Apocalipsis 13:3-4 RVC
3 Una de sus cabezas parecía tener una
herida mortal, pero su herida fue sanada. Toda la gente se llenó de asombro y
siguió a la bestia,
4 y adoraron al dragón que había dado
autoridad a la bestia, y también a la bestia. Decían: «¿Quién puede compararse
a la bestia? ¿Quién podrá luchar contra ella?»
Hace un tiempo atrás leí un concepto en un libro lo ocurrido
en plandemia y más adelante que me resultó impactante, no tanto porque me
hubiera resultado novedoso sino porque lo exponía con brevedad y claridad: lo
que estábamos viviendo era, ni más ni menos, que la idolatría al estado,
incluso de muchos cristianos.
La Biblia es clara:
Mateo 6:24 RVC
24 »Nadie puede servir a dos amos, pues
odiará a uno y amará al otro, o estimará a uno y menospreciará al otro. Ustedes
no pueden servir a Dios y a las riquezas.
Siempre solemos hacer una lectura superficial de este
versículo y nos quedamos con la dicotomía Dios – Mamón (dios de las riquezas),
pero frecuentemente olvidamos que ese contraste se basa en un principio superior:
no se puede servir a dos amos; solamente uno es el que puede tener la última
palabra en nosotros.
De otra forma está expresado esto en el más grande de los
mandamientos:
Marcos 12:29-31 RVC
29 Jesús le respondió: «El más
importante es: “Oye, Israel: el Señor, nuestro Dios, el Señor es uno.”
30 Y “amarás al Señor tu Dios con todo
tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas.”
31 El segundo en importancia es:
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” No hay otro mandamiento más importante
que éstos.»
Si el máximo amor corresponde a Dios, no puede haber “otro
amor” que compita con Él, ni por encima ni al lado. Ahora bien, cuando a Jesús
le preguntan por el más grande de los mandamientos era porque estaban perdidos
entre sus 613 mandamientos, precisamente porque no tenían el criterio adecuado
para ordenarlos, es decir, categorizarlos. Jesús claramente no anuló la Ley y
no dejó de cumplir con todos esos mandamientos en Su vida (una parte de ellos
sigue siendo válida para nosotros hoy) ni mucho menos animó a Sus discípulos a
desobedecerlos (los mandamientos de Dios, que no son lo mismo que los
mandamientos humanos que habían puesto en ese entonces… y hoy también) sino que
les dio el criterio correcto: a partir del primero todos los otros se
acomodaban y se justificaban o no las excepciones.
Pero si escarbamos un poco más profundo, el verdadero
problema es que tenían un corazón dividido entre “varios amores”, por eso no
podían entender el orden de los mandamientos. Sencillamente, muchos problemas
“intelectuales” en realidad son problemas emocionales o de lo profundo del
corazón, no se trata de que “no entendemos”, se trata de que en lo profundo de
nuestro ser “no queremos aceptar” tal o cual verdad.
Así, un corazón dividido en los hijos de Dios les impide
entender ciertas verdades, por más montañas de argumentos que se amontonen.
Los judíos debían tener esto en claro, ya que Dios se
encargó de dejarlo grabado a fuego por medio de Moisés:
Éxodo 20:2-10 RVC
2 «Yo soy el Señor tu Dios. Yo te saqué
de la tierra de Egipto, donde vivías como esclavo.
3 »No tendrás dioses ajenos delante de
mí.
4 »No te harás imagen, ni semejanza
alguna de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las
aguas debajo de la tierra.
5 »No te inclinarás ante ellas, ni las
honrarás, porque yo soy el Señor tu Dios, fuerte y celoso. Yo visito en los
hijos la maldad de los padres que me aborrecen, hasta la tercera y cuarta
generación,
6 pero trato con misericordia infinita
a los que me aman y cumplen mis mandamientos.
7 »No tomarás en vano el nombre del
Señor tu Dios, porque yo, el Señor, no consideraré inocente al que tome en vano
mi nombre.
8 »Te acordarás del día de reposo, y lo
santificarás.
9 Durante seis días trabajarás y harás
toda tu obra,
10 pero el día séptimo es de reposo en
honor del Señor tu Dios. No harás en él ningún trabajo. Ni tú, ni tu hijo, ni
tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni el extranjero que viva
dentro de tus ciudades.
El concepto de amor no era tan “extendido” en ese entonces,
pero está implícito en los tres primeros mandamientos. Lo opuesto a eso es la
idolatría; que no se trata solo de “servir”, es decir, “rendir culto” a otros
dioses, sino de amarlos literalmente.
Israel tuvo un duro conflicto con la idolatría a lo largo de
su historia y parece que eso quedó completamente resuelto una vez que volvió
Judá del cautiverio babilónico o las otras tribus dispersas pasaron por el
proceso. Hacia el tiempo de Jesús era un tema cerrado ya para Israel.
La primera iglesia tuvo muchos cristianos de origen pagano
en su seno, por lo que el problema de la idolatría cobró nueva relevancia,
aunque el sustrato judío de esas congregaciones rápidamente pudo tratar con el
tema. Así que resulta extraño lo que dice el apóstol Juan, en uno de los
últimos escritos de todo el Nuevo Testamento, cuando ya los principios básicos
del cristianismo habían sido establecidos:
1 Juan 5:21 RVC
21 Hijitos, manténganse apartados de
los ídolos. Amén.
No resulta, empero, tan desubicado si lo relacionamos con el
tema de la carta, el amor, y éste a su vez con lo que estuvimos diciendo más
arriba en el texto. Aunque podían seguir teniendo problemas con los ídolos
propiamente dichos, el principal problema que enfrentaría la cristiandad sería
con los ídolos más sutiles, los que no se presentaban con estatuas colosales y
rituales sangrientos.
El engaño, precisamente por ser tal, no avanza “de frente”
sino “por el costado”, así, la idolatría no se va a presentar groseramente,
sino de a poco. Esto significará ir cediendo el control de lo que le
corresponde a Dios. Pero incluso es más sutil que eso, empieza con ceder
nuestra libertad y autonomía, dadas por Dios a todo el género humano, al
control de otro. El “ídolo” no se va a presentar como tal exigiendo adoración,
sino que va a avanzar sobre el área de autoridad de Dios, y especialmente sobre
la más voluble, nosotros mismos.
¿Qué puede ocupar el lugar de Dios en nuestra sociedad
secularizada? Los ídolos representados en estatuas siguen siendo un muy buen
atractivo, pero hay otro más sutil, tanto que muchos cristianos han caído en
eso: la idolatría al gobierno. Cuando se ha secularizado la sociedad y se han
“eliminado” los ídolos del pasado, cuando se ha sacado a Dios de la mente de las
personas (sea por completo o sea a los fines prácticos), ¿qué queda “más
grande” que uno? Las personas irremediablemente necesitan seguir a algo más
grande que ellas, todos lo hacen, lo llamen como lo llamen. Si no es Dios, es
el “dios estado”.
Las sociedades tienen una larga historia de adoración al
estado, o a los dioses estatales que lo sostenían, o a sus emperadores que los
representaban, o a los tres juntos, más frecuentemente. Creo que el hecho es
tan conocido que no necesito mostrar los ejemplos bíblicos.
Pero bajo una herencia de principios cristianos y una
democracia formal (pero nunca real), el estado hoy se ha disfrazado de tal
forma que parece estar muy alejado de ese objeto idolátrico de tiempos muy
pasados… o quizás no tan pasado… Todos los estados fascistas, de hace unas
décadas atrás nomás, han revivido ese modelo, más modernizado, pero similar.
Todos los estados de izquierda se encuentran en lo mismo, aunque mantengan una
apariencia de “populares”. Y todo el proceso actual de los gobiernos tiende
hacia esa concentración de poder, con una cáscara de democracia cada vez más
tenue.
Tenemos el engaño de la historia reciente, por el cual mucha
gente y muchos cristianos no logran darse cuenta de que nuestros estados
rápidamente se están volviendo tiránicos y absolutistas, tal como será
finalmente el modelo del Anticristo. Al requerir cada vez más obediencia y
penetrar en las áreas que no les han sido dadas por Dios sino que nos las ha
reservado a nosotros, se están transformando en “dioses” que exigen adoración.
Ninguno de los falsos dioses de la antigüedad, y del
presente, ha sido adorado por un “amor puro y profundo”, ¡de ninguna manera!
Todos sus adoradores en realidad esperaban, y esperan, conseguir beneficios de
ellos; hay una “transacción espiritual”. Exactamente lo mismo pasa con el
estado, y si no es beneficio, es por temor, en este caso, hay que “aplacar al
dios estado” para que no se enfurezca con nosotros y nos recorte beneficios. Lo
mismo que pasó con la plandemia: había que aplacar al “dios virus” (que de
hecho, nadie había aislado ni lo han hecho aún), que nadie veía ni ve, pero
cuya ira podía encenderse de repente si no se cumplían con las normas que sus
sacerdotes de batas blandas dictaban.
Al borrar a Dios de sus mentes, sea de palabra, como los
ateos o agnósticos, o sea de hecho, como tantísimos cristianos para los que
Dios sigue siendo alguien medio desconocido “allá arriba” pero que no tiene
mucho que ver con el “acá abajo”, han terminado adorando al estado.
Me dirán que hay muchos que, sin necesariamente ser
cristianos o religiosos en particular, no adoran al estado, y es cierto. Muchos
de ellos, principalmente ellos, son los que no han caído en el engaño
plandémico. Pero si ahondamos un poquito encontraremos que todos ellos están
basados en la “Ley Natural”, que en el fondo, no es más que la expresión de la
Ley que Dios dejó para todos los hombres. Quizás no tienen un enfoque en el
Dios revelado en la Biblia, pero sí que lo tienen en el Dios revelado en la
Creación.
Esta idolatría, que ha penetrado profundamente en los
círculos cristianos más fieles, es la gran lucha que tenemos por delante. Por
ahora permanece difusa, y así lo será para muchos hasta que aparezca el
Personaje que ya sabemos… pero para entonces será demasiado tarde para
demasiadas personas.
Danilo Sorti
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