Juan 4:1-4 RVC
1 Cuando el Señor supo que los fariseos
habían oído decir: «Jesús hace y bautiza más discípulos que Juan»
2 (aunque en realidad Jesús no bautizaba,
sino sus discípulos),
3 salió de Judea, y se fue otra vez a
Galilea.
4 Le era necesario pasar por Samaria,
Los judíos tenían una larga historia de
aversión hacia los samaritanos, que comenzó alrededor del 700 a. C. cuando
Asiria deportó a las tribus de Israel (del norte) y trajo gente de otras
nacionalidades, que conformaron una raza mezclada. Cuando Judá vuelve a su
territorio los samaritanos fueron hostiles con ellos y trataron de impedir la
reconstrucción de Jerusalén. Construyeron su propio templo y diseñaron su
propio sistema religioso diferente. Además, “Samaria se convirtió en un lugar
de refugio para todos los forajidos de Judea (Josué 20:7; 21:21). Los
Samaritanos recibieron voluntariamente a criminales judíos y refugiados de la
justicia. Los violadores de las leyes judías y quienes habían sido excomulgados
encontraron seguridad para sí mismos en Samaria, aumentando considerablemente
el odio que existía entre las dos naciones.” (https://www.gotquestions.org/Espanol/samaritanos.html).
Así que aquí tenemos brevemente la historia
del odio mutuo, exacerbado hacia los tiempos de Jesús en la medida que los
fariseos pretendían aplacar a un Dios enojados con ellos practicando la “más
pura forma de religión posible” (en las formas, claro), de la cual los
samaritanos estaban ostensiblemente alejados.
“Le era necesario pasar por Samaria” es una
frase complicada: los judíos piadosos solían hacer el camino más largo y no
pasar por allí, que además resultaba tierra peligrosa. Fuera donde fuera, Jesús
tenía posibilidades de testificar abundantemente, así que no era estrictamente
necesario pasar por allí, con lo que la expresión más bien nos está indicando
una “cita divina” preparada desde lo alto.
¿Estamos atentos a esas “citas divinas”, esas
oportunidades “casuales” que Dios prepara, pero que necesitan un cierto
esfuerzo e implican riesgo? Cruzar en medio de un territorio hostil no era
agradable ni seguro. Pero el Señor podía escuchar perfectamente la voz del
Espíritu guiándolo, así que fue, pero más bien “escapando” de Judea, tal como
se ha expandido el cristianismo durante la mayor parte de su historia. Digo
“escapando” porque en realidad no era tiempo todavía de precipitar los eventos
finales, y cualquier ataque contra Su persona hubiera requerido una
manifestación sobrenatural asombrosa que no debía ocurrir.
Podemos hablar muchísimo sobre la charla que
ocurrió al lado del pozo, pero aquí quiero resaltar este hecho: “le era
necesario” pasar por un lugar que podía haber evitado. Y ese “necesario”
implicaba riesgos y confrontación, pero el resultado fue maravilloso.
Saltemos el avivamiento samaritano que
ocurrió en un par de días y vayamos al momento en que Jesús se va de allí: ¿por
qué dejar ese lugar tan maravilloso para volver a Su propio pueblo que lo iba a
rechazar? La verdad es que no me resulta tan asombrosa la decisión de pasar por
Samaria como la decisión de IRSE DE Samaria. De nuevo, otra “cita divina”, esta
vez, más dura y difícil, con la cruz…
Los tiempos de conflictos, los momentos en
que las cosas no salen como lo planeábamos, cuando hay imprevistos, cuando
nuestros planes se arruinan, muy bien
pueden ser momentos de citas divinas. Pero también Dios tiene el derecho a
cambiar esos planes tan maravillosos y tan bien armaditos que teníamos: una charla
que se prolonga más de lo debido, un día que debemos faltar al trabajo (y
cobrar menos a fin de mes…), una salida con amigos o con la familia que se
posterga, una visita inesperada al hospital… Muy bien pueden ser citas divinas,
que debemos aprovechar estando atentos a lo que Dios quiere hacer.
Debo confesar que suelo armar mis días muy
estructuradamente, y si algo pasó entremedio no planificado, suelo estar todo
el tiempo pensando en cómo voy a reorganizar lo que faltó… Así que seguramente
me he perdido unas cuantas citas divinas a lo largo del tiempo. ¿Qué suele
regañarme el Espíritu Santo? Que no confío lo suficiente en que Él también
tiene control sobre el tiempo y las oportunidades, sino que “tengo que hacerlo
yo”…
Por lo tanto, el corolario de esto creo que
debería ser en que confiemos en los tiempos de Dios, en que Él sabe qué hacer y
cómo y, al fin de cuentas, no somos indispensables para eso pero sí hemos sido
llamados a cumplir una parte del proceso, y nuestro éxito está en cumplir bien
esa parte. Y también, en que los planes siguen siendo suyos y nosotros
conocemos una parte, nada más, pero Él sigue teniendo el derecho a realizarlos.
Y el resultado es la extensión del Reino de
Dios.
Danilo Sorti
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