domingo, 19 de febrero de 2023

850. “¡Señor, envíanos lluvia!”… Bueno, por esto “tampoco” ores…

 

Zacarías 7:13-14 RVC

13 Y sucedió que el Señor de los ejércitos no los escuchó cuando ellos clamaron, del mismo modo que ellos no lo escucharon cuando él clamó. Por eso dijo:

14 «Yo los esparcí con un torbellino por todas las naciones que ellos no conocían, y por donde ellos pasaban la tierra quedaba desolada e intransitable, pues la tierra otrora deseable la convirtieron en un desierto.»

 

No resulta evidente que el ser humano tenga mucho poder sobre la naturaleza y sin embargo, ése fue el diseño original. Hay una explicación:

 

Génesis 3:17-19 RVC

17 Al hombre le dijo: «Puesto que accediste a lo que te dijo tu mujer, y comiste del árbol de que te ordené que no comieras, maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida.

18 Te producirá espinos y cardos, y comerás hierbas del campo.

19 Comerás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste tomado; porque polvo eres, y al polvo volverás.»

 

La naturaleza quedó “desconectada” del hombre y lo que debía ser de provisión y bendición se transformó en sequedales. Era necesario que así fuera porque el ser humano desconectado de Dios no podía mantener todo el poder original sobre la creación porque haría desastres. Una muestra de esto la vemos hoy en la medida que algunos reducidos grupos de personas han “recuperado” parte de ese poder a través de la tecnología.

 

Sin embargo, nunca hubo una completa desconexión, de hecho, casi diría que nunca hubo ninguna desconexión, sino que más bien, fue el ser humano quien perdió el entendimiento de ese vínculo y la naturaleza se rebeló en contra de su ahora mal administrador. Cada tanto, algunas personas han entendido algo de ese conexión original y han logrado cosas asombrosas, que muchas veces hemos llamado “diabólicas” pero que en realidad corresponden al poder original otorgado al hombre. En todo caso, lo “diabólico” o “santo” no está en el accionar en sí mismo sino en la motivación y el propósito.

 

Bien, acá tenemos un tema muy amplio en donde, en rigor, “no hay que orar” para hacer lo que se supone que tenemos el poder de hacer. Es claro que en realidad necesitamos orar muchísimo para que nos sea dado el entendimiento de esto que digo y luego, saber cómo y cuándo usar este poder.

 

Sin embargo, muchas de las manifestaciones de esto están activas de todas formas, y una de ellas tiene que ver justamente con la lluvia y su consecuencia más inmediata: la productividad de la naturaleza, la economía de las naciones y en un sentido amplio, la salud y la vida de las personas, además de que los procesos de desertificación están relacionados con el aumento de la violencia, el terrorismo y la guerra. Una sequía prolongada no es algo menor, literalmente es la destrucción de toda una sociedad.

 

¿Cuál es la causa? Muy simple, está expresada de manera resumida pero completa en Deuteronomio 28, y no es casualidad que ese libro haya sido el más atacado por la (autopercibida) “Alta Crítica” durante el siglo XIX y XX.

 

1 »Si tú escuchas con atención la voz del Señor tu Dios, y cumples y pones en práctica todos los mandamientos que hoy te mando cumplir, el Señor tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra.

12 »El Señor te abrirá su tesoro de bondad, que es el cielo, y en su tiempo te enviará la lluvia a tu tierra, y bendecirá todo lo que hagas con tus manos. Harás préstamos a muchas naciones, pero tú no pedirás prestado nada.

 

15 »Si no oyes la voz del Señor tu Dios ni procuras cumplir todos los mandamientos y estatutos que hoy te mando cumplir, vendrán sobre ti, y te alcanzarán, todas estas maldiciones:

23 Los cielos que cubren tu cabeza serán como el bronce, y la tierra que pisas será como el hierro.

24 En vez de lluvia, el Señor enviará polvo y ceniza a tu tierra, y desde los cielos caerán sobre ti hasta que perezcas.

 

Siempre hemos interpretado que esto “lo hace Dios”, y en un sentido es completamente cierto. Pero quizás lo más correcto sea decir que simplemente Dios “permitirá que suceda” debido a la conexión natural del hombre con la naturaleza. Literalmente el pecado y la maldad de las personas sobre una región terminan por cerrar los cielos, y la causa de las sequías prolongadas hay que buscarla allí. Antiguos desiertos han tenido un origen, y no sería extraño encontrarnos con civilizaciones pasadas que llenaron esas tierras de maldad e injusticia, hechos que nunca fueron redimidos por lo que los “bloqueos atmosféricos” nunca desaparecieron desde entonces.

 

¿Es el hombre quien cierra los cielos o es Dios quien lo hace?

 

Amós 4:7-8 RVC

7 »También les detuve la lluvia tres meses antes de la siega. Sobre una ciudad hacía llover, y sobre otra no; en una parte llovía, y la parte donde no llovía se secó.

8 La gente de dos o tres ciudades venía a una sola ciudad para beber agua, pero no saciaban su sed. A pesar de eso, ¡ustedes no se volvieron a mí! —Palabra del Señor.

 

La realidad, sin dudas, es compleja. Digamos, “compleja” para nosotros que tenemos la mente velada, no porque lo sea “en realidad”. Dios ha determinado una serie de leyes, y se cumplirán. Por lo tanto, cuando esas leyes están en actividad, no es más que el mismo Dios que las sostiene quien está haciendo las cosas, ¡aún cuando el resultado no sea lo que Él quiere! Entonces, cuando el hombre transgrede esas leyes y cosecha las consecuencias (la conocidísima ley de la siembra y la cosecha), es el hombre quién está haciendo que ocurran determinadas situaciones.

 

Entremedio, Dios ha dispuesto “instancias de misericordia”, que también son perfectamente legales, por las cuales se evita o dilata la aplicación de otra de Sus leyes. Esta es Su paciencia y bondad, que nos impide cosechar todo lo que hemos sembrado. Pero esto también tiene un límite, y es lo que estamos viviendo hoy: ya Dios no puede “encontrar” más instancias de misericordia como para evitar que cosechemos la plenitud de nuestra siembra, las hemos agotado a todas.

 

Sin embargo, Sus leyes nunca dejan de cumplirse y aún podemos revertir determinadas cosas. En relación al tema de este artículo, ¿deberemos orar para que llueva y siga lloviendo? Puede ser, pero más bien, deberemos sembrar justicia, para que el cielo responda al Cielo y caiga la lluvia oportuna en el momento oportuno.

 

En este exacto momento se está revirtiendo un período de fuerte sequía de 3 años. Tengo una interpretación al respecto, de por qué sucedió, pero no es el espacio para desarrollarla. Lo cierto es que tampoco resultan extrañas las inundaciones en nuestro territorio, y no hace demasiados años que las hemos tenido. La situación es la misma y la cura es la misma: el mismo cielo que se cierra a causa de nuestro cerrado corazón puede llorar a causa de todas las lágrimas silenciosas que hemos generado, de tantos bebés que no han tenido la oportunidad de llorar en esta tierra porque sus vidas fueron cegadas por asesinos de batas blancas. De nuevo, la solución a eso no requiere que nos pongamos a orar, ayunar o hacer largos sacrificios, simplemente, tenemos que hacer justicia sobre esta tierra.

 

 

Danilo Sorti

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