lunes, 27 de agosto de 2018

573. De Gálatas a Efesios: de la religión a la comunión – I


No siempre resulta fácil encontrar el tema adecuado para los últimos tiempos; uno siente la urgencia de hablar de todo. La realidad de un mundo cada vez más pecador, los juicios inminentes, la preparación espiritual, las seducciones del engaño, la santidad, la creciente opresión demoníaca, la persecución en ciernes… ¿Qué es lo más importante?

Todo, pero quizás con un enfoque diferente.

Desde hace un tiempo el Señor me venía inquietando con Efesios. Hay una serie de artículos escritos sobre Gálatas, en los cuales analizamos la acción del Espíritu de la Religión. Providencialmente el Espíritu Santo permitió que en nuestras Biblias tengamos a Efesios luego de Gálatas. De hecho el orden de las epístolas es de mayor a menor extensión, con lo que uno pensaría que están en realidad desordenadas, y cronológicamente lo están. Pero los que creemos que al Espíritu “no se le escapa nada” podemos ver algunas interesantes relaciones en ese orden, y una de ellas es esta: de la “religión” que muestra Gálatas pasamos a la “vida espiritual” que muestra Efesios, no creo que por casualidad.

Pero hay más. Proféticamente los 66 libros de Isaías se corresponderían con los 66 libros de la Biblia, con lo que buscando el capítulo correspondiente podríamos encontrar no solo las enseñanzas puntuales del mismo sino algunas sugerencias proféticas relacionadas con el libro en cuestión.

Antes de seguir, ¿por qué es importante esta enseñanza precisamente ahora? Porque el Señor viene a buscar a Su Novia pura, una iglesia pura sin ninguna contaminación de religión. Y aunque somos llamados a tener una preparación material para el tiempo por venir, es obvio que la principal es espiritual, y eso tiene que ver directamente con la Iglesia, que ha sido muy atacada por las falsas doctrinas de los últimos tiempos.

Así que tenemos los capítulos 48 y 49 que se corresponderían con Gálatas y Efesios, por lo que podríamos haber algunas relaciones interesantes.

Isaías 48:1-2 RVC
1 »Escuchen esto ustedes, los de la casa de Jacob; ustedes que llevan el nombre de Israel y que salieron de las aguas de Judá; ustedes que juran en el nombre del Señor e invocan al Dios de Israel, aunque no en verdad ni en justicia;
2 ustedes que reciben su nombre de la santa ciudad y confían en el Dios de Israel, cuyo nombre es el Señor de los ejércitos:

Se supone que esta sección de Isaías fue escrita por uno de sus discípulos, durante el tiempo del exilio babilónico, cuando el Señor estaba “re formando” a Su pueblo. Ese contexto es muy interesante, y tiene un paralelo sugestivo con Gálatas y las palabras del Señor en secciones como Mateo 5 al 7. Israel estaba “saliendo” de la idolatría, porque estaba viviendo en carne propia el juicio por su pecado; la religión no es más que una forma de idolatría muy bien disfrazada, pero lo es porque cualquier cosa que ocupe el lugar de Dios es idolatría. Allí tenemos a los espíritus de religión que son los que en última instancia reciben adoración, pero son tan sutiles que resultan muy difíciles de discernir.

En base al razonamiento anterior podemos decir que este Israel que recién está “saliendo” de la idolatría no va a ser muy diferente del pueblo de Dios que es llamado fuera de la religión (forma más sutil de idolatría), y no muy alejado del mensaje central de Gálatas, que es también un llamado a salir fuera de la religión. Bueno, veámoslo así: los gálatas recién habían “salido” de la idolatría pagana al aceptar el cristianismo y estaban siendo contaminados por los judaizantes con una doctrina religiosa, en realidad, todavía no habían sido completamente libres de su mentalidad idolátrica-religiosa (necesariamente la idolatría implica prácticas “religiosas”) por lo que el Señor permitió que esos judaizantes llegaran a fin de sacar a luz lo que todavía estaba oculto en su interior, y de esa manera tratar adecuadamente con esas raíces de pecado.

Y ahí entra Isaías 48, el capítulo que “corresponde” a Gálatas, dirigido a un pueblo que estaba siendo conducido fuera de la idolatría-religión: “ustedes que juran en el nombre del Señor e invocan al Dios de Israel, aunque no en verdad ni en justicia”. Esta última frase expresa bien en qué consiste la religión.

Ellos tenían el nombre de Dios, tenían la ascendencia que el Señor había establecido, tenían la Palabra de Dios, invocaban a Yahvéh, creían en Sus promesas… pero no de manera sincera y justa. Cualquier forma de religión será eso y por lo tanto “parece” pero no es genuinamente.

Isaías 48:3-5 RVC
3 Los acontecimientos de antaño ya antes los había anunciado; salieron de mi boca y los di a conocer; actué al momento y los hice realidad.
4 Yo sé bien que eres muy necio; que tu cuello es duro como el hierro, y que tu frente parece de bronce.
5 Yo te lo anuncié con anticipación; antes de que sucediera te lo hice saber, para que no dijeras: “Esto lo hicieron mis ídolos. Mis imágenes de escultura y de fundición lo ordenaron.”

La solución divina para esta contumaz idolatría fue el juicio: Dios anunció y Dios hizo, y ningún ídolo pudo impedirlo. Dios se da a conocer como un Dios vivo, que habla y actúa, que está interesado en Su pueblo y que no lo va a dejar desviarse, y que es muy superior a los ídolos de este mundo.

En esencia, es el mismo principio que aplica Dios cuando el hombre se endurece. El avance tecnológico del último siglo ha lleva al hombre a pensar que puede controlar la naturaleza a su antojo y que ya “superó” su sometimiento a ella (que es la forma encubierta de reconocer su sometimiento a Dios) y por eso precisamente el Señor desatará Sus juicios a través de ella, y lo está anunciando.

Dios se muestra como un Dios vivo en contraste con ídolos muertos o impotentes. Esa es la forma de extirpar la religión.

Isaías 48:6-7 RVC
6 »Todos ustedes lo han oído; todos lo han visto. ¿Y no lo darán a conocer? A partir de este momento les daré a saber cosas nuevas y secretas que no conocían.
7 Han sido creadas ahora, y no en días pasados; antes de hoy no las habías oído, para que no digas: “Fíjense que ya lo sabía.”

Una de las características del Espíritu de Religión es que siempre lleva la vista hacia el pasado, hacia lo “bueno” pasado pero no hacia lo que el Espíritu está haciendo de nuevo en el presente. Los “religiosos” viven anclados en el pasado (aunque no se trata generalmente de un pasado real sino más bien idealizado, recortado y “adornado”) sin poder ver lo que Dios quiere hacer hoy y mañana. La cura de Yahvéh para esto es precisamente hacer cosas nuevas hoy y mañana, y de paso, demostrarle al hombre que no puede “contenerlo” dentro de ningún dogma, doctrina o estructura teológica (el Dios “religioso” termina siendo bastante chiquito).

Claro, no se trata aquí de “lo nuevo por lo nuevo en sí”, porque ya hemos visto que eso trae tremendas herejías, se trata de lo nuevo que DIOS ANUNCIA.

En parte por eso es que cuando la Iglesia mantiene una fuerte visión escatológica el fuego del Espíritu se mantiene también encendido: se trata de la visión hacia el futuro, lo que vendrá, la expectativa de lo nuevo que un Dios siempre nuevo va a hacer.

Mantengamos un corazón abierto a lo nuevo de Dios, aunque eso nuevo no siempre nos resulte agradable. Con todo, es parte de Su proceso y Su plan.


Danilo Sorti




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