Santiago 3:13-18 DHH
13 Si entre ustedes hay alguno sabio y
entendido, que lo demuestre con su buena conducta, con la humildad que su
sabiduría le da.
14 Pero si ustedes dejan que la envidia les
amargue el corazón, y hacen las cosas por rivalidad, entonces no tienen de qué
enorgullecerse y están faltando a la verdad.
15 Porque esta sabiduría no es la que viene
de Dios, sino que es sabiduría de este mundo, de la mente humana y del diablo
mismo.
16 Donde hay envidias y rivalidades, hay
también desorden y toda clase de maldad;
17 pero los que tienen la sabiduría que viene
de Dios, llevan ante todo una vida pura; y además son pacíficos, bondadosos y
dóciles. Son también compasivos, imparciales y sinceros, y hacen el bien.
18 Y los que procuran la paz, siembran en paz
para recoger como fruto la justicia.
La Biblia contiene mucha “teoría” si la
buscamos, pero si hay algo que la Escritura NO ES, eso es, un libro de ideas
abstractas o solo lindas filosofías. Todo en la Palabra tiene un correlato
práctico, todo se manifiesta de alguna manera y el primer versículo del texto
lo ejemplifica bien: “Si … hay alguno sabio … que lo demuestre con su buena
conducta…”.
La epístola de Santiago probablemente haya
sido la primera en escribirse y viene del “riñón” del primer cristianismo de
raíz judía, con su especial interés por la vida práctica. Con el tiempo, los
libros canónicos que aparecerían tendrían un mayor contenido “teórico” pero sin
perder nunca un enfoque eminentemente práctico. Me atrevo a decir que
proféticamente Santiago establece ese principio para el resto de los libros.
El versículo 13 tiene una secuencia: empieza
con la sabiduría y el entendimiento; esto es, tener conocimiento y saber
utilizar ese conocimiento, poder encontrar las relaciones y aplicarlo. Como
punto de comparación digamos que vivimos en un siglo de muchísimo conocimiento
y poquísima sabiduría, en el cual las personas tienen accesible un volumen de
información increíble pero no atinan a usarlo correctamente ni mucho menos
reconocer a Dios allí.
“Si entre ustedes hay alguno”, y lo cierto es
que no todos son sabios y entendidos, un poco antes había escrito:
Santiago 3:1 DHH
1 Hermanos míos, no haya entre ustedes tantos
maestros, pues ya saben que quienes enseñamos seremos juzgados con más
severidad.
No todos pueden ser maestros, pero sucede con
este ministerio que muchos piensan que pueden serlo. No pasa eso con los
ministerios de milagros y sanidad; evidentemente solo quienes tengan los dones
pueden ejercerlos. Tampoco pasa con el ministerio profético, por más que
siempre hay algunos por ahí pretendiendo ser lo que no son: es muy fácil
descubrir a un falso profeta. No pasa con el ministerio evangelístico: no todos
pueden ganar almas efectivamente. Sin embargo, muchos piensan que enseñar es
fácil; basta en todo caso con tener una buena lección y repetirla, o estudiar
lo suficiente en un seminario y ya está.
Esto ocurre porque la enseñanza no tiene un
fruto inmediato como, por ejemplo, el ministerio de sanidad y liberación: en
esos casos si uno no tiene el don, queda rápidamente en evidencia. Y pasa
también porque la Palabra tiene poder por sí misma, con lo que si solamente
pusiéramos una computadora a leer la Biblia o un buen estudio bíblico,
podríamos obtener fruto para el Reino.
Pero aunque los resultados del don de
enseñanza no sean inmediatamente visibles, tarde o temprano lo son, para todo
aquel que puede verlos. Por eso es necesario desarrollar ese ministerio sólo
con el don, y, añade Santiago, con sabiduría y entendimiento.
Pero hay “mucha” sabiduría y entendimiento
dando vueltas por ahí, y claramente no todo proviene de lo Alto. ¿Cómo puede un
cristiano, que no llega a tal nivel de profundidad intelectual, discernir eso?
¿Cómo puedo yo discernir qué clase de conocimiento y sabiduría tengo? Hacer el
análisis en función del “contenido”, es decir, en función de lo que se dice es
solamente posible para alguien que se encuentre por lo menos en el mismo nivel
intelectual, y seguramente estaremos hablando de pocas personas, y si
tuviéramos que hacerle caso a Fulano por lo que dice respecto de Mengano, ¿cómo
saber si tuvo un correcto análisis?
En realidad, cuando se nos invita a comprobar
la veracidad de un sistema de creencias siguiendo sus mismos razonamientos,
podemos estar cayendo en el error; no digo que sea un método incorrecto porque
de hecho es lo que siempre hacemos cuando exponemos alguna verdad bíblica, pero
hay una prueba superior.
Entonces, tenemos aquí una persona que
supuestamente tiene sabiduría y entendimiento, y en ese entonces había muchos
que decían tenerlo, entre ellos, los judaizantes que tantos problemas causaron
a la iglesia primitiva (y a la del fin de los tiempos también…), así que el
paso siguiente es “que lo demuestre”, y aquí tenemos la conexión entre “teoría”
y “práctica”.
La sabiduría y el conocimiento se demuestran,
porque se trata de sabiduría y conocimiento espiritual que es posible de
demostrar en la propia vida. El maestro pretende enseñar a los demás cómo
vivir, por lo tanto debe ser capaz de vivir él mismo y ahí es donde se nos queman
los papeles… Toda supuesta sabiduría o conocimiento que no puede demostrarse,
es sospechosa.
¿Cómo se demuestra? Con la buena conducta,
con las rectas palabras, es decir, lo que está en el intelecto debe poder
manifestarse en la voluntad. Pero hay más: “con la humildad que su sabiduría le
da.”
Como dijimos antes, no todos pueden ser
maestros porque no todos pueden tener el don ni la sabiduría y conocimiento
necesarios, y precisamente porque son pocos los que lo tienen es que
inevitablemente surge el orgullo. El conocimiento y la sabiduría dan una sensación de “omnipotencia” cuando se
confunde “saber” con “poder”, y cuando se sabe poco.
Cuando entendemos que saber no es lo mismo
que poder enfrentamos la aguda crisis de “saber cómo” y “poder poco”: sencillamente
hay muchas cosas que no dependerán de nosotros. Cuando empezamos a conocer más
es como si subiéramos por una alta montaña: en el momento que creemos que ya
sabemos mucho, miramos hacia el horizonte y nos damos cuenta de cuántas
montañas más hay que no hemos explorado. El pecado del ser creado más sabio que
existió fue precisamente a causa de su sabiduría llenarse de orgullo. La
verdadera sabiduría que viene de Dios, además de reconocer su propia limitación
(no de Dios, sino de nosotros), reconoce que depende del fluir constante de La
Fuente.
Ahora bien, con el tiempo uno puede aprender
a aparentar humildad, y algunos se entrenan muy bien, pero la forma de
discernir un sistema doctrinal o enseñanza es a través de lo que produce en los
seguidores.
Donde hay sabiduría humana, además de
orgullo, hay envidias, amargura y rivalidad, desorden (Trastorno, inestabilidad,
volubilidad, confusión) y, finalmente, toda clase de maldad (malos deseos y
malas obras). La sabiduría humana es el mismo fruto del árbol del conocimiento
del bien y del mal, que resultaba tan agradable para la vista pero tan
mortífero en sus consecuencias. Lo mismo hoy: el fruto de la sabiduría humana
(disfrazada de espiritual) es destrucción.
En estos días leí algunos comentarios sobre la
Teología de la Liberación. No voy a profundizar en el tema aunque creo que hizo
algunos aportes valiosos al entendimiento de la Biblia, pero, con sus promesas
de libertad y de atención al necesitado, una de sus consecuencias fue alentar a
muchos cristianos hacia la lucha armada, algo que expresamente fue vedado en el
cristianismo por Jesús. No sería la primera ni la última vez en que,
prometiendo algo, se obtengan las consecuencias contrarias, ¡exactamente como
en el huerto!
“pero los que tienen la sabiduría que viene
de Dios, llevan ante todo una vida pura”, de nuevo, la verdadera sabiduría nos
lleva a vivir en santidad. Pero si lo que estamos creyendo realmente no nos
sirve para vencer el pecado, deberíamos revisar las fuentes a las que acudimos.
“y además son pacíficos, bondadosos y
dóciles.” Muchas veces la doctrina o las enseñanzas se convierten en una
“bandera de guerra” para atacar a otros. Nos paramos en ciertos postulados y a
partir de allí nos dedicamos a criticar a todo el que esté desviado. Para
muchos, “conocer la verdad” les sirve para salir con más ímpetu a la “guerra”,
es decir, fortalece su débil autoestima pero no para vivir conforme el Reino
sino más bien aviva la autojusticia.
“Son también compasivos, imparciales y
sinceros, y hacen el bien.” Y agregaría, con los que no piensan como ellos.
“Y los que procuran la paz, siembran en paz
para recoger como fruto la justicia.” La sabiduría de Dios lleva a la paz, no a
la guerra o a la lucha de clases, sin embargo, esa sabiduría obtiene como fruto
la justicia, aquello que algunas propuestas políticas cristianas buscan
desesperadamente pero yendo en sentido opuesto.
El Evangelio del Reino parece demasiado
inofensivo y débil para algunos, la sabiduría humilde parece cosa de mojigatos,
pero la VERDADERA SABIDURÍA de lo Alto alcanza verdadera justicia: en esta
Tierra, en la medida de lo posible en un mundo imperfecto, y en la vida eterna,
como recompensa imperecedera.
Danilo Sorti
No hay comentarios:
Publicar un comentario