lunes, 27 de agosto de 2018

566. Nuestras armas no son humanas


2 Corintios 10:3-5 RVC
3 Es verdad que aún somos seres humanos, pero no luchamos como los seres humanos.
4 Las armas con las que luchamos no son las de este mundo, sino las poderosas armas de Dios, capaces de destruir fortalezas
5 y de desbaratar argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y de llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.


El contexto en el cual Pablo escribió estas palabras resultaba especialmente complicado, estaba siendo cuestionado en su autoridad y en las mismas raíces del Evangelio. La respuesta humana sería de ira, de autoridad (“es así porque lo digo yo y punto”) o simplemente de apartar a los revoltosos.

Por supuesto que Pablo sintió ira, la ira de Dios por el pecado y el engaño, aplicó su autoridad, pero para edificación, y es probable que haya apartado a algún pecador empedernido (conforme fue instruido por el Señor). Pero esa no era la esencia de la lucha; no se ganaba ninguna verdadera batalla allí, son en lo que dice: destruyendo fortalezas, desbaratando argumentos, aplastando altiveces.

Es muy tentador usar armas humanas para la obra de Dios. De hecho, diría que la mayor parte de la historia de la Iglesia hemos hecho eso. Resulta un poco delicado, ya que “somos seres humanos”, y al actuar en un mundo humano y material no podemos sustraernos de las acciones, propiamente, humanas y materiales. Entonces tenemos un problema: ¿está mal si hacemos un petitorio o una manifestación pacífica? ¿Se supone que solamente debemos orar?

En realidad, no se trata tanto de hacer o no hacer “hacia afuera”, sino primeramente de enfoque. Pablo habla de “fortalezas”, “argumentos” y “altivez”. No quiero decir que este solo pasaje resuma todo lo que la guerra espiritual es, pero en el Nuevo Testamento encontramos estas secciones que funcionan a modo de visión general y casi como síntesis de un tema.

Abriéndose paso en el contexto más adverso, las armas espirituales usadas para llevar la verdad del Evangelio se encargaban de destruir lugares espirituales: fortalezas, argumentos y altiveces.

La fortaleza espiritual es algo lo suficientemente gráfico como para ser intuitivo; puede pensarse como una estructura espiritual (hecha de “materiales espirituales”) que repele la luz y exporta tinieblas, un lugar protegido del enemigo, por murallas de argumentos, pecados y demonios, fundamentada sobre iniquidades generacionales y pecados sobre la tierra, que ha perdurado durante mucho tiempo y constituye un centro de comando satánico. Son los lugares seguros del Enemigo y pueden perdurar durante siglos. Está impregnada con sentimientos de desesperanza e imposibilidad, e incluso los mismos cristianos no se atreven a enfrentarlas.

Las fortalezas se manifiestan en leyes y prácticas culturales firmemente arraigadas, pero esa expresión humana es la cáscara de algo espiritual más profundo. El Hombre Fuerte de una región, o alguno de los principados dominantes se encuentran en sendas fortalezas, que los protegen y a las cuales alimentan.

Las fortalezas forman redes de oscuridad que se ayudan entre sí, aunque no debemos pensar que sea una convivencia armónica porque el reino de las tinieblas está siempre al borde del caos, y no son infrecuentes las luchas que se manifiestan luego a nivel humano. Pero eso sí, cuando se trata de combatir contra los hijos de luz, ¡todos se unen!

“Argumentos” resulta algo más conocido y a nivel de la mente y el razonamiento humano. Dado que la dimensión almática es la que prevalece entre los hombres hoy, los argumentos constituyen el “primer nivel” de la lucha. Aquí podríamos hablar mucho acerca de las falacias de razonamiento y el error; hay muchos argumentos que parecen muy lógicos e incluso muy “científicos” pero esconden grandes falacias, errores y mentiras flagrantes.

Este es un nivel de lucha, pero cuidado, porque normalmente uno no consigue mucho quedándose en este sólo nivel. Recuerdo haber leído de Josh McDowell, reconocido apologista, manifestar que luego de largas controversias con determinadas personas el problema de fondo resultaba moral y no intelectual, en la mayoría de los casos. Pocos seres humanos son lo suficientemente honestos como para tener “solamente” un problema intelectual que pueda ser resuelto con una adecuada y lógica exposición de la verdad.

Sin embargo, también he llegado a entender que “desbaratar argumentos” es un primer paso para crear una brecha por donde pueda empezar a filtrarse la luz. Quién sabe si esa luz no podrá seguir creciendo.

Las fortalezas generan argumentos y los mantienen “por detrás” con sus voces demoníacas. Los argumentos dan legalidad a los espíritus malignos para seguir manteniendo y acrecentando esas fortalezas.

“Altivez” alude al orgullo, que es probablemente la raíz del problema humano. Job, el primer libro de toda la Biblia en ser escrito, trata con ese problema (¿será por casualidad…?) y tenemos algo escrito en artículos anteriores. El orgullo es la raíz de pecado que Satanás sembró en nuestros primeros representantes, aquellos que habrían de moldear la humanidad; y en esencia se trata de “yo puedo, yo sé, yo entiendo” versus la vida de Dios, que es “Él puede, Él sabe, Él entiende”. Es un sentimiento, más que eso, es una decisión del corazón humano, de la voluntad, y moldea toda la vida, pensamiento, emociones y acciones.

Toda la autoridad del reino satánico se fundamenta en el orgullo humano, pasado y presente, y todo ese reino comienza a tambalear cuando el ser humano depone su orgullo y decide comer del Árbol de la Vida que viene de Dios, con lo cual Su Vida inunda nuestra vida.

Así, la simple y sencilla predicación del Evangelio, las verdades eternas que por sencillas son despreciadas por los (aparentemente) inteligentes y sabios de este mundo que se enredan en profundidades intelectuales vacías.

La Palabra de Dios, las verdades del Evangelio expuestas y proclamadas constituyen la primera arma para destruir toda esta estructura de maldad. Nada reemplaza eso.

La humildad y humillación de Cristo encarnada en Sus mensajeros es poderosísima para desbaratar el espíritu de orgullo. Exactamente cuando somos ofendidos, humillados y sufrimos pérdida por Cristo, pero respondemos con humildad (que no significa ser un trapo de piso, ni callar la verdad), actuamos con humildad hacia los que nos odian, amamos a los que nos maldicen y persiguen, oramos por ellos, ESO SE CONSTITUYE en la más poderosa arma de destrucción masiva contra el reino de Satanás. Implica un sacrificio personal, a veces con la vida, pero el poder espiritual que libera es enorme.

Cuidado, libera poder espiritual de arrepentimiento en los adversarios que abren su corazón, pero libera también poder espiritual de pronta destrucción por la ira divina en los que lo cierran.

Los argumentos se rebaten con verdad, con verdadera lógica, con argumentos del Cielo. Sin embargo, tanto Leviatán (el orgullo) como los diversos espíritus que tienen control sobre la persona van en auxilio de los argumentos y tuercen cualquier conversación de tal forma que en realidad no se pude seguir un hilo argumental coherente. Por lo tanto, deben estar cubiertos con guerra espiritual, oración, ayuno, atando demonios y sus voces, para que recién ahí los argumentos puedan ser expuestos y destruyan las fortalezas lógicas que se retroalimentan con las fuerzas espirituales.

Las fortalezas se comienzan a destruir con todo lo anterior, pero tienen una sustancia espiritual e histórica mucho más fuerte, con lo que la batalla es fundamentalmente en oración, profética y finalmente en actos redentivos. Aquí se hace necesario todo lo que sabemos sobre cartografía espiritual y guerra espiritual de alto nivel.

Nuestras armas son espirituales y no pensemos que vamos a combatir simplemente a nivel de argumentos o lógica, porque es poco lo que se puede hacer ahí. Tengamos en cuenta que las leyes y las guerras se construyen en base a argumentos, pero los argumentos surgen de principios espirituales más profundos.

Tenemos las armas y tenemos la autoridad:

Mateo 28:18 RVC
18 Jesús se acercó y les dijo: «Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra.

Debemos despojarnos de todas las estructuras de engaño que nos dicen que no podemos utilizar en tal o cual tema, o que tratan de desviarnos hacia métodos humanos antes que divinos.


Danilo Sorti




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