lunes, 9 de abril de 2018

447. La sabiduría que viene de Dios


Santiago 3:13-18 DHH
13 Si entre ustedes hay alguno sabio y entendido, que lo demuestre con su buena conducta, con la humildad que su sabiduría le da.
14 Pero si ustedes dejan que la envidia les amargue el corazón, y hacen las cosas por rivalidad, entonces no tienen de qué enorgullecerse y están faltando a la verdad.
15 Porque esta sabiduría no es la que viene de Dios, sino que es sabiduría de este mundo, de la mente humana y del diablo mismo.
16 Donde hay envidias y rivalidades, hay también desorden y toda clase de maldad;
17 pero los que tienen la sabiduría que viene de Dios, llevan ante todo una vida pura; y además son pacíficos, bondadosos y dóciles. Son también compasivos, imparciales y sinceros, y hacen el bien.
18 Y los que procuran la paz, siembran en paz para recoger como fruto la justicia.


La Biblia contiene mucha “teoría” si la buscamos, pero si hay algo que la Escritura NO ES, eso es, un libro de ideas abstractas o solo lindas filosofías. Todo en la Palabra tiene un correlato práctico, todo se manifiesta de alguna manera y el primer versículo del texto lo ejemplifica bien: “Si … hay alguno sabio … que lo demuestre con su buena conducta…”.

La epístola de Santiago probablemente haya sido la primera en escribirse y viene del “riñón” del primer cristianismo de raíz judía, con su especial interés por la vida práctica. Con el tiempo, los libros canónicos que aparecerían tendrían un mayor contenido “teórico” pero sin perder nunca un enfoque eminentemente práctico. Me atrevo a decir que proféticamente Santiago establece ese principio para el resto de los libros.

El versículo 13 tiene una secuencia: empieza con la sabiduría y el entendimiento; esto es, tener conocimiento y saber utilizar ese conocimiento, poder encontrar las relaciones y aplicarlo. Como punto de comparación digamos que vivimos en un siglo de muchísimo conocimiento y poquísima sabiduría, en el cual las personas tienen accesible un volumen de información increíble pero no atinan a usarlo correctamente ni mucho menos reconocer a Dios allí.

“Si entre ustedes hay alguno”, y lo cierto es que no todos son sabios y entendidos, un poco antes había escrito:

Santiago 3:1 DHH
1 Hermanos míos, no haya entre ustedes tantos maestros, pues ya saben que quienes enseñamos seremos juzgados con más severidad.

No todos pueden ser maestros, pero sucede con este ministerio que muchos piensan que pueden serlo. No pasa eso con los ministerios de milagros y sanidad; evidentemente solo quienes tengan los dones pueden ejercerlos. Tampoco pasa con el ministerio profético, por más que siempre hay algunos por ahí pretendiendo ser lo que no son: es muy fácil descubrir a un falso profeta. No pasa con el ministerio evangelístico: no todos pueden ganar almas efectivamente. Sin embargo, muchos piensan que enseñar es fácil; basta en todo caso con tener una buena lección y repetirla, o estudiar lo suficiente en un seminario y ya está.

Esto ocurre porque la enseñanza no tiene un fruto inmediato como, por ejemplo, el ministerio de sanidad y liberación: en esos casos si uno no tiene el don, queda rápidamente en evidencia. Y pasa también porque la Palabra tiene poder por sí misma, con lo que si solamente pusiéramos una computadora a leer la Biblia o un buen estudio bíblico, podríamos obtener fruto para el Reino.

Pero aunque los resultados del don de enseñanza no sean inmediatamente visibles, tarde o temprano lo son, para todo aquel que puede verlos. Por eso es necesario desarrollar ese ministerio sólo con el don, y, añade Santiago, con sabiduría y entendimiento.

Pero hay “mucha” sabiduría y entendimiento dando vueltas por ahí, y claramente no todo proviene de lo Alto. ¿Cómo puede un cristiano, que no llega a tal nivel de profundidad intelectual, discernir eso? ¿Cómo puedo yo discernir qué clase de conocimiento y sabiduría tengo? Hacer el análisis en función del “contenido”, es decir, en función de lo que se dice es solamente posible para alguien que se encuentre por lo menos en el mismo nivel intelectual, y seguramente estaremos hablando de pocas personas, y si tuviéramos que hacerle caso a Fulano por lo que dice respecto de Mengano, ¿cómo saber si tuvo un correcto análisis?

En realidad, cuando se nos invita a comprobar la veracidad de un sistema de creencias siguiendo sus mismos razonamientos, podemos estar cayendo en el error; no digo que sea un método incorrecto porque de hecho es lo que siempre hacemos cuando exponemos alguna verdad bíblica, pero hay una prueba superior.

Entonces, tenemos aquí una persona que supuestamente tiene sabiduría y entendimiento, y en ese entonces había muchos que decían tenerlo, entre ellos, los judaizantes que tantos problemas causaron a la iglesia primitiva (y a la del fin de los tiempos también…), así que el paso siguiente es “que lo demuestre”, y aquí tenemos la conexión entre “teoría” y “práctica”.

La sabiduría y el conocimiento se demuestran, porque se trata de sabiduría y conocimiento espiritual que es posible de demostrar en la propia vida. El maestro pretende enseñar a los demás cómo vivir, por lo tanto debe ser capaz de vivir él mismo y ahí es donde se nos queman los papeles… Toda supuesta sabiduría o conocimiento que no puede demostrarse, es sospechosa.

¿Cómo se demuestra? Con la buena conducta, con las rectas palabras, es decir, lo que está en el intelecto debe poder manifestarse en la voluntad. Pero hay más: “con la humildad que su sabiduría le da.”

Como dijimos antes, no todos pueden ser maestros porque no todos pueden tener el don ni la sabiduría y conocimiento necesarios, y precisamente porque son pocos los que lo tienen es que inevitablemente surge el orgullo. El conocimiento y la sabiduría dan  una sensación de “omnipotencia” cuando se confunde “saber” con “poder”, y cuando se sabe poco.

Cuando entendemos que saber no es lo mismo que poder enfrentamos la aguda crisis de “saber cómo” y “poder poco”: sencillamente hay muchas cosas que no dependerán de nosotros. Cuando empezamos a conocer más es como si subiéramos por una alta montaña: en el momento que creemos que ya sabemos mucho, miramos hacia el horizonte y nos damos cuenta de cuántas montañas más hay que no hemos explorado. El pecado del ser creado más sabio que existió fue precisamente a causa de su sabiduría llenarse de orgullo. La verdadera sabiduría que viene de Dios, además de reconocer su propia limitación (no de Dios, sino de nosotros), reconoce que depende del fluir constante de La Fuente.

Ahora bien, con el tiempo uno puede aprender a aparentar humildad, y algunos se entrenan muy bien, pero la forma de discernir un sistema doctrinal o enseñanza es a través de lo que produce en los seguidores.

Donde hay sabiduría humana, además de orgullo, hay envidias, amargura y rivalidad, desorden (Trastorno, inestabilidad, volubilidad, confusión) y, finalmente, toda clase de maldad (malos deseos y malas obras). La sabiduría humana es el mismo fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, que resultaba tan agradable para la vista pero tan mortífero en sus consecuencias. Lo mismo hoy: el fruto de la sabiduría humana (disfrazada de espiritual) es destrucción.

En estos días leí algunos comentarios sobre la Teología de la Liberación. No voy a profundizar en el tema aunque creo que hizo algunos aportes valiosos al entendimiento de la Biblia, pero, con sus promesas de libertad y de atención al necesitado, una de sus consecuencias fue alentar a muchos cristianos hacia la lucha armada, algo que expresamente fue vedado en el cristianismo por Jesús. No sería la primera ni la última vez en que, prometiendo algo, se obtengan las consecuencias contrarias, ¡exactamente como en el huerto!

“pero los que tienen la sabiduría que viene de Dios, llevan ante todo una vida pura”, de nuevo, la verdadera sabiduría nos lleva a vivir en santidad. Pero si lo que estamos creyendo realmente no nos sirve para vencer el pecado, deberíamos revisar las fuentes a las que acudimos.

“y además son pacíficos, bondadosos y dóciles.” Muchas veces la doctrina o las enseñanzas se convierten en una “bandera de guerra” para atacar a otros. Nos paramos en ciertos postulados y a partir de allí nos dedicamos a criticar a todo el que esté desviado. Para muchos, “conocer la verdad” les sirve para salir con más ímpetu a la “guerra”, es decir, fortalece su débil autoestima pero no para vivir conforme el Reino sino más bien aviva la autojusticia.

“Son también compasivos, imparciales y sinceros, y hacen el bien.” Y agregaría, con los que no piensan como ellos.

“Y los que procuran la paz, siembran en paz para recoger como fruto la justicia.” La sabiduría de Dios lleva a la paz, no a la guerra o a la lucha de clases, sin embargo, esa sabiduría obtiene como fruto la justicia, aquello que algunas propuestas políticas cristianas buscan desesperadamente pero yendo en sentido opuesto.

El Evangelio del Reino parece demasiado inofensivo y débil para algunos, la sabiduría humilde parece cosa de mojigatos, pero la VERDADERA SABIDURÍA de lo Alto alcanza verdadera justicia: en esta Tierra, en la medida de lo posible en un mundo imperfecto, y en la vida eterna, como recompensa imperecedera.


Danilo Sorti




Ayúdanos a llevar el mensaje.
Oprime aquí para enviarnos tu ofrenda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario