Lucas 18:29-30 RVC
29 Y Jesús les dijo: «De cierto les digo, que
cualquiera que haya dejado casa, padres, hermanos, mujer, o hijos, por el reino
de Dios,
30 recibirá mucho más en este tiempo, y en el
tiempo venidero recibirá la vida eterna.»
1 Tesalonicenses 4:17-18 RVC
17 Luego nosotros, los que aún vivamos y
hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes, para
recibir en el aire al Señor, y así estaremos con el Señor siempre.
18 Por lo tanto, anímense unos a otros con
estas palabras.
Diría que no hace falta hablar sobre la
doctrina del cielo y la vida eterna, se supone que todos los cristianos creen
en ella. El asunto es en qué cielo y qué vida eterna están creyendo.
Por diversas razones (léase: teologías y
prácticas desviadas) la vida eterna, qué pasará con nosotros en el cielo, suele
quedar confuso, “olvidado”, relegado a un rincón del pensamiento sin utilidad
práctica, o envuelto en dudas. En todo caso, no se trata de ningún concepto que
“actúe” en el presente, es decir que lo consideramos como “algo de lo que nos
preocuparemos cuando llegue el momento”.
En parte ese último razonamiento es cierto,
tenemos preocupaciones más urgentes en el aquí y ahora, los eventos futuros, y
especialmente nuestra vida en el cielo, NO SON CONCEPTOS NEUTRALES en el
presente porque vemos a Pablo utilizándolos para que los creyentes se animen
mutuamente.
Creo que los cristianos muchas veces tenemos
un concepto “nirvánico” del cielo. No soy un experto en religiones orientales,
pero veamos un repaso de las ideas asociadas al “nirvana”:
“En la filosofía shramánica, nirvana es el
estado de liberación tanto del sufrimiento (dukkha) como del ciclo de
renacimientos. … En el contexto religioso, este término pasa a aplicarse en las
religiones en India como el hinduismo, budismo, jainismo, para así indicar un
estado de cese de la actividad mental corriente y que significará una
liberación espiritual, el estado de felicidad supremo. … En todas estas
religiones, la palabra nirvana tiene connotaciones de quietud y paz. … La
palabra procede de un verbo que significa enfriarse o apagarse, como el final
de una vela. La connotación es que sólo en el nirvana están extinguidas las
llamas de la lujuria, el odio, la codicia y la ignorancia. … Su naturaleza ha
sido muy debatida por el pensamiento occidental, algunos de cuyos investigadores
sostienen que implica una total aniquilación aunque otros lo interpretan como
beatitud eterna. … En el hinduismo se habla de la unión con el uno absoluto
(Brahman) … El hinduismo utiliza el término nirvana en su contexto de mokṣa
(liberación del samsara o del ciclo de nacimientos y muertes repetidos), en el
que el alma o ātmān se fundirá con la divinidad o lo absoluto. …”
No pretendo hablar sobre el nirvana, pero sí
tomar algunas ideas (aunque no es un concepto unívocamente definido), y por lo
que podemos ver oscila entre una especie de “aniquilación”, disolución o
“desdibujamiento” del ser, hasta un estado de quietud, inactividad, sin
pasiones pero aparentemente sin emociones ni actividades tampoco.
Algún experto en religiones orientales podrá
desdecirme, pero lo que me interesa aquí es que el concepto que al menos los
occidentales tenemos de “nirvana” implica por lo menos una situación en la que
la actividad humana, que tan propia nos es en este mundo, queda reducida o
eliminada, e incluso la misma esencia del ser llega a perderse.
Pues bien, creo que por defecto muchos
cristianos tienen alguna idea parecida del cielo, como algo que queda “en la
nebulosa”; saben que no pasarán muchas cosas de las que aquí pasan, pero no
saben qué va a pasar. ¿Cómo puede ese concepto servir para animarnos unos a
otros?
No podemos conocer todo lo que el cielo
implica porque no estamos allá, a no ser por revelación profética, pero aún esa
está limitada por nuestra posibilidad de comprensión, por lo que de todas
formas lo que podamos saber del cielo es limitado. Con todo, ese conocimiento
limitado debería servirnos tanto como para entusiasmarnos en esta vida e
incluso afrontar con alegría las dificultades, sufrimientos e incluso el
martirio y la muerte, sabiendo que hay algo mucho mejor, algo que, aunque no
podamos comprender en su totalidad, podemos conocer lo suficiente como
catalogarlo como “mucho mejor”.
En las palabras de Lucas 18 el Señor está
hablando de cuestiones de la vida, propiamente, de la vida terrenal, social,
económica. En ese contexto habla de las promesas para esta vida y de la vida
eterna; y el concepto de “vida” es el hilo conductor de las tres etapas que
muestra: la vida del nuevo creyente afrontando la persecución, la vida del
cristiano recibiendo la protección y provisión divinas, la vida eterna. Bueno,
el concepto de “vida eterna” también lo podemos encontrar en otros lugares. El
asunto es ¿qué significa “vida”? ¿Es sólo una especie de nirvana o es algo más?
Yo entiendo que el concepto “vida”
significaba para ellos, y para nosotros, todo lo que la palabra “vida”
significa, con sus muchas actividades, emociones y desafíos; claro que
desprovista de pecado, sufrimiento y fracaso al tratarse de la vida que Dios nos
va a dar. Lo más simple es pensar que “vida” es precisamente “vida”, y no una
“nebulosa cósmica difusa” en la que los humanos perdamos nuestra identidad o
estemos eternamente tocando el arpa en una nube.
Aunque no nos queden claras todas las
implicancias y características de esa vida en el cielo, sabemos que es
plenamente “vida”, en donde nosotros, y no un calco difuso, estaremos
disfrutando de todo lo bueno y genuino que tiene la vida: familia, amigos,
trabajo, estudio, comunión continua, paisajes, otros seres vivos, y más.
Hay muchas revelaciones proféticas del cielo
que fundamentan lo que digo, pero no quiero basarme en ellas aquí, sino
simplemente tomar el concepto bíblico de “vida” y pretender entender sus
implicaciones.
En una vida así, que podemos entender,
podemos gozarnos. ¿Es esto real en tu vida? ¿Hasta dónde llega tu fe? ¿Hasta
una buena y bendecida vida cristiana terrenal? ¿Tener protección en medio de
los juicios? Nada de eso tiene fuerza suficiente.
Los ateos han hecho un muy buen trabajo
durante décadas, y siglos, haciendo sentir vergüenza a los cristianos por
esperar algo en el “más allá”. Como respuesta, las teologías y prácticas
cristianas se han concentrado en el “más acá”. Eso está bueno en un sentido
porque le permitió a la Iglesia volverse más relevante en el mundo y dar un
mejor testimonio, pero está mal porque, al haber dicho “amén” a la prédica
atea, nos olvidamos de lo que tiene que ser nuestra esperanza. ¡SÍ, ESPERAMOS
UNA VIDA ETERNA, NO ACÁ!
Creo que Dios restaurará esta Creación
finalmente, y que hay un futuro maravilloso para este universo material que
Dios mismo hizo, y creo que nosotros tendremos mucho que ver en ese futuro
aunque puede parecer raro a oídos de muchos. Pero no tengo dudas de que tenemos
una vida maravillosa en el cielo, que no puedo imaginarme y no podré nunca
estando sobre esta tierra, pero que puedo entrever proyectando las mejores
cosas que podemos vivir aquí. Esa esperanza me sostiene.
Danilo Sorti
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