domingo, 4 de febrero de 2018

386. ¡Y no afloja! De verdad que es duro el orgullo…

Amós 4:6-12 DHH
6 “Yo hice que ustedes pasaran hambre
en todas sus ciudades;
yo hice que les faltara comida
en todos sus poblados,
¡pero ustedes no se volvieron a mí!”
El Señor lo afirma.
7  “También hice que les faltara la lluvia
durante tres meses antes de la cosecha.
En una ciudad hice llover y en otra no;
en un campo llovió y otro se secó por falta de agua;
8  de ciudad en ciudad iba la gente en busca de agua,
y no encontraban bastante para calmar su sed,
¡pero ustedes no se volvieron a mí!”
El Señor lo afirma.
9  “Los azoté con vientos calurosos y con plagas,
hice que se marchitaran sus huertos y sus viñedos,
la langosta se comió sus higueras y sus olivos,
¡pero ustedes no se volvieron a mí!”
El Señor lo afirma.
10  “Les mandé una plaga como las que mandé sobre Egipto;
hice que sus jóvenes murieran en los campos de batalla
y dejé que el enemigo se adueñara de sus caballos;
les hice oler la peste de los muertos en los campamentos,
¡pero ustedes no se volvieron a mí!”
El Señor lo afirma.
11  “Los destruí con una catástrofe
como la que mandé sobre Sodoma y Gomorra;
parecían una brasa sacada del fuego,
¡pero ustedes no se volvieron a mí!”
El Señor lo afirma.
12  “Por eso, Israel, voy a hacer lo mismo contigo;
y porque voy a hacerlo,
¡prepárate para encontrarte con tu Dios!”

Jeremías 5:3 DHH
3 Señor, lo que tú buscas es gente sincera.
Los castigaste, pero no les dolió;
los arruinaste, pero no quisieron aprender.
Tercos, más duros que la piedra,
no quisieron volver al buen camino.


Dios trata con el orgullo permitiendo que el orgulloso sea humillado, aunque debemos hacer un paréntesis: no siempre eso ocurre, sencillamente, porque Dios sabe que no todos pueden volverse a Él, por eso “deja” que muchos orgullosos prosperen y “tengan éxito” sin que ningún hecho los confronte, porque es lo único que podrán disfrutar ya que les espera el infierno eterno debido a lo duro de su corazón.

Pero hay otros a los que Dios llama en Su misericordia, porque pueden volverse a Él; a éstos los trata “con dureza” para que se arrepientan y sean perfeccionados, humillándolos para que Leviatán sea erradicado de ellos.

Si somos sabios, aprenderemos de nuestras humillaciones, mejor de las pequeñas, antes que vengan las grandes. Si somos más sabios, aprenderemos de las humillaciones de otros. Y si somos más sabios aún, aprenderemos de lo que está escrito en la Biblia (e ilustrado en la historia), sin que tengamos que “ver” o “sufrir en carne propia” nada.

Pero la realidad es que aquellos con los que Dios trata no suelen responder rápidamente, y Amós lo describe:

·         Hambre
·         Sequía
·         Vientos
·         Plagas
·         Enfermedad
·         Guerra
·         Catástrofes naturales

Siete castigos envió Dios sobre Su pueblo y… nada. Tiempo después Jeremías lo resumiría diciendo: “no quisieron aprender”.

¿No es triste pero habitual ver este ciclo repetido en la vida de muchas personas… cuando no en la propia? Cuando “cae” el juicio hay un momento de arrepentimiento, de cambio, de humildad. Pero cuando las cosas empiezan lentamente a mejorar, un poquito, vuelve a resurgir Leviatán, con otro discurso, en otro contexto, manifestándose de otra forma, pero siendo esencialmente el mismo.

Me gustaría poder decir algo que nos haga despertar de este círculo vicioso, pero si los profetas bíblicos a duras penas pudieron lograr que algunos entendieran, no creo que yo tenga una unción mayor a la de ellos…

El Señor nunca me ha llevado al infierno ni me ha dado una visión al respecto, y no tengo absolutamente ninguna “envidia santa” de los que sí la recibieron, ¡se los puedo asegurar! Con escuchar el testimonio de ellos me basta y me sobra para creerlo. Y algo de lo que he podido aprender de eso es que la “ciclicidad”, es decir, “repetir siempre lo mismo” es una de las dinámicas de castigo presente en todos los ámbitos infernales que puedo recordar. Fue bastante conmocionante cuando me di cuenta de ello: repetir “siempre lo mismo” es uno de los principios de reino de la tinieblas, completamente diferente al Reino de Dios, en donde el Dios Creador se complace en hacer cosas nuevas continuamente. Me hizo reflexionar: ¿cuáles eran los “ciclos” que repetía en mi vida?

Por supuesto, Dios ha establecido ciclos naturales “repetitivos” y es parte de Su proceso creador, aunque en realidad esos ciclos no son exactamente repetitivos y se nos presentan como siempre iguales a nosotros que vivimos un corto tiempo, pero a lo largo de las edades no son exactamente iguales; de todas formas, ese es otro tema. El asunto es que se supone que no debe pasar lo mismo con nosotros, al menos no si al final de cada ciclo llegamos al mismo lugar donde partimos.

Cuando estamos en esos ciclos es que obramos bajo los principios del reino de las tinieblas, y Dios los permite para ver si alguna vez nos damos cuenta; es decir, cuando después de haber caminado mucho tiempo por un árido desierto nos encontramos con unas cuantas piedras y algunos montículos de arena que nos resultan familiares… ¿no será que habremos estado caminando en círculos…?

Cuando estamos endurecidos por el orgullo no podemos reconocer el “hilo conductor” a lo largo de los distintos episodios de fracaso; cada uno parece único, y las circunstancias y motivaciones también. Y claro, cada uno fue único, no se vuelve a repetir exactamente lo mismo con exactamente las mismas personas; pero los principios espirituales pueden ser los mismos.

El único que trae convicción es el Espíritu y a Sus hijos Dios les habla, por más cabezadura que sean. Cuando hay mucho engaño del pecado se hace difícil oír la voz de Dios, que es muy suave y muy simple, por eso, a lo mejor nos puede ayudar entrenar a nuestra mente a que se mantenga abierta a la posibilidad de esta “ciclicidad”. Bueno, al fin y al cabo, David le exigió a su alma que alabara al Señor, así que no es muy descabellado pedirle a nuestra mente que considere la posibilidad, para poder así escuchar claramente al Espíritu.

¿Estamos en medio de algún ciclo de castigo? Es fácil reconocerlo porque hay un evento que nos trastorna, al menos buena parte de nuestra vida. Luego salimos de ahí doloridos y con dificultad. Al tiempo nos olvidamos de eso, lo dejamos en un rincón de la memoria como una experiencia y nada más, es decir, no extrajimos ningún aprendizaje de allí. Empezamos a disfrutar una nueva situación, relativamente tranquila, probablemente peor que antes: con menos dinero, relaciones rotas, etcétera, pero relativamente tranquila. Entonces empezamos a indignarnos por alguna injusticia que se está cometiendo contra nosotros (al menos eso suponemos), y a medida que Dios va restituyendo algunas cosas en nuestra vida nuestro enfoque crece en indignación y enojo porque Fulano, o las circunstancias de la vida, no está atendiendo adecuadamente mis derechos legítimos. Y así crece la indignación hasta ocupar la mayor parte de mis pensamientos e incluso puedo empezar a tomar acciones para restaurar mis “legítimos derechos”… que en realidad no son los legítimos derechos sino la inspiración del orgullo en mí. Y eso puede llevarme a una nueva crisis.

El ciclo se repite porque me olvidé de mi historia reciente y no pude obtener ningún aprendizaje de ellas. Así como los viajeros perdidos caminan en círculos por la selva debido a que no tienen ningún punto de referencia, así nosotros, cuando perdemos los puntos de referencia históricos, es decir, lo que el Espíritu estuvo haciendo y enseñándonos a lo largo de nuestra vida y del pasado reciente, entonces terminamos caminando en círculos, como Israel en el desierto, como el Reino del Norte en Amós, como Judá en Jeremías. No es nada nuevo, al contrario, hay mucho escrito, ¿no podremos aprender de ello?


Danilo Sorti




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