Gálatas 3:10-12 RVC
10 Porque todos los que dependen de las obras
de la ley están bajo maldición, pues está escrito: «Maldito sea todo aquel que
no se mantenga firme en todas las cosas escritas en el libro de la ley, y las
haga.»
11 Y es evidente que por la ley ninguno se
justifica para con Dios, porque «El justo por la fe vivirá»;
12 y la ley no es de fe, sino que dice: «El
que haga estas cosas vivirá por ellas.»
Tal como vimos en un artículo anterior, aquí
Pablo sigue “derrotando” al Espíritu de Religión en su mismo “territorio”: lo
“viejo” y el supuesto conocimiento de las Escrituras. Pablo está citando las
mismas Escrituras que los religiosos de su época decían conocer, y esto nos
introduce en un tema: los “religiosos” dicen conocer muy bien las Escrituras y
pueden exhibir un tipo de conocimiento que aparenta ser profundo, pero ¿en
realidad la conocen? Un corolario de esta pregunta es: ¿citar muchos versículos
y conocer muchas historias bíblicas e interpretaciones es señal de tener la
sabiduría divina, de estar en lo correcto?
En realidad Pablo no está “respondiendo” esa
pregunta aquí, ni en ninguna otra parte de la carta, simplemente en parte de su
argumentación está exponiendo pasajes y conceptos de las Escrituras Hebreas que
claramente muestran la salvación por gracia y el “cambio” que ocurriría cuando
Cristo viniese. Pero estos judaizantes eran de la misma “especie” de los que
Jesús había dicho algunas décadas antes:
Mateo 23:2-3 RVC
2 «Los escribas y los fariseos se apoyan en
la cátedra de Moisés.
3 Así que ustedes deben obedecer y hacer todo
lo que ellos les digan, pero no sigan su ejemplo, porque dicen una cosa y hacen
otra.
Es decir, gente que “conocía mucho” las
Escrituras… ¿pero de verdad “conocía”? Cinco o seis años después Pablo escribiría
las cartas a los romanos y a los corintios, y allí desarrollaría esta cuestión
que aparece solo de manera “velada” en Gálatas: tener mucho conocimiento no es
garantía de estar en la verdad, es más, el “mucho conocimiento” puede resultar
pura tontería, poniendo como ejemplo a la sabiduría griega que, ¡oh
casualidad!, es uno de los fundamentos filosóficos del pensamiento occidental
actual y epistemológico de la ciencia moderna.
Lo que Pablo está diciendo hoy se sabe a
nivel “secular” a partir del concepto de paradigma de Thomas Kuhn: es posible
construir grandes sistemas filosóficos y de conocimiento, pero si sus bases son
erradas, todo el sistema lo será.
¿Cómo era el error religioso? Por un lado
sabían muchos pasajes y podían hablar mucho sobre ellos, y sin duda que había
“mucha verdad” allí, pero si todos esos pasajes estaban enfocados o
interpretados de manera incorrecta, o al menos viendo solamente un punto de
vista, que normalmente se exagera con ciertas interpretaciones incorrectas, ese
“cúmulo de textos bíblicos y palabras” resulta errado en su estructura general
y en sus principales conclusiones. Es decir, con “mucha biblia” se pueden
construir doctrinas erradas, y la prueba de eso es que Pablo está citando
precisamente las mismas Escrituras para rebatirlas.
¿Cómo se logra esto? Tomando ciertos pasajes
y “olvidando” otros, cambiando algunos énfasis en las interpretaciones,
agrandando algunas cosas, achicando otras, haciendo interpretaciones rebuscadas
que toman un versículo y luego de un par de horas de análisis con muchos
argumentos llegan a una verdad torcida, introduciendo criterios de autoridad al
lado o por encima de la autoridad bíblica (tradiciones, palabras de líderes, y
otras cosas).
Hay distintos niveles de engaño aquí. En el
nivel más básico tenemos hoy unas cuantas iglesias populosas en las que los
miembros no leen la Biblia, por lo que las palabras del líder resultan “vox
dei” y no es necesario preocuparse mucho en armar interpretaciones rebuscadas.
En un segundo nivel tenemos un mayor
conocimiento de la Biblia pero en realidad no hay libertad para leerla sino que
su estudio es dirigido, y los pasajes bíblicos se utilizan más bien como
“aderezo” del “plato principal” que es la interpretación del maestro o líder.
Tenemos muchas iglesias que procuran predicar la verdad aquí, y no
necesariamente estamos hablando de malas doctrinas, pero no están enfocadas
primariamente en la Palabra.
Pero el tercer nivel está preparado para los
que tienen a la Biblia en alta estima, y para ellos los religiosos
profesionales tienen un gran desarrollo doctrinal como el que expusimos más
arriba. En realidad, terminan “idolatrando” las Escrituras, pero no al Autor de
ellas, y ese es uno de los puntos principales de argumentación de Pablo:
recordar la obra del Espíritu.
Muchas palabras, aunque sean bíblicas, no
necesariamente hacen una verdad.
Estas muchas palabras en realidad terminan
amontonando un montón de instrucciones de vida, tal como era la Ley, ahora
bien, ¿por qué alguien se esforzaría tanto en estudiar estas muchas
instrucciones? La motivación “religiosa” es: para poder cumplirlas, y así
agradar a Dios.
Eso podía resultar especialmente atractivo
para ex paganos que venían de una cultura muy licenciosa y de repente se habían
dado cuenta de cuán lejos estaban de la vida que agrada a Dios. ¡Había un
clamor muy genuino en sus corazones por santidad! Pero Pablo les había
predicado sobre la gracia y eso les dejaba con “sabor a poco”, todavía seguían
siendo pecadores, todavía tenían muchas cosas que corregir, ¡todos los días
tenían que ir a la presencia del Señor a pedir perdón y recibir de Su gracia!
Qué problema…
La Ley resulta “genuinamente” atrayente
porque nos da una clara lista de cómo vivir para agradar a Dios (no es tan así,
pero supongamos que sí) y junto con ello, seduce al alma al hacerle “ver” que
puede alcanzar a Dios con su propio esfuerzo, sin humillarse ni tener que
depender del espíritu.
El asunto es que, después de más de mil años
de religión mosaica había quedado recontra claro que NO PODÍAN CUMPLIR LA LEY.
Hechos 15:10 RVC
10 Entonces, ¿por qué ponen a prueba a Dios,
al imponer sobre los discípulos una carga que ni nuestros padres ni nosotros
hemos podido llevar?
Nadie podía cumplir la Ley (excepto Cristo),
cualquier judío era consciente de ello y por eso tenían el sistema de
sacrificios que también conocían perfectamente. Los judaizantes se parecían a
ciertos vendedores de autos actuales que toman un vehículo que ya no sirve, lo
pintan y arreglan un poquito, y le sacan unos buenos pesos vendiéndoselo a un
incauto. Entre paréntesis, si yo fuera a comprar un auto indefectiblemente
llevaría a mi mecánico de confianza, porque puedo caer perfectamente dentro de
la categoría de “incauto”…
Pero hay algo más, que los judaizantes no decían:
la Ley no es una cuestión “de grado”, es decir, que yo puedo cumplir en,
digamos, un 70 %, y eso me hace lo suficientemente agradable ante Dios, como si
fuera la nota de un examen que me alcanza para aprobar nomás (como hacen la
gran mayoría de mis alumnos, por cierto). La Ley era algo mucho más serio,
muchísimo:
Deuteronomio 27:26 DHH
26 “Maldito sea el que no respete estas
instrucciones, ni las ponga en práctica. Y todo el pueblo dirá: ‘Amén.’
Los religiosos no podían vender su
“mercadería de segunda” sin quitarle la verdadera dimensión que tenía: vivir
por la Ley implicaba necesariamente cumplirla toda. Es gracioso: pretendiendo
ser celosos de la Ley en realidad la están “rebajando”, pero más que nada,
están rebajando al Dios que dio la Ley porque están suponiendo que puede
aceptar algo menos que la perfección.
Ellos sabían que Cristo había abolido el
sistema de sacrificios, lo cual era una ventaja práctica, no tenían que llevar
a los paganos recién convertidos un nuevo sistema sacrificial, que ellos
conocían en parte y habían rechazado ya. Sin embargo, ese sistema de
sacrificios que estaba unido a la promulgación de la Ley era la forma en que
Israel podía cubrir los pecados que necesariamente cometería al violar esa Ley.
Al momento de escribir la carta todavía se realizaban sacrificios en el Templo,
así que era algo bien presente. Pero los religiosos lo “olvidaron”. Digamos que
Cristo hizo el “sacrificio mayor” que alcanzó para cruzar el umbral del cielo,
pero ahora era necesario seguir con la Ley, es decir, lo viejo se presenta como
la “perfección” de lo nuevo.
Habacuc 2:4 RVC
4 Aquel cuya alma no es recta, es arrogante;
pero el justo vivirá por su fe.
La fe no era nada extraño en la época de
Jesús, es decir, no predicó algo que fuera absolutamente extraño a sus oídos,
sino que lo perfeccionó: era la fe en Él. Pero esta revelación ya estaba en las
Escrituras. Ahora bien, ¿un pasaje servía para “borrar” los muchos pasajes que
hablaban de leyes particulares? Lo cierto es que esos muchos pasajes se
referían a otra cosa, y había también muchos pasajes que preanunciaban la fe a
través de los sacrificios, por lo que “un solo pasaje” en realidad no hacía más
que resumir y completar una revelación que ya estaba en los libros de Moisés.
Levítico 18:5 RVC
5 Por lo tanto, obedezcan mis estatutos y mis
ordenanzas. Todo el que los cumpla, vivirá por ellos. Yo soy el Señor.
De nuevo un pasaje que los religiosos
borraban, para acomodar sus enseñanzas en un formato atractivo. ¿Quién pudo
“vivir por ellas”? Solo Cristo.
Gálatas 3:13 RVC
13 Cristo nos redimió de la maldición de la
ley, y por nosotros se hizo maldición (porque está escrito: «Maldito todo el
que es colgado en un madero»),
¿Era maldita la Ley que Dios le dio a Moisés?
No, pero contenía una maldición para el que no la cumpliera, y como nadie podía
cumplirla todos necesariamente estaban bajo ella. Cualquiera que intentara
vivir por la Ley se ponía bajo esa maldición. Lo mismo pasa hoy.
Alguna forma de religión siempre es atrayente
para el alma y propiamente dicho, ninguno de nosotros podemos decir que estamos
completamente libre de ella; pero acarrea maldición, ¿qué maldición? Cristo en
la cruz llevo TODA maldición, pero creo que una de las facetas principales de
la maldición a las que se refiere es a la de ser separado de Dios:
Marcos 15:34 RVC
34 y a las tres de la tarde Jesús clamó a
gran voz: «Eloi, Eloi, ¿lama sabactani?», que significa «Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has desamparado?»
Lo cual constituye LA maldición, es decir,
ser separado de la Fuente de toda Bendición.
La religión nos separa del Dios al que dice
acercarnos, eso es la raíz de cualquier maldición. Y de paso Pablo nos está
ofreciendo una prueba de que estamos bajo el yugo de la religión: nos alejamos
de Dios, no podemos percibirlo en nuestro espíritu. El problema es cuando ya el
alma tomó tanto control que no escucha más al espíritu, o cuando nunca hubo una
genuina conversión y nunca el espíritu fue reactivado.
Y así tenemos las muy conocidas prácticas
eclesiásticas y rituales sin vida, sin presencia del Espíritu, a veces con
mucho emocionalismo, a veces con intelectualismo y profunda exégesis, a veces
con solemne ritualismo, pero siempre carentes del verdadero Espíritu.
El discurso religioso parece ser muy profundo
bíblicamente, y puede amontonar muchos versículos y verdades bíblicas, pero
está errado en sus fundamentos. Resulta muy atractivo al que está buscando
librarse de sus pecados, pero es un camino ya recorrido y demostrado imposible.
Y en el fondo, acarrea maldición, lo cual en realidad nos puede servir de
señal, así como el dolor lo es para el cuerpo físico; el asunto será, entonces,
intentar adormecer el dolor y tapar los síntomas, tal como hace buena parte de
la medicina moderna, o asumirlo y extirpar sus causas.
¡Señor, danos el valor para hacerlo!
Danilo Sorti
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