jueves, 19 de noviembre de 2020

784. Clasificar, patologizar, medicar y controlar

 Éxodo 4:10-12 RVC

10 Entonces Moisés le dijo al Señor: «¡Ay, Señor! Yo nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes ni ahora que hablas con este siervo tuyo. Y es que soy muy lento para hablar, y mi lengua es muy torpe.»

11 Pero el Señor le respondió: «¿Y quién le dio la boca al hombre? ¿O quién hizo al mudo y al sordo, o al que ve y al que no ve? ¿Acaso no soy yo el Señor?

12 Así que anda ya, que yo estaré con tu boca y te enseñaré lo que tengas que decir.»

  

Un tiempo atrás escuchamos a un predicador muy famoso hablar acerca de su diagnóstico de Asperger. No soy psicólogo ni psiquiatra, así que no quiero hablar acerca de cuán acertado es tal diagnóstico ni de cuán válido sea aplicarlo a personas que evidentemente han logrado desenvolverse socialmente, tener “éxito” desde el punto de vista humano e incluso edificar para el Reino de Dios. Pero la “señal de alarma” se me prendió cuando una persona cercana, muy querida en el Señor, me hablaba acerca de su propio diagnóstico de Asperger.

 Allí se me hizo muy claro por el Espíritu la verdadera estrategia de Satanás a través de este diagnóstico “científico”.

 Entre paréntesis, creo que a esta altura de los acontecimientos a nadie escapa que “la ciencia” (cosa que ni existe ni ha existido nunca porque “la” ciencia no es ninguna entidad en sí, sino solo los “principios científicos” para producir “conocimiento científico”, siempre provisorio y perfectible) se ha vuelto una sierva en manos del sistema mundial que ya sabemos cómo se llama. Pero esto no es nuevo, ese programa satánico viene fuertemente en marcha desde el siglo XIX, luego de que el conocimiento científico se “independizara” de la matriz cristiana que lo hizo posible, lo gestó, lo dio a luz y lo sostuvo.

 Bueno, volvamos. ¿En dónde está el engaño en esta clasificación de personas que no presentan una patología psiquiátrica evidentemente desviada? Es fácil.

 Se toma una patología que, en su manifestación profunda, es evidentemente grave, el Asperger, y se la va “reduciendo en intensidad” hasta llegar a sus formas más leves, de tal manera que solo pueden ser identificadas a través de una serie de test y análisis. Verdad de Perogrullo: si es difícil de identificar, no es evidente, ergo, no es grave, e incluso podemos dudar de cuán válido sea llamarla patología.

 Pero al “hacerla descender” de una patología, la “aspergianidad” mantiene su mote nocivo. Entonces, cuando le pegamos la etiqueta de “aspergiano” a una persona (y otras tantas, por cierto), y peor aún, cuando la persona misma la acepta y se la pega ella solita, ya decimos que es un “levemente patológico” o un “patológico en potencia”, que tiene que revisar sus “conductas antisociales” y, en definitiva, CONFORMARSE AL REBAÑO, que es el verdadero y último objetivo de todo esto.

 A un paso estamos, luego de etiquetado, de ofrecerla la “pastillita milagrosa” o algún otro tipo de novel tratamiento, para controlar sus impulsos, y allí la pesadilla orwelliana está consumada. Sin llegar a eso, ¿cuánto daño hace a la sana autoestima de la persona y a su utilidad para el Reino de Dios?

 Tiempo atrás analizábamos los temperamentos y veíamos los problemas y virtudes de cada uno. Dentro de un marco general, todos tienen determinados puntos negativos y positivos, así que no hay “normales” y “anormales”, todos tienen su porción de normalidad, y, si se quiere de “anormalidad”, o mejor dicho, de cosas a superar.

 Ahora bien, si vamos a los profetas del Antiguo Pacto, y los del Nuevo y de todos los tiempos, ¡sin dudas que hoy los clasificaríamos, por lo menos de “aspergianos”, si no de algo mucho peor! Pero vamos al texto inicial:

 Éxodo 4:10-12 RVC

10 Entonces Moisés le dijo al Señor: «¡Ay, Señor! Yo nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes ni ahora que hablas con este siervo tuyo. Y es que soy muy lento para hablar, y mi lengua es muy torpe.»

11 Pero el Señor le respondió: «¿Y quién le dio la boca al hombre? ¿O quién hizo al mudo y al sordo, o al que ve y al que no ve? ¿Acaso no soy yo el Señor?

12 Así que anda ya, que yo estaré con tu boca y te enseñaré lo que tengas que decir.»

 Ahora bien, está claro que Dios NO HIZO ni la tartamudez, si la sordera, ni la ceguera ni ninguna otra deficiencia humana, incluido el Asperger (en sus formas patológicas), pero en este mundo caído, también está claro que Él lo permite por diversas razones. Así que en un sentido más general, Él sí “hizo” al tartamudo, al mudo, al sordo, al ciego, etc. Él los permitió así con un propósito, y lo vemos de manera superlativa en Moisés, el elegido para fundar la nación de Israel.

 Uno piensa si no había nadie más “normalito” que Moisés, y con mejores antecedentes, por cierto, pero evidentemente Dios tiene un punto de vista distinto. Así y todo, con sus deficiencias, lo usó para enfrentarse al rey más poderoso de ese tiempo, y venció.

 No voy a hacer un detalle de las imperfecciones y de los problemas psicológicos, o incluso algunos que hoy calificaríamos como psiquiátricos, de las personas que Dios usó a lo largo de toda la Biblia y de toda la historia porque sería INCONMENSURABLEMENTE largo. Lo cierto es que así “nos hizo” Dios, en este mundo imperfecto, en este tiempo, por la razón que sintetizó muy bien el apóstol Pablo:

 2 Corintios 4:7 RVC

7 Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que se vea que la excelencia del poder es de Dios, y no de nosotros,

  

Cuidado con aceptar todas esas clasificaciones “cientificiosas” porque, encerrando algo de verdad, son una estupenda herramienta en manos del Enemigo acérrimo de nuestras almas para frustrarnos e inutilizarnos.

 Y de paso, ¿quién es el que tiene el derecho de decir: “este es el límite de lo normal, más allá es patológico”? ¿La “ciencia”, tan cooptada hoy como está por el Adversario? ¿Quién tiene la autoridad para clasificarme a mí? O, mejor dicho, ¿a quién le permito tomarse esa autoridad? De mi parte, solo a Dios.

 

 Danilo Sorti


 



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