Apocalipsis 3:10 RVC
10 Por cuanto has obedecido mi mandamiento de
ser perseverante, yo también te protegeré a la hora de la prueba, la cual
vendrá sobre el mundo entero para poner a prueba a cuantos habitan en la
tierra.
Al día de hoy todavía muchos cristianos
siguen teniendo rechazo abierto o negación encubierta para hablar de las cosas
que acontecerán al mundo entero en breve. A medida que se hace cada vez más
evidente que cosas grandes y graves acontecerán sobre toda la Tierra, aún a los
que no conocen las profecías, muchos siguen aferrándose a un evangelio
individual, de promesas personales, que tiene que ver con uno y nada más que
uno, sin importar demasiado lo que haga el otro. Me gustaría hacer un análisis
más profundo al respecto, pero tengo la hipótesis de que en realidad se trata
de una negación inconsciente para no enfrentar algo tan grande como “mundial”.
Lo cierto es que si nos abrimos a esa
posibilidad de repente encontramos que hay mucho de “mundial” en la Biblia, y
especialmente para el fin de los tiempos. Cuando unimos los acontecimientos de
juicio del fin de los tiempos con la visión profética de las iglesias que
ofrece Apocalipsis 2 y 3 nos encontramos con esta iglesia en particular, que
llega hasta el fin de los tiempos, a la que se le promete protección en esa
hora de prueba. Por lo tanto, se trata de una prueba que viene durante el
tiempo de la iglesia y no después del arrebatamiento, porque si hay una iglesia
de las 4 que llegan al final que merece ser arrebatada es precisamente esa.
Si es una prueba sobre el mundo pero la
iglesia todavía está, es evidentemente una prueba también para la iglesia. Y
notemos, “prueba”, no dice juicio, como sí ocurre después. Claro que esta
distinción que estoy haciendo está muy cerca de ser un juego de palabras porque
la magnitud de dicha prueba la convierte también en un duro juicio, aunque no
tanto como los que vendrán después. Como sea, no es todavía lo más duro de los
juicios, pero tampoco es nada liviano. Pero si es una prueba significa que Dios
seguirá teniendo especial cuidado de Su Iglesia fiel, y que seguirá
protegiéndola de manera especial.
El propósito de cualquier prueba es salir
aprobado. Bueno, más que eso, en realidad como docente he podido comprobar (con
mis alumnos y en mi propia vida de estudiante) que la evaluación suele ser el
momento en que uno más aprende, porque se pone a estudiar en serio. Antes de
eso uno asiste a clases, puede releer los apuntes o quizás resumirlos, pero,
seamos sinceros, no le ponemos muchas ganas al asunto… hasta que el profesor
escribe en la pizarra la tan temida fecha de la evaluación…
La prueba es mucho más que una “prueba”, es
el momento en que terminamos de definir lo que somos, que ponemos seriamente en
juego todo lo que hemos aprendido, mejor dicho, cuando se ve si realmente
aprendimos o no.
La magnitud de una prueba mundial es…
mundial. Ahora bien, esto implica que todo el entramado del sistema mundo será
afectado: el ambiente, la economía, la sociedad, la tecnología, los medios de
comunicación, la salud, y todo lo que se le ocurra a uno. Vivimos en un mundo
profundamente interrelacionado, por lo que una catástrofe que afecte seriamente
a una gran región, aunque no sea todo el mundo, inevitablemente terminará
afectándolo a todo.
¿Cuánto más o cuánto menos? Jesús dijo que
habría hambres en el mundo, pero en las páginas bíblicas nos encontramos en
cierto momento con Agabo que indica específicamente cuándo y a quién afectaría
uno de esos episodios en particular. De la misma forma, la “prueba mundial”
necesita ser especificada para cada región, país, ciudad; y el Espíritu lo
viene haciendo de sobra desde hace varios años ya.
El asunto que quiero enfatizar aquí
seriamente es si estamos preparados para la prueba, mejor dicho, si nos estamos
preparando seriamente para ella. Es medio difícil tener una idea de cómo será
exactamente la prueba hasta que no estamos sentados en el aula y se nos da la
hoja (allí es cuando uno empieza a relajarse porque se da cuenta de que la
sabe… o todo lo contrario…). Pero nosotros tenemos la ventaja de que el mismo
que nos va a tomar la prueba nos está diciendo con lujo de detalles en qué
consistirá, así que no deberíamos tener casi ninguna sorpresa, si es que
prestamos atención.
¿Cómo nos preparamos? Bueno, algo ya dije: el
Espíritu está hablando a través de muchos siervos, desoírlos sería una necedad.
Pero más allá de eso, la preparación fundamental está en la Palabra, allí
tenemos sobrados ejemplos de momentos de prueba, y cómo los hombres y mujeres
de Dios los enfrentaron con fe y obediencia en el Señor. LA PREPARACIÓN
fundamental es la Palabra, hecha viva mediante la comunión en oración con el
Señor.
Dimensionar adecuadamente la prueba nos ayuda
a dimensionar cuál deba ser nuestra preparación, y esto no es algo pequeño.
“Bueno, pero el Señor es poderoso para ayudarnos cuando sea necesario, ¿por qué
preocuparnos antes de tiempo?” Es la respuesta piadosa que escucho muchas
veces. Bueno, sería lógica si no fuera que en diversas oportunidades el Señor
mandó expresamente hacer algo a Su gente: Noé debió construir un arca, a Sus
seguidores Jesús les dijo que cuando vieran determinada señal no volvieran a
Jerusalén, en alguna parte leemos también el llamado a “salir de Babilonia”, y
otras cosas que podemos encontrar en determinadas ocasiones. Por lo tanto,
pensar que simplemente el Señor se encargará de todo y listo es una
simplificación peligrosa.
Ahora bien, en el versículo que leímos más
arriba (y en muchos otros también) Dios mismo dice que guardará a Sus hijos
fieles, por lo que desconfiar de la protección divina y suponer que uno tendrá
que hacer toda la provisión que necesite también es un error. La verdad se
encuentra en un “punto medio” que no es tan “medio” pero que implica acciones
que tenemos que hacer nosotros, acciones diferentes a las “comunes”, algo
especial que debemos procurar, y otras circunstancias en las que debamos
confiar.
Entonces, hay algo para hacer; pero también
hay una confianza que debemos ejercitar. Tampoco podemos suponer que con el
nivel de fe y conocimiento de Dios que tenemos ahora será suficiente. Debemos
acrecentarlo, para que cuando llegue el día estemos preparados. Viene a la
mente la parábola de las diez vírgenes, que aunque no se aplicaría exactamente
para este momento en realidad nos muestra un principio general: estar
preparados para cuando llegue la necesidad, porque no habrá tiempo suficiente
para hacerlo cuando el evento esté ya en marcha.
Volvamos a nuestro examen escolar. Mientras
estamos en clases normales podemos tener algunas disciplinas que nos
facilitarán mucho el momento de la evaluación. Yo suelo decirles a mis alumnos
que tomen apuntes mientras hablo porque con eso ya tienen buena parte de la
materia estudiada… pero la única forma en que he logrado hasta ahora que eso
ocurra fue cuando expresamente les dije que miraría la carpeta al final del
trimestre para la nota final… Uno también suele decir que repasen los apuntes,
que presten atención en clase y otras cosas por el estilo… pero por costumbre
nomás, no porque en realidad tenga la esperanza de que eso realmente ocurra…
Espero que nadie se esté horrorizando, los cristianos somos iguales o peores.
Mientras aún estamos a tiempo, hagamos
provisión, principalmente espiritual, es decir, no “más de lo mismo y cuando
pase, ya veremos”, sino “mucho más de lo que hacemos hasta ahora”, es decir,
primero y antes que nada, mucha más comunión con el Señor, y de allí fluye el
resto.
Danilo Sorti
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