domingo, 19 de febrero de 2023

840. En el tiempo señalado – VII: llorar y reír

 

Eclesiastés 3:4 RVC

4 el momento en que se llora, y el momento en que se ríe; el momento en que se sufre, y el momento en que se goza;

 

Quizás esta sea una de las expresiones más fáciles de entender, porque se trata de cuestiones muy cotidianas. Hasta el versículo anterior estuvimos hablando de hechos que no ocurren todos los días; ciertamente, ¡se nace y se muere en un día y nada más! No se planta todos los días ni tampoco se cosecha, las heridas ocurren en ciertos momentos, los proyectos de construcción (literal o metafórica) llevan años, pero “llorar y reír” pueden ser cosas de un día. Si lo extendemos un poco más podemos hablar de los momentos de sufrimiento y los momentos de gozo.

 

En un primer análisis, la risa y el llanto no implican nada, o casi nada, que hagamos nosotros, más bien son reacciones ante determinadas circunstancias o hechos. Pero cualquiera que tenga un poco de perspicacia se dará cuenta enseguida que sí hay mucho que podemos hacer, o no hacer, para llegar a las situaciones en las que podamos reír o llorar.

 

La risa no necesariamente es buena y el llanto no necesariamente es malo, en todo caso están expresando lo que ocurre en nuestro interior y cómo reaccionamos ante las situaciones. Pueden tener mucho que ver con nuestras acciones o decididamente nada que ver, el asunto es nuestra respuesta y aquí es donde esta expresión colisiona con tres posiciones que han sido y siguen siendo comunes.

 

Por un lado, una filosofía del sufrimiento, que fuera muy común en el cristianismo una vez pero que sigue siendo parte de muchas personas, y a veces con razón. En todo caso, Eclesiastés, con su particular óptica “debajo del sol” nos recuerda que también hay momentos de alegría que deben ser celebrados como tales.

 

Por otro lado, la filosofía de la “victoria y la alegría” continua, el espíritu que ha infectado el cristianismo hasta ahora y que se encuentra hoy tratando de defenderse “con uñas y dientes” frente a un mundo que rápidamente lo está desmintiendo. No, no todo es fiesta.

 

Eclesiastés 12:1 RVC

1 Acuérdate de tu Creador ahora que eres joven. No esperes a que vengan los días malos, y a que lleguen los años en que digas: «Vivir tanto no es motivo de regocijo.»

 

Efesios 5:16 RVC

16 Aprovechen bien el tiempo, porque los días son malos.

 

Los días malos, “para llorar”, sin dudas son muchos y la Biblia nos advierte claramente de eso.

 

Pero finalmente esta frase entra en conflicto con la posición más típicamente “estoica”, que nos presenta un mundo ideal sin emociones y sin necesidad de expresar nada. No quiero decir que Eclesiastés 3 aliente decididamente el “emocionalismo”, más bien, nos presenta las situaciones inevitables, para que lo sepamos y estemos preparados, para que no nos quedemos ni en uno de los extremos ni tampoco intentemos un inexistente “punto medio”.

 

Pero si la risa y el llanto son expresiones espontáneas y necesarias, sufrir y gozar son situaciones más profundas y de más largo plazo, y que pueden ocurrir al mismo tiempo.

 

Lucas 10:21-24 RVC

21 En ese momento Jesús se regocijó en el Espíritu Santo, y dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque estas cosas las escondiste de los sabios y entendidos, y las revelaste a los niños. ¡Sí, Padre, porque así te agradó!

22 Mi Padre me ha entregado todas las cosas, y nadie conoce al Hijo, sino el Padre; ni nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.»

23 Jesús se volvió a los discípulos, y aparte les dijo: «Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven.

24 Porque les digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que ustedes ven, pero no lo vieron; y oír lo que ustedes oyen, pero no lo oyeron.»

 

No creo que sea muy necesario hablar del gozo cuando alcanzamos nuestras metas, o vemos el progreso de nuestra familia natural o espiritual, o cuando entendemos que las situaciones se encaminan en el país. Jesús nos lleva un paso más allá de eso cuando nos muestra el gozo profundo por las maravillas del Padre, por los avances del Reino de Dios.

 

Habría muchísimo para hablar del verdadero gozo en toda la Biblia y no es el propósito de este artículo, simplemente presentar los contrastes que nos muestra Eclesiastés 3.

 

Juan 12:27 

12 “¡Siento en este momento una angustia terrible! ¿Y qué voy a decir? ¿Diré: ‘Padre, líbrame de esta angustia’? ¡Pero precisamente para esto he venido!

 

Si los hombres comunes somos conscientes de que a los días de gozo seguirán muchos días de angustia, ¡Cuánto más el Hijo de Dios! Pero nunca permitió que saber los días de angustia que vendrían le impidieran disfrutar de los momentos de gozo, ni tampoco se permitió mantenerse “enajenado” de los tiempos de sufrimiento pensando solo en los buenos momentos. En esencia, es lo mismo que podríamos decir del caso anterior, solo que más profundo que simplemente “reír y llorar”.

 

Cada momento tiene su tiempo e inevitablemente vendrá “debajo del sol”, por eso, cada momento debe ser vivido según le corresponde, porque cuando no se hace, no alcanzamos todo lo que debemos aprender y ser transformados en ese momento.

 

Cada una de las situaciones (aparentemente) dicotómicas que menciona esta sección de Eclesiastés está preparada “debajo del sol” para que, entre otras cosas, seamos perfeccionados. Si no las vivimos como corresponde en el momento preciso, ese aprendizaje se pierde. Hay situaciones en las que, obviamente, es imposible no hacer otra cosa (¡nadie puede “no morir” en el momento de la muerte!, claro, a menos que haya una transferencia del alma a un “clon”, pero en ese caso la “persona” ya está definitivamente fuera del Reino de Dios). Pero hay situaciones en las que es muy posible, y especialmente en lo referido a las emociones.

 

Es muy posible y muy común que nos abstengamos de disfrutar en los momentos de gozo porque nos invade una angustia profunda pensando en los días malos que vendrán. Es muy posible que tratemos de distraernos en los momentos de angustia teniendo “lindos pensamientos”, y así no podemos procesar adecuadamente cada momento, cada sentimiento y cada aprendizaje.

 

Pero Eclesiastés nos dice, con una sabiduría muy práctica, que “todo tiene su tiempo”, y eso implica, “hacer lo que hay que hacer” en ese tiempo preciso, incluso cuando las emociones están tan fuertemente implicadas como en este caso.

 

 

Danilo Sorti

 

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