lunes, 27 de agosto de 2018

559. La esperanza de Adán


Génesis 1:27-28 RVC
27 Y Dios creó al hombre a su imagen. Lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó.
28 Y los bendijo Dios con estas palabras: «¡Reprodúzcanse, multiplíquense, y llenen la tierra! ¡Domínenla! ¡Sean los señores de los peces del mar, de las aves de los cielos, y de todos los seres que reptan sobre la tierra!»

En un artículo anterior hablamos acerca de la importancia de la esperanza, esto es, la expectativa de alcanzar cosas grandes e importantes en el futuro. Todos los seres humanos venimos con ese “sello”, negarlo es una necedad, no incluir una dimensión cierta de esperanza en nuestra predicación cristiana es dejar las puertas abiertas de par en par al error religioso. De hecho, eso fue lo que ocurrió con el evangelio de la prosperidad, que apareció en medio de un cristianismo evangélico que hacía demasiado énfasis en el sufrimiento y en el “más allá”, pero descuidaba la faceta terrenal del Reino de Dios.

Todos los hijos de Adán, los que pertenecemos al género humano, tenemos esa marca distintiva puesta por el Creador que se da a conocer en el mandato original; es una marca de autoridad de dominio, de alcanzar grandes cosas; todos los seres humanos venimos preparados para eso.

La vida, desde muy chiquitos, se encarga de aplastar y tapar cualquier manifestación de esa esperanza, sumiendo a la gran mayoría de los hombres y mujeres en la pobreza, la necesidad y la incapacidad de algún logro; y si algunos pocos lo logran en la vida, casi seguro que es de la mano del Adversario.

Pero nada puede borrar el diseño que Dios ha puesto en el ser humano, y ese llamado, por más tapado que se encuentre, pugna por alcanzar la superficie de alguna forma. A veces es por medio de traumas, a veces por violencia o conductas desubicadas, a veces se transforma en idealizaciones o desarrollo personal. Algunas veces puede expresarse en vidas de servicio, o en empresas que dan trabajo, o en verdaderas vocaciones políticas.

Todos albergamos en nuestro interior la esperanza de alcanzar grandes cosas, porque así fuimos diseñados, pero la gran mayoría nunca lo logra… en esta Tierra.

¿Cuál es la esperanza a la que somos llamados?

Efesios 1:18 RVC
18 Pido también que Dios les dé la luz necesaria para que sepan cuál es la esperanza a la cual los ha llamado, cuáles son las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,

Nuestra esperanza “original” ha sido tan bloqueada por el pecado que necesitamos luz espiritual para conectarla con la esperanza recuperada en Cristo. No activar esta esperanza genera cristianos “semi zombis”, con perdón de la expresión. Podemos estar activos en amor y en fe, pero, ¿hacia dónde? Finalmente la frustración asomará a mitad de camino y tarde o temprano nos hará desviar.

De nuevo, es un error de cualquier liderazgo no brindar una esperanza cierta, genuina, LA ESPERANZA que el Señor nos da en Su Palabra.

Y esa esperanza no tiene que ver ni con la Tierra ni con los logros que podamos o no alcanzar aquí, sino con nuestra vida glorificada en el Cielo, por la Eternidad, junto con Él. Es una esperanza que no muchos líderes conocen de verdad hoy, y que por lo tanto no pueden transmitir. No es la esperanza “favorita” en este mundo materialista.  Pero es la máxima esperanza que tenemos. Máxima, pero muy poco conocida y menos aún comprendida, por lo que en la práctica, poco funciona, dejando una secuela de cristianos frustrados, “a media máquina”, cuando no apóstatas.

En algunos momentos del cristianismo uno podía razonablemente esperar alcanzar logros materiales y terrenales. Durante la mayor parte del tiempo, para la mayor parte de los cristianos, eso no fue posible. En los tiempos que ya están aquí, tampoco. Sin embargo, muchos predicadores parecen, ahora sí, sin ningún perdón de la expresión, “semi zombis” espirituales:

Jeremías 8:11 RVC
11 Se les hace fácil sanar la herida de la hija mi pueblo, con sólo decir “¡Paz, paz!” ¡Pero no hay paz!

Repiten el mensaje que podía ser bueno tiempo atrás (supongamos…) pero que ya no se va a cumplir. Y con esto no quiero decir que debamos dejar de luchar por nuestras naciones ni por establecer la justicia de Dios en la Tierra, ¡eso nunca! Seremos llevados de este suelo y la última oración inmediatamente antes será: “¡Venga Tu Reino!”

Pero, ¿en qué se comparan los bienes terrenales con los celestiales? En nada, y siempre ha sido así, aún en las mejores épocas, cuando razonablemente un cristianos podía alcanzar mucho en esta Tierra.

El mundo está cada vez más abismalmente vacío de esperanza, aferrándose a lo más mínimo que se le ofrezca, por más que sea mentiroso y ellos lo sepan. Parece que muchas iglesias también, llenando el vacío con “emociones espirituales” o “presencia” (vaya uno a saber de qué…). Pero el “vacío de esperanza” solo se llena con esperanza: con la máxima esperanza que nos garantizó Cristo.

No voy a hablar aquí sobre las realidades del Cielo porque hay mucha gente a la que el Señor le ha permitido ver alguno de eso y dejar el testimonio. Animo fuertemente a cualquiera que no haya dedicado tiempo a leer o escuchar esos testimonios a que lo haga. Por supuesto, además de la Palabra, que es el primer y más seguro testimonio de todos.

Pero conociéndolo, ¿qué sentido tiene poner la esperanza en las cosas de acá? ¿Y qué sentido tiene frustrase cuando no las alcanzamos? La realidad es que esta nuestra vida aquí es el “Jardín de Infantes”, apenas aprendemos el ABC y los números, y luego una eternidad para seguir creciendo, en un mundo muy distinto a este.

De acuerdo, siendo esta la primera esperanza que tenemos, que no debemos perder y que debemos alimentar continuamente, con todo:

Génesis 2:7 DHH
7 Entonces Dios el Señor formó al hombre de la tierra misma, y sopló en su nariz y le dio vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente.

Esta Tierra no es un “accidente”, nosotros somos parte de ella porque de ella fuimos hechos y seguimos unidos. La esperanza reservada en el Cielo es lo primero y superior, pero la verdad es que sólo eso nos deja con cierto vacío, ¿y qué de la Tierra que una vez nos fue dada? Por más gloriosa que sea la vida en el Cielo, y nunca podría describirla adecuadamente, seguimos anhelando trabajar con este humilde barro terrenal. ¿No hay ninguna esperanza relacionada con él?

Bueno, sobre eso charlaremos en un próximo artículo.

Danilo Sorti





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