Miqueas 6:6-8 RVC
6 Tú, Israel, preguntas: «¿Con qué me
presentaré ante el Señor? ¿Cómo adoraré al Dios Altísimo? ¿Debo presentarme
ante él con holocaustos, o con becerros de un año?
7 ¿Le agradará al Señor recibir
millares de carneros, o diez mil ríos de aceite? ¿Debo darle mi primogénito a
cambio de mi rebelión? ¿Le daré el fruto de mis entrañas por los pecados que he
cometido?»
8 ¡Hombre! El Señor te ha dado a
conocer lo que es bueno, y lo que él espera de ti, y que no es otra cosa que
hacer justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios.
Miqueas es un profeta del siglo VIII a.C. y, para esta
altura, la pregunta resultaba por demás de obvia. Tanto la estructura de
sacrificios y adoración, que había sido establecida por la Ley de Moisés siglos
atrás, como la más reciente revelación de los principios de esa Ley, la
justicia, la misericordia y la humildad, expuestos insistentemente por los
profetas, resultaban conocidos por toda la sociedad como para que existiera
esta pregunta “dando vueltas” entre el pueblo. Una total obviedad, que, sin
embargo, un pueblo idiotizado por la corrupción (en todos los órdenes) ni podía
recordar ni podía entender cuando se lo volvieran a explicar.
Éxodo 14:15-16 RVC
15 Pero el Señor le dijo a Moisés:
«¿Por qué me pides ayuda? ¡Ordena a los hijos de Israel que sigan su marcha!
16 Y tú, levanta tu vara, extiende tu
mano sobre el mar, y divídelo, para que los hijos de Israel lo crucen en seco.
Bueno Moisés, ya viste cosas increíbles en Egipto realizadas
por el Señor, ¿y tenés que seguir preguntando qué es lo que hay que hacer? ¿No
es obvio que hay que abrir el mar para atravesarlo? Bueno, puede ser que no
resulte tan claro para nosotros, más de tres milenios después, pero sí lo era
para Moisés en ese momento. No era necesario orar, simplemente actuar.
Josué 7:7-11 RVC
7 Y Josué exclamó: «¡Ay, Señor, Señor!
¿Por qué permitiste que el pueblo cruzara el Jordán? ¿Acaso fue sólo para
entregarnos en manos de los amorreos, para que nos destruyan? ¡Hubiera sido
mejor que nos quedáramos al otro lado del Jordán!
8 ¡Ay, Señor! ¿Qué puedo decir, ahora
que Israel ha sido derrotado y que salió huyendo de sus enemigos?
9 Cuando lo sepan los cananeos y todos
los pueblos que habitan esta tierra, vendrán y nos rodearán, y nos borrarán de
la tierra. Y entonces, ¿qué vas a hacer con tu gran fama?»
10 El Señor le respondió a Josué: «¿Por
qué estás con el rostro en el suelo? ¡Levántate!
11 Israel ha pecado. Ha quebrantado el
pacto que yo le ordené, y además ha tomado lo que le prohibí tomar. Han robado,
han mentido, y han guardado entre sus pertenencias lo robado.
¡Otra vez Josué! ¿No viste de sobra ya que cuando Israel era
derrotada o castigada, el motivo era el pecado? ¿Por qué estás preguntando “qué
pasó”? La pregunta correcta es “¿quién pecó?” De nuevo, en nuestra perspectiva
no se aprecia adecuadamente la obviedad, pero desde la perspectiva de vida de
Josué, sí.
Jeremías 11:14-15 RVC
14 »Así que tú, Jeremías, no me ruegues
por este pueblo; no eleves hacía mí ningún clamor ni oración por ellos, porque
el día que afligidos clamen a mí yo no les haré caso.
15 ¿Qué derechos puedes reclamar en mi
casa, amada mía, si has incurrido en tantos hechos repugnantes? ¿Crees acaso
que los sacrificios y la carne consagrada de los animales ofrendados pueden
librarte del castigo? ¿Puedes jactarte de eso?»
Ya era claro que no había ninguna solución posible más que
la invasión y el destierro, así que, ¿para qué orar? Solo restaba anunciar el
mensaje para que, una vez expulsados a países lejanos, los sobrevivientes
recordaran las palabras de Jeremías y se volvieran al Señor.
Lucas 22:37 RVC
37 Porque yo les digo que todavía se
tiene que cumplir en mí aquello que está escrito: “Y fue contado entre los
pecadores”. Porque lo que está escrito acerca de mí, tiene que cumplirse.»
Nada de lo que iba a pasar Jesús podía evitarse, estaba
escrito y era necesario que se cumpliera. Solo quedaba orar por fortaleza, que
es lo que hizo en el huerto de olivos, y sus discípulos no.
Ahora bien, resulta bastante claro que la oración es un eje
fundamentalísimo en toda la Biblia. Cualquier genuino líder cristiano no podría
hacer demasiado énfasis en el tema, ¡demasiada poca es la oración que tenemos!
Más bien, ¡extremadamente escasa! Y aún así, un buen porcentaje de ella
simplemente es inútil.
Dejemos de lado las recomendaciones que hizo Jesús acerca de
la oración y que muchas veces no cumplimos. Al menos, eso es algo bien claro,
que está escrito y que podríamos entender si lo leyéramos.
Lo que no es “tan claro”, al menos a primera vista, es el
cuándo debemos orar y cuándo no.
Está bien que los ejemplos que presenté al principio son
bastante “extremos”, propiamente, ¡no son cosas que uno esperaría encontrar en
su vida cotidiana! (al menos no hasta ahora…), pero si están puestos allí es
para nuestra enseñanza, así que algo deberían decirnos.
Creo que hay un punto central para responder a la cuestión
del título y es que tenemos asuntos sobre los que Dios ya ha hablado claramente,
sea de manera general en Su Palabra o sea de manera específica a nosotros
(directamente, a través de alguna palabra profética). Es decir, no se trata de
un asunto que nos es confuso y sobre el cual no tenemos muchos antecedentes o
un conocimiento claro, sino de una situación o de un contexto que ya deberíamos
conocer bien.
Y esto nos lleva al otro asunto, “deberíamos…” Pero por
diversas razones, “no lo hicimos…” Es decir, cuando estamos orando y
decididamente Dios está fastidiado con nuestra oración, es porque hemos sido
descuidados e intencionalmente necios para no prestar atención a una serie de
cuestiones que podríamos conocer ya muy bien. No hemos leído lo que claramente
dice Su Palabra, no hemos prestado atención a los buenos consejos que nos
advertían sobre ciertas cosas, no hemos analizado bien la situación, no hemos
seguido el transcurso de los acontecimientos y lo que Dios ha estado haciendo y
diciendo.
Como dije, este tema es complicado para nosotros hoy y no
voy a “concluir” con una serie de recomendaciones porque creo que las cosas por
las que tenemos que orar o no tenemos que orar dependerán en buena medida de
cada persona, de cada circunstancia y de cada tiempo “kairos”. Solo una fuerte
recomendación: debemos tener cuidado en entrar en discusiones sobre este asunto
A MENOS QUE tengamos una clara palabra o entendimiento de parte de Dios,
porque, como dije, esos motivos pueden ser diferentes para uno y para otro. Y
debemos tener el oído espiritual lo suficientemente abierto como para escuchar
cuando el Espíritu nos indica claramente ya sea orar o no orar por determinado
asunto.
Como nota al pie diremos que el ser humano, en el diseño
original divino, recibió mucho poder sobre la Creación. Ese poder quedo en
parte anulado y en parte velado en la caída, y eso fue necesario para que no
hiciéramos desastres con un poder que terminaríamos usando mal. Hay dos caminos
para recuperar ese poder, uno es, obviamente, el camino de las tinieblas, con
las consecuencias que vemos por todos lados, y otro es el camino abierto por
Cristo, que permite liberar una enorme potencia de bendición y restauración.
En la medida que recuperamos ese poder habrá menos cosas
para orar porque, sencillamente, solo deberemos declarar la palabra de
autoridad. La oración, en ese caso, no dejará de ser necesaria ni será “menos
importante”, más bien lo contrario, porque deberemos ser muy cuidadosos en usar
esa autoridad de la manera correcta, y deberemos tener muchísimo dominio propio
para NO USARLA cuando haya propósitos mayores:
Mateo 26:52-54 RVC
52 Entonces Jesús le dijo: «Vuelve tu
espada a su lugar. Quien esgrime la espada, muere por la espada.
53 ¿No te parece que yo puedo orar a mi
Padre, y que él puede mandarme ahora mismo más de doce legiones de ángeles?
54 Pero entonces ¿cómo se cumplirían
las Escrituras? Porque es necesario que así suceda.»
Cuando podamos tener este mismo dominio propio tendremos
entonces la misma autoridad de Cristo, y entonces, solo una breve oración (por
la gente, no por nosotros) bastará:
Juan 11:41-43 RVC
41 Entonces quitaron la piedra. Y
Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: «Padre, te doy gracias por haberme
escuchado.
42 Yo sabía que siempre me escuchas;
pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú
me has enviado.»
43 Y habiendo dicho esto, clamó a gran
voz: «¡Lázaro, ven fuera!»
Danilo Sorti
No hay comentarios:
Publicar un comentario