lunes, 16 de octubre de 2017

298. Jeremías 1: el llamado de Jeremías y el llamado de muchos profetas hoy

Jeremías 1:4-10 RVC
4 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
5 «Antes de que yo te formara en el vientre, te conocí. Antes de que nacieras, te santifiqué y te presenté ante las naciones como mi profeta.»
6 Yo dije: «¡Ay, Señor! ¡Ay, Señor! ¡Date cuenta de que no sé hablar! ¡No soy más que un muchachito!»
7 Pero el Señor me dijo: «No digas que sólo eres un muchachito, porque harás todo lo que yo te mande hacer, y dirás todo lo que te ordene que digas.
8 No temas delante de nadie, porque yo estoy contigo y te pondré a salvo.» —Palabra del Señor.
9 Y el Señor extendió su mano, me tocó la boca y me dijo: «Yo, el Señor, he puesto mis palabras en tu boca.
10 Date cuenta de que este día te he puesto sobre naciones y reinos, para que arranques y destruyas, para que arruines y derribes, para que construyas y plantes.»


Probablemente estos sean los versículos que más se han predicado del libro de Jeremías, ¡porque son casi los únicos que no hablan de juicio y problemas! En un artículo anterior analizamos el contexto en el cual Jeremías es llamado: nació de un linaje sujeto al juicio divino desde hacía siglos, en un territorio que había pasado por los mismo, y ahora él tenía que anunciar el juicio irrevocable que estaba por caer.

El llamado de Jeremías ha inspirado a muchas generaciones a lo largo de los siglos, pero probablemente no haya habido otra generación como la presente a la cual se aplique con tanta precisión.

¡Qué maravillosa sabiduría de Dios que antes de empezar con los mensajes de juicio, que ocuparían muchos años por delante, se muestra a Jeremías como el Señor de la eternidad, el que ya tiene todo previsto de antemano! ¿Por qué digo esto? «Antes de que yo te formara en el vientre, te conocí. Antes de que nacieras, te santifiqué y te presenté ante las naciones como mi profeta.» El Dios de los espíritus ya había preparado a Jeremías, en el tiempo “kairos”, en Su tiempo eterno, para la misión que recibiría porque había conocido su disposición y el amor de su corazón.

Nada mejor que empezar una misión que sería tan terriblemente “terrenal” con una perspectiva eterna. Nosotros hoy no necesitamos menos que eso, en un mundo que se ha vuelto igual de “terrenal” y concentrado en sus cosas materiales. Y también necesitamos este “vistazo” al mundo espiritual para no quedarnos exageradamente anclados a la tierra.

La dificultad extrema del ministerio de Jeremías y de nuestro servicio hoy requiere que podamos escuchar la voz del Padre anunciándonos Sus propósitos desde la eternidad, y que la escuchemos más de una vez. Quién sabe cuántas veces Jeremías habría recordado esas palabras del Padre, en medio de los rigores de su misión. Desde el principio de los tiempos hay una misión preparada para nosotros, en la eternidad, presentada ya en el mundo espiritual, tal como lo revela el Señor aquí… por eso es que también desde el principio de nuestra vida terrenal hay un designio satánico preparado para cortar ese ministerio, y por eso de las luchas y dificultades que experimentamos desde el mismo vientre de nuestra madre.

Pero el llamado del Señor no es una comisión de un general del ejército, que no se puede replicar ni cuestionar, sino todo lo contrario, ¡qué diferente que es Dios a nuestras estructuras humanas! Nada menos que Él, EL GENERAL SUPREMO, no tiene problemas en atender a las dudas y cuestionamientos de Sus soldados. Él no es como nosotros.

Jeremías no dudó del llamamiento y en esencia no lo rechazó, sino que planteó las dificultades prácticas para llevarlo a cabo, las cuales eran muy reales en esa sociedad: no tenía un lenguaje adecuado, no sabía hablar en público y era demasiado joven como para ser tenido en cuenta. Esas mismas dificultades se están repitiendo hoy mismo exactamente en muchos hermanos que son llamados en contextos similares como el de Jeremías para llevar mensajes también similares. ¿Por qué Dios uso a ese Jeremías? No me refiero al Jeremías que leemos al final del libro, ya afirmado en su rol, completamente lleno del fuego del espíritu, sino a ése, el jovencito. Quizás la explicación la podamos encontrar en las palabras de Pablo:

1 Corintios 1:26-29 DHH
26 Hermanos, deben darse cuenta de que Dios los ha llamado a pesar de que pocos de ustedes son sabios según los criterios humanos, y pocos de ustedes son gente con autoridad o pertenecientes a familias importantes.
27 Y es que, para avergonzar a los sabios, Dios ha escogido a los que el mundo tiene por tontos; y para avergonzar a los fuertes, ha escogido a los que el mundo tiene por débiles.
28 Dios ha escogido a la gente despreciada y sin importancia de este mundo, es decir, a los que no son nada, para anular a los que son algo.
29 Así nadie podrá presumir delante de Dios.

Y entre los corintios abundaban las manifestaciones proféticas, tal como podemos leer más adelante en la carta.

Pero se me ocurre que otra de las razones tenía que ver con el hecho de que al ser joven todavía no se había contaminado con las estructuras y pensamientos de su sociedad, de hecho SUMAMENTE corrompidos, por lo que tenía la libertad de decir “sin filtros” y sin procurar ser “políticamente correcto” las palabras que el Señor le dijera. ¡Qué cosa tan terrible es que a medida que nos ponemos más viejos nos vamos volviendo tan “políticos” en decir las cosas, siendo que Dios llamó a profetas que no lo eran!

La respuesta del Señor a Jeremías, en el versículo 6, fue que no se mirara a él mismo sino a Aquel que lo estaba comisionando, y quien pondría las palabras y las acciones en Su profeta. Es lo mismo para nosotros, cuando somos comisionados, no una vez, no únicamente al principio, sino vez tras vez, con cada nuevo desafío. Y de paso, nos recuerda que no tenemos que decir lo que nos parece bien, lo que aprendimos, lo que nos dijo el pastor o el apóstol o el profeta o el patriarca o vara a saber qué título, SON SOLAMENTE SUS PALABRAS.

Pero nadie puede decir Sus Palabras sin la protección de Dios, mucho menos en este tiempo. Así como vino el llamado, vino la promesa: “No temas delante de nadie, porque yo estoy contigo y te pondré a salvo.» —Palabra del Señor.” Y esta última expresión, “Palabra del Señor”, cierra el asunto. No hay más, no hay mayor autoridad, no hay mayor poder y no hay nada que se le pueda agregar. Esa es la confianza que tenemos que tener, y por supuesto, el llamado y la promesa que debemos recibir.

Dios pone literalmente Sus Palabras en boca de Jeremías, y la gente de ese entonces no lo reconoció, salvo quizás unos pocos, pero eso no cambió el hecho. Lo mismo hoy, no esperes mucho reconocimiento, pero eso no altera el llamamiento.

“Date cuenta de que este día te he puesto sobre naciones y reinos, para que arranques y destruyas, para que arruines y derribes, para que construyas y plantes.” La autoridad que recibimos al recibir la Palabra de Dios puede ser tremenda. Satanás y muchos buenos cristianos, líderes inclusive, van a tratar de minimizar este hecho. El jovencito Jeremías no podía tener una dimensión cabal de lo que estaba escuchando en ese momento, solo después, con el tiempo. Pero nuestra palabra, siendo las Palabras de Dios, es vida o muerte para las naciones; es el mensaje de salvación, de advertencia, de protección, de corrección que en estos tiempos, que son los últimos. No hay mucho tiempo y no habrá muchas más palabras que irán a las naciones, aunque son muchos los Jeremías que el Señor está levantando hoy, son pocos si los comparamos con la magnitud de la obra que resta. Pero así como un solo profeta fue suficiente para Jerusalén en ese tiempo, así es suficiente lo que el Señor levante hoy.

Apocalipsis 10:9-11 RV1995
9 Fui donde el ángel, diciéndole que me diera el librito. Y él me dijo: «Toma y cómelo; te amargará el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel».
10 Entonces tomé el librito de la mano del ángel y lo comí. En mi boca era dulce como la miel, pero cuando lo hube comido amargó mi vientre.
11 Él me dijo: «Es necesario que profetices otra vez sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes».

A esta altura, Juan ya era un profeta y siervo del Señor maduro, próximo a partir de esta tierra; podríamos decir que estaba “al final” del camino que estaba empezando Jeremías, pero la palabra que recibe es una continuación de la de Jeremías y una exhortación para nosotros: sigue siendo necesario profetizar sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes, tal como Jeremías. Y no debemos olvidar que la primera y principal profecía que debemos llevar es el mensaje de Jesucristo, que trae vida o muerte, protección o juicio.

¡Señor, que sean levantados Tus Jeremías en este tiempo, aquellos que no se han contaminado con las filosofías y cuestiones de una iglesia somnolienta y desorientada! ¡Señor, levanta a los jóvenes llenos del fuego de Tu Espíritu, aquellos que no temen perder sus títulos ni posiciones! ¡Aviva, Señor, Tu obra en medio de los tiempos!


Danilo Sorti




Ayúdanos a llevar el mensaje.
Oprime aquí para enviarnos tu ofrenda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario