Apocalipsis 20:1-4 RVC
1 Vi entonces que un ángel descendía del
cielo. Llevaba en su mano la llave del abismo y una gran cadena.
2 Apresó al dragón, que es la serpiente
antigua, y que es también el Diablo y Satanás, y lo ató durante mil años;
3 luego lo arrojó al abismo y lo encerró, y
selló la puerta, para que no volviera a engañar a las naciones hasta el cabo de
los mil años. Después de esto es necesario que se le suelte por un poco de
tiempo.
4 Vi entonces unos tronos, y sobre ellos
estaban sentados los que recibieron la autoridad para juzgar. También vi las
almas de los que fueron decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la
palabra de Dios. Ellos son los que nunca adoraron a la bestia ni a su imagen,
ni aceptaron jamás llevar su marca en la frente ni en las manos; y éstos
volvieron a vivir y reinaron con Cristo durante mil años.
He aquí el pasaje que ha puesto nombre al
período del Reino Venidero como “Milenio”, aceptado por unos y rechazados por
otros.
Mis amigos amilenialistas dicen que no se
puede hacer doctrina de un solo pasaje y tienen razón. El problema es que no
comprenden que Apocalipsis es en realidad una especie de resumen y conclusión
de TODA la Biblia, especialmente de toda Su palabra profética, y cada frase
breve que leemos allí, o cada pasaje de pocos versículos en realidad está
retomando y concluyendo una enseñanza que se ha desarrollado a lo largo de los
otros 65 libros, y el Milenio no es una excepción.
Los libros de los profetas están repletos de
referencias al Milenio, al tiempo de la tribulación (especialmente en relación
con Israel) y a los acontecimientos inmediatamente anteriores al
arrebatamiento. ¡Pero mis amigos amilenialistas vuelven al ataque aquí! Ellos
dicen que esas promesas para Israel y las naciones, que obviamente no se han
cumplido literalmente y solo podrían cumplirse en un estado ideal como el
Milenio, ya no tienen valor porque Israel, y las naciones, rechazaron al
Mesías, y como prueba presentan a las promesas condicionales de Dios.
De nuevo, tenemos un serio problema teológico
aquí. Por empezar, es completamente cierto que Dios tiene muchas promesas
incondicionales: cuando lleguemos al cielo no enteraremos de cuántas hemos
perdido en la Tierra a causa de nuestra desobediencia, ¡por algo Dios dice que
Él se encargará de secar todas nuestras lágrimas, porque allí las habrá, mis
hermanos!
Bueno, el tema es que las promesas
condicionales que encontramos en la Biblia y en nuestra propia vida,
normalmente vienen con la condición aclarada, o dicha condición puede
rastrearse en pasajes paralelos o “fundamentales” para dichas promesas. Pero
cuando leemos los muchos pasajes referidos al Milenio o los últimos tiempos
normalmente no encontramos nada que nos dé a entender que es condicional,
simplemente Dios dice lo que va a suceder o lo que va a hacer Él. Si no hay
condiciones se trata de algo firme.
Y el último as bajo la manga es que “se trata
de pasajes simbólicos”. Sobre ese tema ya he hablado en artículos anteriores,
simplemente no puedo pegarle la etiqueta de “simbólico” a lo que se me dé la
gana, ni siquiera a las palabras de los profetas porque en realidad, cuando
leemos sus libros, más son las palabras literales o con estructura literal que
las simbólicas, y normalmente lo simbólico está claramente expresado como tal.
Bueno, volvamos entonces al Milenio y el
tiempo de la restauración de todas las cosas en esta Tierra. Esa era la
esperanza principal de los primeros cristianos, por eso la primitiva iglesia
tuvo tanto vigor y tanta fe en medio de tan duras condiciones. Pero esto nos
lleva a otro problema teológico, aunque solo en apariencia.
Si hacemos una cuenta rápida, de esas que a
los seres humanos nos gusta realizar aunque no escribir en los libros de
teología porque parecen muy materialistas, resulta que comparando la gloria
indescriptible del Reino Celestial con la realidad de una Tierra mejorada en el
Milenio, se nos presenta una diferencia tan abismal que, de nuevo, el Milenio
“pierde” sentido lógico. En el fondo, yo supongo que mis amigos amilenialistas
hacen esta cuenta y concluyen que el Milenio es casi una “pérdida de tiempo”.
Pero hay varios asuntos aquí.
El primero y principal es que Dios nos dio la
Tierra a los seres humanos y nos encargó una labor QUE NO HEMOS CUMPLIDO, al
contrario, hemos destruido todo lo que se suponía debíamos perfeccionar. La
postura amilenialista diría aquí: “¡qué lástima! Borrón y cuenta nueva, vámonos
al Cielo”. No quiero ser muy duro al criticarla, tiene mucho de lógica, además,
después de tantos milenios de frustraciones y desencuentros, muerte y
destrucción sobre esta Tierra, es perfectamente comprensible que muchos santos
no quieran saber nada más con este “mundo fallido”.
Pero mi crítica aquí está en que Dios no
actúa de esa manera; no lo hizo con nosotros, y si no lo hizo con los
principales responsables de todo este caos, con la máxima creación que hizo en
este Universo, ¿por qué habría de hacerlo con algo menor como un planeta? Vemos
en todas las páginas de la Biblia el poder de restauración divino, el valle de
los huesos secos es una de las imágenes más vívidas de esto, ¿cómo no se
aplicaría eso a Su creación material?
Pero el otro tema, es que NOSOTROS tenemos
una deuda pendiente con la Tierra, una labor no cumplida. La imagen es como
cuando a un niño le damos un paquete de arcilla para modelar y por alguna razón
se echó a perder, o se secó, o le salió mal. Inevitablemente tendremos que
comprar otro paquete hasta que la obra quede concluida tal como él quería.
Ahora bien, si comparamos la escultura
realizada por nuestro pequeño con, supongamos, alguna obra de un museo,
concluiremos que hay una GRAN diferencia. ¿Pero acaso algún padre dejaría de
comprarle la arcilla por esa razón? ¡Por supuesto que no! No se trata del
objeto en sí, se trata de lo que el niño quería hacer. Y la verdad es que yo
prefiero esas obras hechas con amor a muchísimas esculturas de eximios artistas
(¿o ex simios…?) que transmiten pecado, lascivia, y toda clase de inmundicia, además de tener
adheridos demonios.
Entiendo que hay varias razones de peso que
justifican el Milenio, no voy a hablar de ellas ahora, solamente me voy a
referir a lo que es nuestra esperanza, aquella que fue grabada en Adán, que se
transmitió a todos nosotros, que hemos corrompido totalmente en este mundo, que
todos soñamos y que tendremos la oportunidad de restaurar en el Reino Venidero
(de hecho, es más que solamente el Milenio, pero ese es otro tema).
Por más que sepamos que el Reino Celestial es
muy superior a todo lo que podamos construir aquí, inevitablemente tenemos
grabada en nosotros la esperanza de hacer un mundo mejor. Y hay un tiempo para
cumplirla: el Reino Venidero. Podremos hacer muchas cosas aquí y ahora, o
quizás no, lo cierto es que aún lo mejor que hagamos será solo parcial, muy
parcial e imperfecto. Está bien, hay que hacerlo, pero hay una esperanza más
perfecta que no podemos poner aquí y ahora sino un poco (y no demasiado) más
adelante, bajo una realidad muy diferente.
Es necesario mantener activa esa esperanza,
porque es parte del mandato original que todos hemos recibido.
Danilo Sorti
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