domingo, 15 de abril de 2018

461. El ayuno, la guerra espiritual y la revelación II


Éxodo 34:28 RVC
28 Y Moisés estuvo allí, con el Señor, cuarenta días y cuarenta noches. No comió pan, ni bebió agua, pero sí escribió en las tablas de piedra las palabras del pacto, es decir, los diez mandamientos.

En un artículo anterior vimos como el ministerio de Jesucristo comenzó con un ayuno de cuarenta días en el que fue directamente a enfrentar a Satanás; sea que la lucha haya durado los cuarenta días, lo cual sería muy probable, o que se haya desencadenado al final, lo cierto es que fue lo suficientemente aplastante como para ganar una victoria por el tiempo que duró su ministerio terrenal, y no más sólo porque era necesario que muriese y resucitase.

Ese ministerio estuvo marcado por los milagros, pero más importante que eso, estuvo marcado por la revelación espiritual; los milagros fueron en cierto sentido el “sello” de las palabras, que se constituyeron en la revelación más perfecta de Dios que hay sobre esta Tierra. El ayuno no solamente ayudó a limpiar los aires para que Jesús pudiera decir:

Juan 1:51 RVC
51 También le dijo: «De cierto, de cierto les digo, que de aquí en adelante verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre.»

Sino que permitió que la revelación contenida en Sus palabras fuera dada.

Pero Jesús no estaba “inventando” nada nuevo, aunque sí era completamente nuevo y único el nivel de lucha espiritual que se desató, sino que estaba aplicando los principios que ya habían dejado registrados Moisés y Daniel.

Moisés, como vaso humano que Dios usó para establecer una nación casi “de la nada”, ayunó durante cuarenta días mientras recibía la Ley que habría de regir durante siglos a Israel y que sería el fundamento sobre el cual Jesús traería un Nuevo y Mejor Pacto. No sabemos si hubo lucha espiritual allí, ¡la hubo abajo, y bastante “humana” más que espiritual!, pero quedó establecida la relación entre ayuno y revelación.

Más adelante encontramos otro ejemplo clave, no porque haya traído una nueva Ley sino porque pudo ver hacia el final de los tiempos, para dar dirección a los muchos que habríamos de vivir en ese final.

Daniel 9:1-5, 21, 22 RVC
1 Darío hijo de Asuero, que era de la nación de los medos, llegó a ser rey de los caldeos. En el primer año
2 de su reinado yo, Daniel, logré entender en los escritos el número de años que el Señor había anunciado al profeta Jeremías: la desolación de Jerusalén habría de durar setenta años.
3 Volví entonces mi rostro a mi Dios y Señor, para pedir su ayuda con oración y ruego. Me puse a ayunar, y me cubrí de cilicio y de ceniza.
4 Y ésta fue mi oración al Señor mi Dios; ésta fue mi confesión: Señor, Dios grande y digno de ser temido, que cumples tu pacto y tu misericordia con los que te aman y cumplen tus mandamientos:
5 Hemos pecado, hemos hecho lo malo, hemos sido impíos y rebeldes; ¡nos hemos apartado de tus leyes y mandamientos!
21 y orando sin cesar, cuando hacia la hora del sacrificio de la tarde vi que Gabriel, el hombre que antes había visto en la visión, volaba hacia mí apresuradamente.
22 Habló conmigo, y me explicó: «Daniel, si he salido ahora ha sido para infundirte sabiduría y entendimiento.

Daniel 10:1-5, 11-14 RVC
1 En el año tercero del rey Ciro de Persia, Daniel, también llamado Beltsasar, recibió una revelación. La revelación era verdadera, y el conflicto grande; pero Daniel comprendió la revelación y pudo interpretar la visión.
2 Yo, Daniel, estuve afligido en aquellos días durante tres semanas.
3 No comí ningún manjar delicado, ni carne, ni tomé vino, ni me apliqué ningún perfume, hasta que se cumplieron las tres semanas.
4 El día veinticuatro del mes primero, mientras me encontraba a la orilla del gran río Hidekel,
5 levanté la mirada y vi a un hombre vestido de lino, ceñido con un cinturón de oro de Ufaz.
11 Y me dijo: «Tú, Daniel, eres muy amado. Ponte de pie y presta atención a lo que voy a decirte, porque he sido enviado a ti.» Mientras aquel hombre me decía esto, yo me puse en pie, aunque tembloroso.
12 Entonces aquel hombre me dijo: «No tengas miedo, Daniel, porque tus palabras fueron oídas desde el primer día en que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios. Precisamente por causa de tus palabras he venido.
13 El príncipe del reino de Persia se me enfrentó durante veintiún días, pero Miguel, que es uno de los príncipes más importantes, vino en mi ayuda, y me quedé allí, con los reyes de Persia.
14 Ahora he venido para hacerte saber lo que va a sucederle a tu pueblo en los últimos días. La visión es para esos días.»

La revelación estuvo unida al ayuno, por supuesto que ese grado de revelación vino a uno del que Dios pudo decir: “Tú, Daniel, eres muy amado”, pero eso no nos deja fuera del proceso.

No solamente estuvo relacionado el ayuno con la revelación sino también con la lucha espiritual, es decir, hubo lucha espiritual para que no bajara la revelación, y podemos suponer que otro tanto pasó en el caso de Jesús y quizás con Moisés.

Buscar una palabra de Dios implica una lucha en los aires, más propiamente en el reino satánico del segundo cielo, que es el que entorpece nuestra visión de Dios y en donde se encuentran los principados de mayor rango, por ahora. ¿Tanto lío “simplemente” por una palabra…?

Sabemos que el reino de las tinieblas constituye una excelente brújula que apunta hacia el sur, así que cuando no podemos tener una revelación muy clara de la voluntad de Dios, Satanás se encarga de hacernos saber muy bien cuando estamos en el camino correcto, debido a las confrontaciones que nos presenta. Inevitablemente, sigue siendo siervo de Dios…

Así que, si tanto obstáculo presenta para recibir una palabra, es precisamente por el poder que tiene esa “simple” palabra; y si nos agarra desprevenidos la lucha espiritual que se nos levanta en un ayuno (o que impide que ayunemos) es porque no estamos entendiendo bien ese poder.

2 Pedro 3:5 RVC
5 … fueron creados los cielos por la palabra de Dios, lo mismo que la tierra, …

Salmos 33:6, 9 RVC
6 Con su palabra, el Señor hizo los cielos; todo lo creado lo hizo con un soplo de su boca.
9 El Señor habló, y todo fue creado; el Señor ordenó, y todo apareció.

Hebreos 4:12 RVC
12 La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que las espadas de dos filos, pues penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.

Isaías 55:11 RVC
11 así también mi palabra, cuando sale de mi boca, no vuelve a mí vacía, sino que hace todo lo que yo quiero, y tiene éxito en todo aquello para lo cual la envié.

Juan 1:1-5 RVC
1 En el principio ya existía la Palabra. La Palabra estaba con Dios, y Dios mismo era la Palabra.1
2 La Palabra estaba en el principio con Dios.
3 Por ella fueron hechas todas las cosas. Sin ella nada fue hecho de lo que ha sido hecho.
4 En ella estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad.
5 La luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.

Ahora bien, este es el poder de LA PALABRA, que tenemos escrita en la Biblia, pero el principio de ayuno–lucha espiritual–revelación no se agotó en ese tiempo sino que sigue manifestándose hoy, haciendo viva y eficaz para nosotros en nuestras circunstancias particulares, La Palabra que nos fue dada, trayendo revelación sobre propósitos específicos, iluminando versículos claves para nuestra realidad actual, en resumen, “dándole poder” a las palabras que podamos creer y proclamar.

Podemos ayunar para buscar revelación, pero nos vamos a encontrar con un conflicto espiritual que debe ser completamente resuelto antes de que la recibamos. Y lo que recibimos es “una palabra”, pero no “cualquier palabra” sino la palabra que Dios Espíritu nos está dando específicamente, y eso sólo basta para confrontar los poderes satánicos que obstaculizan la obra de Dios que nos haya sido confiada. ¡Vamos con valor a la lucha porque Fiel es El que nos llamó!


Danilo Sorti




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