lunes, 9 de abril de 2018

455. ¡Estás re loco, hermano!... ¿o no?


Hechos 26:24-26 RVC
24 Esto decía Pablo en su defensa, cuando Festo gritó a voz en cuello: «¡Estás loco, Pablo! ¡Las muchas letras te han vuelto loco!»
25 Pero Pablo respondió: «No estoy loco, excelentísimo Festo. Lo que estoy diciendo es la verdad, y tiene sentido.
26 El rey también lo sabe, y por eso hablo con él de esto sin ningún temor. Estoy seguro que él no ignora nada de esto, porque no lo hemos discutido en un rincón.

Festo, un político romano, práctico y bastante corrupto, representa precisamente ese tipo de mentalidad “concreta”, enfocada en hechos y a la que no se le puede dar largas explicaciones. El Evangelio de Marcos, dirigido en buena parte a romanos, ilustra esto con su brevedad (es el más corto) y su enfoque principal en las obras de Jesús.

Bueno, pongamos el asunto en perspectiva, como político estaba acostumbrado a escuchar largas defensas y debates, y tampoco fue “tan” complicada la exposición de Pablo como para que le resultara demasiado enredada. Yo creo que en realidad podemos tener un poco de “complicación” unido al rechazo hacia el Evangelio. Como sea, es un tipo de respuesta que podemos esperar de algunas personas, si es que nosotros somos de “los otros”, los más complicados y “filosóficos”, o simplemente, los que estamos tratando de hablar sobre la sabiduría de Dios.

Sabiduría y conocimiento son dos palabras parecidas que a veces se confunden, pero sabiduría implica “hacer algo” con el conocimiento: utilizarlo para resolver problemas concretos, pero también es la capacidad de encontrar las interrelaciones entre distintas afirmaciones, prever consecuencias, hallar causas profundas, es decir, avanzar más allá de la simple comprensión de hechos y sus consecuencias más inmediatas.

El problema es que un “proceso de análisis” que aplique sabiduría, es decir, una relación de hechos y consecuencias que vaya “más allá” de lo más evidente, conocido y predecible, necesariamente se vuelve algo complejo para las personas que lo escuchan por primera vez, o que no están entrenadas en pensar de esa forma, o cuando el expositor no es lo suficientemente didáctico en la explicación.

Y si, además, el tema en cuestión tiene que ver con asuntos “difíciles de digerir” como es confrontar a las personas con una decisión por Cristo, más “complicado de entender” se vuelve. Efectivamente las palabras de Pablo pretendían llevar a la fe a su audiencia:

Hechos 26:28 RVC
28 Agripa le respondió: «¿Con tan poco pretendes hacerme cristiano?»

Pero algo es cierto:

Eclesiastés 12:12b DHH
12 … El hacer muchos libros no tiene fin, y el mucho estudio cansa.

Esta frase debemos ponerla en el contexto de Eclesiastés, que analiza con toda franqueza lo que ocurre “debajo del sol”, es decir, desde la perspectiva humana. Y desde esa perspectiva, el “mucho estudio”, es decir, el mucho estudio HUMANO, de ideas y filosofías también HUMANAS, inevitablemente contaminadas con los principios satánicos, lleva al cansancio porque se trabaja mucho para llegar a ningún lado, se avanzan tres pasos y se retroceden cuatro, se leen toneladas de libros y resulta tan fructífero como exprimir una roca, se puede hablar mucho pero uno sigue sin resolver sus problemas. Por supuesto, no digo que no haya nada útil allí, me refiero a que la sed profunda del alma, de donde fluye (o no) el Agua de Vida no es satisfecha con eso, y por ello viene el “cansancio”, que no es ni físico ni almático, sino espiritual. Y a veces la persona termina realmente un poco “corrida de su eje”, para decirlo de una manera elegante…

Aquellos a los que les gusta leer y estudiar, y que están incluso entrenados para ello, pueden caer fácilmente en este error. Lo que dijo Festo no estaba fuera de la verdad, obviamente no se aplicaba a Pablo, quien tenía una medida de sabiduría más alta de la que el gobernante estaba dispuesto a admitir, pero en su carrera política conocía ejemplos de sobra.

Hay más. No solamente el proceso lógico de buscar sabiduría en las palabras contaminadas de las personas no puede llevar a buen puerto, sino que también:

1 Corintios 1:20 RVC
20 ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el que escudriña estos tiempos? ¿Acaso no ha hecho Dios enloquecer a la sabiduría de este mundo?

De nuevo, Festo había visto este principio funcionando sobradamente. Dios ha puesto una “maldición” sobre la sabiduría que no se basa en Sus principios. Jonathan Dickinson, uno de los fundadores de la Universidad de Princeton, antes de la independencia norteamericana, dijo brevemente: “Maldito sea todo conocimiento que sea contrario a la cruz de Cristo”.

Cuando estudiamos la Palabra de Dios necesitamos la sabiduría de “este mundo” para poder entender adecuadamente muchas cosas: contexto histórico, literario, vivencial, incluso principios físicos, biológicos, económicos, contables, etcétera. No es que sea “conocimiento humano” sino el entendimiento humano de las cosas tal como Dios las ha creado, pero no es algo que nos venga dado en la Biblia. ¿Cuál es el límite?

A medida que se profundiza en el conocimiento, en causas y consecuencias, es muy fácil entremezclar las filosofías humanas con la Palabra de Dios, y llegar a construir una teología que incluye mucha confusión en ella. La solución no es el “simplismo” sino atenerse a los principios de Dios a cada paso del “viaje intelectual”:

Eclesiastés 12:11-14 RVC
11 Las palabras de los sabios son como aguijones, y el conjunto de las palabras de los maestros, impartidas por un solo guía, son como clavos bien hincados.
12 Hijo mío, además de lo antes dicho, toma en cuenta que nunca se acaba de escribir muchos libros, y que el cuerpo se cansa de tanto estudiar.
13 Todo este discurso termina en lo siguiente: Teme a Dios, y cumple sus mandamientos. Eso es el todo del hombre.
14 Por lo demás, Dios habrá de juzgar toda obra, buena o mala, junto con toda acción encubierta.

Luego de un análisis absolutamente franco, Eclesiastés llega a la conclusión de que la sabiduría humana no nos va a llevar al camino que satisfaga nuestro ser, por lo tanto concluye con cuatro afirmaciones que no deben perderse en el proceso:

“Las palabras de los sabios son como aguijones, y el conjunto de las palabras de los maestros, impartidas por un solo guía, son como clavos bien hincados.” Y muy probablemente aquí se refiera a los dichos y proverbios, la expresión de sabiduría práctica, los principios “sencillos” para vivir. La Biblia no fue escrita para teólogos ni profesionales de la religión, fue escrita para hombres y mujeres sencillos de todos los tiempos, por lo que hay un mensaje básico, vertebral, fundamental para la fe, que no requiere de erudición para ser entendido: esos principios son la “regla” que debe medir todas nuestras formulaciones teológicas; no importa cuán razonables o consistentes internamente parezcan, al final tienen que ser sometidas a esos básicos principios para ver que no se hayan desviado de ellos.

“…toma en cuenta que nunca se acaba de escribir muchos libros…” Por lo tanto, nunca llegamos a la teología completa y perfecta, y cuando pretendemos “cerrar” definitivamente un asunto probablemente caigamos en el error. Esto no quiere decir que un nuevo “descubrimiento teológico” contradiga las verdades fundamentales de las que hablamos en el párrafo anterior, sino que los matices, derivaciones e interrelaciones de esas verdades nunca van a ser descubiertas en toda su profundidad, siempre habrá algo más para avanzar.

“Todo este discurso termina en lo siguiente: Teme a Dios, y cumple sus mandamientos.” Un libro filosófico concluye con una recomendación por demás de práctica: toda sabiduría de lo Alto necesita un corazón limpio para fluir. No todo el que teme a Dios estará libre de error, pero la verdad no podrá descubrirse adecuadamente en la persona que en el fondo de su ser no ama de verdad al Señor.

“Dios habrá de juzgar toda obra, buena o mala, junto con toda acción encubierta.” Esto se refiere en un sentido absoluto al juicio que toda persona pasará delante de Dios, pero en un sentido más terrenal, y probablemente más cercano al pensamiento del autor del libro, se refiere a las consecuencias de la sabiduría aplicada en la vida, es decir, lo que esa sabiduría produce en el sentido de si es bendecida / aprobada por Dios, y por consiguiente da buenos resultados, o no, y por consiguiente genera consecuencias malas.

“¡Las muchas letras te han vuelto loco!” dijo Festo a Pablo y no era cierto, pero puede ser perfectamente cierto para nosotros o para algunos de los que leemos. ¡Señor, ayúdanos a no separarnos de la sabiduría que viene de Ti!


Danilo Sorti




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