jueves, 19 de noviembre de 2020

783. Un nuevo odre para un nuevo vino

 Mateo 13:52 RVC

52 Él les dijo: «Por eso todo escriba que ha sido instruido en el reino de los cielos es semejante al dueño de una casa, que de su tesoro saca cosas nuevas y cosas viejas.»

  

Desde hace mucho tiempo venimos vislumbrando el nacimiento de un nuevo odre. Es claro que la ecclesia, la iglesia tal como la conocemos, no ha sido nunca perfecta, ni aún en los primeros tiempos que se registran en el Nuevo Testamento. Ha conocido momentos gloriosos de una visitación maravillosa del Espíritu y ha conocido momentos tan oscuros que no resulta fácil diferenciarla del reino de las tinieblas. Lo realmente maravilloso es que el Señor no ha dejado nunca de cuidar y purificar a Su Iglesia, bendiciéndola y prosperándola pero también juzgándola y limpiándola.

 ¿Qué cristiano no ha sido herido alguna vez (o unas cuantas veces…) por sus hermanos, por los líderes, por la estructura de la iglesia en sí? ¿Quién no ha visto pecados en ella o incluso ha participado en ellos? Todos sabemos que nuestras comunidades son imperfectas y entendemos que todavía falta “algo más”. Puedo decir que si un cristiano no comprende esta verdad tan evidente y no tiene el clamor en su espíritu por un cambio, por una transformación en su iglesia es porque ha enfriado al Espíritu dentro suyo.

 Algunos cristianos han podido “acomodarse”, por así decirlo, al modelo actual y no sienten tanta necesidad de un cambio, en todo caso, de un “perfeccionamiento” pero no una transformación radical. Otros no nos hemos acomodado casi nunca, y por lo tanto la necesidad de transformación se volvió mucho más patente.

 Algunos hemos entendido, a medida que pasaba el tiempo, cuán lejos estaba el modelo actual de iglesias evangélicas de las realidades sociales, de los lineamientos que el Espíritu estaba mostrando y del poder necesario para obrar en este mundo presente. Pero “nada” cambiaba, en todo caso, podía haber acomodamientos aquí y allá, pero no mucho más.

 Quiero hacer un paréntesis: estos procesos de cambios estructurales no son algo nuevo, podemos leer de ellos en la Biblia, con mucho detalle, si, como dice en el versículo 43 del mismo capítulo, tenemos oídos para oír. En tiempos más recientes, ha habido suficiente investigación respecto de esos cambios a nivel social, de iglesia y a nivel científico (las “revoluciones científicas” y los cambios de paradigmas). A lo que se nos ha revelado en la Biblia hoy le podemos agregar mucha más historia que los ilustran y conocimientos que los profundizan. Por lo tanto, no estamos avanzando en terreno absolutamente nuevo, sino bajo patrones y esquemas generales conocidos y predecibles. Sencillamente, tenemos que saber “qué está pasando” y releer qué se ha escrito al respecto.

 Tal como dice el versículo del principio, hace falta sacar conocimientos antiguos y conocimientos nuevos sobre este proceso que estamos viendo, que es nuevo porque en un sentido cada momento en la historia es único e irrepetible pero en otro sentido hay fenómenos y procesos que se repiten inexorablemente, por lo que son “antiguos”.

 Entonces, hay un error si solamente nos enfocamos en lo “nuevo”, creyendo que estamos inventando la pólvora. Hay otro error peor si pensamos que solo habrá “más de lo mismo”, quedándose en lo antiguo. Los jóvenes generalmente cometen el primero y los más viejos generalmente el segundo.

 Ahora, cada proceso de cambio implica necesariamente “cosas viejas” y “cosas nuevas”. El capítulo 13 no es el único donde aparecen parábolas, pero es central en ese sentido:

 Mateo 13:10-17 RVC

10 Los discípulos se acercaron y le preguntaron: «¿Por qué les hablas por parábolas?»

11 Él les respondió: «Porque a ustedes se les concede entender el misterio del reino de los cielos, pero a ellos no.

12 Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo poco que tiene se le quitará.

13 Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden.

14 De manera que en ellos se cumple la profecía de Isaías, que dijo: “Ustedes oirán con sus oídos, pero no entenderán; y verán con sus ojos, pero no percibirán.

15 Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido; con dificultad oyen con los oídos, y han cerrado sus ojos; no sea que con sus ojos vean, y con sus oídos oigan, y con su corazón entiendan Y se vuelvan a mí, Y yo los sane.”

16 Pero dichosos los ojos de ustedes, porque ven; y los oídos de ustedes, porque oyen.

17 Porque de cierto les digo, que muchos profetas y hombres justos desearon ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; y oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.

 Las parábolas muestra y ocultan a la vez: los que tienen ojos para ver lo nuevo que viene pueden entenderlas, el resto no. “Ojos para ver” es una actitud del corazón abierto a Dios, hacia lo nuevo, dispuesto a escuchar la voz del Espíritu, como un niño. A ellos el Espíritu les habla por medio de las parábolas. Los que no son los orgullosos, los que “ya saben”, que no necesitan lo nuevo. A ellos les pasa desapercibido el cambio, solo verán con el tiempo que sus iglesias están cada vez más vacías sin encontrar una explicación adecuada a ello.

 El número 13 es frecuentemente mencionado como un número de rebeldía, de desorden. No parece el caso cuando leemos las 7 parábolas que se mencionan aquí, pero el verdadero significado del número se hace evidente en los últimos versículos:

 Mateo 13:53-58 RVC

53 Cuando Jesús terminó de exponer estas parábolas, se fue de allí.

54 Al llegar a su tierra, les enseñaba en la sinagoga del lugar. La gente se asombraba y decía: «¿De dónde le viene a éste la sabiduría? ¿Cómo es que hace estos milagros?

55 ¿Acaso no es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos son Jacobo, José, Simón y Judas?

56 ¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, le viene todo esto?»

57 Y les era muy difícil entenderlo. Pero Jesús les dijo: «No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra y en su propia familia.»

58 Y por la incredulidad de ellos no hizo allí muchos milagros.

 Su propia tierra, los “suyos”, se quedaron con la historia pasada de Jesús, con su humanidad, propia de cualquier persona, y no pudieron entender lo que decía.

 Trece es número de la “sobrehora”, el inicio de un nuevo gobierno, simbolizado con el doce, pero también el de la rebeldía, el rechazo a lo nuevo. Y como vimos, eso necesariamente trae cosas de lo “viejo”.

 Hasta ahora hemos venido viendo muchos “ladrillos” que el Espíritu ha estado dando para construir el nuevo edificio, hemos hablado de él, lo hemos “saludado” y hemos intentado delinearlo, con mayor o menor éxito. Pero inevitablemente debimos concluir que “lo nuevo” aún no estaba entre nosotros.

 Las circunstancias dramáticas que se han desatado sobre todo el mundo, y a través de las cuales el Espíritu “encerró” a Su pueblo para que lo escuche a Él, son la señal de largada: ya no hay marcha atrás y aunque seguimos sin saber aún “qué cosa sea” exactamente. Sabemos que viene con rapidez, que todas las partes de eso nuevo ya han sido soltadas y que rápidamente el Espíritu las unirá, como un rompecabezas.

 A partir del inicio de la Reforma el Espíritu ha estado renovando periódicamente Su iglesia. Todo a lo largo del camino han quedado los que se quedaron. Casi con total seguridad puedo decir hoy que nos encontramos con el cambio más dramático desde aquellos tiempos, incluso mayor que el derramamiento del Espíritu a principios del siglo XX. Y la rapidez de este cambio excede en mucho a la de los anteriores, aunque su preparación ha llevado décadas.

 El desafío: entender qué está pasando, no quedarse “al costado” de la historia, poder recuperar los “tesoros viejos” y aceptar los “tesoros nuevos”… con una rapidez nunca antes vista en la historia. ¿Quiénes se suman?

 

 Danilo Sorti


 


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