Lucas 20:19-26 RVC
19 En ese mismo instante los principales
sacerdotes y los escribas trataron de echarle mano, pues comprendieron que, al
contar esa parábola, Jesús se refería a ellos. Pero tenían miedo de la gente;
20 entonces enviaron espías que parecían
gente buena, para que lo acecharan y atraparan a Jesús en sus propias palabras,
y así poder ponerlo bajo el poder y la autoridad del gobernador.
21 Los espías le preguntaron: «Maestro,
sabemos que dices y enseñas con rectitud, y que no discriminas a nadie, sino
que en verdad enseñas el camino de Dios.
22 ¿Nos está permitido pagar tributo al
César, o no?»
23 Pero Jesús se dio cuenta de sus malas intenciones,
y les dijo:
24 «Muéstrenme una moneda. ¿De quién son la
imagen y la inscripción?» Ellos respondieron: «Del César.»
25 Entonces Jesús les dijo: «Pues den al
César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.»
26 Así que no pudieron sorprenderlo ante el
pueblo en ninguna palabra; y admirados de su respuesta, no dijeron más.
Una de las mejores estrategias para manipular
la Palabra de Dios, si no la mejor, y a los cristianos fieles pero ingenuos es
tomar textos más o menos sueltos o fuera de contexto. ¡Alto ahí! No seamos tan
duros, la verdad es que no resulta tan sencillo entender un tema en la Biblia
conforme a todo su contexto y desde la perspectiva adecuada; lleva un tiempo,
requiere estudio y paciencia. Hoy tenemos la gran ventaja de contar con
herramientas digitales que nos permiten hacer estudios que otrora nos hubieran
llevado semanas o meses en pocos días u horas. Pero lo cierto es que en la
práctica no todos cuentan con ellas, las saben manejar o tienen el
entrenamiento o el tiempo para hacerlo, así que la función magisterial, la
enseñanza, sigue siendo fundamental entre el pueblo de Dios. POR ESO es que
Santiago nos advierte respecto de “hacernos maestros” muchos de nosotros,
porque el juicio que recibimos es más severo, ya que las verdades (¡¡o
mentiras!!) que implantemos serán muy duraderas.
“Al César lo que es del César y a Dios lo que
es de Dios” se ha convertido en un dicho popular que, por ellos mismo, se
“independizó” de su verdadero contexto y significado bíblico. No podemos evitar
que esto ocurra en la sociedad, pero debemos evitar que se repita “tal cual”
entre los creyentes.
Como no se puede hacer doctrina de un solo
versículo (podemos usarlo para exponer una doctrina mayor en condiciones de
escasez de tiempo), no podemos hacer girar todo el tema de la relación entre el
cristiano y las autoridades a partir de un solo versículo, sería una tremenda
aberración si tenemos en cuenta que el tema ocupa muchas páginas a lo largo de
toda la Biblia.
Está claro en el contexto de este pasaje que
Jesús responde a una acusación maliciosa de los religiosos, por lo que no se
trata, directamente, de una exposición doctrinal como podría ser el Sermón del
Monte. Pero hay una verdad fundamental: sin dudas que hay cosas que
corresponden al “César”. En rigor, se refiere a los impuestos, aunque el
sentido del texto va mucho más allá: el Maestro aplica un principio general a
una situación particular.
Entonces, ¿hasta dónde es válido dicho
principio? Sin necesidad de hacer un estudio extenso resulta claro que en este pasaje, repetido en
los tres Evangelios Sinópticos, “den al César lo que es del César, y a Dios lo
que es de Dios” indica que al César le corresponde lo que “es” de él, ¡no lo
que no es! Esto es la más pura y sencilla lógica que nos exige el uso correcto
de cualquier idioma.
En realidad, no aparece, en ninguno de los
tres Evangelios, la palabra “es”, más bien diría “den al César lo de César”, es
decir, aquello que el César había “generado”; la pregunta concreta era por los
impuestos, y estos son legítimos en función de los servicios que brinda un
estado a sus ciudadanos. Otra discusión no menor es respecto del monto de
dichos impuestos y la corrupción tan frecuente que desvía buena parte de ellos,
y probablemente el fondo de la pregunta maliciosa de los religiosos tenía que
ver con eso; nadie ignoraba que un estado necesitaba recaudar tributos para
sostenerse y brindar servicios que de otra forma no podría ofrecer, Israel lo
sabía y era algo regulado en su ley, el gran problema era que resultaban una
carga demasiado pesada.
En este contexto de una acción legítima
(recaudar impuestos) corrompida (por ser excesivos), en muy pocas palabras
Jesús establece un principio de justicia para el pueblo: debían cumplir con la
ley EN FUNCIÓN DE LO QUE HUBIERAN RECIBIDO: lo que era del César, debía volver
al César… no lo que no era.
Por lo tanto, no podemos repetir como un
latiguillo esta frase, ¡y nunca mejor dicho “latiguillo”! porque se usa como
“látigo” religioso para mantener a los creyentes oprimidos bajo sistemas
políticos injustos.
A su vez, tampoco es un llamado a la rebelión
como hubieran querido escuchar los fariseos y sus partidarios. Notemos la
astucia perversa de los sacerdotes: ellos estaban perfectamente de acuerdo con
el sistema de impuestos y tributos, ¡vivían de eso!, mientras que los fariseos
estaban con el pueblo y se angustiaban por su sufrimiento (aunque no dejaba de
ser una actitud hipócrita para muchos de ellos), así que pretendían hacerle
decir a Jesús algo que lo dejara expuesto ante la gente, nada diferente a las
chicanas políticas de hoy día, desde el más simple programa de televisión hasta
las reuniones de la ONU.
La respuesta de Jesús “no gustó” a muchos, es
cierto, pero estableció un parámetro de justicia. Debemos tener mucho cuidado
en cómo usamos esta frase y en cómo la enseñamos a los hermanos, porque sino
terminamos cayendo en el mismo error de los religiosos de su época: usar la
verdad para oprimir. Jesús no incitó la rebelión contra Roma, pero tampoco la
sumisión a un sistema injusto, más bien sembró una semilla de verdadera
justicia social, ¿permitiremos que germine?
¿Son lícitas las protestas y las acciones en
contra de las decisiones de un gobierno? Sí hay una base justa, por supuesto
que lo son. Claro que para eso necesitamos conocer LA BASE JUSTA por excelencia
sobre la Tierra que es la Palabra de Dios. Sobre esa base acomodamos las
decisiones de cualquier gobierno, y aquí tenemos una: es justo darle a un
estado en función de lo que ese estado da a sus ciudadanos, no menos pero
tampoco más. O el estado devuelve a la sociedad equitativamente a lo que
recauda o recauda menos. Esto es justicia y el Señor mismo respaldará toda
acción civil que sea realizada de manera correcta para que así ocurra en una
sociedad.
La Biblia no puede ser un instrumento de
opresión, tampoco de falsa liberación como pretendió en su momento la Teología
de la Liberación (la “segunda marca” cristiana del comunismo), sino de
verdadera liberación; pacífica pero contundente.
Danilo Sorti
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