Isaías 46:5, 9,10 RVC
5 »¿A quién me asemejarán? ¿Con quién me
igualarán y compararán? ¿Con quién me harán semejante?
9 Recuerden los primeros sucesos de antaño,
porque yo soy Dios, y no hay otro. ¡Nada hay semejante a mí!
10 Yo anuncio desde un principio lo que está
por venir; yo doy a conocer por anticipado lo que aún no ha sucedido. Yo digo:
“Mi consejo permanecerá, y todo lo que quiero hacer lo haré.”
Es maravilloso recordar esta verdad, algo que
aprendimos apenas nos convertimos, más bien, algo que “saben” incluso los que
no creen: “si existiera Dios, estaría por encima de todo”. Es una de las
verdades universales y fundamentales no solo de la fe, sino de toda creatura.
Pero en el caminar diario nos pasa lo que
Jesús ilustró en la última cena:
Juan 13:3-10 RVC
3 Jesús, que sabía que el Padre había puesto
en sus manos todas las cosas, y que había salido de Dios, y que a Dios volvía,
4 se levantó de la cena, se quitó su manto y,
tomando una toalla, se la sujetó a la cintura;
5 luego puso agua en un recipiente y comenzó
a lavar los pies de los discípulos, para luego secárselos con la toalla que
llevaba en la cintura.
6 Cuando llegó a Simón Pedro, éste le dijo:
«Señor, ¿tú me lavas los pies?»
7 Respondió Jesús y le dijo: «Lo que yo hago,
no lo entiendes ahora; pero lo entenderás después.»
8 Pedro le dijo: «¡Jamás me lavarás los
pies!» Y Jesús le respondió: «Si no te los lavo, no tendrás parte conmigo.»
9 Simón Pedro le dijo: «Entonces, Señor,
lávame no solamente los pies, sino también las manos y la cabeza.»
10 Jesús le dijo: «El que está lavado, no
necesita más que lavarse los pies, pues está todo limpio. Y ustedes están
limpios, aunque no todos.»
“El que está lavado, no necesita más que
lavarse los pies” era una verdad que el tránsito por las polvorientas calles de
Jerusalén ilustraba a la perfección, y que nos enseña la necesidad de
limpiarnos de la suciedad del pecado que se nos va pegando en el caminar
diario.
Bueno, en realidad la palabra correcta no es
“limpiarnos” porque no podemos hacerlo por nuestra propia virtud, ni tampoco es
lo que vemos en Juan 13, sino que más bien se trata de que se lo permitamos al
Señor, y Pedro estuvo cerca de impedirlo ¡queriendo hacer lo bueno!
La autojusticia, la falsa santidad que viene
del Espíritu de la Religión, nos engaña al punto de impedir la obra de gracia
del Único que nos limpió al principio y quiere seguir haciéndolo.
Parte de esa limpieza tiene que ver con
aquello que fue proféticamente simbolizado en la sanidad de Pablo:
Hechos 9:18 RVC
18 Al momento, de los ojos de Saulo cayó algo
que parecían escamas, y éste recibió la vista. Luego que se levantó, fue
bautizado;
O lo que hizo con los apóstoles luego de
resucitado:
Lucas 24:45 RVC
45 Entonces les abrió el entendimiento para
que pudieran comprender las Escrituras,
Se trata de quitar el polvo de la mente o de
los ojos espirituales, los engaños que se nos van pegando a lo largo del
camino, que se infiltran solapadamente, y que mucho tienen que ver con negar la
naturaleza de Dios. Bueno, en realidad, EL ENGAÑO original, del cual parten
todos los otros, tuvo y tiene que ver con negar lo que Dios es y no negar a
Dios mismo, cuya existencia es evidente para todo espíritu humano (si el alma
quiere creerlo, es otra cosa): negar primero su principal atributo, el amor, y
luego todos los otros, aunque en realidad “dividir” los atributos de Dios es
algo artificial, y negar uno implica negar el resto. Como sea, es más fácil
para los humanos negar el amor de Dios, pero a partir de allí se avanza negando
el resto, entre ellos, Su poder.
El razonamiento puede ser más o menos así:
“si Dios es omnipotente, ¿por qué no hace tal cosa (que yo quiero o necesito)?”
Entonces, con una imagen simplista de Dios y Su forma de actuar, concluimos que
no lo hizo porque no tiene el poder, pero como eso choca enseguida con un
principio constitutivo de la Creación, la omnipotencia del Creador,
necesariamente debemos desviar la respuesta a “Dios no quiere” y, por lo tanto,
“no me ama como dice”. Así que negar el poder de Dios no es más que negar Su
amor; afirmar Su poder es reafirmar Su amor. Entremedio, el “por qué sí” o “por
qué no” tiene que ver con Su forma de hacer las cosas y con propósitos mayores
y más profundos que no siempre queremos hacer el esfuerzo de entender o
aceptar.
Cuando los cristianos somos desafiados con
nuevas pruebas o dificultades es porque se nos requiere expandir nuestro
conocimiento de Dios: sí, Dios es omnipotente, ¿pero “cuánto” es omnipotente?
Resulta una pregunta que no se responde de una vez y para siempre, por más
paradójico que parezca porque “omnipotente” abarca todo. Es a través de
nuestras experiencias y dificultades, y de ver la mano de Dios sobre ellas, que
“omnipotente” adquiere significado real para nosotros, que funciona en nuestras
vidas, que se transforma en algo que podemos creer y poner a trabajar.
Si volvemos al pasaje de Isaías 46 y leemos
los otros versículos del capítulo nos enteraremos de que está hablando de la
caída de Babilonia y de sus dioses, el imperio que parecía imbatible, porque
Dios le había permitido levantarse con poder y aplastar naciones durante un
tiempo. Frente a esa nueva experiencia para Israel, algo que no habían visto ni
vivido nunca antes, el Señor mostró una nueva dimensión de Su poder.
Fue necesario primero que Israel cayera bajo
Babilonia por su pecado. Allí vieron el tremendo poder el imperio y se
sintieron como una pulga a punto de ser aplastada, pero eso no ocurrió, sino lo
contrario; pudieron establecerse, multiplicarse y aún prosperar en el
territorio enemigo. Y luego, la nación grande e invencible terminó sucumbiendo
y puesta en ridículo.
“¿A quién me asemejarán? ¿Con quién me
igualarán y compararán? ¿Con quién me harán semejante?” Por cierto que con
ningún imperio, ni poder sobre esta tierra ni debajo de la tierra. “Recuerden
los primeros sucesos de antaño, porque yo soy Dios, y no hay otro. ¡Nada hay
semejante a mí!” Y no solamente no hay nada parecido siquiera a Dios en poder y
sabiduría, no hay nada parecido tampoco en alguno de Sus atributos y facetas;
el engaño satánico ha sido siempre poner algo “al lado de” Dios, algo que se le
parezca en algún sentido. “Yo anuncio desde un principio lo que está por venir;
yo doy a conocer por anticipado lo que aún no ha sucedido. Yo digo: ‘Mi consejo
permanecerá, y todo lo que quiero hacer lo haré.’” El tiempo en el que vivimos
nosotros, “nuestro” tiempo, está todo presente delante del Señor (como así
también el tiempo espiritual y el de la eternidad), ¿de qué habría de estar
preocupado? ¿qué cosa hay que no conozca? ¿qué sorpresa le depara el futuro?
Este es nuestro Dios, en Él creemos, y
necesitamos cada tanto que nos sean limpiados los pies del polvo del camino,
para que la fe que nos fue dada brille cada vez más.
Danilo Sorti
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