lunes, 9 de abril de 2018

450. ¿Cómo solucionamos las injusticias?


Salmos 40:1-4 RV1995
1 Pacientemente esperé a Jehová,
y se inclinó a mí y oyó mi clamor,
2 y me hizo sacar del pozo de la desesperación,
del lodo cenagoso;
puso mis pies sobre peña
y enderezó mis pasos.
3 Puso luego en mi boca cántico nuevo,
alabanza a nuestro Dios.
Verán esto muchos y temerán,
y confiarán en Jehová.
4 ¡Bienaventurado el hombre que puso en Jehová su confianza
y no mira a los soberbios
ni a los que se desvían tras la mentira!

Este salmo tan maravilloso de liberación y esperanza tiene un contexto, es entonado en medio de una situación especial que se nos cuenta un poco más adelante:

Salmos 40:13-15 RV1995
13 Quieras, Jehová, librarme;
Jehová, apresúrate a socorrerme.
14 Sean avergonzados y confundidos a una
los que buscan mi vida para destruirla.
Vuelvan atrás y avergüéncense
los que mi mal desean.
15 Sean asolados en pago de su afrenta
los que se burlan de mí.

Y esto nos aclara algo del sentido de las primeras frases. “Pacientemente esperé a Jehová” quiere decir, al menos en parte, pacientemente esperé a que Él solucione mis problemas y me haga justicia de mis enemigos. Esta es la actitud que tuvo Jesús cuando voluntariamente se sometió a la mayor injusticia de todas las cometidas sobre esta Tierra:

1 Pedro 2:22-23 DHH
22 Cristo no cometió ningún pecado ni engañó jamás a nadie.
23 Cuando lo insultaban, no contestaba con insultos; cuando lo hacían sufrir, no amenazaba, sino que se encomendaba a Dios, que juzga con rectitud.

El primer gran ejemplo histórico lo tenemos en Job:

Santiago 5:11 RVC
11 Recuerden que nosotros consideramos dichosos a los que pacientemente sufren. Ustedes ya han sabido de la paciencia de Job, y saben también cómo lo trató el Señor al final, porque él es todo compasión y misericordia.

¿Cómo tratamos con las injusticias? El concepto de justicia es una de las grandes líneas que recorre toda la Palabra y aquello que los occidentales más fácilmente podemos “leer” por nuestra formación cultural. Por ello, reducir el tema a algunos pocos versículos siempre será un error: hay mucho para leer, si fundamentamos nuestro concepto de justicia – injusticia en algunos pocos versículos o principios simplistas vamos a tener una imagen distorsionada e “injusta” de la justicia divina.

¡Pero no podemos hablar de todos ellos en un solo artículo! Así que, a riesgo de caer en el pecado que acabo de mencionar, quiero hablar de uno de los aspectos: cómo tratamos con las injusticias que sufrimos.

Pero en realidad este solo ítem también tiene mucho para decir, por lo que me voy a enfocar en el contenido de los versículos que leímos. Habrá momentos en que el Señor nos mande a luchar contra las injusticias (¡y nuestra lucha es espiritual, no con armas humanas!), pero hay momentos en que sólo debemos, y podemos, presentar al Señor nuestro problema y “esperar pacientemente”.

Esto ocurre cuando no hay posibilidad humana de hacer nada (muy frecuente) o cuando cualquier solución humanamente visible en realidad implicaría otra injusticia.

Dios es un Dios de justicia y al final de los tiempos Su justicia prevalecerá por siempre, pero la injusticia domina el presente y así “tiene” que ser por un poco más, no porque sea Su voluntad perfecta, sino porque está permitido en función de una justicia mayor.

¿Cómo solucionamos las injusticias que “no podemos solucionar” sin ser injustos en otra área? A veces debemos revisar qué entendemos por “injusto” y darnos cuenta de que solemos cuidar formas y normas sociales que en realidad no son bíblicas y que pueden encerrarnos en situaciones incorrectas. Las “mejores normas sociales”, que los nuevos cristianos se esfuerzan por cumplir, no necesariamente son los mejores principios bíblicos, en todo caso abarcan algunos de ellos, pero otros no.

Dicho esto, aún permanecerán situaciones injustas e incómodas, y la clave está en saber si Dios así lo está permitiendo por determinadas razones. Si es así, “no hay” solución más que esperar pacientemente a que Dios tome el control, y mientras tanto deberemos aprender a “convivir” con la injusticia, sin que lleguemos a aceptarla nunca, porque no corresponde a la verdadera justicia divina.

A veces pecamos tratando de resolver por nuestra cuenta situaciones que Dios ha permitido que ocurran. A veces la solución “más correcta” a ellas implica un esfuerzo mayor de nuestra parte. No hay mérito en “someternos” por el simple ejercicio de la sumisión, lo más probable es que terminemos haciéndolo a los propósitos satánicos. Pero tampoco hay mérito en rebelarnos contra lo que Dios no nos mandó. Lo más importante de todo, lo que está por encima de todo, es que Dios está allí donde quiere que estemos.

Y no hace falta decir que vivimos en un “interregno” pasajero, perecedero, por un breve tiempo, hasta que la luz de la justicia alumbre definitivamente. Mientras tanto, podemos decir como Jesucristo:

Mateo 3:13-15 RVC
13 Jesús fue de Galilea al Jordán, donde estaba Juan, para ser bautizado por él.
14 Pero Juan se le oponía, diciendo: «Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?»
15 Jesús le respondió: «Por ahora, déjalo así, porque conviene que cumplamos toda justicia.» Entonces Juan aceptó.


Danilo Sorti




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