jueves, 19 de noviembre de 2020

787. La trampa del miedo

 Proverbios 29:25 RV1960

25 El temor del hombre pondrá lazo;

Mas el que confía en Jehová será exaltado.

 Proverbios 29:25 DHH

25 El miedo a los hombres es una trampa,

pero el que confía en el Señor estará protegido.

  

Cualquiera que haya seguido las redes en este tiempo estará bien al tanto del poder del miedo para manipular a los hombres. No hay forma de lograr una obediencia más rápida y completa que usar el miedo. El manejo de la cuarentena en nuestro país lo demuestra cabalmente: muchos han estado dispuestos a marchar hacia una crisis económica total con tal de “salvar la vida”… de un virus de baja letalidad…

 Es interesante que la palabra que RV60 traduce como “lazo” en realidad tiene un amplio rango de significados, cuya raíz primaria es “dar”. El temor pone al ser humano en la posición de “dar” lo que le pidan.

 Sorprende ver a tantos cristianos temerosos obedeciendo y creyendo fielmente en lo que les dice un sistema claramente impío, siendo que la Palabra dice:

 2 Timoteo 1:7 RVC

7 Porque no nos ha dado Dios un espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.

 La cobardía, esto es, el temor, se asienta en una triple base: debilidad, falta de amor, incapacidad para dominarse a uno mismo. Precisamente por eso Pablo usa las palabras: “poder, amor y dominio propio”.

 Estas tres palabras se refieren a la acción de las tres Personas de la Trinidad: el Espíritu es el que nos llena de poder, el amor se nos manifiesta a través del Hijo, y la sensatez del dominio propio viene del Padre. Por lo pronto, sin tener un claro conocimiento de Dios (Padre, Hijo y Espíritu) nos podemos quedar con una o dos de las tres características pero no alcanzamos el nivel de valor completo.

 El Espíritu nos llena de poder porque nos da la convicción interna en la causa, el gozo de Su presencia, la seguridad de Su auxilio y de la victoria final. Pero también el poder espiritual para hacer las cosas, literalmente, el poder de Dios: poder para hacer milagros, señales, para obtener respuestas sobrenaturales, para hacer descender el juicio sobre nuestros enemigos, para ser cubiertos con un manto de invisibilidad, para ser fortalecidos físicamente en la lucha, etc., etc.

 El Hijo nos llena de amor, la principal motivación para la lucha porque, por más que estemos llenos de poder, ¿para qué luchar? ¿Cuál es la causa que vale la pena? Si no nos mueve el amor a Dios, para establecer Su justicia, el amor a los seres hechos a Su imagen, ¿entonces qué? Es el mismo amor el que nos llena de justa ira e indignación contra el Adversario y aquellos que ya han sido conformados a su imagen (los que son irredimibles, en los cuales se ha perdido ya la imagen de Dios y por lo tanto son completamente ajenos a Él).

 El Padre nos enseña el dominio propio, nos instruye en relación con nuestra naturaleza humana. Pero también es el que nos da paternidad, identidad. A un huérfano le resulta mucho más difícil tener dominio propio, como su identidad no está firme, no sabe quién es, cómo tiene que actuar, por dónde tiene que ir y por qué razón debe contener sus impulsos; deberá aprenderlo con los golpes de la vida. El hijo ya sabe que eso es lo mejor porque se lo enseñó su padre.

 El versículo anterior nos dice:

 2 Timoteo 1:6 RVC

6 Por eso te aconsejo que avives el fuego del don de Dios, que por la imposición de mis manos está en ti.

 Es decir, esto que hablamos no puede ocurrir si no hemos recibido Sus dones antes.

 Y el versículo siguiente lo pone en perspectiva:

 2 Timoteo 1:8 RVC

8 Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni tampoco de mí, preso suyo. Al contrario, participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios,

 Finalmente, hay que enfrentar la burla y exposición pública y las aflicciones.

 El punto central que nos toca vivir hoy es el temor a la autoridad. La iglesia argentina ha sido siempre muy “obediente” a las autoridades políticas. Uno no sabe hasta qué punto es por un genuino deseo de mantener la paz o un miedo generacional.

 Pero sobre este tema ya tenemos algo claramente escrito:

 Hechos 4:23-31 RVC

23 Una vez que fueron puestos en libertad, ellos se fueron con los suyos y les contaron todo lo que los principales sacerdotes y los ancianos les habían dicho.

24 Al oírlos, todos juntos elevaron sus voces a Dios y dijeron: «Soberano Señor, tú creaste el cielo y la tierra, y el mar y todo lo que hay en ellos;

25 tú, Padre nuestro, por medio del Espíritu Santo dijiste en labios de tu siervo David: »¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas?

26 Los reyes de la tierra se reunieron, y los príncipes se confabularon, contra el Señor, y contra su Cristo.

27 »Es un hecho que Herodes y Poncio Pilato, junto con los no judíos y el pueblo de Israel, se reunieron en esta ciudad en contra de tu santo Hijo y ungido, Jesús,

28 para hacer todo lo que, por tu poder y voluntad, ya habías determinado que sucediera.

29 Ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a estos siervos tuyos proclamar tu palabra sin ningún temor.

30 Extiende también tu mano, y permite que se hagan sanidades y señales y prodigios en el nombre de tu santo Hijo Jesús.»

31 Cuando terminaron de orar, el lugar donde estaban congregados se sacudió, y todos fueron llenos del Espíritu Santo y proclamaban la palabra de Dios sin ningún temor.

 La naciente iglesia estaba siendo seriamente amenazada; el Sanedrín en connivencia con el poder romano habían crucificado a Jesús, y no tendrían problemas en perseguir y matar a quien fuera. Pero ¿qué hicieron los apóstoles?

 Primero, no callaron lo que estaba pasando, abiertamente lo declararon a la comunidad, una actitud muy diferente a la de la mayoría de nuestros líderes evangélicos actuales. La actitud de ocultar lo que está pasando es un menosprecio a la comunidad, es considerarlos “pobrecitos niños” que no podrían entender… siendo que esa misma gente, en el ámbito secular, está al tanto de los entuertos del poder y las cosas más oscuras que ocurren en la política nacional. Si no hay honestidad y sinceridad, ¡y respeto!, de parte de los líderes, la iglesia estará en ignorancia y por lo tanto, en temor, no tendrá posibilidad de clamar con verdad al Señor y no recibirá el poder del Espíritu.

 Al oírlo, todos elevaron su voz unánimes, un solo cuerpo, en perfecta unidad, la clave para que Dios responda. Un cuerpo, no un “liderazgo ungido” y un “rebaño de ovejitas ignorantes” abajo…

 Y lo primero que hacen al orar es reconocer a Quién están clamando: al Soberano, al Creador, al que tiene toda la autoridad, es decir, al que está por encima de toda autoridad humana.

 Lo segundo es reconocer lo injusto de la situación, la actitud injusta de los poderosos y presentarla delante del Tribunal Celestial. Ellos presentan los hechos con nombre y apellido, reconociendo e indicando claramente los culpables y la culpa, no como solemos hacer nosotros que decimos: “Señor, tu sabes…” “los dejamos en tus manos…” y otras tantas cosas que suenan muy piadosas pero que solo se aplican en determinadas circunstancias.

 “Ahora, Señor, mira sus amenazas”, esto significa: tomá cuenta de lo que están diciendo, protégenos de eso, no permitas que cumplan sus objetivos. Pero lo segundo es más importante: “concede a estos siervos tuyos proclamar tu palabra sin ningún temor”. Ellos reconocieron que el principal problema era el temor, que haría lo mismo que está haciendo el virus hoy: mantenernos encerrados y relativamente callados (es decir, sin exposición pública).

 Sencillamente, la clave no estaba en que cayera fuego del cielo sobre esos impíos sino en que la iglesia no tuviera temor. Pero cuidado, porque también pidieron: “Extiende también tu mano, y permite que se hagan sanidades y señales y prodigios en el nombre de tu santo Hijo Jesús.” No se trataba de un valor suicida: el poder de Dios DEBÍA estar manifestándose con ellos. No era solo que tuvieran palabras, debían tener autoridad sobrenatural. Si solo estamos buscando palabras, realmente vamos a una misión suicida. Pero si Dios se manifiesta a través nuestro, si las señales y prodigios nos acompañan, no va a resultar tan sencillo que el adversario se levante.

 El resultado fue: “el lugar donde estaban congregados se sacudió, y todos fueron llenos del Espíritu Santo y proclamaban la palabra de Dios sin ningún temor”. La respuesta no se hizo esperar y el temor se esfumó.

 No podemos “quitarnos” el temor, eso lo hace Dios, pero podemos presentarnos de la manera correcta.

 La iglesia primitiva, y la que siguió luego, fue muy clara en su relación con el estado: no generó ninguna revuelta, como habían hecho los esclavos tiempo atrás. No derramó sangre ni se unió a las fuerzas rebeldes. Pero tampoco aceptó que les obligara a callar o adorar a otros dioses. A veces tuvieron que pagar con sus vidas, muchas, con persecuciones y tribulaciones, pero con su valor cambiaron la historia de Occidente y del mundo.

 Hoy estamos en la misma situación, y hasta ahora la verdad es que no la estamos haciendo bien… ¿cuál será la decisión que tomaremos?

 

 Danilo Sorti




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