lunes, 9 de abril de 2018

452. ¿Son ellos responsables absolutamente de todos sus pecados?... ¿y yo?


Romanos 7:14-16 RVC
14 Sabemos que la ley es espiritual. Pero yo soy un simple ser carnal, que ha sido vendido como esclavo al pecado.
15 No entiendo qué me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco.
16 Y si hago lo que no quiero hacer, compruebo entonces que la ley es buena.

2 Corintios 4:4 RVC
4 pues como ellos no creen, el dios de este siglo les ha cegado el entendimiento para que no resplandezca en ellos la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.

Lucas 23:34 RVC
34 Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.» Y los soldados echaron suertes para repartirse entre ellos sus vestidos.

Si la esencia del pecado consiste en el engaño, finalmente, ¿cuánta responsabilidad nos compete por lo que hacemos? ¿Hasta dónde somos culpables y qué pecados pueden ser “pasados por alto” por el Señor? Y más importante, ¿hasta dónde llega la obra de Cristo? Dado que este es un tema central en la doctrina cristiana, hay tanto escrito desde los primeros siglos que sería prácticamente imposible agregar nada “nuevo”, pero como todo, nunca viene mal repasar algunos conceptos.

Toda la Biblia es clara en remarcar la responsabilidad del hombre ante Dios y por los actos cometidos, toda transgresión merece castigo y aún la más pequeña es suficiente para condenarnos al infierno porque en realidad cualquier acto pecaminoso es “sólo” la expresión del PECADO que vive en nosotros. Sin embargo, no todos los actos tienen igual responsabilidad:

Lucas 12:47-48 RVC
47 El siervo que, a pesar de conocer la voluntad de su señor, no se prepara para cumplirla, se hace acreedor de muchos azotes.
48 Pero el que se hace acreedor a recibir azotes sin conocer la voluntad de su señor, será azotado poco. Porque al que se le da mucho, también se le exigirá mucho; y al que se le confía mucho, se le pedirá más todavía.

Aquí la medida del castigo tiene que ver con el conocimiento de la voluntad divina. Podemos ver ejemplos en la historia bíblica, por caso a Abraham, llamado el padre de la fe y que, sin embargo, fue polígamo. Quedó claro en la revelación del Nuevo Testamento que Dios no aprueba la poligamia (en realidad, quedaba claro desde Génesis 1…), y hoy lo consideraríamos un pecado grave, pero no era igualmente evidente en ese entonces y Dios “pasó por alto” la poligamia de Abraham, y la de David y de tantos otros.

Aunque todos ellos lograron grandes cosas para Dios, actuaron según la revelación que tuvieron, y si fueron “grandes” es porque resultaron fieles a esa revelación, pero era limitada.

Ahora bien, aunque hoy tenemos DISPONIBLE la mayor medida de revelación que jamás haya tenido la humanidad en su historia pasada, no todos los cristianos la conocen, o mejor dicho, paradójicamente, muy pocos.

Muchos no pueden acceder a ella: no tienen los recursos, no tienen el tiempo, o no tienen las “herramientas intelectuales” necesarias como para entenderlas y aplicarlas. Muchos “no pueden” porque realmente “no quieren”: hay demasiadas distracciones y demasiados mensajes “positivos” en las iglesias como para invertir tiempo en oración y lectura, y por sobre todo, como para tener que hacer un “gran esfuerzo” en alcanzarla, ¿por qué, si al fin y al cabo, está “todo” lo que necesitan tan accesible…? Y otros tantos consideran que esas “cuestiones teológicas y proféticas” son en realidad algo sospechoso de lo que más vale mantenerse alejado…

No hablemos de los que no creen, enfoquémonos solamente en los que se llaman cristianos y dicen conocer a Dios, para ellos también “el dios de este siglo les ha cegado el entendimiento para que no resplandezca en ellos la luz del evangelio”.

El ejemplo más dramático lo tenemos en Jesús pidiendo perdón por los soldados romanos que lo crucificaban: realmente ellos no sabían qué estaban haciendo ni cuál era la medida de su responsabilidad, sin dudas, si hubieran tenido una revelación un poco más clara de quién era Jesús es muy difícil que esos paganos se hubieran atrevido a crucificarlo, pero expresamente, como tenía que suceder así, Jesús calló durante casi todo el tiempo que estuvo en sus manos, ¡si la Palabra hablaba fácilmente la hubieran reconocido, y los propósitos salvíficos de Dios no se hubieran cumplido! Sin embargo, los religiosos judíos SABÍAN PERFECTAMENTE quién era Jesús, y precisamente por eso lo crucificaron, ¡ellos tenían toda la responsabilidad!

La ceguera espiritual provocada por la idolatría les impedía ver claramente quién era Jesús. En un sentido más amplio, la ceguera que nos produce el pecado, el dominio que Satanás tenga sobre nosotros, nos lleva a cometer pecados de los cuales no somos plenamente responsables, no del hecho en sí, aunque ello no nos exima de la culpa por realizarlo. Por eso Jesús pide misericordia para esos soldados.

Vamos a realidades más cotidianas y “pequeñas”: ¿el hermanito Fulano, que siempre me hiere con sus palabras, es culpable por ese pecado tan molesto? Probablemente “no” en un sentido absoluto; ese debe ser un “punto ciego” en su visión espiritual sobre el cual Satanás tiene absoluto dominio.

Y esto nos explica muchos de los conflictos familiares, que parecen exacerbarse en la vida del cristiano: nuestra familia (y nosotros mismos, por supuesto) tiene algunos o muchos “puntos ciegos” en su visión espiritual, áreas donde los demonios pueden controlarlos fácilmente, y aprovechan ello para atacarnos.

¿Por qué cuando queremos servir al Señor se levantan con tanta furia los más cercanos? Por esa misma razón. Entendamos: hay un programa orquestado en el segundo cielo para entorpecer nuestra vida cristiana, y por ellos los demonios que nos hayan sido asignados buscarán los puntos preferenciales de acceso, ¿y qué mejor que los familiares y cercanos?

Como ellos son los que nos provocan fácilmente más enojo, difícilmente llegamos a entender los poderes espirituales que los están molestando para entorpecernos a nosotros y no hacemos guerra espiritual… más bien hacemos una muy carnal…

Esto no resta responsabilidad en las personas, pero nos da la perspectiva para entender hasta donde llega y hasta donde podemos hacer guerra espiritual de manera efectiva, y cuáles serán sus limitaciones.

Ahora bien, lo mismo pasa con nosotros, pero como se trata de nuestros propios “puntos ciegos”, no nos damos cuenta de ellos… obvio. Normalmente obtenemos una respuesta en forma de enojo, indiferencia o malestar de parte de los otros, siempre “mezclada” con sus propios pecados, por lo que terminamos excusándonos pensando que ellos se enojan “por sus errores” y que nosotros “no tenemos nada que ver”. La realidad suele ser una parte de esto y una parte de aquello.

No hay cura mágica para los puntos ciegos más que la humildad y mantener una actitud abierta, pero NO para el “autoexamen” porque si se trata de un punto ciego, ¿cómo podría verlo por mi propio esfuerzo? En realidad la actitud adecuada tiene que ver con mantenerse abierto a la voz del Espíritu que nos trae lo “nuevo”, lo que “nunca habíamos visto antes”, precisamente porque nos estaba oculto por el engaño del pecado.

Además de esto, como todos los pecados están “interconectados” como una red de fortalezas de maldad que se ayudan unas a otras cuando alguna resulta confrontada por la verdad, no es tan sencillo pretender cambiar sólo por “iluminar” una de ellas, hace falta la estrategia divina, que nos puede llevar a empezar por desarraigar algo que nos parecía “inofensivo” o sin conexión, ¡precisamente porque estaba dentro de nuestro punto ciego!

Por todo esto, somos llamados a tener paciencia y misericordia, como el Señor la tiene con nosotros, pero también a luchar espiritualmente y con la verdad, a la vez que ser prudentes en nuestra relación unos con otros.


Danilo Sorti




Ayúdanos a llevar el mensaje.
Oprime aquí para enviarnos tu ofrenda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario