2 Corintios 10:3-5 RVC
3 Es verdad que aún somos seres humanos, pero
no luchamos como los seres humanos.
4 Las armas con las que luchamos no son las
de este mundo, sino las poderosas armas de Dios, capaces de destruir fortalezas
5 y de desbaratar argumentos y toda altivez
que se levanta contra el conocimiento de Dios, y de llevar cautivo todo
pensamiento a la obediencia a Cristo.
El contexto en el cual Pablo escribió estas
palabras resultaba especialmente complicado, estaba siendo cuestionado en su
autoridad y en las mismas raíces del Evangelio. La respuesta humana sería de
ira, de autoridad (“es así porque lo digo yo y punto”) o simplemente de apartar
a los revoltosos.
Por supuesto que Pablo sintió ira, la ira de
Dios por el pecado y el engaño, aplicó su autoridad, pero para edificación, y
es probable que haya apartado a algún pecador empedernido (conforme fue
instruido por el Señor). Pero esa no era la esencia de la lucha; no se ganaba
ninguna verdadera batalla allí, son en lo que dice: destruyendo fortalezas,
desbaratando argumentos, aplastando altiveces.
Es muy tentador usar armas humanas para la
obra de Dios. De hecho, diría que la mayor parte de la historia de la Iglesia
hemos hecho eso. Resulta un poco delicado, ya que “somos seres humanos”, y al
actuar en un mundo humano y material no podemos sustraernos de las acciones,
propiamente, humanas y materiales. Entonces tenemos un problema: ¿está mal si
hacemos un petitorio o una manifestación pacífica? ¿Se supone que solamente
debemos orar?
En realidad, no se trata tanto de hacer o no
hacer “hacia afuera”, sino primeramente de enfoque. Pablo habla de
“fortalezas”, “argumentos” y “altivez”. No quiero decir que este solo pasaje
resuma todo lo que la guerra espiritual es, pero en el Nuevo Testamento
encontramos estas secciones que funcionan a modo de visión general y casi como
síntesis de un tema.
Abriéndose paso en el contexto más adverso,
las armas espirituales usadas para llevar la verdad del Evangelio se encargaban
de destruir lugares espirituales: fortalezas, argumentos y altiveces.
La fortaleza espiritual es algo lo
suficientemente gráfico como para ser intuitivo; puede pensarse como una
estructura espiritual (hecha de “materiales espirituales”) que repele la luz y
exporta tinieblas, un lugar protegido del enemigo, por murallas de argumentos,
pecados y demonios, fundamentada sobre iniquidades generacionales y pecados sobre
la tierra, que ha perdurado durante mucho tiempo y constituye un centro de
comando satánico. Son los lugares seguros del Enemigo y pueden perdurar durante
siglos. Está impregnada con sentimientos de desesperanza e imposibilidad, e
incluso los mismos cristianos no se atreven a enfrentarlas.
Las fortalezas se manifiestan en leyes y
prácticas culturales firmemente arraigadas, pero esa expresión humana es la
cáscara de algo espiritual más profundo. El Hombre Fuerte de una región, o
alguno de los principados dominantes se encuentran en sendas fortalezas, que
los protegen y a las cuales alimentan.
Las fortalezas forman redes de oscuridad que
se ayudan entre sí, aunque no debemos pensar que sea una convivencia armónica
porque el reino de las tinieblas está siempre al borde del caos, y no son
infrecuentes las luchas que se manifiestan luego a nivel humano. Pero eso sí,
cuando se trata de combatir contra los hijos de luz, ¡todos se unen!
“Argumentos” resulta algo más conocido y a
nivel de la mente y el razonamiento humano. Dado que la dimensión almática es
la que prevalece entre los hombres hoy, los argumentos constituyen el “primer
nivel” de la lucha. Aquí podríamos hablar mucho acerca de las falacias de
razonamiento y el error; hay muchos argumentos que parecen muy lógicos e
incluso muy “científicos” pero esconden grandes falacias, errores y mentiras
flagrantes.
Este es un nivel de lucha, pero cuidado,
porque normalmente uno no consigue mucho quedándose en este sólo nivel.
Recuerdo haber leído de Josh McDowell, reconocido apologista, manifestar que
luego de largas controversias con determinadas personas el problema de fondo
resultaba moral y no intelectual, en la mayoría de los casos. Pocos seres
humanos son lo suficientemente honestos como para tener “solamente” un problema
intelectual que pueda ser resuelto con una adecuada y lógica exposición de la
verdad.
Sin embargo, también he llegado a entender
que “desbaratar argumentos” es un primer paso para crear una brecha por donde
pueda empezar a filtrarse la luz. Quién sabe si esa luz no podrá seguir
creciendo.
Las fortalezas generan argumentos y los
mantienen “por detrás” con sus voces demoníacas. Los argumentos dan legalidad a
los espíritus malignos para seguir manteniendo y acrecentando esas fortalezas.
“Altivez” alude al orgullo, que es
probablemente la raíz del problema humano. Job, el primer libro de toda la
Biblia en ser escrito, trata con ese problema (¿será por casualidad…?) y
tenemos algo escrito en artículos anteriores. El orgullo es la raíz de pecado que
Satanás sembró en nuestros primeros representantes, aquellos que habrían de
moldear la humanidad; y en esencia se trata de “yo puedo, yo sé, yo entiendo”
versus la vida de Dios, que es “Él puede, Él sabe, Él entiende”. Es un
sentimiento, más que eso, es una decisión del corazón humano, de la voluntad, y
moldea toda la vida, pensamiento, emociones y acciones.
Toda la autoridad del reino satánico se
fundamenta en el orgullo humano, pasado y presente, y todo ese reino comienza a
tambalear cuando el ser humano depone su orgullo y decide comer del Árbol de la
Vida que viene de Dios, con lo cual Su Vida inunda nuestra vida.
Así, la simple y sencilla predicación del
Evangelio, las verdades eternas que por sencillas son despreciadas por los
(aparentemente) inteligentes y sabios de este mundo que se enredan en
profundidades intelectuales vacías.
La Palabra de Dios, las verdades del
Evangelio expuestas y proclamadas constituyen la primera arma para destruir
toda esta estructura de maldad. Nada reemplaza eso.
La humildad y humillación de Cristo encarnada
en Sus mensajeros es poderosísima para desbaratar el espíritu de orgullo.
Exactamente cuando somos ofendidos, humillados y sufrimos pérdida por Cristo,
pero respondemos con humildad (que no significa ser un trapo de piso, ni callar
la verdad), actuamos con humildad hacia los que nos odian, amamos a los que nos
maldicen y persiguen, oramos por ellos, ESO SE CONSTITUYE en la más poderosa
arma de destrucción masiva contra el reino de Satanás. Implica un sacrificio personal,
a veces con la vida, pero el poder espiritual que libera es enorme.
Cuidado, libera poder espiritual de
arrepentimiento en los adversarios que abren su corazón, pero libera también
poder espiritual de pronta destrucción por la ira divina en los que lo cierran.
Los argumentos se rebaten con verdad, con
verdadera lógica, con argumentos del Cielo. Sin embargo, tanto Leviatán (el
orgullo) como los diversos espíritus que tienen control sobre la persona van en
auxilio de los argumentos y tuercen cualquier conversación de tal forma que en
realidad no se pude seguir un hilo argumental coherente. Por lo tanto, deben
estar cubiertos con guerra espiritual, oración, ayuno, atando demonios y sus
voces, para que recién ahí los argumentos puedan ser expuestos y destruyan las
fortalezas lógicas que se retroalimentan con las fuerzas espirituales.
Las fortalezas se comienzan a destruir con
todo lo anterior, pero tienen una sustancia espiritual e histórica mucho más
fuerte, con lo que la batalla es fundamentalmente en oración, profética y
finalmente en actos redentivos. Aquí se hace necesario todo lo que sabemos
sobre cartografía espiritual y guerra espiritual de alto nivel.
Nuestras armas son espirituales y no pensemos
que vamos a combatir simplemente a nivel de argumentos o lógica, porque es poco
lo que se puede hacer ahí. Tengamos en cuenta que las leyes y las guerras se
construyen en base a argumentos, pero los argumentos surgen de principios
espirituales más profundos.
Tenemos las armas y tenemos la autoridad:
Mateo 28:18 RVC
18 Jesús se acercó y les dijo: «Toda
autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra.
Debemos despojarnos de todas las estructuras
de engaño que nos dicen que no podemos utilizar en tal o cual tema, o que
tratan de desviarnos hacia métodos humanos antes que divinos.
Danilo Sorti
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