domingo, 4 de febrero de 2018

388. “¿Por qué a él sí y a mí no?” Cara a cara con Leviatán

Salmos 60:1 RVC
1 Dios nuestro, tú nos has desechado; en tu enojo, nos has dejado sin defensas. ¡Vuélvete ahora a nosotros!

Salmos 74:1 RVC
1 Dios nuestro, ¿por qué nos has desechado para siempre? ¿Por qué te has enojado contra las ovejas de tu prado?

Salmos 108:11 RVC
11 ¿No eres tú, mi Dios, quien nos ha desechado? ¿No eres tú quien ya no sale con nuestros ejércitos?

“¿Por qué a él sí y a mí no?” es la forma “orgullosa” de decir: “¿por qué me desechaste?”. Es una pregunta inevitable en el corazón del hombre, pero es también una pregunta que difícilmente alguien se atrevería a formular en público, es más, ni siquiera en sus oraciones, en lo privado. ¡Es algo tan egoísta! Nos conecta directamente con el espíritu de Caín y deja expuesto todo el orgullo que hay en nuestro corazón. No digo que nos “expone” ante los otros porque normalmente nadie lo diría en público, ¡nos expone ante nosotros mismos! Es decir, cuando reconocemos que ESA INSIDIOSA PREGUNTA está dando vueltas en nuestro corazón no nos queda más remedio que aceptar lo que implica.

Sin embargo, cuando no es “dicha” se transforma en un cuchillo lacerante en lo oculto, lastimando en el momento menos pensado. ¿Qué sentido tiene que mantengamos oculto algo que nos causa daño solo por “guardar las formas”? Hay una buena noticia, ¡Dios ya conoce todas nuestras preguntas! Es decir, Dios sabe perfectamente cuánto orgullo hay todavía en mi corazón, ¿qué le puedo ocultar? Nada, pero la verdad es que muchísimas veces estamos “intentando” ocultarle cosas cuando no somos sinceros ante él.

No sé si siempre podemos encontrar personas lo suficientemente maduras que puedan ayudarnos a lidiar con estas cuestiones, pero sí sé que SIEMPRE tenemos al Espíritu a nuestra disposición y que no hay nada que Él no pueda tratar en nosotros. El asunto es que, simplemente, si nosotros no exponemos lo que sentimos, cuáles son nuestros pensamientos, qué nos pasa, es difícil que Dios pueda hacer algo, no porque no lo sepa sino porque nosotros no estaremos dispuestos a cambiar. Ahí radica una de las principales razones por las que debemos presentarle todo a Dios en oración AÚN SABIENDO que Él lo sabe todo: no por Él, sino por nosotros.

El gran problema es que cuando yo le digo a Dios: “¿por qué bendecís a Fulano y a mí no? ¿por qué hacés tantos milagros con Sultano y yo no puedo orar ni por el gato, que se muere? ¿por qué Mengano tiene un ministerio internacional y a mí mi familia no me da ni la hora?”… ¡Puedo recibir una respuesta!!!

Y la respuesta seguramente contendrá unas cuantas cosas que no quiero escuchar… Pero que si les presto atención y las recibo con humildad, tienen el potencial de transformar mi vida y mi relación con Dios y las personas de una manera que NINGUNA OTRA COSA podría hacer. Las respuestas a esa “pregunta oculta” pueden ser lo más duro que tengamos que aceptar de nosotros mismos, pero es también lo más liberador y transformador que podamos recibir, mucho más que una Maestría en Sanidad Interior o un Doctorado en Consejería… y mucho más barato, por cierto…

¿Qué podemos esperar como respuesta? Bueno, puede ser:

Josué 14:9 RVC
9 Ese día Moisés hizo este juramento: “La tierra donde has puesto el pie será tuya. Será la herencia perpetua de tus hijos, por cuanto seguiste con fidelidad al Señor mi Dios.”

Caleb fue uno de los dos espías fieles, por eso recibió la promesa y luego leemos que pudo conquistar esa tierra, aunque era más difícil que el resto. Pero si yo no tengo un corazón lo suficientemente fiel, ¿por qué Dios habría de darme una gran promesa?

1 Samuel 22:14 RVC
14 Entonces Ajimélec le contestó al rey: «¿Hay entre todos tus sirvientes alguien que iguale a David en la fidelidad que te tiene? No sólo es tu yerno, y está bajo tus órdenes, sino que le ha dado renombre a tu casa.

David no solo fue fiel a Dios sino incluso a Saúl, ¿sorprende que Dios lo haya elegido para ser el antecesor del Mesías? Entonces, si mi fidelidad es pobre, ¿por qué Dios habría de elegirme para una gran obra?

Éxodo 32:27-29 RVC
27 Entonces él les dijo: «Así ha dicho el Señor, el Dios de Israel: “Fájese cada uno de ustedes la espada al cinto, y vaya de puerta en puerta por el campamento, y mate cada uno a su hermano, a su amigo, o a su pariente.”»
28 Y los hijos de Leví hicieron lo que Moisés les ordenó, y ese día cayeron a filo de espada como tres mil hombres del pueblo.
29 Entonces Moisés dijo: «Hoy ustedes se han consagrado al Señor. Hoy el Señor les ha dado su bendición, pues cada uno de ustedes se ha consagrado en su hijo y en su hermano.»

Deuteronomio 33:8-11 RVC
8 A Leví le dijo: Que sean el Urim y el Tumim para tu hombre fiel, aquel a quien pusiste a prueba en Masah, aquel con quien contendiste en Meriba,
9 aquel que dijo de su padre y de su madre: «Nunca los he visto»; aquel que no reconoció a sus hermanos, ni tampoco reconoció a sus hijos, aunque sí obedeció tus palabras y cumplió tu pacto.
10 Él enseña tus preceptos a Jacob, instruye en tu ley a Israel, pone delante de ti el incienso y coloca sobre tu altar el holocausto.
11 Señor, bendice todo lo que él haga y recibe con agrado la obra de sus manos; ¡hiere de muerte a sus enemigos, y que jamás se levanten quienes lo odian!

Una sola tribu fue la tribu sacerdotal, con privilegios por encima de las otras, y también responsabilidades, ¿por qué? Porque fueron capaces de demostrar su amor y su celo por Dios aún matando a los perversos de su propia familia. ¿Cuáles son mis muestras de fidelidad, como par que Dios me elija para una gran misión? No, no me estoy refiriendo a sacrificar a la suegra (o viceversa…), sino en dejar nuestras cosas y nuestra comodidad. Jesús diría lo mismo más adelante con otras palabras:

Lucas 9:24 RVC
24 Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá, y todo el que pierda su vida por causa de mí, la salvará.

Podemos ver a Pablo en el Nuevo Testamento:

Hechos 20:18-27 RVC
18 Cuando los ancianos llegaron, les dijo: «Ustedes saben cómo me he comportado todo el tiempo, desde el primer día que entré en Asia.
19 Saben que he servido al Señor con toda humildad y con muchas lágrimas, y que he sido puesto a prueba por las intrigas de los judíos.
20 También saben que no me he negado a serles útil, y que en público y en las casas he anunciado y enseñado
21 a los judíos y a los no judíos que deben volverse a Dios, y tener fe en nuestro Señor Jesucristo.
22 Ahora voy a Jerusalén, llevado por el Espíritu, pero no sé lo que allá me espera,
23 a no ser lo que el Espíritu Santo me ha confirmado en todas las ciudades, de que me esperan cárceles y tribulaciones.
24 Pero eso a mí no me preocupa, pues no considero mi vida de mucho valor, con tal de que pueda terminar con gozo mi carrera y el ministerio que el Señor Jesús me encomendó, de hablar del evangelio y de la gracia de Dios.
25 Yo sé que no me volverá a ver ninguno de ustedes, entre quienes he estado proclamando el reino de Dios;
26 por lo tanto, puedo asegurarles que estoy limpio de la sangre de todos,
27 pues no me he negado a anunciarles el plan de Dios.

Pablo fue elegido para ser el “arquitecto” de la Iglesia, especialmente para nosotros, los gentiles, porque tenía un corazón en extremo fiel y obediente, y así lo demostró tal como pudo decirlo sin falsa humildad a los hermanos de Éfeso. Si la obra del ministerio que me ha sido dada a mí es “pequeña” (aunque hay que ver que es realmente “pequeño” en el lenguaje de Dios), ¿será porque no hay en mí la suficiente fidelidad?

Y sin dudas, el ejemplo mayor sigue siendo el de Jesucristo, al hacer el máximo sacrificio de Sí mismo para obtener la máxima recompensa en el Universo.

Cuando vemos hacia atrás muchas de las cosas que NO recibimos podemos leer: falta de compromiso, falta de amor, falta de perseverancia, o también: pecado, orgullo, egoísmo, interés propio… ¿Por qué Dios no me dio tal o cual cosa? ¿Por qué no fui llamado a tal o cual ministerio? Buena parte de la respuesta está en lo anterior, y cuando lo aceptamos como un trago amargo, amarguísimo, ENTONCES cruzamos la puerta que dice:

2 Corintios 5:17 RV1995
17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas.

No podemos borrar el pasado, pero cualquier pasado puede utilizarse como plataforma para un futuro distinto. ¡No ha disminuido el poder de Dios para transformar cualquier vida y cualquier situación! ¡No hay error más grande del cual Él no pueda sacar a un alma arrepentida! Quizás no lleguemos a la máxima recompensa que Dios ha dispuesto, pero siempre podemos alcanzar más.

¿Eso es todo? No.

Mateo 25:14-15 RVC
14 »Porque el reino de los cielos es como un hombre que, al irse de viaje, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes.
15 A uno le dio cinco mil monedas de plata; a otro, dos mil; y a otro, mil, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se marchó.

Aquí tenemos otra de las razones que TAMPOCO NOS GUSTA escuchar: simplemente, no fuimos llamados a hacer algo porque no somos capaces de hacerlo, es decir, no hemos recibido ni los dones ni los recursos necesarios.

1 Pedro 4:10 RVC
10 Ponga cada uno al servicio de los demás el don que haya recibido, y sea un buen administrador de la gracia de Dios en sus diferentes manifestaciones.

Este pasaje es muy lindo, pero con un simple análisis lógico nos damos cuenta de que también dice: “no sirva con los dones que no ha recibido”. Hay algunas historias populares y coloridas que ilustran este tema, pero la enseñanza sobre los dones espirituales, que es tremendamente motivadora y sanadora incluso, esconde una importante dosis de humildad:

Romanos 12:3 RVC
3 Por la gracia que me es dada, digo a cada uno de ustedes que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con sensatez, según la medida de fe que Dios repartió a cada uno.

La fidelidad nos asegura la recompensa en el cielo, y eso es algo que en definitiva solo Dios puede juzgar adecuadamente. Pero los ministerios en la Tierra dependen de otros factores, muchos de los cuales no podemos manejar nosotros y en definitiva caen bajo la soberanía de Dios, ya sea Su voluntad perfecta o Su voluntad permisiva.

Hay muchos más ministerios y funciones para las que NO HE SIDO capacitado que para las que sí, y así es con ABSOLUTAMENTE TODOS los seres humanos. Si hay alguno por ahí que se presenta como el “súperman” del Evangelio, ya sabemos que está en un serio error.

Pero en la forma de obrar de Dios, es decir, en como Él hace todas las cosas, ya sea en el Universo como entre las personas o en Su Iglesia, a cada una de Sus criaturas le es dado un rol, pequeño o grande, pero siempre único, y si ese rol no se cumple, el todo se resiente. Es cierto, generalmente existen “reemplazos” en cierto nivel, pero cuando miramos la obra como un todo, cualquier reemplazo implica que algo no se hizo y que el todo se resintió.

“Nadie es irreemplazable” dice la falsa humildad, y tiene mucho de verdad. Pero la obra que yo dejé de hacer INEVITABLEMENTE significa una pérdida para el todo. Y Dios no ve las cosas como las vemos nosotros, mucho de lo que consideramos “pequeño y de poco valor” es sumamente valioso e importante para Él, mientras que unos cuantos de los ministerios que consideramos de “gran valor e influencia” no lo son tanto…

Pero “¿Por qué a él sí y a mí no?” en realidad encierra algo más profundo, un cuestionamiento que le hacemos a Dios:

Romanos 9:11-13 DHH
11-13 y antes que ellos nacieran, cuando aún no habían hecho nada, ni bueno ni malo, Dios anunció a Rebeca: mayor será siervo del menor. Lo cual también está de acuerdo con la Escritura que dice: a Jacob y aborrecí a Esaú. Así quedó confirmado el derecho que Dios tiene de escoger, de acuerdo con su propósito, a los que quiere llamar, sin tomar en cuenta lo que hayan hecho.

La explicación de este pasaje es más larga, pero la clave está en “el derecho que Dios tiene de escoger”, porque sabe qué es lo que realmente podemos realizar y qué es lo mejor.

Cuando los espíritus de las tinieblas inspiran esta pregunta en nuestro corazón nos ocultan intencionalmente otra verdad:

Lucas 12:47-48 RVC
47 El siervo que, a pesar de conocer la voluntad de su señor, no se prepara para cumplirla, se hace acreedor de muchos azotes.
48 Pero el que se hace acreedor a recibir azotes sin conocer la voluntad de su señor, será azotado poco. Porque al que se le da mucho, también se le exigirá mucho; y al que se le confía mucho, se le pedirá más todavía.

Cualquier responsabilidad que se nos dé es algo por lo cual tendremos que rendir cuentas y:

1 Corintios 9:16 DHH
16 Para mí no es motivo de orgullo anunciar el evangelio, porque lo considero una obligación ineludible. ¡Y ay de mí si no lo anuncio!

Cuando protestamos por lo que otros reciben y nosotros no, seguro que estamos siendo infieles en lo que ya se nos ha encomendado; y digo “seguro” porque al centrar nuestra atención en aquello que “mereceríamos tener” y no tenemos, nos distraemos de lo que sí tenemos… y seguro que no mereceríamos…

¿Pero entonces qué? ¿No es perfectamente humano el “Por qué a él sí y a mí no”? Sí, también lo es. Y demos dejar que lo sea, es decir, debemos presentarlo delante de Dios, así tal cual, sin disfrazar nada, sin tratar de no quedar tan mal en nuestra oración y a nuestros propios ojos, ¿qué le vamos a ocultar a Dios? Él no necesita que le informemos lo que está pasando en nuestro interior, nosotros necesitamos sincerarnos para que Él pueda hablarnos. No es para nada agradable exponernos así a nosotros mismos, es decir, reconocer lo que anida en el interior, pero es el primer paso para cualquier cambio… y para llegar a ser de manera correcta eso que estamos envidiando de manera incorrecta. Cuando esas raíces profundas son cambiadas ENTONCES Dios puede desatar el potencial que ha puesto en nosotros, que es ENORME para el Reino; no sé si para los hombres, no sé si manifestándose en cosas espectaculares, pero SÍ SÉ que de valor eterno.

Pero “Por qué a él sí y a mí no” es un pensamiento que más bien nos susurra el Espíritu de Leviatán (orgullo) antes que algo propiamente nuestro (aunque llega a serlo con el tiempo). Y si lo puede susurrar es porque existen angustias profundas que no están siendo llevadas al lugar que corresponde: a la Presencia de Dios… es decir, ¡no se lo estamos diciendo al Señor en oración! Tan “simple” como eso. Pero todos los sentimientos humanos están expresados maravillosamente en el libro de los Salmos, y el sentimiento que da pie al susurro demoníaco de la envidia es el que leímos al principio;

Salmos 74:1 RVC
1 Dios nuestro, ¿por qué nos has desechado para siempre? ¿Por qué te has enojado contra las ovejas de tu prado?

En lo más profundo, el problema no es que Dios tenga derecho a elegir, sino el sentirnos desechados. Y cuando el susurro del orgullo viene, respondamos con el Salmo 74. Mientras antes reconozcamos esto por lo que es: un engaño satánico, más pronto nos evitaremos muchos sufrimientos. ¡Gracias Señor por Tu provisión!


Danilo Sorti




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