Génesis 1:27-28 RVC
27 Y Dios creó al hombre a su imagen. Lo creó
a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó.
28 Y los bendijo Dios con estas palabras:
«¡Reprodúzcanse, multiplíquense, y llenen la tierra! ¡Domínenla! ¡Sean los
señores de los peces del mar, de las aves de los cielos, y de todos los seres
que reptan sobre la tierra!»
En un artículo anterior hablamos acerca de la
importancia de la esperanza, esto es, la expectativa de alcanzar cosas grandes
e importantes en el futuro. Todos los seres humanos venimos con ese “sello”,
negarlo es una necedad, no incluir una dimensión cierta de esperanza en nuestra
predicación cristiana es dejar las puertas abiertas de par en par al error
religioso. De hecho, eso fue lo que ocurrió con el evangelio de la prosperidad,
que apareció en medio de un cristianismo evangélico que hacía demasiado énfasis
en el sufrimiento y en el “más allá”, pero descuidaba la faceta terrenal del
Reino de Dios.
Todos los hijos de Adán, los que pertenecemos
al género humano, tenemos esa marca distintiva puesta por el Creador que se da
a conocer en el mandato original; es una marca de autoridad de dominio, de
alcanzar grandes cosas; todos los seres humanos venimos preparados para eso.
La vida, desde muy chiquitos, se encarga de
aplastar y tapar cualquier manifestación de esa esperanza, sumiendo a la gran
mayoría de los hombres y mujeres en la pobreza, la necesidad y la incapacidad
de algún logro; y si algunos pocos lo logran en la vida, casi seguro que es de
la mano del Adversario.
Pero nada puede borrar el diseño que Dios ha
puesto en el ser humano, y ese llamado, por más tapado que se encuentre, pugna
por alcanzar la superficie de alguna forma. A veces es por medio de traumas, a
veces por violencia o conductas desubicadas, a veces se transforma en
idealizaciones o desarrollo personal. Algunas veces puede expresarse en vidas
de servicio, o en empresas que dan trabajo, o en verdaderas vocaciones
políticas.
Todos albergamos en nuestro interior la
esperanza de alcanzar grandes cosas, porque así fuimos diseñados, pero la gran
mayoría nunca lo logra… en esta Tierra.
¿Cuál es la esperanza a la que somos
llamados?
Efesios 1:18 RVC
18 Pido también que Dios les dé la luz
necesaria para que sepan cuál es la esperanza a la cual los ha llamado, cuáles
son las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,
Nuestra esperanza “original” ha sido tan bloqueada
por el pecado que necesitamos luz espiritual para conectarla con la esperanza
recuperada en Cristo. No activar esta esperanza genera cristianos “semi
zombis”, con perdón de la expresión. Podemos estar activos en amor y en fe,
pero, ¿hacia dónde? Finalmente la frustración asomará a mitad de camino y tarde
o temprano nos hará desviar.
De nuevo, es un error de cualquier liderazgo
no brindar una esperanza cierta, genuina, LA ESPERANZA que el Señor nos da en
Su Palabra.
Y esa esperanza no tiene que ver ni con la
Tierra ni con los logros que podamos o no alcanzar aquí, sino con nuestra vida
glorificada en el Cielo, por la Eternidad, junto con Él. Es una esperanza que
no muchos líderes conocen de verdad hoy, y que por lo tanto no pueden
transmitir. No es la esperanza “favorita” en este mundo materialista. Pero es la máxima esperanza que tenemos.
Máxima, pero muy poco conocida y menos aún comprendida, por lo que en la
práctica, poco funciona, dejando una secuela de cristianos frustrados, “a media
máquina”, cuando no apóstatas.
En algunos momentos del cristianismo uno
podía razonablemente esperar alcanzar logros materiales y terrenales. Durante
la mayor parte del tiempo, para la mayor parte de los cristianos, eso no fue
posible. En los tiempos que ya están aquí, tampoco. Sin embargo, muchos
predicadores parecen, ahora sí, sin ningún perdón de la expresión, “semi
zombis” espirituales:
Jeremías 8:11 RVC
11 Se les hace fácil sanar la herida de la
hija mi pueblo, con sólo decir “¡Paz, paz!” ¡Pero no hay paz!
Repiten el mensaje que podía ser bueno tiempo
atrás (supongamos…) pero que ya no se va a cumplir. Y con esto no quiero decir
que debamos dejar de luchar por nuestras naciones ni por establecer la justicia
de Dios en la Tierra, ¡eso nunca! Seremos llevados de este suelo y la última
oración inmediatamente antes será: “¡Venga Tu Reino!”
Pero, ¿en qué se comparan los bienes
terrenales con los celestiales? En nada, y siempre ha sido así, aún en las
mejores épocas, cuando razonablemente un cristianos podía alcanzar mucho en
esta Tierra.
El mundo está cada vez más abismalmente vacío
de esperanza, aferrándose a lo más mínimo que se le ofrezca, por más que sea
mentiroso y ellos lo sepan. Parece que muchas iglesias también, llenando el
vacío con “emociones espirituales” o “presencia” (vaya uno a saber de qué…).
Pero el “vacío de esperanza” solo se llena con esperanza: con la máxima
esperanza que nos garantizó Cristo.
No voy a hablar aquí sobre las realidades del
Cielo porque hay mucha gente a la que el Señor le ha permitido ver alguno de
eso y dejar el testimonio. Animo fuertemente a cualquiera que no haya dedicado
tiempo a leer o escuchar esos testimonios a que lo haga. Por supuesto, además
de la Palabra, que es el primer y más seguro testimonio de todos.
Pero conociéndolo, ¿qué sentido tiene poner
la esperanza en las cosas de acá? ¿Y qué sentido tiene frustrase cuando no las
alcanzamos? La realidad es que esta nuestra vida aquí es el “Jardín de
Infantes”, apenas aprendemos el ABC y los números, y luego una eternidad para
seguir creciendo, en un mundo muy distinto a este.
De acuerdo, siendo esta la primera esperanza
que tenemos, que no debemos perder y que debemos alimentar continuamente, con
todo:
Génesis 2:7 DHH
7 Entonces Dios el Señor formó al hombre de
la tierra misma, y sopló en su nariz y le dio vida. Así el hombre se convirtió
en un ser viviente.
Esta Tierra no es un “accidente”, nosotros
somos parte de ella porque de ella fuimos hechos y seguimos unidos. La
esperanza reservada en el Cielo es lo primero y superior, pero la verdad es que
sólo eso nos deja con cierto vacío, ¿y qué de la Tierra que una vez nos fue
dada? Por más gloriosa que sea la vida en el Cielo, y nunca podría describirla
adecuadamente, seguimos anhelando trabajar con este humilde barro terrenal. ¿No
hay ninguna esperanza relacionada con él?
Bueno, sobre eso charlaremos en un próximo
artículo.
Danilo Sorti
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