Eclesiastés 3:4 RVC
4 el momento en que se llora, y el
momento en que se ríe; el momento en que se sufre, y el momento en que se goza;
Quizás esta sea una de las expresiones más fáciles de
entender, porque se trata de cuestiones muy cotidianas. Hasta el versículo
anterior estuvimos hablando de hechos que no ocurren todos los días;
ciertamente, ¡se nace y se muere en un día y nada más! No se planta todos los
días ni tampoco se cosecha, las heridas ocurren en ciertos momentos, los
proyectos de construcción (literal o metafórica) llevan años, pero “llorar y
reír” pueden ser cosas de un día. Si lo extendemos un poco más podemos hablar
de los momentos de sufrimiento y los momentos de gozo.
En un primer análisis, la risa y el llanto no implican nada,
o casi nada, que hagamos nosotros, más bien son reacciones ante determinadas
circunstancias o hechos. Pero cualquiera que tenga un poco de perspicacia se
dará cuenta enseguida que sí hay mucho que podemos hacer, o no hacer, para
llegar a las situaciones en las que podamos reír o llorar.
La risa no necesariamente es buena y el llanto no
necesariamente es malo, en todo caso están expresando lo que ocurre en nuestro
interior y cómo reaccionamos ante las situaciones. Pueden tener mucho que ver
con nuestras acciones o decididamente nada que ver, el asunto es nuestra
respuesta y aquí es donde esta expresión colisiona con tres posiciones que han
sido y siguen siendo comunes.
Por un lado, una filosofía del sufrimiento, que fuera muy
común en el cristianismo una vez pero que sigue siendo parte de muchas
personas, y a veces con razón. En todo caso, Eclesiastés, con su particular
óptica “debajo del sol” nos recuerda que también hay momentos de alegría que
deben ser celebrados como tales.
Por otro lado, la filosofía de la “victoria y la alegría”
continua, el espíritu que ha infectado el cristianismo hasta ahora y que se
encuentra hoy tratando de defenderse “con uñas y dientes” frente a un mundo que
rápidamente lo está desmintiendo. No, no todo es fiesta.
Eclesiastés 12:1 RVC
1 Acuérdate de tu Creador ahora que
eres joven. No esperes a que vengan los días malos, y a que lleguen los años en
que digas: «Vivir tanto no es motivo de regocijo.»
Efesios 5:16 RVC
16 Aprovechen bien el tiempo, porque
los días son malos.
Los días malos, “para llorar”, sin dudas son muchos y la
Biblia nos advierte claramente de eso.
Pero finalmente esta frase entra en conflicto con la
posición más típicamente “estoica”, que nos presenta un mundo ideal sin
emociones y sin necesidad de expresar nada. No quiero decir que Eclesiastés 3
aliente decididamente el “emocionalismo”, más bien, nos presenta las
situaciones inevitables, para que lo sepamos y estemos preparados, para que no
nos quedemos ni en uno de los extremos ni tampoco intentemos un inexistente
“punto medio”.
Pero si la risa y el llanto son expresiones espontáneas y
necesarias, sufrir y gozar son situaciones más profundas y de más largo plazo,
y que pueden ocurrir al mismo tiempo.
Lucas 10:21-24 RVC
21 En ese momento Jesús se regocijó en
el Espíritu Santo, y dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque estas cosas las escondiste de los sabios y entendidos, y las revelaste a
los niños. ¡Sí, Padre, porque así te agradó!
22 Mi Padre me ha entregado todas las
cosas, y nadie conoce al Hijo, sino el Padre; ni nadie conoce al Padre, sino el
Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.»
23 Jesús se volvió a los discípulos, y
aparte les dijo: «Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven.
24 Porque les digo que muchos profetas
y reyes desearon ver lo que ustedes ven, pero no lo vieron; y oír lo que
ustedes oyen, pero no lo oyeron.»
No creo que sea muy necesario hablar del gozo cuando
alcanzamos nuestras metas, o vemos el progreso de nuestra familia natural o
espiritual, o cuando entendemos que las situaciones se encaminan en el país.
Jesús nos lleva un paso más allá de eso cuando nos muestra el gozo profundo por
las maravillas del Padre, por los avances del Reino de Dios.
Habría muchísimo para hablar del verdadero gozo en toda la Biblia
y no es el propósito de este artículo, simplemente presentar los contrastes que
nos muestra Eclesiastés 3.
Juan 12:27
12 “¡Siento en este momento una
angustia terrible! ¿Y qué voy a decir? ¿Diré: ‘Padre, líbrame de esta
angustia’? ¡Pero precisamente para esto he venido!
Si los hombres comunes somos conscientes de que a los días
de gozo seguirán muchos días de angustia, ¡Cuánto más el Hijo de Dios! Pero
nunca permitió que saber los días de angustia que vendrían le impidieran
disfrutar de los momentos de gozo, ni tampoco se permitió mantenerse
“enajenado” de los tiempos de sufrimiento pensando solo en los buenos momentos.
En esencia, es lo mismo que podríamos decir del caso anterior, solo que más
profundo que simplemente “reír y llorar”.
Cada momento tiene su tiempo e inevitablemente vendrá
“debajo del sol”, por eso, cada momento debe ser vivido según le corresponde,
porque cuando no se hace, no alcanzamos todo lo que debemos aprender y ser
transformados en ese momento.
Cada una de las situaciones (aparentemente) dicotómicas que
menciona esta sección de Eclesiastés está preparada “debajo del sol” para que,
entre otras cosas, seamos perfeccionados. Si no las vivimos como corresponde en
el momento preciso, ese aprendizaje se pierde. Hay situaciones en las que,
obviamente, es imposible no hacer otra cosa (¡nadie puede “no morir” en el
momento de la muerte!, claro, a menos que haya una transferencia del alma a un
“clon”, pero en ese caso la “persona” ya está definitivamente fuera del Reino
de Dios). Pero hay situaciones en las que es muy posible, y especialmente en lo
referido a las emociones.
Es muy posible y muy común que nos abstengamos de disfrutar
en los momentos de gozo porque nos invade una angustia profunda pensando en los
días malos que vendrán. Es muy posible que tratemos de distraernos en los
momentos de angustia teniendo “lindos pensamientos”, y así no podemos procesar
adecuadamente cada momento, cada sentimiento y cada aprendizaje.
Pero Eclesiastés nos dice, con una sabiduría muy práctica,
que “todo tiene su tiempo”, y eso implica, “hacer lo que hay que hacer” en ese
tiempo preciso, incluso cuando las emociones están tan fuertemente implicadas
como en este caso.
Danilo Sorti
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