Proverbios 17:1 DHH
1 Más vale comer pan duro y vivir en paz
que tener muchas fiestas y vivir peleando.
Proverbios 15:17 DHH
17 Más vale comer verduras con amor,
que carne de res con odio.
Proverbios 21:9 DHH
9 Más vale vivir en el borde de la azotea,
que en una amplia mansión con una mujer
pendenciera.
Proverbios 15:16 DHH
16 Más vale ser pobre y honrar al Señor,
que ser rico y vivir angustiado.
Así como la Palabra de Dios nos puede llevar
a las profundidades más grandes de la revelación, también nos otorga los
consejos más prácticos y sencillos, ¡que vienen de esa misma revelación! Los
pasajes que leímos tienen que ver con esas recomendaciones en diversos ámbitos
de la vida cotidiana, en realidad, en los espacios que más tiempo nos ocupan:
la familia, el trabajo y las relaciones sociales.
Aunque los cuatro pasajes se aplican tanto a
hombres como mujeres, creo que nosotros somos especialmente tocados por ellos.
“Más vale comer pan duro y vivir en paz que tener muchas fiestas y vivir
peleando.” Y aunque la comida es propio de ambos géneros, y de hecho no
podríamos ser seres humanos inteligentes si no fuera por la cocina y los
alimentos preparados (ver “Neuroevolución cocinada” de Jorge Laborda, http://cienciaes.com/texto/neuroev_cocina_quilopodcast.pdf), lo cierto es que los hombres somos, en
general, a los que menos nos gusta cocinar, ¡pero sí comer rico, claro! Tanto
es así que la recomendación que daban las mujeres mayores a las más jóvenes,
hasta el siglo pasado, para conquistar a un hombre era hacerlo por la comida.
Como sea, un buen plato de comida, un
encuentro con amigos para comer (y tomar, normalmente), fiestas y salidas a
comer afuera, constituyen uno de los “placeres terrenales” más lícitos y
deseados. “Lícito” porque no hay pecado en ello (siempre que uno no se exceda),
y deseados porque es algo “innato”. Pero no en todos los contextos resulta algo
bueno, no cuando el “precio” de esa comida, de esos placeres válidos, es un
ticket que dice “problemas, críticas y enojos”.
Esto resulta “difícil de digerir” (ya que
estamos con la metáfora culinaria…) porque no hay nada malo en comer bien, es
más, no hablemos de banquetes o grandes comilonas, pensemos en los alimentos
más sencillos, las comidas más rápidas que suelen prepararse todos los días, o
recalentarse del día anterior, acompañadas con agua o un poco de jugo
preparado, ¿qué hay de malo en eso (siempre que no tengan exceso de grasas
saturadas…)?
Nada, pero cuando eso ocurre en un ambiente
de odio y rencillas, cuando nos sentamos a la mesa con aquellos amigos,
familiares, compañeros de trabajos que se burlan o nos desprecias, que incluso
inconscientemente están buscando palabras y oportunidades para zaherirnos y
provocarnos a enojo, entonces se vuelve malo. La recomendación no es entrar en
discusión, esperar el momento de la comida para una confrontación de indirectas
o simplemente prepararnos mentalmente para “no responder”, la recomendación es:
preparate un plato de lentejas y comelo en paz.
Santiago 1:20 DHH
20 Porque el hombre enojado no hace lo que es
justo ante Dios.
Santiago 1:20 RVC
20 porque quien se enoja no promueve la
justicia de Dios.
Santiago 1:20 TLA
20 Porque la gente violenta no puede hacer lo
que Dios quiere.
Cuando la ira llega a dominarnos no podemos
cumplir los propósitos de Dios ni acercarnos a Él. De hecho, muchos cristianos
“hacen” la obra de Dios motivados más por el enojo que por el amor; mucho del
reclamo social cristiano, que es genuino en sí mismo, está motivado por el
enojo. Y el enojo es como un árbol, que se cultiva de a poco y que crece
lentamente… hasta que se transforma en una planta frondosa con mucho fruto. Los
pequeños enojos, la “gotera constante” que se siembra fácilmente durante el
momento de la comida gracias a algunos familiares, amigos o compañeros, es un
poderoso fertilizante que no tardará en dar su fruto. En algún momento ocurre
una “explosión” y uno se pregunta, ¿por qué pasó? Sencillamente porque se
sembró durante años.
“Más vale comer verduras con amor, que carne
de res con odio.” Para casi todos los seres humanos, la carne es más apetecible
que las verduras, y de hecho “estamos preparados” biológicamente para comer
carne cocida, y el ser humano fue principalmente carnívoro hasta que comenzó a
asentarse en ciudades y se desarrolló la agricultura, pero en nuestros genes
está la “afición” por la carne cocida.
Con esa particularidad biológica en mente
entendemos mejor la dimensión de este pasaje: es “natural” en nosotros desear
comer carne, y la Palabra de Dios nos lleva a negarnos a nosotros mismos si el
precio de un mejor alimento es meternos en un ambiente de odio y contiendas.
De hecho, si hay un “mandato natural” de
todos los seres vivos, humanos inclusive, es, precisamente, ¡vivir! ¿Cómo
diferenciamos lo vivo de lo no vivo? Cualquier libro de Biología empieza con
esa pregunta para, acto seguido, reconocer que no puede responderla y dar las
características de los seres vivos en vez de definir algo que sólo puede
hacerse desde la filosofía o la revelación bíblica. Como sea, si algo caracteriza
a la vida es el deseo de vivir: cualquier ser vivo va a dedicar todos sus
recursos para mantenerse vivo, a toda costa, excepto cuando su sacrificio
redunde en más vida para sus descendientes, ¡tal como hizo Cristo con nosotros!
Y la comida es lo más cercano al “instinto de
supervivencia” que tenemos, por lo que renunciar en algún sentido a ella es
algo “naturalmente” difícil para cualquier persona… Pero el Señor nos manda a
hacerlo cuando el precio es rencillas y problemas, que engendran odios y resentimientos,
que engendran multitud de pecados y muerte espiritual.
Lo mismo se aplica a los matrimonios por
conveniencia, o a los trabajos igualmente “convenientes” que nos acarrean
multitud de disgustos, es decir, cuando estamos en una relación o contexto
laboral para el cual no estamos preparados o hacia el que no fuimos llamados.
Dios está por encima de nuestro “instinto de
supervivencia”, de nuestros apetitos humanos y de todo deseo genuino. Puede
parecer algo poco “espiritual” lo que hablamos aquí, pero en realidad tiene que
ver con las palabras de Jesús:
Mateo 4:3-4 RVC
3 El tentador se le acercó, y le dijo: «Si
eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan.»
4 Jesús respondió: «Escrito está: No sólo de
pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.»
Dios sigue siendo nuestro sustentador, como
descubrió Daniel siglos atrás al alimentarse solo con legumbres y encontrar que
su salud había mejorado a comparación del resto de sus compañeros.
Que el Señor nos ayude a vivir en paz unos
con otros, y si es necesario, a sacrificar algunas sabrosas comidas en esta
Tierra…
Danilo Sorti
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