Hechos 26:24-26 RVC
24 Esto decía Pablo en su defensa, cuando
Festo gritó a voz en cuello: «¡Estás loco, Pablo! ¡Las muchas letras te han
vuelto loco!»
25 Pero Pablo respondió: «No estoy loco,
excelentísimo Festo. Lo que estoy diciendo es la verdad, y tiene sentido.
26 El rey también lo sabe, y por eso hablo
con él de esto sin ningún temor. Estoy seguro que él no ignora nada de esto,
porque no lo hemos discutido en un rincón.
Festo, un político romano, práctico y
bastante corrupto, representa precisamente ese tipo de mentalidad “concreta”,
enfocada en hechos y a la que no se le puede dar largas explicaciones. El
Evangelio de Marcos, dirigido en buena parte a romanos, ilustra esto con su
brevedad (es el más corto) y su enfoque principal en las obras de Jesús.
Bueno, pongamos el asunto en perspectiva,
como político estaba acostumbrado a escuchar largas defensas y debates, y
tampoco fue “tan” complicada la exposición de Pablo como para que le resultara
demasiado enredada. Yo creo que en realidad podemos tener un poco de
“complicación” unido al rechazo hacia el Evangelio. Como sea, es un tipo de
respuesta que podemos esperar de algunas personas, si es que nosotros somos de
“los otros”, los más complicados y “filosóficos”, o simplemente, los que
estamos tratando de hablar sobre la sabiduría de Dios.
Sabiduría y conocimiento son dos palabras parecidas
que a veces se confunden, pero sabiduría implica “hacer algo” con el
conocimiento: utilizarlo para resolver problemas concretos, pero también es la
capacidad de encontrar las interrelaciones entre distintas afirmaciones, prever
consecuencias, hallar causas profundas, es decir, avanzar más allá de la simple
comprensión de hechos y sus consecuencias más inmediatas.
El problema es que un “proceso de análisis”
que aplique sabiduría, es decir, una relación de hechos y consecuencias que
vaya “más allá” de lo más evidente, conocido y predecible, necesariamente se
vuelve algo complejo para las personas que lo escuchan por primera vez, o que
no están entrenadas en pensar de esa forma, o cuando el expositor no es lo
suficientemente didáctico en la explicación.
Y si, además, el tema en cuestión tiene que
ver con asuntos “difíciles de digerir” como es confrontar a las personas con
una decisión por Cristo, más “complicado de entender” se vuelve. Efectivamente
las palabras de Pablo pretendían llevar a la fe a su audiencia:
Hechos 26:28 RVC
28 Agripa le respondió: «¿Con tan poco
pretendes hacerme cristiano?»
Pero algo es cierto:
Eclesiastés 12:12b DHH
12 … El hacer muchos libros no tiene fin, y
el mucho estudio cansa.
Esta frase debemos ponerla en el contexto de
Eclesiastés, que analiza con toda franqueza lo que ocurre “debajo del sol”, es
decir, desde la perspectiva humana. Y desde esa perspectiva, el “mucho
estudio”, es decir, el mucho estudio HUMANO, de ideas y filosofías también
HUMANAS, inevitablemente contaminadas con los principios satánicos, lleva al
cansancio porque se trabaja mucho para llegar a ningún lado, se avanzan tres
pasos y se retroceden cuatro, se leen toneladas de libros y resulta tan
fructífero como exprimir una roca, se puede hablar mucho pero uno sigue sin
resolver sus problemas. Por supuesto, no digo que no haya nada útil allí, me
refiero a que la sed profunda del alma, de donde fluye (o no) el Agua de Vida
no es satisfecha con eso, y por ello viene el “cansancio”, que no es ni físico
ni almático, sino espiritual. Y a veces la persona termina realmente un poco
“corrida de su eje”, para decirlo de una manera elegante…
Aquellos a los que les gusta leer y estudiar,
y que están incluso entrenados para ello, pueden caer fácilmente en este error.
Lo que dijo Festo no estaba fuera de la verdad, obviamente no se aplicaba a
Pablo, quien tenía una medida de sabiduría más alta de la que el gobernante
estaba dispuesto a admitir, pero en su carrera política conocía ejemplos de
sobra.
Hay más. No solamente el proceso lógico de
buscar sabiduría en las palabras contaminadas de las personas no puede llevar a
buen puerto, sino que también:
1 Corintios 1:20 RVC
20 ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el
escriba? ¿Dónde está el que escudriña estos tiempos? ¿Acaso no ha hecho Dios
enloquecer a la sabiduría de este mundo?
De nuevo, Festo había visto este principio
funcionando sobradamente. Dios ha puesto una “maldición” sobre la sabiduría que
no se basa en Sus principios. Jonathan Dickinson, uno de los fundadores de la
Universidad de Princeton, antes de la independencia norteamericana, dijo
brevemente: “Maldito sea todo conocimiento que sea contrario a la cruz de
Cristo”.
Cuando estudiamos la Palabra de Dios
necesitamos la sabiduría de “este mundo” para poder entender adecuadamente
muchas cosas: contexto histórico, literario, vivencial, incluso principios
físicos, biológicos, económicos, contables, etcétera. No es que sea
“conocimiento humano” sino el entendimiento humano de las cosas tal como Dios
las ha creado, pero no es algo que nos venga dado en la Biblia. ¿Cuál es el
límite?
A medida que se profundiza en el
conocimiento, en causas y consecuencias, es muy fácil entremezclar las
filosofías humanas con la Palabra de Dios, y llegar a construir una teología
que incluye mucha confusión en ella. La solución no es el “simplismo” sino
atenerse a los principios de Dios a cada paso del “viaje intelectual”:
Eclesiastés 12:11-14 RVC
11 Las palabras de los sabios son como
aguijones, y el conjunto de las palabras de los maestros, impartidas por un
solo guía, son como clavos bien hincados.
12 Hijo mío, además de lo antes dicho, toma
en cuenta que nunca se acaba de escribir muchos libros, y que el cuerpo se
cansa de tanto estudiar.
13 Todo este discurso termina en lo
siguiente: Teme a Dios, y cumple sus mandamientos. Eso es el todo del hombre.
14 Por lo demás, Dios habrá de juzgar toda
obra, buena o mala, junto con toda acción encubierta.
Luego de un análisis absolutamente franco,
Eclesiastés llega a la conclusión de que la sabiduría humana no nos va a llevar
al camino que satisfaga nuestro ser, por lo tanto concluye con cuatro
afirmaciones que no deben perderse en el proceso:
“Las palabras de los sabios son como
aguijones, y el conjunto de las palabras de los maestros, impartidas por un
solo guía, son como clavos bien hincados.” Y muy probablemente aquí se refiera
a los dichos y proverbios, la expresión de sabiduría práctica, los principios
“sencillos” para vivir. La Biblia no fue escrita para teólogos ni profesionales
de la religión, fue escrita para hombres y mujeres sencillos de todos los
tiempos, por lo que hay un mensaje básico, vertebral, fundamental para la fe,
que no requiere de erudición para ser entendido: esos principios son la “regla”
que debe medir todas nuestras formulaciones teológicas; no importa cuán
razonables o consistentes internamente parezcan, al final tienen que ser
sometidas a esos básicos principios para ver que no se hayan desviado de ellos.
“…toma en cuenta que nunca se acaba de
escribir muchos libros…” Por lo tanto, nunca llegamos a la teología completa y
perfecta, y cuando pretendemos “cerrar” definitivamente un asunto probablemente
caigamos en el error. Esto no quiere decir que un nuevo “descubrimiento
teológico” contradiga las verdades fundamentales de las que hablamos en el
párrafo anterior, sino que los matices, derivaciones e interrelaciones de esas
verdades nunca van a ser descubiertas en toda su profundidad, siempre habrá
algo más para avanzar.
“Todo este discurso termina en lo siguiente:
Teme a Dios, y cumple sus mandamientos.” Un libro filosófico concluye con una
recomendación por demás de práctica: toda sabiduría de lo Alto necesita un
corazón limpio para fluir. No todo el que teme a Dios estará libre de error,
pero la verdad no podrá descubrirse adecuadamente en la persona que en el fondo
de su ser no ama de verdad al Señor.
“Dios habrá de juzgar toda obra, buena o
mala, junto con toda acción encubierta.” Esto se refiere en un sentido absoluto
al juicio que toda persona pasará delante de Dios, pero en un sentido más
terrenal, y probablemente más cercano al pensamiento del autor del libro, se
refiere a las consecuencias de la sabiduría aplicada en la vida, es decir, lo
que esa sabiduría produce en el sentido de si es bendecida / aprobada por Dios,
y por consiguiente da buenos resultados, o no, y por consiguiente genera
consecuencias malas.
“¡Las muchas letras te han vuelto loco!” dijo
Festo a Pablo y no era cierto, pero puede ser perfectamente cierto para
nosotros o para algunos de los que leemos. ¡Señor, ayúdanos a no separarnos de
la sabiduría que viene de Ti!
Danilo Sorti
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