Hechos 4:31 RVC
31 Cuando terminaron de orar, el lugar donde
estaban congregados se sacudió, y todos fueron llenos del Espíritu Santo y
proclamaban la palabra de Dios sin ningún temor.
Lucas 19:40 RVC
40 Pero Jesús les dijo: «Si éstos callaran,
las piedras clamarían.»
Números 22:28 RVC
28 Entonces el Señor hizo que el asna
hablara, y ésta le dijo a Balaam: «¿Y yo qué te he hecho? ¿Por qué me has
azotado tres veces?»
La iglesia de Jerusalén tiene algunas
características muy distintivas. Por cierto no fue perfecta, y el Señor tuvo
que permitir una dura persecución para que cumplieran con el mandato misionero;
pero por otro lado, varias de las características que vemos allí no las hemos
encontrado muy frecuentemente entre el pueblo de Dios, especialmente el amor y
el fervor de TODA LA CONGREGACIÓN en anunciar las Buenas Nuevas.
Ese fervor tuvo, sin embargo, un contexto.
Notemos que en el pasaje de Hechos, fue el mismo Espíritu el que lo insufló; no
fue ningún discurso motivacional, no fue ningún clima creado luego de tres días
de conferencia, no fue ningún predicador profesional, porque los apóstoles no
lo eran; sólo fue el Bendito Espíritu. Claro, se le dio libertad para hacerlo.
Si leemos la historia para atrás y para
delante de ese momento, vemos que Israel se encontraba en una situación
crítica; no tenía tiempo. Aunque ellos no lo sabían, sería destruida como país
en el año 70 y dejaría de existir como tal por casi 1.900 años; no había
tiempo; era urgente que el mensaje fuera anunciado. Esa urgencia y enfoque tuvo
Jesucristo, quién fácilmente podía haber predicado en otros lugares y
conseguido muchísimos más conversos, y eso fue lo que pasó cuando anduvo por
las zonas fronterizas. Jerusalén, tal como había rechazado al Mesías, habría de
rechazar finalmente a Sus seguidores, incluso la iglesia misma sería
prontamente contaminada con el legalismo y finalmente no podría abandonar el
“formato” judío del Evangelio, a pesar de que en Hechos 15 claramente reconocen
que no era necesario para alcanzar la salvación.
El Señor sabía que el tiempo de Israel, y
especialmente de Jerusalén, era breve. Y por eso derramó un fervor
evangelístico como no lo vemos en ninguna otra parte de Hechos, y casi que de
la historia de la Iglesia.
En ese contexto sucedió que TODOS FUERON
LLENOS Y TODOS PREDICARON. Ahora bien, cuando avanzamos un poco más y leemos
las epístolas, entendemos que no todos tienen el don de evangelismo; según los
que han estudiado el tema, alrededor del 10 % de los cristianos nomás, y
después de conocer durante mucho tiempo la vida de iglesia, puedo afirmar que
sería totalmente inútil que más cristianos lo tuvieran, ¡inevitablemente se
perdería la cosecha por faltar obreros que sanaran y discipularan a los nuevos!
Pero esto no es una verdad absoluta, y la prueba la tenemos ahí, en Hechos 4.
Cuando el tiempo es escaso y la necesidad
apremiante, es necesario que todos, tengan o no tengan el don, prediquen el
Evangelio, y el mismo Espíritu que derrama uno u otro don, puede perfectamente
en algún momento capacitar a todos para que prediquen el Evangelio sin temor, y
lo hace.
Pues bien, ese tiempo está llegando. Con esto
no quiero decir que todos debieran ser evangelistas, ni tampoco pretendo
indicar qué es lo que deberían anunciar, pero sí creo que el Espíritu está
llamando fuertemente a TODOS LOS SUYOS a que proclamen sin temor la Palabra.
Algunos evangelizarán, otros enseñarán, otros aconsejarán, otros profetizarán,
otros animarán, otros proclamarán el Evangelio con sus hechos, otros lo
proclamarán en los aires, hacia los principados y potestades, a través de sus
oraciones, en fin, todo lo que se hace genuinamente en el servicio del Señor no
es más (¡ni menos!) que una proclamación de la Palabra.
Aquellos cristianos de Jerusalén, recién
convertidos, no se detuvieron a analizar cuál era su nivel de santidad y
conocimiento antes de predicar, ¡simplemente lo hicieron! Cuidado hermanos,
todos ellos eran fieles y fervorosos, y estaban en el camino de la
santificación, aunque recién hubieran comenzado a dar sus primeros pasos… no
eran cristianos hipócritas y mañosos; yo no estoy hablando a estos últimos.
Pero ellos, fieles en lo que tenían, y aún con muchas cosas por cambiar en sus
vidas, no se detuvieron en sus deficiencias ni ignorancias, lo que tenían, lo
que sabían, no más pero tampoco menos, eso dieron.
Ese es un mensaje para hoy; el tiempo es
escaso, no ya para una ciudad o un país, ¡sino para todo el mundo! Hermano, lo
que tengas, ¡dalo!, no lo retengas por temor, no te consideres menos; Dios ha
comenzado a desatar Sus juicios sobre la tierra, ¿no habrá de proteger a Sus
escogidos que están anunciando el mensaje de la última hora? Sin duda que te
harán la guerra, pero, en el propósito del Señor, no te vencerán. Y aún
aquellos que deban entregar sus vidas, no partirán mucho tiempo antes de lo que
lo haremos el resto.
Y ahora hablemos de los cristianos hipócritas
y mañosos: ¿eres uno de ellos? Bueno, ¿no estás conforme con la vida que has
llevado hasta ahora? En Dios hay poder de restauración. ¿Te has arrepentido y
recibiste la liberación de Dios? ¡Entonces predica! ¿Qué mensaje tienes? Quizás
nada más que tus propios errores, pero te aseguro que son los de muchos otros,
que necesitan escuchar que en Dios sigue habiendo restauración. No tienes que
dar el mensaje florido y exitista que anunciabas antes de caer, no tienes que
anunciar grandezas, simplemente testifica que en Dios hay restauración para
cualquiera que se acerque a Él. ¡Te aseguro que ese mensaje es uno de los más
útiles que hace falta predicar hoy!
Hermano, ¿crees que eres duro como una piedra
para entender? Bueno, ¡pero las piedras también estaban dispuestas a alabar!
¿Piensas que no eres mejor que la burra de Balaam? ¡Pero el Señor habló a
través de ella! Entonces, de una burra a otra burra, ¡recibe esta exhortación!
Danilo Sorti
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