domingo, 4 de febrero de 2018

402. El Espíritu de la Religión y su verdadero propósito: formar esclavos

Gálatas 4:1-5 RVC
1 Pero digo también: Mientras el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo,
2 sólo que está bajo tutores y guardianes hasta el tiempo señalado por el padre.
3 Así también nosotros, cuando éramos niños, vivíamos en esclavitud y sujetos a los principios básicos del mundo.
4 Pero cuando se cumplió el tiempo señalado, Dios envió a su Hijo, que nació de una mujer y sujeto a la ley,
5 para que redimiera a los que estaban sujetos a la ley, a fin de que recibiéramos la adopción de hijos.


“Mientras el heredero es niño, en nada difiere del esclavo”. La imagen aquí es la del joven heredero de una fortuna, aquel que podía tener tutores y guardianes que hubieran sido designados (y pagados) por el padre. ¡Qué mejor imagen para representar al Pueblo de Dios mientras estuvo la Ley!

La imagen de la esclavitud resulta bastante difusa para muchos porque no es algo tan común, es decir, debería ser solo una (de tantas) mancha negra de la historia de la humanidad, pero sigue siendo actual. Según datos al momento de escribir este artículo, existen más de 40.000.000 de esclavos en el mundo (el informe de la OIT y Walk Free Foundation, del año 2016, se puede ver en: http://www.alliance87.org/2017ge/modernslavery#!section=1; algunos artículos al respecto se pueden leer en: http://cnnespanol.cnn.com/2017/09/19/en-el-mundo-hay-40-millones-de-esclavos-segun-nuevo-informe/#0, http://www.elmundo.es/internacional/2016/05/31/574d44db468aeb0b218b4575.html).

Por supuesto que la cifra es un estimado y no tiene en cuenta la gran masa laboral mundial que, si bien no se encuentra en una situación formal de esclavitud, tampoco está demasiado lejos de ella.

Un esclavo es aquel cuya voluntad y acciones dependen de las decisiones de otro; no tiene autoridad sobre su propio cuerpo, ni sobre su tiempo, ni sobre sus actos, ni sobre sus palabras. Su bienestar no es lo importante sino el bienestar de su amo y su única función en la vida es servir. Su vida tampoco es importante con tal de que cumpla su misión. No tiene derechos, sólo obligaciones. No puede reclamar nada. No tiene deseos propios, solo cumplir con la voluntad de su amo. No piensa por sí mismo, otro piensa por él. Cualquier parecido con la sociedad moderna… ¿será pura coincidencia?

Ahora bien, una lectura superficial de la fe cristiana ha llevado a muchos a considerarse como “esclavos de Cristo”, basándose en algunos pocos pasajes como:

1 Corintios 7:22 RVC
22 Porque el que era esclavo cuando el Señor lo llamó, es libre en el Señor. Del mismo modo, el que era libre cuando el Señor lo llamó, es esclavo de Cristo.

Efesios 6:5-6 RVC
5 Ustedes, los siervos, obedezcan a sus amos terrenales con temor y temblor, y con sencillez de corazón, como obedecen a Cristo.
6 No actúen así sólo cuando los estén mirando, como los que quieren agradar a la gente, sino como siervos de Cristo que de corazón hacen la voluntad de Dios.

Lo cierto es que esos pasajes no están hablando del “concepto duro” de la esclavitud, sino usándola como ejemplo para hablar de otros temas. Pero el concepto de “esclavo de Cristo” es particularmente atractivo para los que tienen “mente de esclavo”, como Estamateas escribiera hace años ya. Ellos son especialmente atraídos por el mensaje de la Religión, porque no necesitan cambiar su estructura de pensamiento de raíz sino adaptarla: de esclavo del Adversario a esclavo de Dios; es muy “sencillo”; cambian de Amo y de condiciones de esclavitud.

El problema es que los tales INEVITABLEMENTE terminan siendo esclavos de algo muy diferente, y no de Dios, ¡porque Dios nunca hace esclavos! Él no habla a los “esclavos” (metafóricamente) porque Él solo puede tener hijos; el que quiere escuchar la “voz del capataz de esclavos” no puede nunca discernir la voz de amor del Espíritu y termina escuchando la voz del Espíritu de Religión, que sabe muy bien cómo hablar a los esclavos. Entonces, convencidísimos de que están escuchando la voz de Dios, esta gente sigue los designios de la Religión.

Lamentablemente, la esclavitud humana es inevitable para muchos, pero no la del espíritu: “Porque el que era esclavo cuando el Señor lo llamó, es libre en el Señor.” Pero son muchos, muchísimos, quienes eligen voluntariamente la esclavitud espiritual.

En el informe que citamos anteriormente se habla de que un 71 % de los esclavos son mujeres. Más de la mitad de los creyentes son mujeres, y también son víctimas de la esclavitud espiritual; todavía en muchas iglesias son consideradas “ciudadanos de segunda” y se les niegan ciertas funciones ministeriales. El 75 % de las víctimas son niños. De la misma forma, las víctimas preferidas del Espíritu de la Religión son los niños espirituales, es decir, aquellos que son nuevos en la fe o bien los que nunca maduraron.

Poco más de un tercio de los esclavos actuales lo son por explotación laboral. La Religión obliga a las personas a trabajar mucho para agradar al “Señor”, pero nunca es suficiente y al final solo queda agotamiento. Dentro de las muchas actividades que realizan, un cuarto está confinado a labores domésticas. De la misma forma, la Religión prefiere que sus esclavos se queden haciendo muchas cosas “en la iglesia”. Alrededor del 18 % trabaja en la construcción, otro de los ámbitos favoritos de la Religión: usar a las personas para construir “templos” y edificios, que disfrutarán otros.

Alrededor de un tercio de los esclavos modernos (principalmente mujeres) lo son por haber sido obligados al matrimonio. La esclavitud de la Religión es una “unión espiritual” con un ser muy diferente al Novio. La explotación sexual es otra área y uno de los negocios más lucrativos del mundo. La religión es descrita de esa forma:

Apocalipsis 2:20-22 RVC
20 Pero tengo algunas cosas contra ti: Tú toleras a Jezabel, esa mujer que se llama profetisa, pero que seduce a mis siervos y los lleva a incurrir en inmoralidad sexual y a comer lo sacrificado a los ídolos.
21 Le he dado tiempo para que se arrepienta, pero no quiere renunciar a su inmoralidad sexual.
22 Por tanto, a ella y a los que con ella adulteran los haré caer en cama; y si no se arrepienten de sus malas obras, los haré sufrir en gran manera.

Los primeros lectores podían entender perfectamente todas las dimensiones de la palabra “esclavitud”. Y también sabían que había bastantes esclavos que no la pasaban mal; aunque sin libertad ni derechos, podían tener una vida relativamente buena si el amo era consciente; no debemos pensar que en ese entonces todos los amos fueran personas malas y crueles (como hoy). Ya la Biblia lo decía:

Eclesiastés 10:7 RVC
7 He visto a esclavos andar a caballo, y a príncipes andar a pie, como si fueran esclavos.

Un esclavo podía llegar a tener una buena vida.

Deuteronomio 15:16-17 RVC
16 »Si tu esclavo te dice: “No quiero dejarte”, porque te ama a ti y a tu familia, y porque está a gusto contigo,
17 entonces tomarás una lesna y le horadarás la oreja contra la puerta, y para siempre será tu esclavo. Y lo mismo harás con tu esclava.

La situación del joven heredero era parecida a la del esclavo de un amo bueno y adinerado. Pero tal esclavo tenía un límite: podía disfrutar de una vida mejor que la de muchos hombres libres, pero cuando su amo quisiera podía mandarlo a matar o quitarle todos sus privilegios. La mejor comparación que tenemos hoy es la de los altos ejecutivos de una empresa: disfrutan de salarios astronómicos a cambio de venderse a la corporación: su tiempo, su mente, su voluntad, hasta que una fusión o  reestructuración los deja de patitas en la calle…

El niño parece un esclavo, desde “afuera” se lo puede ver como tal y él mismo se puede considerar así (por eso la rebeldía adolescente para romper las cadenas de la “esclavitud infantil”… hasta que se dan cuenta de que tienen que trabajar, cocinarse, lavar su ropa, pagar sus cuentas…). Pero el niño está en formación, necesita esos límites y restricciones para poder desarrollarse. Es decir, su capacidad de acción debe estar contenida en ciertos límites estrechos porque no podría manejar adecuadamente una libertad mayor o evitar los peligros y daños hacia terceros que implicaran sus acciones.

A medida que resuelve exitosamente las “pruebas” y va madurando, esos límites pueden ser expandidos hasta que llega el momento en que puede manejar la libertad de un adulto (se supone…). De acuerdo con la corriente del presente siglo malo, ciertos sectores se esfuerzan en bajar las edades socialmente aceptables para realizar determinadas actividades, con el fin de lograr una “maduración precoz” que no es tal sino que en realidad desarrolla una personalidad arriesgada e insegura, que fácilmente seguirá luego los dictados de un dictador mundial. El cerebro no termina de madurar sino hasta después de los veinte años, mal que les pese a nuestros adolescentes, los “cachorros humanos” no están biológicamente preparados todavía para asumir ciertos derechos y sus responsabilidades consecuentes.

La Ley cumplía la función de preparar a un pueblo a fin de que, llegado el tiempo, pudiera entender la Fe. Había un tiempo en que Israel podía madurar y alcanzar lo que Dios pretendía formar en ellos. Son procesos de cambio social; y tenemos muchos ejemplos de ello porque en el último siglo, y particularmente, en las últimas décadas, hemos visto muchos sucederse rápidamente, aunque no precisamente conforme los diseños de Dios. La sociedad empieza a aceptar cosas que antes no y viceversa, cambian las costumbres, pero fundamentalmente, aparecen nuevos conceptos, ideas y valores; puede ser que un sector los acepte y otro los rechace con todas sus energías, es más, puede ser que la mayoría de la sociedad rechace tal cosa “nueva”, pero lo cierto es que ambos grupos, por más antagonistas que sean, entienden lo que esas nuevas palabras significan.

La Ley debía formar la imagen de un Dios perfectamente santo y superior a todos los “dioses”, a Israel le costó cientos de años entender eso, pero una vez que lo comprendió y se les grabó a fuego, pudieron extender esa verdad por todo el mundo y enfrentar la idolatría reinante; los otros pueblos, por más que rechazaran a ese “Dios de Israel” escucharon el concepto de un único Dios de todo el mundo. Eso no existía en sus mentes y no fue ampliamente aceptado durante siglos, de hecho tampoco hoy, pero el concepto ya estaba “inscrito” en un pueblo y cualquier pagano que fuese, y fuera hoy, tocado por el Espíritu, tendría alguien que se lo pudiera explicar claramente.

La Ley debía generar la expectativa de un Libertador, de un Mesías; allí estaba escrita la promesa y, de hecho, todo lo que le pasaría para que pudieran saber quien sería. Ellos lo esperaban, y cuando vino, muchos pudieron reconocerlo; pero si nadie lo hubiera esperado, ¿quién se habría dado cuenta de que estaba caminando entre ellos?

La Ley fue una contención, les dio unidad e identidad como nación, les puso límites y les dio un ideal de vida, les enseñó quién era Dios y les mostró Sus cualidades. Pero la Ley cumplió la función de ser un ideal “inalcanzable”, para que se gestara en la nación el deseo de “algo más”. La Ley fue una especie de esclavitud porque les imponía límites muy precisos, que al final los dejaban frustrados porque no podían cumplirlos.

La Ley debía servir como un recipiente para contener la vida humana y permitir su verdadero desarrollo pero produjo lo contrario debido a la naturaleza humana pecadora. Eso no tomó por sorpresa a Dios, no se suponía que con Jesucristo debía haber una reedición de la Ley; era parte de Su plan.

De esclavos a hijos es un tema que ha generado muchos libros y predicaciones. Hoy nosotros tenemos esa verdad claramente expuesta, no era así para los primeros cristianos; por más que la revelación ya estuviera dada, tenía que establecerse en la joven iglesia.

Entender y aceptar esta transformación en hijos sigue siendo uno de los principales desafíos de los cristianos; conocer las profundidades del amor del Padre, descansar en él, volvernos como niños, son cosas que muy fácilmente perdemos de vista en función de nuestro “servicio” cristiano. ¡Señor, ayudanos!



Danilo Sorti




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