domingo, 15 de abril de 2018

462. La necesidad del aguijón…


2 Corintios 12:1-10 RVC
1 En realidad, nada gano con vanagloriarme. Sin embargo, ahora voy a hablar de las visiones y de las revelaciones del Señor.
2 Sé de un hombre en Cristo, que hace catorce años fue arrebatado hasta el tercer cielo (sólo Dios sabe si esto ocurrió físicamente o no),
3 y sé que ese hombre (sólo Dios sabe si esto ocurrió físicamente o no),
4 fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que a ningún hombre se le permite pronunciar.
5 De ese hombre puedo jactarme; pero de mí mismo, sólo me jactaré de mis debilidades.
6 Sin embargo, no sería insensato de mi parte el querer jactarme, porque estaría diciendo la verdad; pero prefiero no hacerlo, para que nadie piense de mí más de lo que ve u oye de mí.
7 Y para que no me exaltara demasiado por la grandeza de las revelaciones, se me clavó un aguijón en el cuerpo, un mensajero de Satanás, para que me abofetee y no deje que yo me enaltezca.
8 Tres veces le he rogado al Señor que me lo quite,
9 pero él me ha dicho: «Con mi gracia tienes más que suficiente, porque mi poder se perfecciona en la debilidad.» Por eso, con mucho gusto habré de jactarme en mis debilidades, para que el poder de Cristo repose en mí.
10 Por eso, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en las afrentas, en las necesidades, en las persecuciones y en las angustias; porque mi debilidad es mi fuerza.


Cualquier manifestación grande del Señor sobre una persona conlleva un riesgo igualmente grande: el orgullo. Aquellos que tenemos unos cuantos años en el Evangelio y que hemos observado el desarrollo de diversos ministerios y liderazgos podemos dar cuenta de esa verdad, y no solo por haberla observado, sino también “vivido”.

Luego de Jesucristo, Pablo es la figura más notoria en todo el Nuevo Testamento y aquel que trajo los planos de la estructura de la Iglesia sobre el Fundamento que es Cristo. Recibió una de las revelaciones más grandes que tenemos en la Biblia y de hecho, recibió más de lo que escribió: “oyó palabras inefables que a ningún hombre se le permite pronunciar.” Además de eso, realizó milagros tremendos:

Hechos 19:11-12 RVC
11 Dios, por medio de Pablo, hacía milagros tan extraordinarios
12 que muchos le llevaban los paños o delantales de los enfermos, y las enfermedades desaparecían y la gente quedaba libre de espíritus malignos.

No era fácil mantenerse humilde en medio de todo eso: “Y para que no me exaltara demasiado por la grandeza de las revelaciones, se me clavó un aguijón en el cuerpo, un mensajero de Satanás, para que me abofetee y no deje que yo me enaltezca.”

Moisés es el otro ejemplo clásico; D. L. Moody dijo: “Moisés pasó 40 años creyendo que era alguien, 40 años aprendiendo que no era nadie, y luego 40 años viendo lo que Dios puede hacer con alguien que sabe que no es nadie”.

Pero Abraham lo fue antes que Él, y en realidad, Noé tampoco la tuvo fácil, ni José, ni David, ni tantos otros menos conocidos.

Algunos podrán decir que esto se aplica solo a “hombres imperfectos” o “especialmente pecadores”, lo cual no soluciona nada porque todos nosotros caemos dentro de esa categoría. Pero si pensamos que sólo debido a algún pecado especial los siervos de Dios son sometidos a tan “duro tratamiento”, se nos desarman los argumentos cuando leemos Hebreos:

Hebreos 2:9-10 RVC
9 Lo que sí vemos es que Jesús, que fue hecho un poco menor que los ángeles, está coronado de gloria y de honra, a causa de la muerte que sufrió. Dios, en su bondad, quiso que Jesús experimentara la muerte para el bien de todos.
10 Porque convenía que Dios, por quien todas las cosas existen y subsisten, perfeccionara mediante el sufrimiento al autor de la salvación de ellos, a fin de llevar muchos hijos a la gloria.

Hebreos 5:7-10 RVC
7 Cuando Cristo vivía en este mundo, con gran clamor y lágrimas ofreció ruegos y súplicas al que lo podía librar de la muerte, y fue escuchado por su temor reverente.
8 Aunque era Hijo, aprendió a obedecer mediante el sufrimiento;
9 y una vez que alcanzó la perfección, llegó a ser el autor de la salvación eterna para todos los que le obedecen,
10 y Dios lo declaró sumo sacerdote, según el orden de Melquisedec.

Es decir, si incluso Jesucristo necesitó pasar a través de los sufrimientos, ¿qué nos queda a nosotros? Pues… ¡sufrimientos necesarios!

¿Esto es “debilidad”? O mejor dicho, ¿qué es “debilidad”?

Los sufrimientos y las carencias o necesidades que pasemos a nivel humano son “debilidad” precisamente a los ojos humanos, pero no ante Dios. Nos hacen “débiles” si estamos pensando que debemos tener recursos materiales o fuerzas humanas, pero nos hacen fuertes porque nos ayudan a ver cuáles son los verdaderos recursos que necesitamos.

Sí hermanos, es necesario que pasemos por pruebas y es necesario que, si el Señor nos ha llamado a algún servicio especial, seamos especialmente probados, y a veces durante todo el tiempo que dure nuestro servicio. ¿Eso significa que todavía somos imperfectos porque nos podríamos enorgullecer si no tuviéramos ese aguijón? ¡¡¡SÍÍÍ!!! ¿Acaso alguno pensó que “ya llegó” al nivel adecuado de santidad…?

2 Corintios 1:9-11 RVC
9 Pero la sentencia de muerte que pendía sobre nosotros fue para que no confiáramos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos;
10 y él nos libró, y nos libra, y aún tenemos la esperanza de que él seguirá librándonos de tal peligro de muerte,
11 si ustedes nos apoyan con sus oraciones por nosotros. Si muchos oran por nosotros, también serán muchos los que den gracias a Dios por el don concedido a nosotros por tantas oraciones.

La debilidad que tenemos, y seguiremos teniendo, no tiene que ver con “pecados ocultos” o “falta de fe” o falta de poder de Dios, sino que es la herramienta de Dios para que aprendamos a confiar en Él y conocerlo con mayor profundidad aún, para que así podamos ministrar más efectivamente. Incluso Jesucristo necesitó del apoyo de Sus discípulos en la hora crucial:

Mateo 26:38 DHH
38 Les dijo:
—Siento en mi alma una tristeza de muerte. Quédense ustedes aquí, y permanezcan despiertos conmigo.

El aguijón es necesario para que el orgullo, Leviatán, no encuentre oportunidad en nosotros, a medida que Dios quiere manifestarse cada vez con más poder. Realmente he visto que el Señor tiene un gran problema con Sus siervos: si les envía aflicciones y problemas, se vuelven casi inútiles para la obra, llorando por los rincones y sintiéndose miserables. Si les da un poco de tranquilidad y éxito, se enorgullecen y se creen grandes personas. Y así tienen que estar oscilando fuertemente entre una victoria y una derrota, haciendo un poquito y siendo corregidos otro tanto. ¿Será esa nuestra realidad…?

¡Que el Señor quiera darnos la gracia para entender esto!

Danilo Sorti




Ayúdanos a llevar el mensaje.
Oprime aquí para enviarnos tu ofrenda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario