domingo, 4 de febrero de 2018

391. El Espíritu de la Religión “conservadora”: cómo introducir a los jóvenes en él…

Proverbios 22:6 RVC
6 Enseña al niño a seguir fielmente su camino, y aunque llegue a anciano no se apartará de él.

Es proverbial el hecho de que la educación del niño determinará mucho de lo que será de adulto, y que cambiar la formación recibida de joven no es fácil, lo sé por experiencia propia. Entonces, si tenemos una generación dominada por el Espíritu de la Religión es que la generación anterior algo hizo mal… De todas formas, así como es incorrecto desentenderse de la responsabilidad generacional también es incorrecto pensar que una generación será matemáticamente el resultado directo de lo que haya hecho la anterior; al fin y al cabo, cada una tiene su propia capacidad de decidir y de cambiar si quiere.

Con todo, la educación recibida o no por la generación de los “padres” es “fundacional” para la generación de los “hijos”.

No voy a hablar ahora de iglesias tradicionalmente religiosas, en las que el Espíritu de la Religión se viene transmitiendo por generaciones, sino de aquellas que habiendo tenido un mover genuino del Espíritu, terminaron cayendo en alguna forma de religión y eso lo transmitieron a la generación siguiente, es decir, la “avanzada” más reciente del Espíritu de Religión.

Jueces 2 nos muestra la “introducción oficial” del Espíritu de Religión en Israel a través de la adoración a falsos dioses, en el capítulo siguiente leemos:

Jueces 3:1-2 RVC
1 Éstos son los pueblos que el Señor dejó para poner a prueba a todos los israelitas que no habían sabido nada de las guerras de Canaán.
2 El Señor los dejó sólo para que los descendientes de los israelitas aprendieran a pelear y enseñaran a quienes no habían combatido.

Esto puede parecer un dato menor si no fuera por el terrible daño que causó en Israel durante siglos, y que la nación no “salió” de esta etapa de la mejor manera sino con una monarquía permitida por Dios pero no dentro de Su perfecta voluntad. Estos pueblos significaron la casi desaparición de Israel y durante siglos la continuidad de la nación, y de la línea que daría origen al Mesías, “pendió de un hilo”. Evidentemente, esta cuestión de “aprender a pelear” no se trataba de algo sin importancia, ni tampoco es un hecho que podamos dejar simplemente en la historia nosotros que estamos en el Nuevo Pacto, porque la vida cristiana es claramente una lucha espiritual, así que hay principios que debemos aprender.

Una generación luchó y pudo comprobar de primera mano el poder del Señor, Su protección, Su presencia, Sus milagros. La generación siguiente no lucho y cayó en una idolatría de la que no se pudo desprender totalmente sino hasta 1.000 años después, cuando Israel regresara del exilio babilónico. No, aquí tenemos algo a lo que debemos prestar mucha atención.

Claramente Dios mandó a instruir a los hijos:

Deuteronomio 6:6-9 RVC
6 Estas palabras que hoy te mando cumplir estarán en tu corazón,
7 y se las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas cuando estés en tu casa, y cuando vayas por el camino, y cuando te acuestes y cuando te levantes.
8 Las atarás en tu mano como una señal, y las pondrás entre tus ojos como frontales,
9 y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.

Pero también los mandó a luchar.

¿Por qué la nueva generación cae en alguna forma de Religión muerta, anclada en un pasado (más ideal que real) pero sin la vida del Espíritu vibrando en ella? Porque no fue adecuadamente instruida y porque no peleó sus propias batallas, sino que se conformó con las conquistas del pasado, es decir, ¡se quedó en lo “bueno” del pasado sin avanzar hacia “lo mejor” del futuro!

¿Qué hizo de malo la generación anterior? No enseñó toda la verdad y no permitió que la nueva generación luchara sus propias batallas, sufriera derrotas y alcanzara victorias, es decir, la conformó a sus propias formas, por ignorancia, por miedo, por egoísmo, por pecado. ¡Pero cuidado!, a la nueva generación le resultó también muy fácil ubicarse en el cómodo terreno ya ganado por la vieja y no arriesgarse en una guerra que solo es posible vencer de la mano de Dios.

No enseñamos por pereza, por comodidad, para no esforzarnos con jóvenes distraídos y cuestionadores. Pero también no enseñamos cuando hay pecado en nosotros porque entonces sabemos que no tenemos la autoridad moral para hacerlo y si lo hiciéramos fácilmente seríamos descubiertos por nuestros hijos, ¿o a ningún padre le ha pasado recibir el rebote de sus propias palabras cuando estaba haciendo o diciendo algo malo? No enseñamos porque no tenemos la humildad de mostrarles a nuestros hijos que “hasta aquí” llegamos pero que hay más para conquistar que le corresponde a ellos. No enseñamos porque no queremos que ellos nos sobrepasen y nosotros perdamos protagonismo, porque estamos buscando la gloria de los hombres. No enseñamos porque ya hemos armado nuestro buen “negocio” con las cosas santas y no queremos perderlo. En definitiva, hay muchas razones por las cuales dejamos de enseñar.

O más bien, no “dejamos” de enseñar, sino que enseñamos lo que no es sustancial, lo periférico, lo que no va a la esencia de la fe, ese decir, enseñamos formas, estilos de culto, procedimientos y mandatos humanos que parecen bíblicos pero no lo son. No llevamos a la nueva generación a la Biblia porque nosotros mismos nos apartamos de ella.

No empujamos a nuestros hijos a sus propias batallas por comodidad; cada batalla es un desafío nuevo, nunca están “todas las respuestas”, hay heridos que atender, puede haber bajas, y es necesario estar continuamente escuchando y obedeciendo las órdenes del General para obtener la victoria.

Además, ¿cómo permitiríamos que ellos se atrevieran a pensar de forma distinta a la nuestra? ¿Descubrir “otra” verdad? ¡Nooo! ¿Acaso nosotros no descubrimos ya TODA la verdad y TODO lo que el Evangelio es? ¿Tolerar que surjan algunas herejías y que el Espíritu se encargue de corregirlas?

En la práctica, muchas iglesias establecidas ya han armado su propio “negocio” que garantiza una seguridad económica al pastor, su familia y sus allegados; y a los miembros les da un “estado de situación predecible”, quizás no el mejor pero sí predecible y “seguro”. Cualquier cambio en énfasis doctrina o estilos, no ya un cambio más radical en el pensamiento, es una amenaza para todo ese sistema, que propiamente es un “todo”, en el que la forma de entender la Biblia, la predicación, los estilos de culto, la “cultura organizacional”, todo lo que es la vida de la iglesia colabora en mantener el status quo. Cualquier novedad que amenace una parte aunque sea pequeña de ese sistema no va a ser tolerada, con lo cual el Espíritu de la Religión, en su forma “conservadora” halla un cómodo nido para empollar sus huevos.

Pero también las generaciones nuevas tienen una responsabilidad muy grande: ¿por qué aceptar el estado de situación? ¿Por qué no arriesgarse a lo nuevo? Puedo hablar de esto con autoridad porque el Señor, de joven, me llevó a recorrer este camino, y no una, sino muchas veces. Sé el costo que implica, sé lo que se sufre y las duras luchas que ahí, aunque mi situación no fue la “peor” porque yo no viene de una tradición cristiana familiar, entiendo que para ellos “escapar” de ese encierro puede ser más difícil aún.

Pero, habiéndolo pasado, entiendo perfectamente que ninguna generación es “inocente” porque la anterior no le haya enseñado correctamente o dado las oportunidades adecuadas. Hermanos, yo no voy a estar en el Juicio delante de mis “padres espirituales”, ¡voy a estar delante del PADRE DE LOS ESPÍRITUS!, así que más vale le preste atención a lo que Él dice y haga lo que Él quiere, y si mis “padres espirituales” se disgustan, bueno, ¡problema de ellos!

Está claro que esta actitud difícilmente me abra puertas en el sistema eclesiástico establecido, ¿no? Pues bien, ESA ES precisamente la actitud de los pioneros, y Dios había dispuesto para Israel que siempre hubiera “pioneros”, es decir, que siempre hubiera una nueva generación que tuviera que ir a pelear para conquistar un territorio nuevo.

No quiero juzgar a los que “se quedan” de acuerdo a la voluntad de Dios específica para ellos porque nunca ha sido mi pensamiento y no creo que tenga la autoridad adecuada para hacerlo, pero sí entiendo que cada nueva generación debe tener pioneros y que el “espíritu pionero” debe ser constitutivo en los cristianos, es decir, el espíritu de lucha, de la guerra espiritual, ¿y dónde hay guerra sino en los territorios que no fueron aún conquistados?

El Espíritu de la Religión en su forma conservadora se introduce muy rápidamente en la iglesia y en la nueva generación, ninguna forma de cristianismo está hoy exenta de él, ni siquiera las más renovadas. Sin embargo, es necesario erradicarlo completamente para avanzar en lo último nuevo que necesitamos conquistar en breve, y que probablemente lo harán las generaciones jóvenes, es decir, aquellos que verdaderamente tienen espíritu joven.

¡Señor, ayudanos contra este enemigo oculto!


Danilo Sorti




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