domingo, 4 de febrero de 2018

395. El Espíritu de la Religión y sus servidores: ¡que nadie toque al “ungido de Dios”!

Gálatas 2:1-14 RVC
1 Después de catorce años, subí otra vez a Jerusalén con Bernabé, y también llevé conmigo a Tito.
2 Pero subí en obediencia a una revelación. Y para no correr, o para no haber corrido en vano, el evangelio que predico entre los no judíos lo expuse en privado a los que tenían cierta reputación.
3 Pero ni siquiera Tito, que estaba conmigo, fue obligado a circuncidarse, aunque era griego;
4 y esto a pesar de los falsos hermanos introducidos a escondidas, que entraban para espiar la libertad que tenemos en Cristo Jesús y para reducirnos a esclavitud,
5 a los cuales ni por un momento accedimos a someternos, para que la verdad del evangelio permaneciera con ustedes.
6 Los que tenían fama y reputación de ser algo (lo que hayan sido en otro tiempo nada me importa; Dios no hace acepción de personas), no me comunicaron nada nuevo.
7 Por el contrario, como vieron que me había sido encomendado el evangelio de la incircuncisión, como a Pedro el de la circuncisión
8 (pues el que actuó en Pedro para el apostolado de los judíos, actuó también en mí para con los no judíos),
9 y como reconocieron la gracia que me había sido dada, Jacobo, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo, para que nosotros fuéramos a los no judíos, y ellos a los judíos.
10 Solamente nos pidieron que nos acordáramos de los pobres; lo cual también procuré hacer con diligencia.
11 Pero cuando Pedro vino a Antioquía, me enfrenté a él cara a cara, porque lo que hacía era reprochable.
12 Pues antes de que vinieran algunos de parte de Jacobo, comía con los no judíos; pero después que vinieron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los judíos.
13 Y en su simulación participaban también los otros judíos, de modo que hasta Bernabé fue arrastrado también por la hipocresía de ellos.
14 Pero cuando vi que no andaban rectamente y conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: «Si tú, que eres judío, no vives como los judíos sino como los no judíos, ¿por qué obligas a los no judíos a hacerse judíos?»

En la primera parte del  capítulo 1 de Gálatas Pablo expone enfáticamente que hay un solo Evangelio y nada más, mientras que en la segunda parte de ese mismo capítulo aclara, también enfáticamente, que nadie tiene “derecho de exclusividad” sobre ese Evangelio.

Si lo vemos desde el punto de vista de la guerra espiritual, en la primera parte confrontó al Espíritu de Religión al rechazar cualquier modificación que éste pretenda introducir (más adelante en la carta se explican cuáles), mientras que en la segunda parte confronta la principal fortaleza mental que lo sustenta: siempre se debe seguir la tradición más antigua, la fundadora (y también vimos que en la práctica ni es la más antigua ni es la fundadora). Al comenzar el capítulo dos termina de clavar la Espada de la Verdad en el corazón de la Religión: ¡se atreve a confrontar a los servidores del Espíritu de la Religión! Pero vamos por partes, tal como lo hizo Pablo, “despedazándolo” por partes…

Este tema nos remite siempre a un delicado límite entre la rebeldía y la sumisión a los hombres. No podemos leer este capítulo sin leer el anterior, es obvio, pero porque en el anterior nos queda claro que hay una sumisión que está por encima de todo y es hacia la Palabra de Dios, hacia Dios mismo, pero ¿qué hay de los hombres de Dios?

1 Después de catorce años, subí otra vez a Jerusalén con Bernabé, y también llevé conmigo a Tito.
2 Pero subí en obediencia a una revelación. Y para no correr, o para no haber corrido en vano, el evangelio que predico entre los no judíos lo expuse en privado a los que tenían cierta reputación.

“Catorce años”, es decir, el tiempo más que suficiente para desarrollar un  ministerio probado y aprobado. Esto es una “triste” realidad, pero muy práctica: no debemos esperar que las estructuras viejas y exitosas (al menos en su tiempo) acepten rápidamente lo nuevo, y de hecho no lo van a hacer hasta que no vean los frutos de eso nuevo. Ese no es el propósito perfecto de Dios, no se supone que deba ser así, pero lo es. Mientras tanto, Pablo no dejó de cumplir con su ministerio ni dejó de trabajar con las iglesias que sí lo reconocían. Él no hizo la guerra a los apóstoles de Jerusalén, simplemente cumplió su misión.

Con todo, cuando fue el momento correcto claramente indicado por Dios, Pablo fue a reunirse con los “históricos” a fin de lograr un entendimiento mutuo. Repito, fue una reunión guiada divinamente, y hasta da la impresión que con bastante renuencia de parte de Pablo. Normalmente los “históricos” hablan mucho de la unidad y amontonan muchos versículos bíblicos sobre el tema, pero la intención subyacente que tienen en lograr una dominación de los nuevos y “díscolos” más que una unidad. Dios ama la unidad, pero no podemos estirar la palabra como chicle: estamos unidos primeramente en Cristo si lo obedecemos y cumplimos Su voluntad específica para cada uno; de ahí a lograr una unidad o acuerdo ministerial puede haber un largo trecho.

Durante catorce años el Señor no le dijo que fuera en “visita oficial” a Jerusalén, pero al cumplirse el término la “reconciliación” ministerial fue “liberada”; y de hecho, catorce es número de liberación. Resulta curioso que la décimo cuarta vez que se menciona “Saulo” en la Biblia sea en Hechos 13:1, cuando se encuentra en un equipo profético apostólico y es “liberado” hacia el ministerio para el cual había sido llamado. Y “Saulo” aparece no más de diecisiete veces en el Nuevo Testamento, que es el número de la victoria sobre las pruebas.

El Señor también tiene cuidado de estas cuestiones de iglesia; luego de muchos años de creyente y luego de muchas historias que me ha tocado conocer y vivir me queda la impresión (o casi seguridad, diría) de que muchos pastores tienen dos manuales: la Biblia para aconsejar y enseñar sobre la vida personal, y un manual de política eclesiástica para las relaciones interpastorales, en donde las reglas de la Biblia tienen poco que ver. No quiero ser injusto ni echar un “manto de duda” sobre todos, pero es una realidad bastante extendida. Por supuesto, el Espíritu de la Religión es el principal redactor de ese segundo manual.

Las relaciones intereclesiásticas TAMBIÉN están regidas por la Biblia, por sus principios y por la palabra profética de Dios. Y Él tiene el tiempo y la forma adecuada para hacer cada cosa.

3 Pero ni siquiera Tito, que estaba conmigo, fue obligado a circuncidarse, aunque era griego;
4 y esto a pesar de los falsos hermanos introducidos a escondidas, que entraban para espiar la libertad que tenemos en Cristo Jesús y para reducirnos a esclavitud,
5 a los cuales ni por un momento accedimos a someternos, para que la verdad del evangelio permaneciera con ustedes.

En este texto Pablo diferencia claramente dos grupos que convivían en la iglesia de Jerusalén: los apóstoles que quedaban allí y los nuevos líderes, entre ellos Santiago, el hermano carnal de Jesús, y los “falsos hermanos”. Y NOTEMOS BIEN que no está mezclando a los unos con los otros, es decir, no acusa a los líderes de ser judaizantes ni tolera a los judaizantes por estar al lado de los líderes. Este es un límite muy preciso que todos los que reciben el “vino nuevo” deben cuidar cuando tratan con el “odre viejo”, para que el Espíritu de Religión no encuentra una oportunidad de causar mayor división.

Pero así como no acusó a los apóstoles de algo que ellos no hacían, no aceptó ni la más mínima insinuación de los claros exponentes de la Religión: los judaizantes. A veces, en su afán por ser aceptados, los líderes emergentes rápidamente transigen en cosas que no corresponde, quizás no malas en sí mismas, pero si inconvenientes para la obra específica a la que fueron llamados. Pablo nunca perdió la visión de quién era y cuál era su ministerio. El Espíritu de la Religión trata desesperadamente de lograr el control y de hacer perder el enfoque original de Dios en las personas.

6 Los que tenían fama y reputación de ser algo (lo que hayan sido en otro tiempo nada me importa; Dios no hace acepción de personas), no me comunicaron nada nuevo.

La principal victoria contra la Religión la había ganado ya Pablo en su espíritu: “Dios no hace acepción de personas”, ¡Pablo no tenía “semidioses cristianos”! Realmente a los hombres y mujeres nos cuesta mucho considerarnos iguales y tener solamente un Dios por encima nuestro, inevitablemente necesitamos una cohorte de superhombres, “semidioses” y seres cuasi divinos a los que referirnos, ¡y siempre habrá algún autonombrado apóstol o profeta dispuesto a ocupar ese lugar! Una vez que el Espíritu de la Religión logró establecer en la mente de las personas que hay una gradación de autoridad espiritual INDEPENDIENTE de la manifestación divina, ya obtuvo casi toda su victoria.

Ahora, SÍ HAY AUTORIDADES ESPIRITUALES, en el propósito de Dios y siempre que se mantengan en él, pero no “en sí mismas”, independientes de sus palabras y hechos, incuestionables en sus acciones.

No importa la “fama y reputación” para Pablo, importa el mensaje y los hechos del presente. ¡Cuántos viven hoy de las glorias del pasado, el tiempo en que escuchaban a Dios y le obedecían! Algunos en realidad han construido un pasado que nunca existió… El Espíritu de la Religión nos lleva a mirar el pasado (muchas veces ficticio) pero Pablo, libre de él, estaba mirando el presente y lo que Dios estaba haciendo en ese momento.

“No me comunicaron nada nuevo.” Es decir, estaban en el mismo Evangelio, en el mismo Reino, bajo el mismo Señor.

7 Por el contrario, como vieron que me había sido encomendado el evangelio de la incircuncisión, como a Pedro el de la circuncisión
8 (pues el que actuó en Pedro para el apostolado de los judíos, actuó también en mí para con los no judíos),
9 y como reconocieron la gracia que me había sido dada, Jacobo, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo, para que nosotros fuéramos a los no judíos, y ellos a los judíos.

Esto es lo que se espera que ocurre cuando el odre viejo se encuentra con el odre nuevo: reconocimiento y compañerismo. Jesucristo había preparado ese momento durante catorce años; muchas cosas les habían pasado a Pablo y a los apóstoles de Jerusalén como para que pudieran sentarse con tranquilidad. Dudo que ese encuentro hubiera sido posible siquiera algunos años atrás. Pero como fue en el tiempo y en las formas de Dios, el resultado fue de bendición para el Reino: las iglesias judías aceptaron el ministerio hacia los gentiles (sin que se tuvieran que transformar en judíos) y las iglesias gentiles se abrieron a recibir los predicadores judíos. Cada uno reconoció su ámbito de trabajo y en eso se concentró.

Cuando Dios levanta un movimiento y se manifiesta y tiene éxito, el Espíritu de Religión lo engaña diciéndole que es “EL” movimiento que va a alcanzar a todos los hombres y mujeres de la ciudad, del país, del mundo con el Evangelio. Lo cierto es que cada movimiento que Dios levanta tiene UN ámbito de influencia y cuando es necesario saltar alguna barrera también es necesario que sea levantado OTRO movimiento. Finalmente (y no sin dificultad) eso pudieron entender en Jerusalén, y el Espíritu de Religión sufrió una dura derrota.

10 Solamente nos pidieron que nos acordáramos de los pobres; lo cual también procuré hacer con diligencia.

Acá vemos un fruto maravilloso de esta reunión que fue un acuerdo de colaboración mutua. Esto es, con todas las letras, lo que hoy llamaríamos un acuerdo estratégico entre denominaciones, y lo mejor de todo es que los “históricos” reconocieron una necesidad que podía suplir la nueva iglesia. Y Pablo fue fiel a ese pedido.

11 Pero cuando Pedro vino a Antioquía, me enfrenté a él cara a cara, porque lo que hacía era reprochable.
12 Pues antes de que vinieran algunos de parte de Jacobo, comía con los no judíos; pero después que vinieron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los judíos.
13 Y en su simulación participaban también los otros judíos, de modo que hasta Bernabé fue arrastrado también por la hipocresía de ellos.
14 Pero cuando vi que no andaban rectamente y conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: «Si tú, que eres judío, no vives como los judíos sino como los no judíos, ¿por qué obligas a los no judíos a hacerse judíos?»

Y acá vemos la “frutilla del postre”. Unos versículos antes leímos que cuando Pablo fue a Jerusalén no cedió ante las influencias de los judaizantes que estaban en la iglesia pero tampoco acusó a los apóstoles de serlo. Ahora bien, ¿qué rábanos hacían los judaizantes tan tranquilos y campantes en la iglesia de Jerusalén? O dicho de otra manera, ¿por qué los apóstoles los toleraban?

En realidad, Pablo hubiera podido hilar fino en esa reunión y criticar unas cuantas cosas de los líderes históricos, porque sino no se explica por qué los judaizantes tenían su sede allí. No lo hizo… en ese momento.

No puedo decir que las iglesias nuevas sean perfectas y libres de errores, pero hasta ahora no he conocido ninguna iglesia histórica que no tenga unos cuantos y grandes sapos saltando por allí, y que además los acaricie como mascotas (es metafórico, no tengo nada contra los sapos, son muy útiles en los ecosistemas).

Parte del acuerdo de “buenos vecinos” implicaba el intercambio de maestros, pero no resultó del todo feliz con Pedro, quien nunca había podido aceptar del todo que los gentiles entraran en el Reino sin hacerse judíos. Pablo no dejó que este “intercambio de buena voluntad” (que en realidad no fue intercambio, solo vinieron) ocurriera sin supervisión, y cuando fue necesario exponer la hipocresía lo hizo, ¡nada menos que al mismísimo apóstol Pedro!

No hay en la Biblia nada que nos sugiera una especie de papado temprano, ni de que se tuviera que nombrar a un sucesor de Pedro, ni menos aún que Pedro ejerciera la autoridad máxima sobre la Iglesia durante toda su vida; pero sí es cierto que en esos primeros años fue el principal referente, no un “papa” porque el liderazgo nació repartido entre doce, pero sí la figura de mayor autoridad y aquel que había “abierto” la puerta a judíos, samaritanos y gentiles. ¿Y que hizo Pablo con el Reverendo Apóstol Pedro? ¡Pues lo expuso delante de toda la comunidad, y no contento con eso, lo dejó escrito!

Me imagino a los hermanos que acompañaban a Pedro, “más pedristas que Pedro”, tratando de que Pablo guarda las formas y el respeto protocolar con su venerado líder… y me imagino a Pablo hirviendo por dentro…

1 Corintios 3:5 RVC
5 Después de todo, ¿quién es Pablo, y quién es Apolos? Sólo servidores por medio de los cuales ustedes han creído, según lo que a cada uno le concedió el Señor.

Pablo fue consistente consigo mismo: “¿quién es Pablo?”, más adelante diría “¡el más pequeño de los santos!” Y eso no era falsa humildad, como suelen decir las camarillas que rodean a algunos apostolobos hoy. Pero si Pablo es solo un siervo del Señor, ¡también Pedro lo es! Y si hay que cuestionar a Pedro para bien de toda la iglesia, porque era mucho lo que se jugaba con la hipocresía de Pedro, ¡pues será cuestionado públicamente y por escrito!

Este es quizás la mayor ofensa que uno pueda cometer contra el Espíritu de Religión: ¡cuestionar a sus fieles servidores! Y no espere el que tal haga que le resulte gratis…

Pedro estaba por echar por tierra la obra entre los gentiles, iba a introducir una práctica que nada tenía que ver con el Evangelio de libertad, iba a dejar un ejemplo pésimo, ¡eso NO PODÍA SER corregido en privado! Hay cosas que podemos charlar con los líderes en privado, pero hay hecho públicos que públicamente deben ser expuestos, tal como Pablo lo hizo: con precisión, con verdad, sin agregar nada más a lo que debía decirse.

Repito: los hombres públicos deben ser corregidos públicamente, ese es el ejemplo bíblico. ¡Ojo con eso! También entramos nosotros allí…

Pablo no tenía “semidioses cristianos” ni era un “rebelde sin causa”, se mantuvo en un justo medio mirando siempre al Señor, con UNA MEDIDA: la revelación del Evangelio de Jesucristo, que para nosotros hoy está contenida en la Biblia. Es necesario eliminar esa estructura de pensamiento en nosotros y en los hermanos, ¡es muy fácil simplemente “cristianizar” esa forma humana de pensar y liderar una iglesia así! Fácil, pero antibíblico.


Danilo Sorti




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