domingo, 4 de febrero de 2018

389. “¿Por qué a él sí y a mí no?” versus “¡No nos rechaces!”

Salmos 74:1 DHH
1 Oración pidiendo la liberación del pueblo
(1a) Poema de Asaf.
(1b) Oh Dios,
¿por qué nos has abandonado para siempre?
¿por qué se ha encendido tu furor
contra las ovejas de tu prado?

El colmo del orgullo y la rebeldía de Israel terminó con la cautividad babilónica. Como tal, es un ejemplo extremo y al parecer poco adecuado para tratar con el molesto pensamiento de          “¿Por qué a él sí y a mí no?”, pero precisamente por lo extremo es que logra exponer tan claramente las situaciones y emociones que anidan por detrás.

Cuando protestamos delante de Dios porque otro ha sido colocado en un lugar (supuestamente para nosotros) de privilegio mientras que nosotros no, en el fondo estamos diciendo “¿por qué me has abandonado?”. Por supuesto, resulta una exageración si lo miramos con la mente fría, pero las emociones no funcionan así y nosotros fuimos creados con ellas, así que hay que arreglar el descalabro que produjo el pecado en éstas.

Nos sentimos abandonados cuando no somos promovidos, cuando no recibimos bendición, cuando no podemos crecer laboralmente o ministerialmente, cuando nuestra palabra no tiene valor. Nos sentimos abandonados porque sabemos que Dios puede hacer todo eso, que nos ha dado una posición de dignidad y que deberíamos estar en una situación mejor. El Salmo 74 expone lo que sentía Israel luego de haber sido destruida por el enemigo, ¡y claro que como nación tenían muy buenas razones para sentirse abandonados! El salmista sabía perfectamente que era por culpa de los pecados del pueblo que eso había ocurrido, y mientras otras naciones podían prosperar y gozar de paz, Israel, que debía estar disfrutando de las más ricas bendiciones del Señor, se encontraba peor que el resto de los países.

El salmista no hace ninguna racionalización ni ningún análisis “frío y objetivo”: expone sus sentimientos, que eran los de toda la nación. Y por eso es un salmo de sanidad: no hay clamor que permanezca vacío de respuesta, aunque no la leamos o escuchemos. Pero esta sanidad no vino sin antes haber reconocido el pecado de la nación, del corazón.

“¿Nos has abandonado para siempre?” Nos remite a la pregunta: “¿Nunca podré ver Tu mano obrando a mi favor? ¿Nunca me llevarás a esa posición que me prometiste?”

Salmos 74:2 DHH
2 Acuérdate de tu pueblo,
el que adquiriste desde el principio,
el que rescataste para hacerlo tribu tuya;
acuérdate del monte Sión, donde has vivido.

“No es porque tenga algo bueno, no es por mis méritos, es por Tu promesa, por Tu amor, porque Tu nombre es invocado sobre mí.” Cuando las oportunidades se nos van por nuestros propios errores, antes de enojarnos con Dios volvamos a Sus promesas, que Él nos hizo. No, no vamos a encontrar cosas lo suficientemente buenas como para impresionar a Dios entre nuestras obras, más bien lo contrario, pero seguro que hay unas cuantas promesas maravillosas guardadas en algún lugar olvidado que podemos desempolvar, ¡y ellas sí lo van a impresionar!

Salmos 74:3 DHH
3 Ven a ver estas ruinas sin fin;
¡el enemigo lo ha destruido todo en el santuario!

Esto es, el Enemigo ha dañado mi vida espiritual, mi propósito, mi destino. Me ha llenado de amargura, me engañó y me quitó las oportunidades y las bendiciones que eran para mí. ¡Señor, tené en cuenta todo el daño que fue hecho! ¿Acaso Dios no puede tener misericordia de Sus hijos testarudos cuando se dan cuenta de su error?

Salmos 74:4 DHH
4 Tus enemigos cantan victoria en tu santuario;
¡han puesto sus banderas extranjeras

Aquí es cuando reconocemos que las estructuras mentales del error se han establecido en nosotros, que pensamos lo malo y por lo tanto sentimos equivocadamente y por ello deseamos lo malo… y lo hacemos. “¿Por qué a él sí y a mí no?” es una de las más eficientes estructuras de error, porque es demasiado vergonzosa como para admitirla siquiera en nuestras oraciones y por ello puede permanecer oculta lanzando sus dardos venenosos al resto de nuestros pensamientos y emociones.

Salmos 74:5-6 DHH
5 sobre el portal de la entrada!
Cual si fueran leñadores
en medio de un bosque espeso,
6 a golpe de hacha y martillo
destrozaron los ornamentos de madera.

De cedro estaba recubierto el Templo, es decir, el lugar íntimo de la persona, el sitio donde se encuentra con Dios, su espíritu. El cedro no era la estructura sino el revestimiento, el “vestido interno” por decirlo así, aquello que lo embellecía. El cedro puede significar también fortaleza e inmutabilidad. Los seres alados estaban hechos de madera de olivo: prosperidad, fortaleza y bendición, además de representar la protección y presencia de Dios ambas esculturas.

Todo lo hermoso que Dios puso o pensaba poner en nuestro espíritu fue destruido por el Enemigo, reconocemos que no es agradable nuestro interior, que nuestras palabras no son dadoras de vida aunque digamos “la verdad”, que si hay una estructura es de “roca pelada”, nada más.

Salmos 74:7-8 DHH
7 Prendieron fuego a tu santuario;
¡deshonraron tu propio templo,
derrumbándolo hasta el suelo!
8 Decidieron destruirnos del todo;
¡quemaron todos los lugares del país
donde nos reuníamos para adorarte!

El orgullo que nos lleva a quejarnos amargamente contra Dios, si se deja avanzar, puede llevar a la total destrucción de la vida espiritual, esto es, del templo y de los lugares de adoración. A veces, esa queja amarga está exponiendo esa realidad en algunas personas y es muy doloroso, pero debemos aprender del salmista: no importa cuán nefasto sea, delante de Dios expone la realidad sin ningún reparo.

Salmos 74:9 DHH
9 Ya no vemos nuestros símbolos sagrados;
ya no hay ningún profeta,
y ni siquiera sabemos lo que esto durará.

Cuando llegamos al punto de sentir envidia del ministerio o la bendición de otro es porque hace rato dejó de haber “profeta” en nosotros, es decir, dejamos de escuchar Su palabra guiándonos por Sus caminos, siempre desafiantes, siempre maravillosos aunque a veces muy escarpados y peligrosos. ¡No hay queja posible cuando estamos en el centro de la voluntad de Dios! Para algunos puede ser estar encerrados en una cárcel por predicar la Palabra, para otros puede ser estar enfrente de multitudes incontables predicando ESA MISMA Palabra. La Presencia es la misma y la recompensa también.

Salmos 74:10 DHH
10 Oh Dios,
¿hasta cuándo nos ofenderá el enemigo?
¿Hasta cuándo seguirá hablando mal de ti?

“¿Hasta cuándo?” es la expresión más natural que los seres humanos limitados y “encerrados” en el tiempo podemos decir, ¡y es estrictamente necesario hacerlo!... Para que entonces Él pueda “sacarnos” de este tiempo que nos encierra y llevarnos a Su tiempo, en donde las cosas se ven muy diferente.

¿Hasta cuándo Señor voy a seguir siendo un ignorado en la iglesia? ¿Cuándo me van a llamar para desarrollar el ministerio que Vos me diste? Es uno de los clamores por demás de comunes hoy día en nuestras grandes y empresariales iglesias cristianas, en donde los únicos que tienen un “espacio” ministerial son los cercanos al liderazgo… y que además no van a “destapar ninguna olla”… ¡Pero esto está ocurriendo precisamente en “en tiempo”, y cuando nos derramamos delante de Él, nos saca de “este tiempo” y nos ubica en Su tiempo y en Su servicio, mucho más efectivo que el de esos líderes.

Salmos 74:11 DHH
11 ¿Por qué escondes tu mano poderosa?
¿Por qué te quedas cruzado de brazos?

La raíz de la rebeldía en nosotros, a diferencia de Satanás, es considerar que Dios “nos abandonó”, que no se interesa, que nos descuidó. Ese fue el veneno de la Serpiente y cuando lo guardamos se extiende por todo el torrente sanguíneo y afecta todo el cuerpo. El salmista no hizo eso, simplemente lo expuso.

¿Es teológicamente correcto el versículo 11? No, por definición Dios NUNCA deja de obrar:

Juan 5:16-17 DHH
16 Por eso los judíos perseguían a Jesús, pues hacía estas cosas en sábado.
17 Pero Jesús les dijo:
—Mi Padre siempre ha trabajado, y yo también trabajo.

¡Pero aquí no se trata de hacer una exposición teológica! El versículo no es “teológicamente correcto” pero es “espiritualmente correcto”: expone el sentimiento de los seres humanos cuando no podemos ver a Dios obrando en nuestro favor. El Espíritu de la Religión viene en ayuda de Leviatán cuando intentamos elevar esta queja hacia Dios, pero el Espíritu Santo permite que fluya libremente.

Salmos 74:12 DHH
12 Desde tiempos antiguos, tú eres mi Rey.
Tú, oh Dios, alcanzaste muchas victorias
en medio de la tierra:

Y aquí, cuando de repente nos encontramos fracasados y frustrados, y nos sentimos abandonados por Dios, cuando todos nuestros “puntos de referencia” parecen borrarse, ¿qué nos queda? El Dios de la historia. El Dios que no se ha dejado sin testimonio, el Dios que se dio a conocer en las páginas bíblicas pero también en muchos testimonios en nuestras vidas y en las vidas de los que nos rodean. El Dios que antes lo hizo, ¿no lo volverá a hacer?

El cristianismo hoy ha perdido la “historia”, pero no puede existir tal cosa como la fe en Dios sin historia, en realidad, no existe tal cosa como el ser humano SIN historia.

Cuando nos atrevemos a exponer lo que está pasando sinceramente en nuestro corazón inevitablemente llega un momento que nos quedamos “desnudos y desprotegidos”, ¿a quién le gusta eso? Hay que estar dispuestos a transitar por ese valle tenebroso. Pero es el momento en que podemos reconstruir nuestros puntos de referencia en Dios, no en un concepto teológico o abstracto, sino en la historia. Si Dios no se manifestó en la historia, el cristianismo no tiene absolutamente ningún sentido. Pero si Dios se manifestó y nosotros nos olvidamos de esa historia, ¡nuestra vida es la que pierde sentido!

Salmos 74:13-14 DHH
13 tú dividiste el mar con tu poder,
les rompiste la cabeza a los monstruos del mar,
14 aplastaste las cabezas del monstruo Leviatán
y lo diste por comida a las fieras del desierto.

En Job 41 vemos todo el significado de Leviatán, el principado de soberbia y orgullo, el más fuerte de los lugartenientes de Satanás, la misma raíz de su caída. Es ese mismo principado el que subrepticiamente nos lleva a exclamar con amargura: “¿Por qué a él sí y a mí no?”, es el mismo que llevó a la nación de Israel al fracaso y al exilio, es el mismo que impide las bendiciones y los propósitos de Dios en nosotros, es el mismo que nos atrae pérdida y humillación.

Cuando el salmista reconoce la victoria de Dios sobre Leviatán, que estaba inscrita en las creencias más antiguas de los pueblos, como un relato “mitológico”, está proclamando la misma victoria sobre el principado que había llevado a su pueblo al desastre, y el que también nos arrastra a nosotros.

Podemos exponer la oscuridad interior delante de Dios, pero si no reconocemos Su poder, ¿de qué sirve? Es simple catarsis.

 Salmos 74:15-17 DHH
15 Tú hiciste brotar fuentes y ríos,
y secaste los ríos inagotables.
16 Tuyos son el día y la noche;
tú afirmaste la luna y el sol;
17 tú marcaste los límites del mundo;
tú hiciste el verano y el invierno.

El mismo Dios que resultó victoriosos sobre los mayores poderes de las tinieblas también tiene el control de las circunstancias naturales y de todo el Universo. Si obedecemos a Dios, ¿quién o qué podrá estorbar Sus propósitos en nosotros?

Salmos 74:18 DHH
18 Ten en cuenta, Señor, que el enemigo te ofende,
y que gente necia habla mal de ti.

La obra que no se ha cumplido en mí es en realidad parte de la obra del Reino que no se ha cumplido en otros; lo que yo no alcancé es lo que no recibieron otros. Todo este asunto va más allá de “mí mismo”.

Salmos 74:19-23 DHH
19 ¡No te olvides tanto de nosotros!
Somos débiles como tórtolas;
¡no nos entregues a las fieras!
20 ¡Acuérdate de tu alianza,
porque el país está lleno de violencia
hasta el último rincón!
21 No dejes que se humille al oprimido;
¡haz que te alaben el pobre y el humilde!
22 ¡Levántate, oh Dios! ¡Defiende tu causa!
¡Recuerda que los necios te ofenden sin cesar!
23 No olvides los gritos de tus enemigos,
el creciente clamor de los rebeldes.

Y con estos versículos concluye el clamor: cuando vamos a Dios con toda la oscuridad que hay dentro nuestro, cuando exponemos todo tal cual es, cuando lo reconocemos en la historia y en Su poder, cuando nos reconocemos débiles y desprotegidos, es decir, cuando nos hemos despojado nosotros mismos de “Leviatán”, ENTONCES podemos elevar este clamor, ¡y no hay oración que Dios no responda en Sus propósitos!

¡Oh que el Río de aguas de vida fluya en nosotros! ¡Que podamos recibir el poder de Su sanidad! No hay límite en cuánto podemos beber de él, no solo no se agota, ¡crece más y más cuando más y más toman de sus aguas!


Danilo Sorti




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