domingo, 4 de febrero de 2018

401. El Espíritu de la Religión y el mal uso de la Ley

Gálatas 3:19-26 RVC
19 Entonces, ¿para qué sirve la ley? Pues fue añadida por causa de las transgresiones, hasta que viniera la simiente, a quien fue hecha la promesa; y fue ordenada por medio de ángeles en manos de un mediador.
20 Y el mediador no lo es de uno solo; pero Dios sí es uno.
21 ¿Contradice la ley a las promesas de Dios? ¡De ninguna manera! Porque, si la ley dada pudiera dar vida, la justicia sería verdaderamente por la ley.
22 Pero la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuera dada a los creyentes.
23 Pero antes de que viniera la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada.
24 De manera que la ley ha sido nuestro tutor, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuéramos justificados por la fe.
25 Pero al venir la fe, no estamos ya al cuidado de un tutor,
26 pues todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.

Gálatas 3:19-26 TLA
19 Entonces, ¿para qué sirve la ley? Pues después de hacerle su promesa a Abraham, Dios nos dio la ley para mostrarnos lo que estábamos haciendo mal. Pero esa ley serviría sólo hasta que viniera el descendiente de Abraham, a quien Dios le hizo la promesa. Dios le dio la ley a Moisés por medio de los ángeles, para que él nos la diera a nosotros.
20 Pero cuando Dios le hizo la promesa a Abraham, no usó mensajeros, sino que se la hizo personalmente.
21 Esto no significa que la ley esté en contra de las promesas de Dios. ¡De ninguna manera! Porque si la ley pudiera darnos vida eterna, entonces Dios nos hubiera aceptado por obedecerla.
22 La Biblia dice que el pecado nos domina a todos, de modo que el regalo que Dios prometió es para los que confían en Jesucristo.
23 Antes de eso, la ley fue como una cárcel, donde estuvimos encerrados hasta que vimos que podíamos confiar en Cristo.
24 La ley fue como un maestro que nos guió y llevó hasta Cristo, para que Dios nos aceptara por confiar en él.
25 Pero ahora que ha llegado el tiempo en que podemos confiar en Jesucristo, no hace falta que la ley nos guíe y nos enseñe.
26 Ustedes han confiado en Jesucristo, y por eso todos ustedes son hijos de Dios.


¿Por qué Dios habría de establecer algo para después desecharlo? Ese es un argumento “poderoso” que utiliza el Espíritu de Religión. Pero simplista. “La ley fue como un maestro que nos guió y llevó hasta Cristo”. Aquí tenemos un proceso. La Ley fue una etapa que tuvo un rol principal durante un tiempo pero que luego quedó subordinada a una revelación superior.

De nuevo tenemos aquí el mismo problema con la estructura de pensamiento religiosa: una visión estática de las cosas: “tal como fue así será siempre”, lo cual es una media verdad. Sin embargo el Espíritu está hablando claramente de un tiempo nuevo. En realidad, tenemos tres tiempos aquí: de Abraham a Moisés, de Moisés a Jesús y de ahí en adelante. Es decir que el “cambio de tiempos” en realidad tampoco era algo nuevo. El Espíritu de Religión había “eternizado” uno solo de esos tiempos.

Esta visión de proceso es una forma más compleja de entender el funcionamiento del Universo y en realidad, a Dios mismo, Su Creador. Pero “cambio” es la palabra que no entienden ni toleran fácilmente muchas personas, de ahí que el Espíritu de Religión tenga lugar.

Si conociéramos más la naturaleza y cómo funciona el mundo físico biológico, que expresa claramente los principios que Dios estableció en él con lo cual lo reflejan a Él mismo, entenderíamos al mirar los seres vivos que es por demás de común la existencia de estructuras que cumplen una función durante un tiempo.

Pensemos en la placenta; sin ella los mamíferos no podríamos vivir (excepto el ornitorrinco y el equidna, que ponen huevos); nos conecta con nuestra madre mientras estamos en el útero y se encarga de pasarnos el oxígeno y el alimento, a la vez que eliminar nuestros desechos. Hay una serie de genes que se encargan de formarla y su función se reduce a esos nueve meses, lo cual puede significar, para una persona que viva 80 años, menos del 1 % del total de su existencia. Tendríamos muchos ejemplos si analizamos la embriología (el desarrollo de los organismos antes de nacer) y los estadíos juveniles de los animales. Otro ejemplo es la semilla, una estructura que le permite al pequeño embrión vegetal dispersarse, germinar y sostenerse durante los primeros días pero que luego no vuelve a aparecer nunca más en la vida del individuo.

Sin profundizar en conocimiento biológicos, Pablo toma un ejemplo similar al hablar de la educación del niño: la Ley es comparada con un maestro, con un tutor, que guía, educa y mantiene al niño “encerrado” hasta que llegue la madurez (es decir, le impide salir al mundo a enfrentar peligros para los cuales no está todavía preparado). Notemos que este “niño” del que habla Pablo no es un niño físico ni el creyente en sus primeras etapas de la fe, sino el Pueblo de Dios, Israel en este caso.

La Ley sirvió para muchas cosas que no voy a profundizar aquí; mostró a un Dios perfectamente santo en medio de una religiosidad pagana y libertina que dominaba al mundo, enseñó el camino de la vida correcta, aunque permaneció siempre como un ideal porque era imposible de cumplir (y para eso proveyó los sacrificios); y de esta forma preparó al pueblo para entender que Aquel que cumpliera perfectamente dicho camino sería el Enviado. La Ley hizo un gran trabajo preparando durante más de mil años a la nación de Israel de forma que pudieran recibir al Mesías y entregarlo así al mundo. Recordemos: estamos hablando de procesos sociales, no del desarrollo de un niño en adulto, aunque incluso eso requiere un tiempo largo si lo comparamos con la duración total de nuestra vida (algunos dicen que los primeros cuarenta años de la vida de un niño son los más difíciles…).

Es entendible que muchos sientan atracción por un sistema tan organizado y complejo como fue la Ley Mosaica, y que tengan un poco de vértigo ante la libertad de la Ley de Cristo, por lo que “necesitan” construir vallas de contención… que lo único que contienen es al asqueroso demonio de la Religión.

El corolario es que ahora tenemos libertad, y un poco más adelante se encargará Pablo de aclarar que esa libertad no es para pecar ni mucho menos, sino para manejarnos conforme la guía interna del Espíritu, aquel que nos instruye, y sin tener una interminable lista de mandatos, muchos de los cuales, los rituales, habían perdido ya su valor.

Gálatas 3:27-29 RVC
27 Porque todos ustedes, los que han sido bautizados en Cristo, están revestidos de Cristo.
28 Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer, sino que todos ustedes son uno en Cristo Jesús.
29 Y si ustedes son de Cristo, ciertamente son linaje de Abrahán y, según la promesa, herederos.

Gálatas 3:27-29 TLA
27 Porque cuando fueron bautizados, también quedaron unidos a Cristo, y ahora actúan como él.
28 Así que no importa si son judíos o no lo son, si son esclavos o libres, o si son hombres o mujeres. Si están unidos a Jesucristo, todos son iguales.
29 Y si están unidos a Cristo, entonces son miembros de la gran familia de Abraham, y tienen derecho a recibir las promesas que Dios le hizo.

Al estar unidos o revestidos de Cristo no hace falta ya ese “tutor”, que nos remite al palo que se pone al lado del arbolito recién plantado para que crezca derecho, y que la mayoría pone mal porque en realidad hay que colocar dos o tres a cierta distancia del tallo y sosteniéndolo con una cuerda retorcida de fibra vegetal que se revisa periódicamente. Un buen tutor permite que el arbolito tenga cierto movimiento para que así desarrolle un tronquito resistente; de otra forma cuando se lo retira y queda expuesto a los vientos es probable que se quiebre. El palo que muchos ponen al lado del tronco está clavado en tierra removida y termina moviéndose igual que el árbol, sin cumplir su función. Y así es la Ley “a la usanza humana”: parece una guía para el crecimiento pero no hace más que satisfacer los deseos humanos.

Revestidos de Cristo implica que en nuestro interior tenemos la voz de Cristo, que la ley está escrita en el corazón, que cada situación se resuelve con la guía del Espíritu. Por supuesto, esto no quita la necesidad de conocer la Palabra.

Pero al estar así revestidos de Cristo, al haber sido hechos “uno” con Él aparece algo más: “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer, sino que todos ustedes son uno en Cristo Jesús.” La Ley necesariamente excluye, y eso quedaba bien en claro en la Ley Mosaica, y queda demostrado también en todas las “recreaciones” de la Ley que intentan hacer los cristianos hoy.

Este es un principio fundamental y fundacional. En una oportunidad un hermano discutía conmigo diciéndome que esto no se aplica al “sacerdocio” (es decir, ministerio cristiano) y que por lo tanto no es fundamento para el ministerio de las mujeres. Y es verdad, no se aplica al “sacerdocio”, ¡se aplica a todo lo que implica la vida cristiana!, dentro de lo cual cae, por supuesto, el sacerdocio.

Esta es una afirmación de la naturaleza del creyente, no de funciones ni actividades, sino de esencia. La esencia es lo principal, las funciones y roles son secundarios; si algo rige para lo superior, rige para lo inferior.

Es sorprendente y lamentable ver como todavía tantos cristianos impiden el ministerio de las mujeres (que constituyen holgadamente más del 50 % de los creyentes) basados en sus conceptos religiosos. Es igualmente sorprendente y lamentable como algunos gastan tanto tiempo valioso, del poquísimo que nos queda, en discutir sobre el asunto. No quisiera estar en la piel de esos líderes cuando el Señor les pida cuentas.

Unidos a Cristo, revestidos de Él, hechos iguales ante Él y constituidos herederos de las promesas, ¿por qué? Sólo por gracia. ¡Con razón tenemos tantos himnos y canciones sobre ella! ¡Con razón será fuente de inspiración por la eternidad! Nunca, en los eones por venir, cesaremos de cantar sus maravillas. Nunca, por los siglos de los siglos, dejaremos de descubrir nuevas profundidades y dimensiones de la gracia.

La maravilla de la Ley, lo increíblemente fantástico que tiene, es que permitió que nos resplandeciera la Luz de la Gracia. Noche tras noche miramos la Luna y nos maravillamos de ella. Pero no se compara con el Sol. Israel permanecerá, entre muchas otras cosas, como nuestro recordatorio eterno de la Ley, como la puerta que se nos abrió a la Gracia y que nos dio entrada a todos. ¡Eso también lo recordaremos por la eternidad!

La Ley no es algo “descartable”, una parte de la Biblia que podemos borrar sin demasiadas consecuencias, ¡nada de eso! Pero no está por encima de la Gracia que nos fue revelada.


Danilo Sorti




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