Apocalipsis 21:5 RVC
5 El que estaba sentado en el trono dijo:
«Mira, yo hago nuevas todas las cosas.» Y me dijo: «Escribe, porque estas
palabras son fieles y verdaderas.»
Vez tras vez afirmamos no solo el poder, sino
también la voluntad de Dios para restaurar, es decir, “hacer nuevo”. Este
pasaje de Apocalipsis normalmente ha sido interpretado en el sentido de
destrucción y nueva creación, sin embargo creo que se refiere más bien a otra
cosa, mucho más asombrosa y mucho más de acuerdo con la naturaleza divina. En
lo que sigue voy a presentar el argumento del título, a partir del “principio
de restauración” de Dios, y por razones de espacio y tiempo no voy a citar
muchos pasajes bíblicos, por lo que aquello que voy a decir puede muy bien ser
puesto en duda, y me parece bien, así alguno podrá buscar en la Biblia la
verdad al respecto.
El punto de partida de este artículo es el
tema de la Tribulación y el Milenio, que a pesar de ser doctrinas propiamente
“evangélicas”, siguen siendo puestas en duda, especialmente por una renovada
corriente que va de la mano del evangelio de la prosperidad y, en parte, del
evangelio de la transformación social. En la práctica puede resultar un debate
“menor” en función de otras temas y herejías más urgentes, pero en el fondo se
relaciona con nuestra forma de entender a Dios, lo cual repercute en el aquí y
ahora.
Uno de los puntos centrales de debate es si
Dios trata con individuos, con pueblos o con toda la humanidad, es decir, si
los plantes de Dios se agotan en salvar individuos aislados, en salvar pueblos
o en restaurar a la humanidad. La formación evangélica clásica, especialmente
el evangelio que nos vino “del Norte”, muy en consonancia con su cultura, es
propiamente individualista, por lo cual es lógico que se concentre en la
dimensión individual de la Revelación. Por otro lado, propiamente el tiempo de
la Iglesia es quizás el más “individual” de los tiempos dispensacionales.
Ahora bien, nadie puede negar esta dimensión
individual. La “salvación personal” ha sido el “grito de guerra” de varias
generaciones de evangélicos, y ha llegado a transformarse en un paradigma muy
fuerte, pero perdió de vista la dimensión corporativa que es por demás de obvia
en el Antiguo Testamento y que no se pierde en el Nuevo. Dios siempre estuvo
interesado en “discipular naciones”, y a través de las naciones, llegar a toda
la humanidad.
Entonces, si Dios trata con individuos pero
también con naciones y con la humanidad toda, habrá formas diferentes en que se
relacione con cada uno. Es obvio que el tiempo del individuo corresponde a su
tiempo de vida, pero el tiempo de las naciones es mucho más largo, y Dios tiene
proyectos nacionales, Israel como el mejor ejemplo. Pero así como “no existen”
individuos si no hay naciones, no hay naciones si no hay humanidad. Es casi una
perogrullada, pero nos centra en las dimensiones supra individuales y,
necesariamente, históricas que el evangelio de la salvación personal nos hizo
perder.
Entonces, Dios trata con naciones y trata con
toda la humanidad, en tiempos mucho más largos, claro, porque los cambios en
esas dimensiones demoran mucho más.
Dejemos esto por un momento y analicemos el
tema de la restauración. ¿Borrón y cuenta nueva? Eso es muy humano, y como tal,
hubiera sido lo más “lógicamente humano” que Dios hubiera hecho cuando Adán y
Eva pecaron. A ver, ¿qué dificultad tenía Dios en eliminar una raza fallada y
crear otra nueva? O incluso, ¿qué dificultad tenía en eliminar a Satanás y sus
ángeles caídos, y crear otros nuevos?
Romanos 11:29 RVC
29 Porque los dones y el llamamiento de Dios
son irrevocables.
Este versículo lo entendemos en el sentido de
los dones espirituales y el llamado al ministerio, y está bien, pero en el
contexto en el que fue dicho se refiere a naciones y propósitos de Dios con
naciones, a espacios de tiempo de miles de años. Si se cumple en individuos, se
cumple en naciones, y viceversa. Es el mismo principio.
Si la forma de actuar de Dios fuera “borrón y
cuenta nueva”, entonces, ¿por qué no nos elimina directamente cuando pecamos?
¿Por qué no elimina a las naciones pecadoras? ¿Por qué no eliminó a los líderes
que llevaron a los pueblos al pecado?
Ezequiel 33:11 RVC
11 Pues yo, su Señor y Dios, juro que no
quiero la muerte del impío, sino que éste se aparte de su mal camino y viva.
¿Por qué ustedes, pueblo de Israel, quieren morir? ¡Apártense, apártense de su
mal camino!”
Sabemos que Dios trata individualmente con
cada uno de nosotros y que Dios busca que seamos restaurados y salvados, pero
exactamente los mismos principios se aplican a las naciones y a la humanidad
toda.
La doctrina evangélica clásica afirma que la
Creación finalmente será destruida después del Milenio, en base a la
interpretación de un pasaje, ignorando otros pasajes de los profetas. No creo
que eso sea así, sino más bien que lo que ocurrirá será, propiamente, una renovación
tal de la Creación, porque ya no habrá más mal, que será una Nueva Creación,
pero no en el sentido de que Dios tuvo paciencia durante siete mil años, que
soportó incontable cantidad de injusticias durante ese tiempo, que vio
incontable cúmulo de maldad y pecado… para que, una vez acabado con el problema
del mal, destruir todo.
La Tribulación y el Milenio no tienen mucho
sentido si pensamos en personas individuales o en un cúmulo de
individualidades, pero sí tiene sentido si lo vemos en términos de toda la
humanidad. La humanidad sobreviviente de él serán todos creyentes, por primera
vez en la historia, y habrán pasado por tal “tribulación”, propiamente dicha,
que no querrán saber más nada con el pecado. Al momento de escribir este
artículo hay más de 7.500.000.000 de personas en el mundo, y en función de lo
que está empezando a pasar hoy y lo que dice la Biblia, un grupo mucho menor
será el que emerja del tiempo de los juicios. No quiero arriesgar cifras, pero
sólo con dos eventos especialmente catastróficos de Apocalipsis quedaría
reducida la población (si ocurrieran hoy) a 3.750.000.000; pero ahí no se
cuentan muchos otros sucesos que también acabarán con la vida de muchos, ni
todos aquellos marcados que serán arrojados al lago de fuego cuando Cristo
venga; por lo que la población remanente será realmente poca. Con todo, y
aunque solo fueran unos pocos millones en todo el mundo, aún así SERÍAN LA
HUMANIDAD, y sus decisiones y acciones constituirían la base de la nueva
humanidad del Milenio.
Luego de tan grande trauma, la gente tiene
una nueva oportunidad en un contexto que nunca conocieron las generaciones
anteriores: la bendición y abundancia sobre la Tierra. Dios ya habrá tratado
con la humanidad a través del dolor y el esfuerzo, ahora les mostrará Su bondad,
¿se mantendrán fieles? Probablemente muchos sí, manteniendo la memoria del
pasado, y otros tantos no, perdiendo la memoria histórica, de la misma manera
que ahora. Ellos son los que son destruidos al final del Milenio, y, según
entiendo, con ellos se acaba el problema del mal sobre la Tierra, y la
humanidad que quede, seguramente pocos también, constituirán el núcleo de los
santos que formarán una, ahora sí, nueva humanidad sin pecado. Ellos
representarán a la humanidad que pasó por las pruebas y se mantuvo fiel, recibió
las bendiciones y siguió siendo fiel (normalmente es más fácil ser fieles en la
adversidad que en la prosperidad).
¿La creación de nuevas criaturas humanas se
acaba ahí? ¿El poder creador de Dios termina en los siete mil años? ¿No hay más
nada que llenar en el Universo físico, también creación de Dios? ¿Un Dios
infinito tiene un programa de creación finito? No parece muy probable.
Bueno, es claro que aquí hay muchas cosas que
necesitan mayor fundamento bíblico, pero creo que la idea es muy sugestiva como
para dejarla pasar. Y en definitiva, ¿qué importancia tiene en el aquí y ahora
conocer esto? Aparentemente ninguna porque se refiere a hechos muy en el
futuro, pero nos mostrarían una nueva profundidad del amor, la misericordia, la
justicia y la sabiduría de Dios, nuestro Dios, el que está con nosotros cada día,
Aquel que a veces nos parece tan “humano” y con tan poco poder como para que
tengamos que buscar “ayuda” en otros lados, ese Dios a quién ofendemos al
considerarlo tan pequeño y limitado como nuestra comprensión de Él. ¡Creo que
cambiar ese pensamiento es por demás de importante!
Danilo Sorti
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