Éxodo 4:10-12 RVC
10 Entonces Moisés le dijo al Señor: «¡Ay,
Señor! Yo nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes ni ahora que hablas
con este siervo tuyo. Y es que soy muy lento para hablar, y mi lengua es muy
torpe.»
11 Pero el Señor le respondió: «¿Y quién le
dio la boca al hombre? ¿O quién hizo al mudo y al sordo, o al que ve y al que
no ve? ¿Acaso no soy yo el Señor?
12 Así que anda ya, que yo estaré con tu boca
y te enseñaré lo que tengas que decir.»
Un tiempo atrás escuchamos a un predicador
muy famoso hablar acerca de su diagnóstico de Asperger. No soy psicólogo ni
psiquiatra, así que no quiero hablar acerca de cuán acertado es tal diagnóstico
ni de cuán válido sea aplicarlo a personas que evidentemente han logrado
desenvolverse socialmente, tener “éxito” desde el punto de vista humano e
incluso edificar para el Reino de Dios. Pero la “señal de alarma” se me prendió
cuando una persona cercana, muy querida en el Señor, me hablaba acerca de su
propio diagnóstico de Asperger.
Allí se me hizo muy claro por el Espíritu la
verdadera estrategia de Satanás a través de este diagnóstico “científico”.
Entre paréntesis, creo que a esta altura de
los acontecimientos a nadie escapa que “la ciencia” (cosa que ni existe ni ha
existido nunca porque “la” ciencia no es ninguna entidad en sí, sino solo los
“principios científicos” para producir “conocimiento científico”, siempre
provisorio y perfectible) se ha vuelto una sierva en manos del sistema mundial
que ya sabemos cómo se llama. Pero esto no es nuevo, ese programa satánico
viene fuertemente en marcha desde el siglo XIX, luego de que el conocimiento
científico se “independizara” de la matriz cristiana que lo hizo posible, lo
gestó, lo dio a luz y lo sostuvo.
Bueno, volvamos. ¿En dónde está el engaño en
esta clasificación de personas que no presentan una patología psiquiátrica
evidentemente desviada? Es fácil.
Se toma una patología que, en su
manifestación profunda, es evidentemente grave, el Asperger, y se la va
“reduciendo en intensidad” hasta llegar a sus formas más leves, de tal manera
que solo pueden ser identificadas a través de una serie de test y análisis.
Verdad de Perogrullo: si es difícil de identificar, no es evidente, ergo, no es
grave, e incluso podemos dudar de cuán válido sea llamarla patología.
Pero al “hacerla descender” de una patología,
la “aspergianidad” mantiene su mote nocivo. Entonces, cuando le pegamos la
etiqueta de “aspergiano” a una persona (y otras tantas, por cierto), y peor
aún, cuando la persona misma la acepta y se la pega ella solita, ya decimos que
es un “levemente patológico” o un “patológico en potencia”, que tiene que
revisar sus “conductas antisociales” y, en definitiva, CONFORMARSE AL REBAÑO,
que es el verdadero y último objetivo de todo esto.
A un paso estamos, luego de etiquetado, de
ofrecerla la “pastillita milagrosa” o algún otro tipo de novel tratamiento,
para controlar sus impulsos, y allí la pesadilla orwelliana está consumada. Sin
llegar a eso, ¿cuánto daño hace a la sana autoestima de la persona y a su
utilidad para el Reino de Dios?
Tiempo atrás analizábamos los temperamentos y
veíamos los problemas y virtudes de cada uno. Dentro de un marco general, todos
tienen determinados puntos negativos y positivos, así que no hay “normales” y
“anormales”, todos tienen su porción de normalidad, y, si se quiere de
“anormalidad”, o mejor dicho, de cosas a superar.
Ahora bien, si vamos a los profetas del
Antiguo Pacto, y los del Nuevo y de todos los tiempos, ¡sin dudas que hoy los
clasificaríamos, por lo menos de “aspergianos”, si no de algo mucho peor! Pero
vamos al texto inicial:
Éxodo 4:10-12 RVC
10 Entonces Moisés le dijo al Señor: «¡Ay,
Señor! Yo nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes ni ahora que hablas con
este siervo tuyo. Y es que soy muy lento para hablar, y mi lengua es muy
torpe.»
11 Pero el Señor le respondió: «¿Y quién le
dio la boca al hombre? ¿O quién hizo al mudo y al sordo, o al que ve y al que
no ve? ¿Acaso no soy yo el Señor?
12 Así que anda ya, que yo estaré con tu boca
y te enseñaré lo que tengas que decir.»
Ahora bien, está claro que Dios NO HIZO ni la
tartamudez, si la sordera, ni la ceguera ni ninguna otra deficiencia humana,
incluido el Asperger (en sus formas patológicas), pero en este mundo caído,
también está claro que Él lo permite por diversas razones. Así que en un
sentido más general, Él sí “hizo” al tartamudo, al mudo, al sordo, al ciego,
etc. Él los permitió así con un propósito, y lo vemos de manera superlativa en
Moisés, el elegido para fundar la nación de Israel.
Uno piensa si no había nadie más “normalito”
que Moisés, y con mejores antecedentes, por cierto, pero evidentemente Dios
tiene un punto de vista distinto. Así y todo, con sus deficiencias, lo usó para
enfrentarse al rey más poderoso de ese tiempo, y venció.
No voy a hacer un detalle de las
imperfecciones y de los problemas psicológicos, o incluso algunos que hoy
calificaríamos como psiquiátricos, de las personas que Dios usó a lo largo de
toda la Biblia y de toda la historia porque sería INCONMENSURABLEMENTE largo.
Lo cierto es que así “nos hizo” Dios, en este mundo imperfecto, en este tiempo,
por la razón que sintetizó muy bien el apóstol Pablo:
2 Corintios 4:7 RVC
7 Pero tenemos este tesoro en vasos de barro,
para que se vea que la excelencia del poder es de Dios, y no de nosotros,
Cuidado con aceptar todas esas
clasificaciones “cientificiosas” porque, encerrando algo de verdad, son una
estupenda herramienta en manos del Enemigo acérrimo de nuestras almas para frustrarnos
e inutilizarnos.
Y de paso, ¿quién es el que tiene el derecho
de decir: “este es el límite de lo normal, más allá es patológico”? ¿La
“ciencia”, tan cooptada hoy como está por el Adversario? ¿Quién tiene la
autoridad para clasificarme a mí? O, mejor dicho, ¿a quién le permito tomarse
esa autoridad? De mi parte, solo a Dios.
Danilo Sorti
Ayúdanos a llevar el mensaje.
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