lunes, 27 de agosto de 2018

571. Corazones enfermos, ¡totalmente enfermos!


Ezequiel 16:30 DHH
30 Yo, el Señor, afirmo: ¡Qué enfermo tenías el corazón para cometer todos esos actos propios de una prostituta desvergonzada!

El capítulo 16 de Ezequiel constituye una exposición descarnada del pecado de Judá e Israel, y el versículo 30 resume el motivo, crudamente expresado en la versión Dios Habla Hoy: “¡Qué enfermo tenías el corazón…!”

Ahora bien, el Espíritu no encuentra mejor expresión que esa; aquí no hay ninguna justificación, no hay un análisis contextual ni de las presiones religiosas de los pueblos paganos, no hay justificativo psicológico ni nada de lo que hoy diríamos. Lo único que explica la conducta de la nación es un corazón enfermo, totalmente enfermo de pecado, maldad pura, sin excusas, sin paliativos.

Esta es una de las palabras que hoy necesitamos escuchar. Bueno, creo que nunca ha perdido vigencia porque, aunque no soy ningún historiador experto, sospecho que el ser humano siempre ha intentado justificarse, para hacer que su pecado no sea tan malo. Hoy la justificación ha llegado a un máximo inimaginable hace tan solo un siglo, ya la sociedad no suaviza el pecado, directamente llama bueno a lo malo y malo a lo bueno; ha cambiado completamente la escala de valores para exaltar toda forma de perversión.

Si hay un momento de la historia de la humanidad en el cual se pueda aplicar este pasaje con más justeza, es éste.

Pero no extraña a nadie que la sociedad justifique y alabe el pecado; y no necesitamos hablar mucho sobre eso; lo que necesitamos es prevenirnos para que ese mismo principio no se nos meta en la Iglesia. Todo lo que conocemos de consejería y sanidad interior constituyen herramientas maravillosas (bien usadas) para traer restauración, pero cuidado, ¡restauración sobre corazones enfermos por el pecado y la maldad! No estamos hablando de personas buenas que necesitan ser perfeccionadas, estamos hablando de pecadores. Y a medida que el mundo está cada vez más enfermo, más enfermos y corrompidos llegarán al Señor.

Nosotros no podemos ignorar esta verdad, ni suavizarla: el pecado viene de un corazón enfermo ¡de pecado! Lleno de maldad. Siempre ha sido así y siempre lo será mientras haya pecado sobre la faz de la Tierra. Y nos encontramos en momentos de la historia cuando el fenómeno adquiere su máxima dimensión.

Un corazón “enfermo” (inconstante, languideciente, débil, desfalleciente, marchito, seco) implica más que sólo pecado: implica profundidad de pecado y un estado del cual no se puede salir, que ha llegado a ser tal que toma control de la persona debilitándola en todas sus funciones y nublando todas sus facultades. No es “solo” pecado, y todo lo que dice el capítulo reafirma esto que decimos; es pecado en un grado superlativo, perversión, una profundidad tal en la cual se ha perdido todo concepto de moral; tal como podemos ver hoy y experimentar, por ejemplo, cuando discutimos con abortistas o de sexualidad desviada; pero también con algunos otros más sofisticados y sutiles.

El Señor me ministraba unos días atrás sobre este tema; podía “ver” en mi espíritu el dolor de su corazón por la humanidad (y unos cuantos de Sus hijos) enfermos de tal manera; ¡una enfermedad no tiene nada de agradable y alguien profundamente enfermo es digno de compasión, aunque él haya sido el responsable! Dios se duele profundamente del estado tan degradado de Su creación, pero ¿qué es lo que ocurre?

Oseas 11:2a RVC
2 Pero mientras más los llamaba yo, más se alejaban de mí …

Su mano de misericordia se ha extendido para traer sanidad, pero las personas, casi todas, se alejan del Único que puede ayudarlas y deciden profundizar en su propio pecado y enfermedad; han llegado a adoptar la naturaleza de esa depravación, eso es lo que “son” y no pueden imaginarse “siendo” otra cosa. ¿Qué más puede hacer Dios?

Estamos asistiendo a un tiempo verdaderamente difícil, ¡pero para el Señor! ¿Qué hacer con esta humanidad tan enferma y que no quiere ser sanada? Por supuesto que Él sabe muy bien qué hacer y está por hacerlo, pero eso no evita el dolor que hay en Su corazón.

¿Cómo tener misericordia de gente tan perversa? ¿Cómo es posible que todavía siga teniendo paciencia con ellos (aunque no por mucho más)? Pues porque sabe perfectamente la enfermedad de su corazón.

Pero cuidado: cuando el enfermo decidió voluntariamente rechazar la medicina, se hace totalmente culpable de su enfermedad.

Dios sigue teniendo aún un poco de misericordia, por un poco de tiempo, y nos pide a Sus hijos que también la apliquemos, y para eso debemos conocer la dimensión de la “enfermedad”. Pero también debemos tratar el pecado como eso: una enfermedad de la cual el enfermo es totalmente responsable. Si queremos traer sanidad profunda a la gente que hoy está viniendo debemos ser radicalmente claros con su pecado; hermanos, no se trata de buenas personas a las que les faltaba solo conocer a Cristo, la gran mayoría de los que vienen y vendrán están saliendo de lo más profundo del pecado, y debemos ser radicales para tratar con él. Probablemente no todos acepten dicho “tratamiento”, y no debemos retener a nadie con engaños. La profundidad del pecado ha dañado todo lo que las personas son, toda estructura mental, su físico, los ha llenado de ataduras (cuando no, demonios) y de problemas, ha enmarañado su vida de relaciones y los ha vuelto incapaces de entender lo bueno. Ellos son los que hoy están siendo llamados a la salvación.

¿Podremos tener la misericordia necesaria y el poder del Espíritu suficiente como para aplicar las aguas de purificación para que sean restaurados? No puedo decir nada más que necesitamos mucho más del Espíritu Santo que antes, pero todo el proceso empieza reconociendo la profundidad de la enfermedad. Y cuidado, no sea que nosotros también estemos contagiados de algo de eso, al fin y al cabo, vivimos en el mismo mundo.

Danilo Sorti




Ayúdanos a llevar el mensaje.
Oprime aquí para enviarnos tu ofrenda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario