Nehemías 5:1-7 RVC
1 »Pero los hombres del pueblo y sus esposas
protestaron contra sus compatriotas judíos,
2 pues decían: “Si contamos a nuestros hijos
y nuestras hijas, en nuestra familia somos muchos, y tenemos que pedir prestado
el grano para poder comer y vivir.”
3 Otros decían: “Es tanta el hambre que
padecemos, que ya hemos hipotecado nuestras tierras, nuestras viñas y nuestras
casas, a cambio de alimentos.”
4 Otros se quejaban: “Hemos tenido que
hipotecar nuestras tierras y nuestras viñas para pagar el tributo al rey.
5 Aunque nuestro cuerpo es semejante al de
nuestros hermanos, y nuestros hijos son como sus hijos, nosotros hemos tenido
que hacer de nuestros hijos y nuestras hijas esclavos al servicio de otros;
algunas ya lo son, y no podemos rescatarlas porque nuestras tierras y nuestras
viñas pertenecen a otros.”
6 »Cuando escuché sus quejas, me enojé mucho.
7 Pero reflexioné acerca de lo que iba a decir;
luego convoqué a los hombres importantes y a los oficiales del templo, y les
dije: “¿Son capaces de exigir altos intereses de sus hermanos?”
Estos pobres son los que habían decidido
vivir en Jerusalén, que para ese momento no era un lugar muy acogedor ni muy
seguro. Aún más, eran los que estaban trabajando en la muralla: sin paga, sin
que nadie les diera nada y teniendo que sostenerse con su propio esfuerzo, o el
de su familia. Además del trabajo que significaba reconstruir la muralla,
debían pagar sus impuestos y estaban sometidos a las vicisitudes de la
producción agropecuaria.
Ellos estaban en una labor crucial:
reconstruir la muralla, y no faltaba mucho para terminarla. Por lo menos un mes
habían estado abocados de lleno al trabajo, descuidando todo lo otro. Además de
eso, habían decidido volver a Israel, por fe en las promesas divinas, teniendo
en cuenta que muchos judíos se habían acomodado muy bien en el imperio e
incluso habían llegado a prosperar.
Entonces, tenemos aquí gente que se estaba
esforzando en cumplir la voluntad del Señor, probablemente muchos de ellos
cansados y con sus recursos agotados por el esfuerzo, y aquellos que sí tenían
riquezas… se aprovechaban de su indefensión.
Creo que los cristianos tenemos mucho que
arrepentirnos aquí. La mayoría no puede ver cuándo un hermano está en medio de
una dura batalla, más bien, nuestro evangelio individualista nos prepara para
rápidamente echarle la culpa de su situación, hacer una detallada lista de sus
errores y proponer una fórmula inefable para que él mismo, con sus propias
fuerzas, salga del atolladero y alcance el éxito, y si eso no pasa, bueno, ya
el Señor lo habrá desechado por su incredulidad, ¡qué lástima!, en fin,
aprovechemos el vacío que dejó y ocupemos ese lugar…
No es un pensamiento nuevo, siempre ha estado
en la sociedad. Aquellos a los que Dios permite que les vaya bien por un
tiempo, o que acumulen riquezas, casi sin excepción buscarán las oportunidades
para seguir haciéndolo, y muchas de estas “oportunidades” están dadas por la
gente que se ve obligada a vender cosas a bajo precio debido a su necesidad, o
aceptar préstamos a tasas injustas ya que nadie se los da de otra manera.
También los poderosos entre las naciones han construido sus fortunas así.
Dios había sido muy cuidadoso en dejar
escrito en la Ley Mosaica que esas prácticas no eran aceptables en Su pueblo:
Deuteronomio 23:19 RVC
19 »No impongas intereses a tu hermano por el
dinero, o comestibles, o cualquier otra cosa que le prestes, y por lo que se
acostumbra cobrar interés.
Pero lo cierto es que, luego de haber estado
metidos en una gran lucha, muchas veces solos, incomprendidos y criticados por
los hermanos, podemos terminar agotados, enfermos por el esfuerzo físico,
empobrecidos porque descuidamos el trabajo mientras tanto, con unas cuantas
relaciones laborales o comerciales rotas, y esperando en vano la ayuda de algún
hermano… es más, probablemente ya ni se nos ocurra pedir ayuda porque sabemos
que lo que vamos a recibir es una reprimenda por lo que “debimos haber hecho y
no hicimos”.
Mis queridos hermanos: eso también es parte
de la batalla.
Lucas 14:28-31 RVC
28 Porque ¿quién de ustedes que quiera
levantar una torre, no se sienta primero a calcular los costos, para ver si
tiene todo lo que necesita para terminarla?
29 No sea que después de haber puesto los
cimientos, se dé cuenta de que no puede terminarla, y todos los que lo sepan
comiencen a burlarse de él
30 y digan: “Este hombre comenzó a construir,
y no pudo terminar.”
31 ¿O qué rey que marche a la guerra contra
otro rey, no se sienta primero a calcular si puede hacerle frente con diez mil
soldados al que viene a atacarlo con veinte mil?
Jesús termina esta sección con una
exhortación enigmática:
Lucas 14:33 RVC
33 Así también, cualquiera de ustedes que no
renuncia a todo lo que tiene, no puede ser mi discípulo.
Aparentemente no tiene mucho que ver con lo
que está diciendo antes, pero cuando la leemos en profundidad se hace clara:
debemos renunciar también a nuestro derecho a que se nos ayude o reconozca, aún
cuando eso sea justo.
Quisiera que estas breves palabras nos
ayudaran a reflexionar, porque inevitablemente en algún momento nos toca estar
“del otro lado”, es decir, en la posición de poder ayudar, o no, a un guerrero
herido, cansado y empobrecido. A veces unas palabras de aliento y comprensión
son suficientes como para despertar nuevamente la fe y activar la restauración
que el Espíritu hace. A veces, oraciones. Otras veces podemos dar alguna ayuda
material o un acompañamiento más persistente. Como sea, seguro que en algún
momento tendremos esa oportunidad, y seguro que en varios de esos momentos la
dejamos pasar sin darnos cuenta siquiera. Que el Señor nos abra los ojos y nos
de un corazón compasivo como el Suyo.
Danilo Sorti
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