Jeremías 1:1-3 RVC
1 Palabras de Jeremías hijo de Hilcías, que
era uno de los sacerdotes de Anatot, en territorio de Benjamín.
2 Jeremías recibió palabra del Señor en el
año decimotercero del reinado de Josías hijo de Amón, rey de Judá.
3 También la recibió en los días de Joacín
hijo de Josías, rey de Judá, y hasta finales del undécimo año de Sedequías hijo
de Josías, rey de Judá; es decir, hasta el mes quinto de la cautividad de
Jerusalén.
Jeremías es un libro tremendamente actual.
Probablemente no sea muy predicado ni leído entre los cristianos, pero debería
serlo, porque sus palabras “encajan” perfectamente en la realidad presente del
Pueblo de Dios y del mundo. Jeremías vivió “en pequeño” lo que el mundo está
por vivir “en grande”. Para que no nos hagamos vanas esperanzas, ni seamos
sorprendidos por lo que va a ocurrir, ni por la dureza del corazón de
inconversos y (supuestos) conversos, necesitamos imperiosamente devorar las
palabras de este libro, que en verdad nos amargarán el vientre, como le pasó a
Juan, pero que nos harán muy bien al alma y al espíritu.
Antes de leer Jeremías hay que ubicarlo en el
contexto del juicio inminente e irreversible, no como un profeta para cambiar
el futuro inmediato, como lo fueron otros, sino como una guía para atravesar el
tiempo de juicio y sobrevivir. Pero Jeremías fue especialmente “preparado” para
ese tiempo de juicio, tal como muchos de nosotros hoy, y entender sus
traumáticos orígenes y su crucial misión de seguro puede traer gran sanidad a
muchos cristianos hoy y enfocarlos en sus propias misiones para este tiempo,
que en muchos casos no serán muy diferentes a las del mismo Jeremías.
¡Jeremías tenía muy buenas razones para
sentirse humillado por su historia y por la gente de su región!
La historia de Jeremías empieza con uno de
sus menos ilustres antepasados:
1 Samuel 2:27-36 RVC
27 Un día, un hombre de Dios fue a visitar a
Elí, y le dijo: «Así ha dicho el Señor: Cuando tus antepasados vivían en
Egipto, en la tierra del faraón, ¿no es verdad que me manifesté a ellos con
toda claridad?
28 Yo escogí a tu padre de entre todas las
familias de Israel, para que fuera mi sacerdote y presentara sobre mi altar las
ofrendas, y quemara incienso, y llevara el efod delante de mí. Además, le di a
sus descendientes todas las ofrendas de los hijos de Israel.
29 ¿Por qué han pisoteado los sacrificios y
las ofrendas que pedi al pueblo ofrecerme en el tabernáculo? ¿Por qué has
respetado más a tus hijos que a mí, y los has dejado engordar con las mejores
ofrendas que me da mi pueblo Israel?
30 Por todo esto, el Señor Dios de Israel te
dice: Yo prometí que tu familia y los descendientes de tu padre estarían
siempre a mi servicio; pero hoy te digo que esto se acabó, porque yo honro a
los que me honran, y humillo a los que me desprecian.
31 Ya está cerca el día en que tu poder y el
de tus descendientes llegará a si fin; ninguno de ellos llegará a viejo.
32 Tu familia caerá en desgracia, mientras
que a Israel lo colmaré de bienes. Ya lo he dicho: Ninguno de tus descendientes
llegará a viejo.
33 A cualquiera de tus hijos que yo no aparte
de mi altar, tú lo verás para llenarte de dolor. Todos tus descendientes
morirán en plena juventud.
34 Como señal de lo que te he dicho, tus dos
hijos, Jofní y Finés, morirán el mismo día.
35 Pero levantaré un sacerdote que me sea
fiel, y que haga lo que a mí me agrada. Yo haré que no le falten descendientes,
y estará delante de mi ungido todos los días de su vida.
36 El que haya sobrevivido en tu familia, irá
y se arrodillará delante de él, y le rogará que le dé una moneda de plata y un
bocado de pan, y que lo ocupe en algún trabajo entre los sacerdotes para tener
qué comer.»
La historia sigue con la derrota en batalla,
la captura del Arca, la muerte de los hijos de Elí y del mismo Elí. Samuel
cobra relevancia por encima de los sacerdotes durante ese tiempo y éstos, los
descendientes de Elí que continuaron, no aparecen en el relato bíblico durante
ese tiempo.
Décadas después, cuando David huía de Saúl,
nos encontramos con este otro episodio:
1 Samuel 22:16-20 RVC
16 Pero el rey dijo: «Puedes estar seguro,
Ajimélec, que tú y toda la familia de tu padre morirán.»
17 Y dirigiéndose el rey a los guardias que
lo rodeaban, les ordenó: «¡Maten a los sacerdotes del Señor! También ellos le
son fieles a David, pues sabían que él huía de mí, y no me lo hicieron saber.»
Pero los guardias se negaron a cumplir la orden de matar a los sacerdotes del
Señor,
18 así que el rey llamó a Doeg y le dijo:
«Ven y mátalos tú mismo.» Y Doeg arremetió contra ellos, y ese mismo día mató a
ochenta y cinco sacerdotes que vestían efod de lino.
19 Luego entró en Nob, donde vivían los sacerdotes,
y mató a hombres, mujeres y niños de pecho, y hasta mató bueyes, asnos y
ovejas. A todos los mató a filo de espada.
20 Pero Abiatar, que era uno de los hijos de
Ajimélec hijo de Ajitob, logró escapar y fue en busca de David.
Imposible no escuchar aquí los ecos del
mensaje profético dado a Elí.
La historia sigue su curso, David muere y se
suscita un problema por la sucesión al trono. Abiatar se pone del lado
equivocado, y cuando asciende Salomón:
1 Reyes 2:26-27 RVC
26 Luego, el rey le ordenó al sacerdote
Abiatar: «Regresa a Anatot, tu tierra. Mereces la muerte, pero no te mataré hoy
porque has llevado el arca del Señor, nuestro Dios, en presencia de David, mi
padre, y porque sufriste junto con él las mismas aflicciones.»
27 Así fue como Salomón quitó a Abiatar del
sacerdocio en el templo del Señor, con lo que se cumplió su palabra contra los
descendientes de Elí, como lo había afirmado en Silo.
Jeremías venía de una familia sacerdotal
“fracasada”, que acarreaba una terrible maldición generacional, que había visto
desgracias en su historia, y que además vivía en el territorio de Benjamín, la
tribu que fue prácticamente destruida por las otras por haber protegido a un
grupo de perversos (la historia se encuentra en Jueces 19 – 21), y que luego es
reconstruida con mujeres raptadas de sus familias. ¡Imagínense cuánto trabajo
hubieran tenido los psicólogos durante generaciones con esa gente!
Posteriormente Benjamín lleva al rey Saúl al
poder, que también fracasó de manera estrepitosa, y junto con él, muchos de su
tribu.
A toda esa historia hay que agregarle las
“idas y vueltas” de Israel a lo largo de los siglos siguientes, y en progresivo
e inexorable deterioro moral que ya estaba llegando a su colmo. En ese contexto
nace y crece Jeremías.
En cierto sentido tenemos una historia que no
es muy diferente a la de muchos cristianos del presente: no tienen nada de que
enorgullecerse si miran a su familia y antepasados; no hay demasiadas cosas
buenas que sacar de su propia comunidad, y desde que eran niños hasta el
presente sólo han conocido degradación moral, problemas y progresiva
decadencia. ¿Acaso Dios puede sacar algo bueno DE AHÍ?
Pues sí, EXACTAMENTE DE AHÍ Dios sacó a
Jeremías, quien recibió palabras de la misma Boca del Altísimo.
Podemos hacer una extensa lista de las cosas
que Jeremías probablemente no tuvo, y de aquellas que tuvo que soportar; pero
en medio de tanta oscuridad Él tuvo un corazón fiel, profundamente celoso por
Dios, y fue recompensado con una misión única, desarrollada en el contexto más
difícil del que tenemos registro.
Jeremías “vivió” en una familia y una tierra
marcada desde hacía siglos por el juicio y el castigo de Dios (a causa de los
pecados); podía haberse transformado en un rebelde contra Dios, podía haberse
sumido en la autocompasión o en un tremendo complejo de inferioridad e
incapacidad; pero no pasó nada de eso. Jeremías pudo ver a Dios por encima de
la historia que a su familia y a la gente de la región le había tocado vivir,
entendió que todo lo que había pasado allí fue por consecuencia de los pecados,
y fácilmente pudo recibir y predicar con ardor el mensaje hacia toda la nación,
¡precisamente porque sabía cuán terrible era apartarse de Dios!
Jeremías mismo estaba bajo la “maldición” de
Elí… pero el Señor transformó esa maldición en la plataforma de su ministerio.
Hermanos, debemos reconocer que Jeremías
cumplió una función única y muy desagradable, pero extremadamente necesaria.
Muy poco fue el fruto que pudo ver en su vida terrenal, y enfrentó muchos conflictos
internos en relación con su misión; pero todo eso trajo fruto durante siglos a
incontables cristianos, y más todavía, toda esa experiencia es la que hoy nos
va a ayudar a completar la misión que nos queda, porque será hecha en un
contexto similar al que tuvo que vivir el profeta.
Hoy tenemos una gran ventaja, además por
supuesto de que vivimos bajo la gracia derramada por nuestro Señor Jesucristo; y
es que todo lo que estamos enfrentando y por enfrentar en breve ya fue escrito,
por lo que nada de eso nos tomará por sorpresa. Cobremos ánimo, hermanos, muy
pronto nuestro Amado vendrá y recibiremos la recompensa de nuestro trabajo,
pero todavía hay una obra por hacer, y Jeremías necesita decirnos unas cuantas
cosas.
Danilo Sorti
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