Eclesiastés 3:1-2 RVC
1 Todo tiene su tiempo. Hay un momento
bajo el cielo para toda actividad:
2 El momento en que se nace, y el
momento en que se muere; el momento en que se planta, y el momento en que se
cosecha;
Creo que debemos seguir un poco sobre el tema del nacimiento
y la muerte. Aunque el nacimiento de cualquier proyecto siempre es difícil,
como todo nacimiento va acompañado de emoción y esperanza, por lo cual tenemos
una energía extra para enfrentar los muchos desafíos que implica. Sin embargo,
decidir la “muerte” de un proyecto termina siendo más difícil.
Cuando nuestro proyecto ha andado siempre “a los tumbos”, no
será difícil hacerlo morir, más bien resultará un alivio. Probablemente nunca
debió haber nacido, o lo hizo a destiempo.
Si realmente nunca debió nacer, más vale que lo “matemos” lo
más rápido posible y liberemos todos los recursos que consume (tiempo, dinero,
personas, etc.) para aquello que sí debemos traer a luz.
Pero si nació a destiempo, tendrá los problemas de un bebé
prematuro. Aquí necesitamos, como siempre, la sabiduría divina; ¿será lo mejor
enfrentar esos problemas hasta que las cosas puedan acomodarse? ¿O será lo
mejor cortar el proyecto y empezar de nuevo de una forma distinta? Obviamente,
¡no podemos hacer eso con un bebé!, pero sí con un proyecto… a veces…
O quizás será lo mejor dejarlo y esperar un nuevo tiempo
para un nuevo proyecto.
Acabar con un proyecto o sueño implica un duelo, pero acabar
con uno que sabemos que ha sido gestado en el Cielo pero mal manejado por
nosotros implica, además, una carga de culpa difícil de soportar. No puedo
decir mucho aquí solo que debemos recurrir a la Única y Suficiente provisión
para todo pecado: la Cruz de Cristo, recibir Su perdón y aprender a perdonarnos
a nosotros mismos. Si por orgullo decidimos no hacerlo, estaremos sosteniendo
un proyecto insuflado por otra vida que no será la de Dios.
Como siempre, cuándo hacer cada cosa dependerá de la guía
del Espíritu y no de nuestra comprensión humana.
Pero cuando un proyecto ha nacido y se ha desarrollado conforme
a los diseños divinos, y ha producido fruto y ya está establecido, funcionando
bien, sin demasiado esfuerzo, darle finalización es realmente difícil. De
nuevo, aquí hace falta la sabiduría del Espíritu para saber cuándo es el
momento de finalizar y cuándo está sufriendo ataques que deben ser enfrentados.
Empezar lo nuevo es difícil para todos, más vale lo viejo
conocido. No por casualidad Jesús dijo:
Lucas 5:39 RVC
39 Y nadie que haya bebido el vino
añejo, quiere beber el nuevo, porque dice: “El vino añejo es mejor.”»
Lo nuevo entraña riesgos, dificultades, marchas y
contramarchas, mucho esfuerzo y pocas recompensas en el corto plazo, grandes
riesgos, incertidumbre y… ¡mucha fe y oración! Es comprensible que, cuando
estamos afianzados en algo que más o menos funciona, no queramos “hacerlo
morir”, o más bien, tengamos miedo o pereza.
Pero esa es la forma de evitar “lo que viene”, porque todo
lo que funciona lo hace en determinado contexto que le resulta más o menos
favorable, o al cual ya está adaptado, pero en estos tiempos de cambios muy
rápidos y dramáticos, los contextos cambian de la misma forma. Dios conoce lo
que viene y nos previene antes de que nos metamos en un callejón sin salida.
Aunque eso no pase, aunque la obra pueda seguir ciertamente
cambiará a lo largo del tiempo, y hay que ver si nosotros somos los más
indicados para seguir estando allí. Puede ser que el proyecto como tal no
muera, pero sí lo hará para nosotros porque lo mejor será que continuemos. De
nuevo, esto también es difícil.
Y aún cuando nada de lo anterior ocurra, todavía debemos
considerar que una obra, por más bien que funcione, nos estará impidiendo
avanzar hacia “otra obra”. A veces Dios quiere llevarnos a otro nivel, darnos
otros recursos, expandirnos, y no podemos continuar con lo que estamos
haciendo. Quizás haya gente que pueda hacerse cargo y continuarla, que es lo
mejor, pero quizás no, incluso si resulta el propósito de Dios que así sea, las
personas elegidas pueden no querer hacerlo y deberemos en ese caso hacer morir
algo que no debería morir porque nadie quiere continuarlo. También es duro,
pero puede ser la mejor opción.
Todavía hay algo más, puede ser que realmente no hayamos
conducido bien el trabajo y ya Dios decidió sacarnos de allí. En ese caso, lo
mejor, aunque triste, será irnos “antes de que nos echen” y dejar que otro se
haga cargo. Si nos sometemos a los procesos divinos rápidamente, también
rápidamente podremos salir de ellos hacia nuevos destinos.
Cualquiera de nosotros que ya tenga unos años se dará cuenta
de cuántas veces NO HEMOS actuado conforme estos tiempos y prolongamos lo que
no debía ser prolongado, sufriendo pérdida por ello. Tenemos el ejemplo de la
historia de Israel, que en su tiempo hizo “todo mal” y terminó siendo expulsada
de su tierra, pero Dios ama la restauración, y aunque también hay un tiempo de
juicio y procesamiento, hay siempre la posibilidad de un nuevo comienzo para
los que se arrepienten, humillan y mantienen fieles:
Esdras 9:9 RVC
9 Hemos vivido en la servidumbre, pero
dentro de ella Dios no nos ha desamparado, sino que por su misericordia ha
hecho que los reyes de Persia nos concedan vida para poder reconstruir el
templo de nuestro Dios y restaurar sus ruinas, y brindarnos protección en Judá
y en Jerusalén.
Así como hay momentos en que debemos “hacer morir”
determinadas obras, proyectos o empresas, hay situaciones en que “son muertas”
desde afuera.
Ezequiel 13:18-19 RVC
18 y diles de mi parte: “¡Ay de
aquellas que cosen vendas mágicas para todas las manos, y hacen velos mágicos
para toda cabeza, para atrapar a la gente! ¿Y van a hacer caer a mi pueblo,
para salvar su propia vida?
19 ¿Y van a ofenderme entre mi pueblo a
cambio de cebada y de mendrugos de pan, matando a quienes no deben morir,
dejando con vida a quienes no deben vivir, y mintiéndole a mi pueblo, que cree
en sus mentiras?”
Dios puede permitir que muera lo que no debe morir, pero eso
no significa que esté de acuerdo con ello. Creo que también aquí podemos pensar
en tantas cosas que “han muerto” por las presiones, dificultades y ataques
externos, pero que sabíamos no debían morir. Inevitablemente sucede, ¿y
entonces qué?
Filipenses 3:10 RVC
10 a fin de conocer a Cristo y el poder
de su resurrección, y de participar de sus padecimientos, para llegar a ser semejante
a él en su muerte,
Aunque Pablo sabía que finalmente habría de morir por
Cristo, como ocurrió años después de escribir esta carta, mientras tanto debía
conocer a Cristo y al “poder de su resurrección”, es decir, el poder de Dios
para levantar de la muerte lo que debe vivir. Todos los que hemos creído en
Cristo hemos sido resucitados a una nueva vida, aunque nuestro cuerpo físico no
haya muerto y vuelto a vivir, nuestro espíritu sí.
Ese poder de la resurrección, que de hecho se manifiesta a
veces resucitando literalmente a los muertos, es el mismo que puede resucitar a
los sueños, proyectos, organizaciones, empresas o lo que sea que esté muerto, o
a punto de morir.
¿Cómo saber cuál es el tiempo adecuado para cada una de
estas cosas? Repito lo mismo que he dicho en los artículos anteriores de esta
serie:
Juan 16:13 RVC
13 Pero cuando venga el Espíritu de
verdad, él los guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta,
sino que hablará todo lo que oiga, y les hará saber las cosas que habrán de
venir.
Es sólo por la guía del Espíritu y no por nuestras propias
buenas ideas o sabiduría.
Bueno, bueno, pero al final ¡no estás diciendo nada,
hermano, solo que oremos al Señor! Quizás parezca que no es “nada” (aunque es
muchísimo), pero la realidad bien práctica es que nos resulta mucho más fácil
escuchar la voz del Señor cuando sabemos cuáles son las “respuestas posibles”.
Cuando no entendemos que existen determinadas posibilidades nos costará mucho
más discernir Su guía. Y claro, como siempre… ¡Dios sigue siendo Dios así que
puede haber otras tantas opciones no expuestas en este artículo, claro!
Danilo Sorti
No hay comentarios:
Publicar un comentario