domingo, 4 de febrero de 2018

400. El Espíritu de la Religión: exclusivismo y nueva luz

Gálatas 3:13-14 RVC
13 Cristo nos redimió de la maldición de la ley, y por nosotros se hizo maldición (porque está escrito: «Maldito todo el que es colgado en un madero»),
14 para que en Cristo Jesús la bendición de Abrahán alcanzara a los no judíos, a fin de que por la fe recibiéramos la promesa del Espíritu.

Ya vimos que la Ley no es, obviamente, maldita, pero debido a que contiene una maldición para el que no la cumple, todo hombre cae bajo maldición si decide vivir por la Ley. En realidad, los ministros del Espíritu de la Religión nunca predican la verdadera Ley sino un recorte conveniente a sus intereses.

Jesucristo cumplió con la Ley, el Único, y cargó la maldición que ella encerraba a través de una declaración que muy fácilmente hubiera podido pasarse por alto si el Espíritu no la hubiera mostrado: «Maldito todo el que es colgado en un madero».

Entre paréntesis digamos que los creyentes solemos clasificar a los pasajes en “principales” y “secundarios”, enseñamos y predicamos sobre los primeros y nos olvidamos de los segundos. Pero ¿cuántos fieles antes de Cristo hubieran dicho que ese pasaje en particular era de los “principales”? No creo que muchos, sin embargo el Espíritu tenía otra perspectiva. Esto debería hacernos un poco más humildes cuando hablamos de la Palabra de Dios: hay pasajes por los cuales el Señor nos está hablando hoy y es importante que los aprendamos; hay pasajes cuyo significado profundo todavía nos permanece “oculto”, o velado en parte; no son “secundarios”, es “territorio por descubrir”.

Ahora bien, la religión siempre tiene una cuota de “prestigio”, inevitablemente crea ese “club exclusivo” en el que pocos entran y menos aún alcanzan la membresía VIP. Allí asoma Leviatán su horrorosa cabeza con muy poco disimulo: aquellos que hacen el esfuerzo de cumplir con la lista de deberes religiosos, y de hecho los cumplen, son los que luego pueden “alardear” con falsa humildad y disimulados elogios entre los hermanos. Aquellos que se esfuerzan pero lo cumplen a la mitad sólo están en camino, pero sueñan con llegar.

A nivel social, los que alcanzan más títulos y reconocimiento, por su esfuerzo y dedicación a una labor, son los líderes, aquellos a los que la gente admira y sigue; y eso alimenta su ego. A nivel “eclesiástico” es lo mismo, y adquiere la forma de religiosidad: mientras más esfuerzos y méritos humanos realice la persona, más mérito adquiere ante la comunidad de cristianos.

Leamos el pasaje que cita Pablo:

Deuteronomio 21:22-23 RVC
22 »Si alguien comete un crimen que merezca la muerte, y lo haces morir y lo cuelgas de un árbol,
23 no dejen que su cuerpo se quede en ese árbol toda la noche. Lo enterrarás ese mismo día, porque quien es colgado de un árbol está bajo la maldición de Dios. No contamines la tierra que el Señor tu Dios te da en posesión.

Nada más lejos de los honores que busca el Espíritu de Religión. Ya el Espíritu lo había anunciado de manera velada. Jesucristo le quitó su poder a este Espíritu haciendo precisamente lo contrario.

Ahora bien, “tanto esfuerzo”  que nos lleva a hacer la religión ¿para qué? Tener un a membresía VIP es un aliciente, pero necesariamente tiene que haber alguna “promesa especial” reservada para ellos, es decir, necesariamente deben “apropiarse” de algunas promesas y necesariamente deben “quitarlas” del resto de los cristianos. ¿Por qué alguien desearía seguir ese pesado camino religioso? Solo por los “laureles” no es suficiente motivación.

Pero Pablo está deshaciendo los argumentos de “promesas reservadas” a los que cumplen con los ritos religiosos al afirmar que en Cristo tenemos la “bendición de Abraham”. Esta expresión se refiere en un sentido general a todas las promesas recibidas por Abraham y sus descendientes, es decir, todo lo que legítimamente ganó y merecía Cristo en esta Tierra, además de la vida eterna. Pero en un sentido más particular:

Gálatas 3:14 DHH
14 Esto sucedió para que la bendición que Dios prometió a Abraham alcance también, por medio de Cristo Jesús, a los no judíos; y para que por medio de la fe recibamos todos el Espíritu que Dios ha prometido.

Esto es, que la salvación alcanzaría a todos por igual y no solo a Israel, con lo que los no judíos no necesitaban hacerse israelitas para agradar a Dios.

Génesis 12:3 RVC
3 Bendeciré a los que te bendigan, y maldeciré a los que te maldigan; y en ti serán benditas todas las familias de la tierra.»

Génesis 26:4 RVC
4 Multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, y a tu descendencia le daré todas estas tierras. Todas las naciones de la tierra serán bendecidas en tu simiente,

De nuevo, esto es un “sangriento atentado” contra la pretensión religiosa de tener “promesas exclusivas” para un pueblo o grupo. La Religión nos lleva a mirar el pasado, pero no es el verdadero pasado, sino un pasado convenientemente modificado a sus intereses.

Gálatas 3:15-18 RVC
15 Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto nadie puede invalidarlo, ni tampoco se le puede añadir nada, aunque sea un pacto humano.
16 Ahora bien, las promesas fueron hechas a Abrahán y a su simiente. No dice: «Y a las simientes», como si hablara de muchos, sino: «Y a tu simiente», como de uno, que es Cristo.
17 Digo, pues, que el pacto previamente ratificado por Dios no puede ser anulado por la ley, que vino cuatrocientos treinta años después, pues invalidaría la promesa.
18 Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios la concedió a Abrahán mediante la promesa.

El exclusivismo se mantiene en buena medida creyendo que la revelación dada a tal grupo fue la “última y definitiva”, por lo que al ser depositarios y custodios de tal luz se transforman en un linaje especial.

De hecho los israelitas habían hecho un muy buen trabajo custodiando las Escrituras, copiando y controlando celosamente que no hubiera errores. ¡Eso era perfectamente válido! Pero la interpretación que hacían de esas Escrituras no necesariamente. Fácilmente se confunde el hecho de recibir luz sobre algunas verdades bíblicas con “tener” esas verdades con derecho de exclusividad. Lo cierto es que el Único que tiene el copyright de la Verdad Revelada es Dios, y tiene una licencia “Creative Commons” sin restricciones de uso y copia aunque sin autorización para modificarla.

Ahora bien, Pablo toma esta “muy vieja verdad”, que pertenecía al más profundo fundamento del judaísmo… y le da una nueva interpretación. Esto es lo que llamaríamos una “nueva revelación”, aunque algunos prefieren llamarlo “nueva luz” sobre la Palabra.

El exclusivismo religioso no solo incluye la “membresía VIP”, sino también el “único derecho” a interpretar la Palabra. Esta es una de las áreas en donde más dominio mantiene todavía, dado que siguen siendo relativamente pocos los cristianos que se atreven a entender la Palabra bajo la guía del Espíritu y sin tener el eco resonante de la voz de sus maestros o líderes en la cabeza.

Pablo no está diciendo nada que no estuviera ya en la Palabra, y para nosotros es algo muy sabido, pero no lo era así para ellos. Esa “nueva interpretación” estaba arrojando luz sobre la gracia que se había manifestado en Cristo.

Y de nuevo, tenemos en problema de la “antigüedad”: la Religión apela siempre a su mayor antigüedad, pero Pablo está mostrando que en realidad lo más antiguo era la gracia.

El pacto de Dios fue un pacto de gracia. Hoy muchas iglesias “recrean” el término pacto introduciendo una “nueva” práctica religiosa en su ámbito, negando la gracia única y suficiente para todo cuanto necesitemos por la eternidad. ¿Quién soy yo, simple humano pecador, para hacer un pacto con Dios? Él decide hacer el pacto conmigo y tiene la autoridad para ello, ¿qué promesa puedo cumplir yo? Ninguna hermanos, no se engañen, NO TENEMOS la capacidad de mantener absolutamente ninguna promesa que hayamos hecho a menos que SU GRACIA nos sostenga.

La promesa nos libera de la “Ley”, cuando vivimos por la religión estamos en una lógica “transaccional”, como si fuera una operación económica: nosotros le damos a Dios nuestras buenas obras y él está obligado a darnos Sus bendiciones. Así es en un comercio. Pero cuando vivimos por la promesa estamos en una lógica “infantil”: como niños, simplemente esperamos a que nuestro Padre cumpla con lo que prometió.

¿Hay exclusivismo mezclado por ahí, en nuestras vidas o iglesias? ¿Hay exclusivismo interpretativo? ¿Nuestro cristianismo es una lógica transaccional o disfrutamos de Sus promesas? ¡Señor, liberanos del Espíritu de la Religión!



Danilo Sorti



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