jueves, 19 de noviembre de 2020

788. Al César lo que ES del César… no necesariamente lo que el César QUIERE…

 Lucas 20:19-26 RVC

19 En ese mismo instante los principales sacerdotes y los escribas trataron de echarle mano, pues comprendieron que, al contar esa parábola, Jesús se refería a ellos. Pero tenían miedo de la gente;

20 entonces enviaron espías que parecían gente buena, para que lo acecharan y atraparan a Jesús en sus propias palabras, y así poder ponerlo bajo el poder y la autoridad del gobernador.

21 Los espías le preguntaron: «Maestro, sabemos que dices y enseñas con rectitud, y que no discriminas a nadie, sino que en verdad enseñas el camino de Dios.

22 ¿Nos está permitido pagar tributo al César, o no?»

23 Pero Jesús se dio cuenta de sus malas intenciones, y les dijo:

24 «Muéstrenme una moneda. ¿De quién son la imagen y la inscripción?» Ellos respondieron: «Del César.»

25 Entonces Jesús les dijo: «Pues den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.»

26 Así que no pudieron sorprenderlo ante el pueblo en ninguna palabra; y admirados de su respuesta, no dijeron más.

  

Una de las mejores estrategias para manipular la Palabra de Dios, si no la mejor, y a los cristianos fieles pero ingenuos es tomar textos más o menos sueltos o fuera de contexto. ¡Alto ahí! No seamos tan duros, la verdad es que no resulta tan sencillo entender un tema en la Biblia conforme a todo su contexto y desde la perspectiva adecuada; lleva un tiempo, requiere estudio y paciencia. Hoy tenemos la gran ventaja de contar con herramientas digitales que nos permiten hacer estudios que otrora nos hubieran llevado semanas o meses en pocos días u horas. Pero lo cierto es que en la práctica no todos cuentan con ellas, las saben manejar o tienen el entrenamiento o el tiempo para hacerlo, así que la función magisterial, la enseñanza, sigue siendo fundamental entre el pueblo de Dios. POR ESO es que Santiago nos advierte respecto de “hacernos maestros” muchos de nosotros, porque el juicio que recibimos es más severo, ya que las verdades (¡¡o mentiras!!) que implantemos serán muy duraderas.

 “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” se ha convertido en un dicho popular que, por ellos mismo, se “independizó” de su verdadero contexto y significado bíblico. No podemos evitar que esto ocurra en la sociedad, pero debemos evitar que se repita “tal cual” entre los creyentes.

 Como no se puede hacer doctrina de un solo versículo (podemos usarlo para exponer una doctrina mayor en condiciones de escasez de tiempo), no podemos hacer girar todo el tema de la relación entre el cristiano y las autoridades a partir de un solo versículo, sería una tremenda aberración si tenemos en cuenta que el tema ocupa muchas páginas a lo largo de toda la Biblia.

 Está claro en el contexto de este pasaje que Jesús responde a una acusación maliciosa de los religiosos, por lo que no se trata, directamente, de una exposición doctrinal como podría ser el Sermón del Monte. Pero hay una verdad fundamental: sin dudas que hay cosas que corresponden al “César”. En rigor, se refiere a los impuestos, aunque el sentido del texto va mucho más allá: el Maestro aplica un principio general a una situación particular.

 Entonces, ¿hasta dónde es válido dicho principio? Sin necesidad de hacer un estudio extenso  resulta claro que en este pasaje, repetido en los tres Evangelios Sinópticos, “den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” indica que al César le corresponde lo que “es” de él, ¡no lo que no es! Esto es la más pura y sencilla lógica que nos exige el uso correcto de cualquier idioma.

 En realidad, no aparece, en ninguno de los tres Evangelios, la palabra “es”, más bien diría “den al César lo de César”, es decir, aquello que el César había “generado”; la pregunta concreta era por los impuestos, y estos son legítimos en función de los servicios que brinda un estado a sus ciudadanos. Otra discusión no menor es respecto del monto de dichos impuestos y la corrupción tan frecuente que desvía buena parte de ellos, y probablemente el fondo de la pregunta maliciosa de los religiosos tenía que ver con eso; nadie ignoraba que un estado necesitaba recaudar tributos para sostenerse y brindar servicios que de otra forma no podría ofrecer, Israel lo sabía y era algo regulado en su ley, el gran problema era que resultaban una carga demasiado pesada.

 En este contexto de una acción legítima (recaudar impuestos) corrompida (por ser excesivos), en muy pocas palabras Jesús establece un principio de justicia para el pueblo: debían cumplir con la ley EN FUNCIÓN DE LO QUE HUBIERAN RECIBIDO: lo que era del César, debía volver al César… no lo que no era.

 Por lo tanto, no podemos repetir como un latiguillo esta frase, ¡y nunca mejor dicho “latiguillo”! porque se usa como “látigo” religioso para mantener a los creyentes oprimidos bajo sistemas políticos injustos.

 A su vez, tampoco es un llamado a la rebelión como hubieran querido escuchar los fariseos y sus partidarios. Notemos la astucia perversa de los sacerdotes: ellos estaban perfectamente de acuerdo con el sistema de impuestos y tributos, ¡vivían de eso!, mientras que los fariseos estaban con el pueblo y se angustiaban por su sufrimiento (aunque no dejaba de ser una actitud hipócrita para muchos de ellos), así que pretendían hacerle decir a Jesús algo que lo dejara expuesto ante la gente, nada diferente a las chicanas políticas de hoy día, desde el más simple programa de televisión hasta las reuniones de la ONU.

 La respuesta de Jesús “no gustó” a muchos, es cierto, pero estableció un parámetro de justicia. Debemos tener mucho cuidado en cómo usamos esta frase y en cómo la enseñamos a los hermanos, porque sino terminamos cayendo en el mismo error de los religiosos de su época: usar la verdad para oprimir. Jesús no incitó la rebelión contra Roma, pero tampoco la sumisión a un sistema injusto, más bien sembró una semilla de verdadera justicia social, ¿permitiremos que germine?

 ¿Son lícitas las protestas y las acciones en contra de las decisiones de un gobierno? Sí hay una base justa, por supuesto que lo son. Claro que para eso necesitamos conocer LA BASE JUSTA por excelencia sobre la Tierra que es la Palabra de Dios. Sobre esa base acomodamos las decisiones de cualquier gobierno, y aquí tenemos una: es justo darle a un estado en función de lo que ese estado da a sus ciudadanos, no menos pero tampoco más. O el estado devuelve a la sociedad equitativamente a lo que recauda o recauda menos. Esto es justicia y el Señor mismo respaldará toda acción civil que sea realizada de manera correcta para que así ocurra en una sociedad.

 La Biblia no puede ser un instrumento de opresión, tampoco de falsa liberación como pretendió en su momento la Teología de la Liberación (la “segunda marca” cristiana del comunismo), sino de verdadera liberación; pacífica pero contundente.

 

 Danilo Sorti

 



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