Hebreos 1:3-6 RVC
3 Él es el resplandor de la gloria de Dios.
Es la imagen misma de lo que Dios es. Él es quien sustenta todas las cosas con
la palabra de su poder. Después de llevar a cabo la purificación de nuestros
pecados por medio de sí mismo, se sentó a la derecha de la Majestad, en las
alturas,
4 y ha llegado a ser superior a los ángeles,
pues ha recibido un nombre más sublime que el de ellos.
5 Porque jamás dijo Dios a ninguno de sus
ángeles: «Tú eres mi Hijo. Yo te he engendrado hoy.» Ni tampoco: «Yo seré su
Padre, y él será mi hijo.»
6 Además, cuando Dios introduce al
Primogénito en el mundo, dice: «Que lo adoren todos los ángeles de Dios.»
Los cristianos que recibieron esta carta
estaban pasando por momentos difíciles, por lo que estaban abandonando su fe
firme en Cristo para volver a una mezcla de judaísmo que les evitara la
persecución. En ese proceso, Jesucristo mismo estaba siendo “desdibujado” en la
mente de ellos, ¿quién era realmente? ¿cuánto poder tenía? Es decir, ¿valía la
pena esforzarse tanto por Él?
El contexto de la sociedad de ese entonces
era profundamente animista, esto se refiere a las religiones enfocadas en
dioses y espíritus a los que hay que apaciguar continuamente, aunque uno nunca
sabe cuál puede estar enojado. La realidad es que hoy buena parte del mundo
sigue siendo animista, por un lado tenemos las religiones que expresamente
creen en muchos dioses o seres espirituales o ancestros, y por otro, el sincretismo
del cristianismo y el islam con el paganismo y la brujería, además de la nueva
religiosidad occidental estilo New Age que incluye un animismo encubierto.
Por más que los judíos fueran exclusivamente
monoteístas (en la práctica sólo después del exilio babilónico), ese ambiente
espiritual y alguna especie de culto a los ángeles (como “intermediarios” entre
Dios y ellos) afectaba su espiritualidad y “competían” con Jesús, de quien no
acababan de tener una imagen clara.
Lo cierto es que ese es el mismo problema
para todos, ¿quién es Jesús? Pero no una respuesta fácil y rápida, sino “quién
realmente es” cuando hay problemas, cuando parece que no tiene ese poder que
dice tener o que al menos no nos ama lo suficiente como para intervenir en
nuestras vidas cuando lo necesitamos. Pero la respuesta está, de manera
indirecta, en el versículo 3:
3 Él es el resplandor de la gloria de Dios.
Es la imagen misma de lo que Dios es. Él es quien sustenta todas las cosas con
la palabra de su poder. Después de llevar a cabo la purificación de nuestros
pecados por medio de sí mismo, se sentó a la derecha de la Majestad, en las
alturas,
Él, siendo Dios mismo, llevó a cabo “la
purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo”, y esto nos remite a Su
sacrificio. En este versículo Pablo resume Filipenses 2:5-11; desde la
eternidad gloriosa de Dios, al sacrificio en la cruz al trono como Dios y como
Hombre vencedor. De alguna manera aquí tenemos un resumen de toda la carta;
nosotros nos “encontramos” con Él no en el cielo, no en la eternidad gloriosa
donde están los ángeles también, sino aquí, cuando descendió, en el tiempo de
Su sacrificio, y estamos transitando junto con Él el período de la “purificación
de los pecados”, no porque nosotros debamos o podamos solucionar algo de
nuestros pecados, sino porque necesitamos pasar por estos sufrimientos para ser
conformados a Su imagen, para sentarnos luego con Él en los tronos que haya
dispuesto para nosotros, si es que vencemos (esto no tiene que ver con la
salvación, que ya tenemos, sino con la recompensa).
¿Es Cristo Dios? ¡Qué difícil resulta para
los hombres y mujeres creer que ese carpintero que caminó por calles
polvorientas y murió en una cruz resulte algo más que un buen ser humano! Precisamente
porque necesitan ver “el resplandor de la gloria de Dios”, algo espectacular,
lo suficientemente llamativo, pero no pueden reconocer la pureza de Su carácter
ni recibir el testimonio de los que lo vieron.
El gran problema de todos los tiempos es esta
“doble naturaleza” en Cristo; las personas claman por alguien que los comprenda
y se haga como ellos, pero cuando Dios mismo lo realizó de manera perfecta, no
lo aceptan.
Todo el Universo es sostenido por Él, aún los
malvados, ¡aún Satanás y sus demonios! ¿Cómo podría un ser tan inteligente, más
que cualquier otro ser creado, rebelarse contra alguien de quién sigue
dependiendo para existir? Si Dios dejara de ser Dios, cosa que no puede pasar,
desaparecería toda la Creación. Solo el grado más extremo inimaginable de
“trastorno psicológico” puede explicar la rebelión de Lucifer, y solo el engaño
más elaborado explica por qué tantos lo siguen.
Este Cristo es superior, y por lo tanto, Sus
palabras son superiores, Su camino es superior, su ejemplo es superior. Así,
nos sirve de recordatorio para no desviarnos del fundamento y para no caer en
el desánimo y en alguna forma de espiritualidad menor a la que Dios ha
dispuesto para nosotros.
4 y ha llegado a ser superior a los ángeles,
pues ha recibido un nombre más sublime que el de ellos.
5 Porque jamás dijo Dios a ninguno de sus
ángeles: «Tú eres mi Hijo. Yo te he engendrado hoy.» Ni tampoco: «Yo seré su
Padre, y él será mi hijo.»
6 Además, cuando Dios introduce al
Primogénito en el mundo, dice: «Que lo adoren todos los ángeles de Dios.»
Jesucristo no es un ángel ni un ser creado,
porque no podría recibir la adoración que le corresponde a Dios, es Dios mismo,
en toda plenitud. “Yo te he engendrado hoy”, “Yo seré su Padre, y él será mi
hijo” se refería a la entronización del rey en Israel, precisamente al hecho de
sentarse a la derecha de Dios no ya como Dios, sino como hombre vencedor, el
Hombre Perfecto que ganó lo que Adán perdió.
A los creyentes hebreos, de quienes Pablo
diría más adelante “Aunque después de tanto tiempo ya debieran ser maestros,
todavía es necesario que se les vuelva a enseñar lo más elemental de las
palabras de Dios.” Les está explicando, precisamente, lo más elemental.
Probablemente no todos los que hoy están leyendo este artículo necesiten que se
les vuelva a explicar eso, pero seguro que todos necesitamos que se nos
recuerde, para no olvidarlo; la estrategia del Adversario consiste en eso, y es
muy simple, erosionar el conocimiento y la fe en los principios básicos del
Evangelio para luego avanzar sobre el resto, ¡por más que tengamos títulos
teológicos! ¡Señor, ayúdanos!
Danilo Sorti
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