lunes, 27 de agosto de 2018

572. La prueba que va a venir sobre todo el mundo


Apocalipsis 3:10 RVC
10 Por cuanto has obedecido mi mandamiento de ser perseverante, yo también te protegeré a la hora de la prueba, la cual vendrá sobre el mundo entero para poner a prueba a cuantos habitan en la tierra.

Al día de hoy todavía muchos cristianos siguen teniendo rechazo abierto o negación encubierta para hablar de las cosas que acontecerán al mundo entero en breve. A medida que se hace cada vez más evidente que cosas grandes y graves acontecerán sobre toda la Tierra, aún a los que no conocen las profecías, muchos siguen aferrándose a un evangelio individual, de promesas personales, que tiene que ver con uno y nada más que uno, sin importar demasiado lo que haga el otro. Me gustaría hacer un análisis más profundo al respecto, pero tengo la hipótesis de que en realidad se trata de una negación inconsciente para no enfrentar algo tan grande como “mundial”.

Lo cierto es que si nos abrimos a esa posibilidad de repente encontramos que hay mucho de “mundial” en la Biblia, y especialmente para el fin de los tiempos. Cuando unimos los acontecimientos de juicio del fin de los tiempos con la visión profética de las iglesias que ofrece Apocalipsis 2 y 3 nos encontramos con esta iglesia en particular, que llega hasta el fin de los tiempos, a la que se le promete protección en esa hora de prueba. Por lo tanto, se trata de una prueba que viene durante el tiempo de la iglesia y no después del arrebatamiento, porque si hay una iglesia de las 4 que llegan al final que merece ser arrebatada es precisamente esa.

Si es una prueba sobre el mundo pero la iglesia todavía está, es evidentemente una prueba también para la iglesia. Y notemos, “prueba”, no dice juicio, como sí ocurre después. Claro que esta distinción que estoy haciendo está muy cerca de ser un juego de palabras porque la magnitud de dicha prueba la convierte también en un duro juicio, aunque no tanto como los que vendrán después. Como sea, no es todavía lo más duro de los juicios, pero tampoco es nada liviano. Pero si es una prueba significa que Dios seguirá teniendo especial cuidado de Su Iglesia fiel, y que seguirá protegiéndola de manera especial.

El propósito de cualquier prueba es salir aprobado. Bueno, más que eso, en realidad como docente he podido comprobar (con mis alumnos y en mi propia vida de estudiante) que la evaluación suele ser el momento en que uno más aprende, porque se pone a estudiar en serio. Antes de eso uno asiste a clases, puede releer los apuntes o quizás resumirlos, pero, seamos sinceros, no le ponemos muchas ganas al asunto… hasta que el profesor escribe en la pizarra la tan temida fecha de la evaluación…

La prueba es mucho más que una “prueba”, es el momento en que terminamos de definir lo que somos, que ponemos seriamente en juego todo lo que hemos aprendido, mejor dicho, cuando se ve si realmente aprendimos o no.

La magnitud de una prueba mundial es… mundial. Ahora bien, esto implica que todo el entramado del sistema mundo será afectado: el ambiente, la economía, la sociedad, la tecnología, los medios de comunicación, la salud, y todo lo que se le ocurra a uno. Vivimos en un mundo profundamente interrelacionado, por lo que una catástrofe que afecte seriamente a una gran región, aunque no sea todo el mundo, inevitablemente terminará afectándolo a todo.

¿Cuánto más o cuánto menos? Jesús dijo que habría hambres en el mundo, pero en las páginas bíblicas nos encontramos en cierto momento con Agabo que indica específicamente cuándo y a quién afectaría uno de esos episodios en particular. De la misma forma, la “prueba mundial” necesita ser especificada para cada región, país, ciudad; y el Espíritu lo viene haciendo de sobra desde hace varios años ya.

El asunto que quiero enfatizar aquí seriamente es si estamos preparados para la prueba, mejor dicho, si nos estamos preparando seriamente para ella. Es medio difícil tener una idea de cómo será exactamente la prueba hasta que no estamos sentados en el aula y se nos da la hoja (allí es cuando uno empieza a relajarse porque se da cuenta de que la sabe… o todo lo contrario…). Pero nosotros tenemos la ventaja de que el mismo que nos va a tomar la prueba nos está diciendo con lujo de detalles en qué consistirá, así que no deberíamos tener casi ninguna sorpresa, si es que prestamos atención.

¿Cómo nos preparamos? Bueno, algo ya dije: el Espíritu está hablando a través de muchos siervos, desoírlos sería una necedad. Pero más allá de eso, la preparación fundamental está en la Palabra, allí tenemos sobrados ejemplos de momentos de prueba, y cómo los hombres y mujeres de Dios los enfrentaron con fe y obediencia en el Señor. LA PREPARACIÓN fundamental es la Palabra, hecha viva mediante la comunión en oración con el Señor.

Dimensionar adecuadamente la prueba nos ayuda a dimensionar cuál deba ser nuestra preparación, y esto no es algo pequeño. “Bueno, pero el Señor es poderoso para ayudarnos cuando sea necesario, ¿por qué preocuparnos antes de tiempo?” Es la respuesta piadosa que escucho muchas veces. Bueno, sería lógica si no fuera que en diversas oportunidades el Señor mandó expresamente hacer algo a Su gente: Noé debió construir un arca, a Sus seguidores Jesús les dijo que cuando vieran determinada señal no volvieran a Jerusalén, en alguna parte leemos también el llamado a “salir de Babilonia”, y otras cosas que podemos encontrar en determinadas ocasiones. Por lo tanto, pensar que simplemente el Señor se encargará de todo y listo es una simplificación peligrosa.

Ahora bien, en el versículo que leímos más arriba (y en muchos otros también) Dios mismo dice que guardará a Sus hijos fieles, por lo que desconfiar de la protección divina y suponer que uno tendrá que hacer toda la provisión que necesite también es un error. La verdad se encuentra en un “punto medio” que no es tan “medio” pero que implica acciones que tenemos que hacer nosotros, acciones diferentes a las “comunes”, algo especial que debemos procurar, y otras circunstancias en las que debamos confiar.

Entonces, hay algo para hacer; pero también hay una confianza que debemos ejercitar. Tampoco podemos suponer que con el nivel de fe y conocimiento de Dios que tenemos ahora será suficiente. Debemos acrecentarlo, para que cuando llegue el día estemos preparados. Viene a la mente la parábola de las diez vírgenes, que aunque no se aplicaría exactamente para este momento en realidad nos muestra un principio general: estar preparados para cuando llegue la necesidad, porque no habrá tiempo suficiente para hacerlo cuando el evento esté ya en marcha.

Volvamos a nuestro examen escolar. Mientras estamos en clases normales podemos tener algunas disciplinas que nos facilitarán mucho el momento de la evaluación. Yo suelo decirles a mis alumnos que tomen apuntes mientras hablo porque con eso ya tienen buena parte de la materia estudiada… pero la única forma en que he logrado hasta ahora que eso ocurra fue cuando expresamente les dije que miraría la carpeta al final del trimestre para la nota final… Uno también suele decir que repasen los apuntes, que presten atención en clase y otras cosas por el estilo… pero por costumbre nomás, no porque en realidad tenga la esperanza de que eso realmente ocurra… Espero que nadie se esté horrorizando, los cristianos somos iguales o peores.

Mientras aún estamos a tiempo, hagamos provisión, principalmente espiritual, es decir, no “más de lo mismo y cuando pase, ya veremos”, sino “mucho más de lo que hacemos hasta ahora”, es decir, primero y antes que nada, mucha más comunión con el Señor, y de allí fluye el resto.


Danilo Sorti




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