domingo, 19 de febrero de 2023

845. En el tiempo señalado – XII: amar y odiar

 

Eclesiastés 3:8 RVC

8 el momento de amar, y el momento de odiar; el momento de hacer la guerra, y el momento de hacer la paz.

 

Podemos entender fácilmente que hay gente o cosas que podemos amar u odiar, con las que podemos estar en paz o en guerra. Más difícil nos resulta entender que para cada una de esas acciones también hay un tiempo.

 

En este tiempo cuando la misericordia se ha exagerado, se supone que debemos “amar a todos”, pero Dios mismo no lo hace y no lo ha hecho nunca. También se supone que debemos expresar ese amor siempre, pero tampoco es el caso.

 

Isaías 30:18 RVC

18 Por lo tanto, el Señor esperará un poco y tendrá piedad de ustedes, y por eso será exaltado por la misericordia que tendrá de ustedes. Ciertamente el Señor es un Dios justo; ¡dichosos todos los que confían en él!

 

El principal objetivo del Señor no es que vivamos bien y felices en esta tierra, sino que seamos perfeccionados para la eternidad, por eso, no siempre nos manifestará expresamente Su amor, sino que a veces “esperará un poco” y permitirá que suframos o pasemos por dificultades… y a veces será “más que un poco” porque Él estará esperando a que realicemos los cambios que debemos hacer.

 

Y es que de la misma manera que toda esta sección de Eclesiastés no exhorta a saber hacer lo correcto en el tiempo correcto, también nos advierte que Dios INEVITABLEMENTE hará lo correcto en el tiempo correcto, lo sepamos o no, nos guste o no.

 

De la misma forma, somos instruidos a amar, o quizás sea mejor dicho, “expresar nuestro amor” en el momento correcto y expresar nuestro odio, o rechazo, también en el momento correcto.

 

Sabemos que tanto el amor como el odio no son sentimientos que en una persona madura cambien de un día para el otro. Podemos fácilmente amar u odiar determinadas acciones, ideas, palabras, actitudes, que pueden estar (y están) en una misma persona; en esos casos debemos expresar nuestro sentimiento con claridad, debe ser así para ayudar al otro a corregir lo deficiente.

 

No vamos a cambiar nuestro sentimiento hacia una persona de un día para otro, en tiempos normales no es algo que ocurra, incluso, en el lapso de nuestra vida. Sin embargo, ya no estamos en esos tiempos, y la gente rápidamente está siendo dividida en dos grupos, sin ya casi nada intermedio. Aquellos que se esfuerzan en conservar su humanidad serán perfeccionados y cada vez más objetos del amor de Dios y de unos hacia otros, aquellos que han decidido obedecer al “dios estado” antes que al Creador verán como esa Imagen será borrada cada vez más de ellos. Muchos de los que antes eran nuestros amados habrán perdido ya toda cualidad buena y deberemos aborrecer en lo que se habrán convertido.

 

Todos los que estamos vivos hoy y seguimos siendo humanos tendremos que enfrentarnos dramáticamente con este pasaje de Eclesiastés porque deberemos “odiar” a muchos de los que antes habremos amado. Pero, ¿no se supone que eso debimos haberlo hecho, en un sentido, ya?

 

Lucas 14:25-27 RV60

25 Grandes multitudes iban con él; y volviéndose, les dijo:

26 Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.

27 Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.

 

La palabra traducida por “amar” tiene también los sentidos de: tener afecto (sexual o de otro tipo) por, amado, amador, amante, amar, amigo, amor, deleitar, enamorado, enamorar, gustar, querer. Mientras que “odiar” también implica: aborrecer (personalmente): aborrecedor, aborrecer, aversión, contrario, enemigo, enemistad, menospreciar, odiada, odiar, odioso. Así que ambas abarcar un amplio espectro de significados, por lo que su aplicación también es amplia, tanto desde lo más profundo hacia lo más superficial.

 

De todas formas, amar y odiar son sentimientos muy profundos, quizás los más profundos que haya en nuestro corazón. Tanto es así que el Señor lo dejó muy en claro:

 

Mateo 22:37-40 RVC

37 Jesús le respondió: «“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.”

38 Éste es el primero y más importante mandamiento.

39 Y el segundo es semejante al primero: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.”

40 De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.»

 

Y también:

 

Mateo 6:24 RVC

24 »Nadie puede servir a dos amos, pues odiará a uno y amará al otro, o estimará a uno y menospreciará al otro. Ustedes no pueden servir a Dios y a las riquezas.

 

La esencia del Reino de Dios y la esencia de nuestra salvación NO ES ni el conocimiento, ni la obediencia ni mucho menos una serie de ritos u observancias correctas, sino el AMOR. Y no hay varios lugares para el amor en nuestros corazones; o amamos a Dios por sobre todo, o no lo amamos. Y cuando nos ponemos a escarbar un poco resulta que nos encontramos con tantos “amores” que no deberían estar en nuestro interior…

 

Así que esta última línea de la sección nos lleva hacia los sentimientos más profundos y hacia aquello que decididamente está por completo en nuestro control. Progresivamente, desde el versículo 2 al 8 el escritor va profundizando cada vez más en las acciones y sentimientos que terminan dependiendo por completo de nosotros. Sobre el momento del nacimiento y de la muerte no tenemos control, pero sobre el amor y el odio tenemos todo el control, dependen de nosotros y, de hecho, es quizás lo único que realmente podemos hacer nosotros y nadie más. Por lo tanto, llega a entender esta dimensión y poder entregársela a Dios para que sea Él quien determine los momentos claves, implica tanto una rendición a Su soberanía como, PRINCIPALMENTE, haber entendido Su amor y Su cuidado tan profundo que hayamos podido descansar por completo en lo que Él hace, por más extraño que nos parezca, tal como el Hijo:

 

Lucas 23:46 RVC

46 En ese momento Jesús clamó a gran voz, y dijo: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.» Y después de haber dicho esto, expiró.

 

Pero el sentimiento debe expresarse en acciones, y eso es lo que viene a continuación: un tiempo de guerra y un tiempo de paz. Algunos no pueden vivir si no están en guerra contra todo y todos, otros no quieren saber nada con el conflicto y buscan la paz a toda costa, otros pelean con quien no tienen que pelear y están en paz con quien deberían estar en guerra… y otros no tienen ni idea de qué hacer, técnicamente no están en guerra porque ya se han rendido al enemigo…

 

En el mundo de hoy claramente no hay espacio neutral, nunca lo hubo de hecho, pero los bandos no estuvieron tan definidos como ahora. Estar en paz con un Reino implica estar en guerra con el otro reino. No podemos no estar en guerra contra el reino de las tinieblas porque ese conflicto lo declaró Dios mismo y no cesará hasta el final de los tiempos.

 

Génesis 3:15 RVC

15 Yo pondré enemistad entre la mujer y tú, y entre su descendencia y tu descendencia; ella te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el talón.»

 

Hay una guerra entre dos linajes, si no estamos atentos, estamos engañados. Pero a nadie le resulta fácil la guerra, exige un gran esfuerzo material, económico y mental.

 

Guerra y paz se basan tanto en el amor como en el odio (rechazo). Porque amamos la justicia y la verdad del Reino de Dios es que odiamos al reino de las tinieblas y estamos en guerra con éste, para rescatar todo lo que ha robado. Lo opuesto también es cierto, ¡no sea cosa que, queriendo hacer el bien, nos encontremos luchando contra Dios y Sus planes!

 

Aunque esta guerra ha existido desde el principio y hoy se ha intensificado tanto que es imposible no participar en ella, hay muchas batallas que nos pueden exigir en determinados momentos hacer la guerra o hacer la paz.

 

POR OTRO LADO, Y MUY IMPORTANTE, hay que saber que no siempre podemos “ir a la guerra”, ni menos aún, luchar “contra todo y contra todos”. Para algunos esta es una verdad difícil de aprender y más difícil de aceptar. Sencillamente, no tenemos ni la fuerza, ni los recursos ni la preparación para hacerlo. Aunque nunca dejemos de estar contra la injusticia y la mentira que hoy imperan, habrá batallas que no podremos pelear, así que tendremos que firmar una “tensa paz”, no porque sea lo correcto, sino porque simplemente, no podemos luchar en este tiempo. Solo es posible cuando entendemos que Dios sigue al control y Él sabe qué hacer. Si no somos nosotros, Él ya tiene preparados a otros soldados, mientras nosotros somos sanados y equipados para una próxima lucha.

 

Si tratamos de pelear más de lo debido, sencillamente nos desgastamos y a la larga terminamos presos del desánimo y el agotamiento, otra de las divisiones del ejército infernal, con la cual inutiliza a muchos buenos guerreros.

 

Así que con esta última línea concluye el Espíritu mostrándonos que “debajo del sol”, todo lo que podamos imaginar tiene un tiempo oportuno.

 

 

Danilo Sorti

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