lunes, 16 de octubre de 2017

294. El ministerio de las mujeres: la extraña costumbre que tienen los cristianos de inventar pecados…

Mateo 15:9 DHH
9 De nada sirve que me rinda culto;
sus enseñanzas son mandatos de hombres.

Uno de los argumentos que se esgrimen contra el ministerio público femenino es el hecho de que no se menciona expresamente la ordenación de mujeres en el Nuevo Testamento, haciendo, claro está, una curva conveniente para soslayar 1 Timoteo 3. Bueno, pero asumamos que sea así, que no podemos encontrar referencias directas a la ordenación de mujeres. El asunto es: ¿eso implica que se la prohíbe?

Recuerdo que en la iglesia donde conocí al Señor, había una frase fundacional: “hablamos donde la Biblia habla, callamos donde la Biblia calla”. Por supuesto, la doctrina que enseñaban no la cumplía al pie de la letra, pero el concepto quedó grabado. Si la Biblia no prohíbe expresamente algo, ¿por qué habríamos de prohibirlo nosotros?

Yo sé que no hay una respuesta sencilla aquí, en la práctica “permitir o prohibir” algo que la Biblia no permite o prohíbe directamente tiene que ver con la aplicación de los principios bíblicos, pero eso nos conduce inmediatamente al asunto de quiénes están aplicando esos principios y nos encontramos con ¡nosotros!, seres imperfectos y con motivaciones no del todo correctas. Algunos, intentando solucionar ese problema, se “refugiarían” en eminentes y reconocidos teólogos, pero la práctica me ha enseñado a dudar también de esos “eminentes y reconocidos”. No quiero desmerecerlos ni desmerecer su trabajo, creo que hay muchos muy buenos, y otros tantos muy malos, pero aún los “muy buenos” hablaron conforme la luz que recibieron en su momento, que necesariamente era menor que la que tenemos ahora. Y, sea como sea, finalmente eran hombres.

Hay una costumbre arraigada en el pueblo cristiano, especialmente entre los maestros y líderes, de que cuanto más se escriba sobre un tema, cuanto más se rebusquen las interpretaciones exegéticas de los originales, y más comentarios se amontonen, más verdad es. Es decir, mientras más complicado sea un asunto, más cierto es… y más difícil de que otro pueda analizarlo también. El problema es que, si ese principio fuera cierto, ¿a quién le dejó la Palabra el Espíritu? Evidentemente no a toda la humanidad, sino a un grupúsculo selecto. No me parece que esté de acuerdo con la naturaleza divina.

Los fariseos de la época de Jesús hacían precisamente eso, donde no había mandamientos construyeron una superestructura de mandatos… y donde SÍ HABÍA mandamientos claros, simplemente los pasaron por alto. No le fue mejor a Pablo:

Colosenses 2:22-23 DHH
22 Todas estas reglas tienen que ver con cosas que se acaban con el uso, y solo son mandatos y enseñanzas de hombres.
23 Es verdad que tales cosas pueden parecer sabias, porque exigen cierta religiosidad y humildad y duro trato del cuerpo, pero son cosas que no honran a nadie, pues solo sirven para satisfacer los deseos puramente humanos.

De nuevo, la vieja costumbre de inventar mandatos donde no hay una regla clara y expresa. Podría ejemplificarlo con temas relacionados a la sexualidad, pero para no incomodar a nadie no lo voy a hacer.

Ahora bien, el hecho de que expresamente no se mencione el ordenamiento de mujeres al ministerio en la Biblia no es señal inequívoca de que las mujeres no puedan serlo. Tampoco se menciona expresamente la escuelita dominical, ni el ministerio de jóvenes, ni se habla de instrumentos musicales en el culto de la iglesia (razón por la cual en aquella iglesia donde me convertí estaban prohibidos), ni de sanidad interior, ni de publicar en Internet, ni de muchísimas otras cosas que hacemos y que Dios respalda.

Algunos concluyen que, cuando esto pasa, debemos buscar los principios bíblicos y de ahí fijar una posición. Estoy de acuerdo con eso, siempre y cuando entendamos que “fijar una posición” NO CREA NINGUNA DOCTRINA, simplemente expresa el entendimiento que un grupo de gente tiene sobre un tema en un momento dado. Es decir, no necesariamente es la verdad y no necesariamente tiene que ser creído por el resto de los cristianos. Un nuevo análisis puede mostrar algo distinto.

Si aplicamos el concepto intuitivo de “hablar donde la Biblia habla y callar donde la Biblia calla”, sencillamente no podemos impedir la ordenación femenina.

El verdadero problema aquí es que, al igual que los fariseos de la época de Jesús, como nos cuesta obedecer los mandamientos que CLARA E INEQUÍVOCAMENTE Dios nos mandó, nos esforzamos en crear otros que parezcan “santos y sacrificiales” y que sí podamos obedecer. De hecho, es muy fácil para el hombre “obedecer” el “mandamiento” de impedir que la mujer participe en el ministerio público… ¿a qué hombre le gustaría que una mujer comente sus pecados hogareños, como hacemos nosotros con ellas?


Danilo Sorti




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