domingo, 15 de abril de 2018

458. Jesucristo es superior, y nosotros somos de Él


Hebreos 1:3-6 RVC
3 Él es el resplandor de la gloria de Dios. Es la imagen misma de lo que Dios es. Él es quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder. Después de llevar a cabo la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la derecha de la Majestad, en las alturas,
4 y ha llegado a ser superior a los ángeles, pues ha recibido un nombre más sublime que el de ellos.
5 Porque jamás dijo Dios a ninguno de sus ángeles: «Tú eres mi Hijo. Yo te he engendrado hoy.» Ni tampoco: «Yo seré su Padre, y él será mi hijo.»
6 Además, cuando Dios introduce al Primogénito en el mundo, dice: «Que lo adoren todos los ángeles de Dios.»


Los cristianos que recibieron esta carta estaban pasando por momentos difíciles, por lo que estaban abandonando su fe firme en Cristo para volver a una mezcla de judaísmo que les evitara la persecución. En ese proceso, Jesucristo mismo estaba siendo “desdibujado” en la mente de ellos, ¿quién era realmente? ¿cuánto poder tenía? Es decir, ¿valía la pena esforzarse tanto por Él?

El contexto de la sociedad de ese entonces era profundamente animista, esto se refiere a las religiones enfocadas en dioses y espíritus a los que hay que apaciguar continuamente, aunque uno nunca sabe cuál puede estar enojado. La realidad es que hoy buena parte del mundo sigue siendo animista, por un lado tenemos las religiones que expresamente creen en muchos dioses o seres espirituales o ancestros, y por otro, el sincretismo del cristianismo y el islam con el paganismo y la brujería, además de la nueva religiosidad occidental estilo New Age que incluye un animismo encubierto.

Por más que los judíos fueran exclusivamente monoteístas (en la práctica sólo después del exilio babilónico), ese ambiente espiritual y alguna especie de culto a los ángeles (como “intermediarios” entre Dios y ellos) afectaba su espiritualidad y “competían” con Jesús, de quien no acababan de tener una imagen clara.

Lo cierto es que ese es el mismo problema para todos, ¿quién es Jesús? Pero no una respuesta fácil y rápida, sino “quién realmente es” cuando hay problemas, cuando parece que no tiene ese poder que dice tener o que al menos no nos ama lo suficiente como para intervenir en nuestras vidas cuando lo necesitamos. Pero la respuesta está, de manera indirecta, en el versículo 3:

3 Él es el resplandor de la gloria de Dios. Es la imagen misma de lo que Dios es. Él es quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder. Después de llevar a cabo la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la derecha de la Majestad, en las alturas,

Él, siendo Dios mismo, llevó a cabo “la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo”, y esto nos remite a Su sacrificio. En este versículo Pablo resume Filipenses 2:5-11; desde la eternidad gloriosa de Dios, al sacrificio en la cruz al trono como Dios y como Hombre vencedor. De alguna manera aquí tenemos un resumen de toda la carta; nosotros nos “encontramos” con Él no en el cielo, no en la eternidad gloriosa donde están los ángeles también, sino aquí, cuando descendió, en el tiempo de Su sacrificio, y estamos transitando junto con Él el período de la “purificación de los pecados”, no porque nosotros debamos o podamos solucionar algo de nuestros pecados, sino porque necesitamos pasar por estos sufrimientos para ser conformados a Su imagen, para sentarnos luego con Él en los tronos que haya dispuesto para nosotros, si es que vencemos (esto no tiene que ver con la salvación, que ya tenemos, sino con la recompensa).

¿Es Cristo Dios? ¡Qué difícil resulta para los hombres y mujeres creer que ese carpintero que caminó por calles polvorientas y murió en una cruz resulte algo más que un buen ser humano! Precisamente porque necesitan ver “el resplandor de la gloria de Dios”, algo espectacular, lo suficientemente llamativo, pero no pueden reconocer la pureza de Su carácter ni recibir el testimonio de los que lo vieron.

El gran problema de todos los tiempos es esta “doble naturaleza” en Cristo; las personas claman por alguien que los comprenda y se haga como ellos, pero cuando Dios mismo lo realizó de manera perfecta, no lo aceptan.

Todo el Universo es sostenido por Él, aún los malvados, ¡aún Satanás y sus demonios! ¿Cómo podría un ser tan inteligente, más que cualquier otro ser creado, rebelarse contra alguien de quién sigue dependiendo para existir? Si Dios dejara de ser Dios, cosa que no puede pasar, desaparecería toda la Creación. Solo el grado más extremo inimaginable de “trastorno psicológico” puede explicar la rebelión de Lucifer, y solo el engaño más elaborado explica por qué tantos lo siguen.

Este Cristo es superior, y por lo tanto, Sus palabras son superiores, Su camino es superior, su ejemplo es superior. Así, nos sirve de recordatorio para no desviarnos del fundamento y para no caer en el desánimo y en alguna forma de espiritualidad menor a la que Dios ha dispuesto para nosotros.

4 y ha llegado a ser superior a los ángeles, pues ha recibido un nombre más sublime que el de ellos.
5 Porque jamás dijo Dios a ninguno de sus ángeles: «Tú eres mi Hijo. Yo te he engendrado hoy.» Ni tampoco: «Yo seré su Padre, y él será mi hijo.»
6 Además, cuando Dios introduce al Primogénito en el mundo, dice: «Que lo adoren todos los ángeles de Dios.»

Jesucristo no es un ángel ni un ser creado, porque no podría recibir la adoración que le corresponde a Dios, es Dios mismo, en toda plenitud. “Yo te he engendrado hoy”, “Yo seré su Padre, y él será mi hijo” se refería a la entronización del rey en Israel, precisamente al hecho de sentarse a la derecha de Dios no ya como Dios, sino como hombre vencedor, el Hombre Perfecto que ganó lo que Adán perdió.

A los creyentes hebreos, de quienes Pablo diría más adelante “Aunque después de tanto tiempo ya debieran ser maestros, todavía es necesario que se les vuelva a enseñar lo más elemental de las palabras de Dios.” Les está explicando, precisamente, lo más elemental. Probablemente no todos los que hoy están leyendo este artículo necesiten que se les vuelva a explicar eso, pero seguro que todos necesitamos que se nos recuerde, para no olvidarlo; la estrategia del Adversario consiste en eso, y es muy simple, erosionar el conocimiento y la fe en los principios básicos del Evangelio para luego avanzar sobre el resto, ¡por más que tengamos títulos teológicos! ¡Señor, ayúdanos!


Danilo Sorti




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