamientos”, סוּר, sur; apartarse, desviarse del camino, cesar, dejar, escapar, partir, torcer, perecer, rebelarse.

·         No obedecimos a tus siervos los profetas”, שָׁמַע, shamá; oír diligentemente, escuchar, prestar atención, entender, por extensión, obedecer.

No es casual que se usen seis expresiones que denotan “pecado” desde distintos puntos de vista, más allá de las connotaciones de cada una, se refieren a todas las dimensiones del pecado humano; todas ellas deben estar incluidas en el arrepentimiento, todas ellas deben ser presentadas ante el Señor, ahora con la sangre del Cordero como recate:

·         Errar en el camino, el griego “jamartía”, errar al blanco, fallar en alcanzar todo lo que la nación debe ser.

·         Hacer voluntariamente el mal, como parte de la constitución propia de la persona, con el deseo expreso de ello.

·         Quebrantar el pacto de bendición del Señor, moverse fuera de el.

·         Rebelarse directamente en contra de ese pacto y luchar en contra de que los propósitos del Señor sean establecidos.

·         Apartarse de toda ley y ordenanza divinas, aún de las leyes naturales, de lo más básico.

·         Por último, desobedecer las voces de alerta que el Señor envía, y esto en cuatro “niveles”:

o   Desobedecen las autoridades principales (políticas, legales) de la nación, con lo que la maldad se vuelve “ley”.
o   Desobedecen los formadores de opinión, los líderes sociales principales, y el pecado resulta “bien visto” en la sociedad.
o   Desobedecen los mayores, las generaciones pasadas, por lo que ya se transforma en algo cultural, “tradicional”.
o   Desobedece todo el pueblo, con lo que se masifica y se hace común.


¿No están incluidas todas estas dimensiones de pecado en nuestras naciones? ¡Claro que sí! Pues todas ellas debemos presentarlas delante del Señor, en el Espíritu debemos “ir” hacia todos esos lugares para iluminar con la Luz de Cristo y arrepentirnos de toda maldad cometida allí. No es menos que eso lo que hace falta.


Danilo Sorti


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