miércoles, 25 de noviembre de 2020

794. ¿Cómo orar por el tema del aborto? II

 Dios está enojado sin dudas con las mujeres que deciden abortar. Mucho más lo está con aquellos que tratan de facilitarlo y promoverlo. Peor aún con los que tratan de legalizarlo e incluso llamarlo “bueno”. El juicio que les espera a estos últimos, junto con los médicos que lo practican, es realmente horrible.

 Pero lo cierto es que muchos de estos ya han perdido toda sensibilidad humana y sus conciencias están cauterizadas, aunque no todos. Por qué razón un pueblo mayormente cristiano votó a estas personas, merecerá un análisis (psiquiátrico) ulterior…

 Pero con todo, si estamos mirando “ahí” nos equivocamos. Desde el momento en que el Padre trae Su Palabra a una sociedad, el centro de la vida espiritual pasará por allí, y más concretamente, por lo que los mensajeros y depositarios primeros de esa Palabra hacen.

 Hace unos años ya el Espíritu me guió para escribir un artículo sobre el aborto espiritual. La idea central era analizar ese fenómeno tan común en las iglesias, como organizaciones, y en los cristianos, como individuos, de abortar los ministerios, los sueños y los proyectos de Dios. En su momento hice un paralelo entre las causas del aborto natural y el espiritual.

 Lo que vemos hoy en nuestros países, último reducto de moral en el mundo a pesar de tanta corrupción política, es el “corolario” natural de un proceso espiritual que lleva años. Las iglesias y los cristianos llevan años abortando los sueños de Dios, tanto tiempo, que finalmente Dios permitió que la amenaza del aborto natural se cierna sobre nuestros países para intentar despertar a las conciencias cauterizadas por la religión y la comodidad “templocéntrica”.

 Nuestra moderna fascinación por lo “grande y poderoso” nos ha hecho olvidar que Dios trabaja con el principio de “semillas” siempre que quiere hacer algo nuevo, ¡y Él continuamente está haciendo cosas nuevas! Vemos el paralelo en la naturaleza: si sacamos un gajo de una planta, obtendremos otra planta rápidamente, pero exactamente igual a la primera, un clon. Si queremos una planta “nueva”, necesitamos sembrar una semilla producto de la fecundación de dos progenitores, y esperar el proceso.

 En un sentido espiritual, cuando hablamos de semilla nos referimos a algo que inicia pequeño, aparentemente débil, generalmente menospreciable a los ojos humanos, pero que en sí mismo tiene el potencial y la bendición del propósito de Dios para desarrollarse en algo muy grande. Una semilla lleva implícita la noción de desarrollo, de proceso y, por ende, de tiempo, de espera, de esfuerzo, de cambio.

 Dios trabaja muy frecuentemente, por no decir siempre, con semillas; cuando decide comenzar algo grande que va a hacer con sus criaturas, lo va formando de a poco, siguiendo en ritmo de sus propias creaciones. En esta época donde se desea lo instantáneo y lo instantáneamente grande, es necesario volver a enfatizar el principio de las semillas para que los hijos de Dios entiendan cómo trabaja el Padre y también cómo el Adversario intenta impedirlo.

 Una semilla puede ser una persona a la que Dios va a preparar con un gran ministerio, una iglesia u organización cristiana que Dios va a usar grandemente, un artículo que va a dar lugar a un libro que va a ser de mucha bendición, el sueño de una empresa, un proyecto social, etc., etc. En definitiva, cualquier cosa que sea suficientemente pequeña como para ser hoy vulnerable y potencialmente menospreciada.

 Creo que si rastreamos hasta el inicio de cualquier gran obra de Dios vamos a encontrar semillas que Dios ha sembrado en distintos lugares y momentos.

 

 ·        Dios iba a llenar la tierra con una sola pareja de seres humanos.

·        Cuando la raza humana fracasa terriblemente y Dios decide enviar el diluvio, vuelve a su propósito de llenar la tierra con un pequeño grupo de personas.

·        Luego de Babel, cuando la sociedad humana queda configurada en pueblos y naciones, elige a un hombre y a su esposa estéril, junto con su pequeño grupo de personas, para formar una nación santa.

·        Elige a José para ser el segundo hombre en importancia del imperio más grande de la época y lo lleva a Egipto como un esclavo adolescente.

·        Busca a Moisés cuando era un “don nadie” en el desierto y lo transforma en el libertador y “fundador” de una nación.

·        Josué era un simple ayudante y llega a ser el general que introduce a una nación en su tierra prometida, ocupada por grandes y poderosos pueblos.

·        De una mujer estéril, Dios hace nacer a Samuel, el profeta que marcaría un antes y un después en Israel. Y éste empezó su servicio siendo un niño muy pequeño en el templo, prácticamente un criado.

·        David era un joven pastor de ovejas, olvidado por su familia, y Dios lo transforma en el rey más importante de la historia de su nación.

·        Ester fue una joven huérfana y llevada al palacio por la fuerza, pero llegó a salvar a toda su nación.

·        Jeremías era un joven sacerdote y el celo del Señor lo transformó en el mayor ejemplo profético de dedicación.

·        Jesús nació como un niño pequeño (al igual que todos los seres humanos) y Dios lo exaltó hasta lo máximo.

·        La iglesia comenzó con un pequeño grupo de 120 hermanos y 12 líderes, y más de una vez fue brutalmente perseguida hasta parecer “aniquilada”, pero no ha dejado de llenar el mundo con su luz.

 

 Y hay muchísimos más ejemplos, tanto en la historia registrada en la Biblia, como en el resto de la historia del cristianismo, de grandes hombres o ministerio que empezaron de manera pequeña, casi ignorada.

 De nuestra propia experiencia cristiana sabemos que cuando el Padre quiere hacer algo con nosotros, comienza con un llamado interior, una voz muy suave que coloca una “semilla” de fe en un sueño de Dios. Esto se va desarrollando, y, generalmente, pasa por duras y largas pruebas, pero, sorprendentemente, resiste y continúa creciendo, hasta llegar a su madurez en los corazones dispuestos.

 ·         Un gran ministerio comienza con un sueño.

·         El llamado a ser un profesional de renombre para el reino comienza siendo un simple estudiante universitario.

·         El llamado a ser un gran empresario comienza con un pequeño negocio.

·         Un pastor de miles de almas comienza siéndolo de unas pocas.

·         Un evangelista multitudinario comienza ganando a sus conocidos de uno en uno.

 Bueno, es obvio que los ministerios y las iglesias que debieron levantarse hace 10 años para cobijar a las desaforadas que hoy gritan por el aborto, habiendo sido primeramente rechazadas y heridas por la sociedad y “recibidas con los brazos abiertos” por ya sabemos quién, NO SE LEVANTARON. ¿Por qué? Resultaron muy “extrañas” a los ojos de los líderes cristianos.

 Mejor ejemplo que Dante Gebel no tenemos: no hubo ni antes ni después ministerio que como el suyo pudiera reunir a tantos jóvenes. Si hubiera permanecido unos años más en Argentina, habría logrado madurar a un liderazgo que se hubiera encargado de estos jóvenes rebeldes imposibles de contener en nuestras iglesias tradicionales.

 Pero Gebel era un problema para el liderazgo formal que hoy se rasga las vestiduras ante la amenaza de la aprobación del aborto, y ellos mismos se encargaron de cerrarle las puertas. Sí, claro que cometió errores, pero yo aprendí hace rato que los errores de los amigos son leves y superables, pero los de los “ajenos” son REALMENTE TERRIBLES.

 Así como Gebel, por ser el más notorio, tantísimos otros mucho menos conocidos, más aquellos que ni siquiera lo intentaron porque ya sabían cuál iba a ser la respuesta. De la misma forma, cuántas iglesias y estructuras (líderes) prefirieron mantener cómodos a los buenos y tradicionales ofrendantes antes que hacer unos ajustes para atraer y contener a los díscolos y revoltosos jóvenes… que hoy están en capacidad de decidir e influir en la sociedad.

 Pero la misericordia de Dios aún sigue abierta, no sabemos por cuánto tiempo más y todo parece indicar que no por mucho, pero aún lo está. Así que lo fundamental es reconocer ahora que los cristianos, las iglesias, el liderazgo y la “sociedad normal” en general hemos abortado muchos sueños y propósitos divinos, que si se hubieran realizado, hoy habrían transformado ese potencial destructivo de tantos jóvenes y líderes en algo constructivo y maravilloso. Los que hemos recibido la iluminación de la Palabra y hemos entendido que hay Alguien que tiene todo el poder y todos los recursos, y no los hemos puesto en funcionamiento, tenemos la principal responsabilidad sobre la problemática del aborto.

 Arrepentimiento y humillación primero, antes que salir a vociferar a las calles, es lo que necesitamos para que Dios mueva Su Mano.

  

Danilo Sorti

 


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