Daniel 9:4 RVC
4 Y ésta fue mi oración al Señor mi Dios;
ésta fue mi confesión: Señor, Dios grande y digno de ser temido, que cumples tu
pacto y tu misericordia con los que te aman y cumplen tus mandamientos:
Daniel no utilizó simplemente una “fórmula
penitencial”, se humilló profundamente, por consiguiente, su oración fue una
manifestación natural de la actitud del corazón. De nuevo, los cristianos hoy
podemos tener un problema con todo esto porque el contexto de humillación se
nos ha vuelto extraño, es más, lo consideramos “pasado de moda”, propio del
Antiguo Testamento, como algo que no tiene que nada ver con la dispensación de
este tiempo. Eso es una señal de cuánto nos hemos apartado del verdadero
Evangelio, y de lo mal preparados que estamos para los juicios que se avecinan
y para clamar por la misericordia del Padre.
La oración tal como aparece en la versión
hebrea tiene unas 260 palabras y abarca 16 versículos, y es plenamente
penitencial en su contenido. Podemos entender bien todas las palabras e ideas
que expresa, pero el objetivo de este artículo no es hacer una exégesis que,
por lo demás, estaría mucho mejor realizada en algún buen comentario bíblico,
sino actualizar su significado para la realidad de nuestros países hoy;
nosotros necesitamos hacer la oración cambiando “Israel” por Argentina,
Bolivia, México, Brasil, etcétera. No es una mera formalidad, es una brecha en
el mundo espiritual que se abre. ¿Para qué sirve la teología, para qué sirve
conocer la Palabra? Para los teólogos o profesores bíblicos será su forma de
ganarse el pan, para muchos (esperamos que todos) será la forma de crecer
espiritualmente y eso está muy bien, pero si finalmente no podemos “traer el
Reino” a esta Creación corrompida, ¿para qué tanto esfuerzo?
Cada expresión de esta oración tiene sentido
en función de su propósito general.
Daniel 9:4 RVC
4 Y ésta fue mi oración al Señor mi Dios;
ésta fue mi confesión: Señor, Dios grande y digno de ser temido, que cumples tu
pacto y tu misericordia con los que te aman y cumplen tus mandamientos:
El Señor es el dueño legítimo de todo, los
antiguos podían comprender esta expresión de una forma especial, era un tiempo
en el que los “señores” dominaban abiertamente la sociedad. No es que hoy sea
muy diferente, solo que están más camuflados y la mayoría de las personas no
los reconoce como tales ni tiene idea de su poder y capacidad de control. De
ahí que la expresión “Señor de señores y Rey de reyes” constituía un
superlativo de su gran poderío, en un tiempo en que señores y reyes muchas
veces se creían “dioses”.
No solo es grande sino también digno de ser
temido. El temor del Señor es un tema recurrente en el Antiguo Testamento y
olvidado en los cristianos contemporáneos, por eso los juicios que vienen se
encargarán de “reinstaurar” ese temor santo. La revelación del amor ha
confundido a muchos pensando que ya no hay razón para temer, pero lo cierto es
que si no somos perfeccionados en nuestro amor hacia Dios (que es entrega,
dedicación, obediencia), entonces más vale que temamos. El mundo perdió el
temor a Dios porque la Iglesia lo perdió primero. Es necesario recuperarlo.
Pero notemos que aunque nos encontramos bajo
el Antiguo Pacto, la confianza en la misericordia divina está presente. Dios no
es “caprichoso”, no actúa según se le dé la gana en cada momento, él es
perfectamente predecible, es más, podemos estar seguros de que así como son de
ciertas las leyes de la física que regulan nuestro universo, y aún más sólida
que ellas, es la forma de actuar del Señor. Es imposible que no deje de cumplir
Su pacto con los que le aman y obedecen, es imposible que deje de mostrarles
misericordia. El problema siempre ha sido si realmente encuentra a tales
personas en una nación. Una cosa es reconocerlo como Dios y temerle, otra
distinta es reconocer la firmeza de Sus palabras, y otra muy diferente, amarlo
y obedecerlo.
Cuando Daniel comienza su confesión ya está
presupuesto que hay un pueblo en el exilio que se ha vuelto de todo corazón a
Su Dios.
Daniel 9:5 RVC
5 Hemos pecado, hemos hecho lo malo, hemos
sido impíos y rebeldes; ¡nos hemos apartado de tus leyes y mandamientos!
De nuevo, no se trata de palabras bonitas
para una oración penitencial; Daniel sabía exactamente el contenido de cada una
de ellas, él sabía cuáles habían sido los horribles pecados cometidos por el
pueblo. ¿Lo sabemos nosotros? No es algo para decir a la ligera, en rigor,
conviene que cada uno de ellos sea presentado ante el altar espiritual, delante
de Dios. El arrepentimiento, ni bajo el Antiguo Pacto ni bajo el Nuevo, fue
algo “abstracto” sino bien concreto.
Hechos 2:36-38 RVC
36 »Sépalo bien todo el pueblo de Israel, que
a este Jesús, a quien ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Cristo.»
37 Al oír esto, todos sintieron un profundo
remordimiento en su corazón, y les dijeron a Pedro y a los otros apóstoles:
«Hermanos, ¿qué debemos hacer?»
38 Y Pedro les dijo: «Arrepiéntanse, y
bautícense todos ustedes en el nombre de Jesucristo, para que sus pecados les
sean perdonados. Entonces recibirán el don del Espíritu Santo.
¿Se imaginan la escena? Pedro les está
diciendo en sus propias caras que eran culpables de haber matado nada menos que
al Enviado de Dios. La convicción de pecado que sintieron estas personas no
tiene nada que “envidiarle” a la convicción de pecado que sentía Daniel, es
más, yo creo que fue mucho más profunda. De hecho, el castigo sobre Israel por
haber rechazado al Mesías duró alrededor de 27 veces más que el exilio.
Daniel 9:5-6 RVC
5 Hemos pecado, hemos hecho lo malo, hemos
sido impíos y rebeldes; ¡nos hemos apartado de tus leyes y mandamientos!
6 No obedecimos a tus siervos los profetas,
que en tu nombre hablaron a nuestros reyes, a nuestros príncipes y a nuestros
padres, y a todo el pueblo de la tierra.
Veamos las palabras por orden:
·
“Hemos pecado”, חָטָא; kjatá; errar, perder el objetivo, fallar en dar el blanco,
ofender, ser culpable, pecar contra Dios, el prójimo o sí mismo. También se usa
con el significado de hacer compensación, pagar el daño, purificar algo.
·
“hemos hecho lo
malo”, עָוָה, avá; actuar perversamente, agobiar, cometer iniquidad, hacer
inicuamente, hacer iniquidad, mal, maldad, pecar, pervertir, torcer,
trastornar.
·
“hemos sido impíos”,
רָשַׁע,
rashá; cometer maldad, condenar, hacer maldad, impíamente, impiedad,
injusticia, inquietar, maldad, violar un pacto, incurrir en culpabilidad, ser
dado a la impiedad, dejar que alguien sea condenado.
·
“… y rebeldes”, מָרַד,
marád; rebelar, rebelde
·
“nos hemos apartado de tus leyes y
mandamientos”, סוּר, sur;
apartarse, desviarse del camino, cesar, dejar, escapar, partir, torcer,
perecer, rebelarse.
·
“No obedecimos a tus siervos los profetas”, שָׁמַע, shamá; oír
diligentemente, escuchar, prestar atención, entender, por extensión, obedecer.
No es casual que se usen seis expresiones que denotan “pecado”
desde distintos puntos de vista, más allá de las connotaciones de cada una, se
refieren a todas las dimensiones del pecado humano; todas ellas deben estar
incluidas en el arrepentimiento, todas ellas deben ser presentadas ante el
Señor, ahora con la sangre del Cordero como recate:
·
Errar en el camino,
el griego “jamartía”, errar al blanco, fallar en alcanzar todo lo que la nación
debe ser.
·
Hacer
voluntariamente el mal, como parte de la constitución propia de la persona, con
el deseo expreso de ello.
·
Quebrantar el pacto
de bendición del Señor, moverse fuera de el.
·
Rebelarse
directamente en contra de ese pacto y luchar en contra de que los propósitos
del Señor sean establecidos.
·
Apartarse de toda
ley y ordenanza divinas, aún de las leyes naturales, de lo más básico.
·
Por último,
desobedecer las voces de alerta que el Señor envía, y esto en cuatro “niveles”:
o
Desobedecen las
autoridades principales (políticas, legales) de la nación, con lo que la maldad
se vuelve “ley”.
o
Desobedecen los
formadores de opinión, los líderes sociales principales, y el pecado resulta
“bien visto” en la sociedad.
o
Desobedecen los
mayores, las generaciones pasadas, por lo que ya se transforma en algo
cultural, “tradicional”.
o
Desobedece todo el
pueblo, con lo que se masifica y se hace común.
¿No están incluidas todas estas dimensiones de pecado en nuestras
naciones? ¡Claro que sí! Pues todas ellas debemos presentarlas delante del
Señor, en el Espíritu debemos “ir” hacia todos esos lugares para iluminar con
la Luz de Cristo y arrepentirnos de toda maldad cometida allí. No es menos que
eso lo que hace falta.
Danilo Sorti
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